8 | +Sweet Enemy+
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-¿Quién era ella? -preguntó Yasli, con aparente confusión.
Resoplé y salí del sofocante lugar.
-Una víbora, pero ya no importa. Gracias por venir -le palmeé el hombro y sali, miré a Berat, quien miraba hacia la dirección que la rubia había tomado -. ¿Qué pasa?
-La mujer -el abogado me mi miró con el entrecejo hundido -. ¿No era...?
-No, no era -lo cortó mi hermano, mirándolo fijamente y luego me observó.
-¿La conocen? -inquirí confuso.
-No, vamos, tenemos que salir, este lugar esta clausurado y hemos roto algunos sellos. No tardaran en darse cuenta, así que andando -mi hermano bajó la mirada y frunció el ceño -. ¿Y tu zapato? -preguntó Yasli.
-Larga historia. -lo señalé arriba de la viga de madera y no se dijo nada más al respecto.
-Andando.
Berat suspiró y asintió ante las palabras de mi hermano. Cuando llegué a casa, me duché y me metí a la cama, estaba agotado y tenía que reponer energía y así me la pasé hasta el lunes, quien llegó más rápido de lo que pensé,
La puerta de mi oficina sonó, dejé pasar a la persona y Han apareció, con el cabello revuelto y una carpeta en las manos.
-Te traigo los documentos que necesitaras para la reunión del viernes con Bürack. -mencionó, dejando la carpeta negra sobre mi escritorio.
Solté un suspiro, me estiré y tomé los documentos en perfecto orden. Hojeé los papeles solo para corroborar y luego miré a mi socio.
-Bien. ¿Algo más?
Exhaló, y metió sus manos a los bolsillos de su pantalón.
-El viernes ya no será necesario que lleves a Dulce. -anunció despectivo.
Fruncí el ceño. Recosté la espalda sobre la silla.
-¿Por qué? ¿Siempre si podrás acompañarme?
Han, negó. Llevó su mano a la barbilla y rascó esa zona.
-No, al parecer un amigo la llevará. -encogió los hombros.
-¡No puede pasar eso, es una reunión de negocios, no vacaciones de verano para qué sus amigos la acompañen! -bramé molesto por la falta de profesionalismo de esa mujer.
-¿Escuchaste lo qué dije? Un amigo la llevará, no se quedará. -rodó los ojos.
-Pues dile que no será necesario, yo mismo la llevaré. -revisé nuevamente los documentos, pero sentía la mirada rasgada de Han, sobre mí.
-No sé que mosca te picó, pero mantente alejado de Dulce, ella es una chica buena y no merece ser esa piedra con la que insistes en tropezar.
-Descuida, me portaré bien.
Lo escuché suspirar y antes de irse, agregó:
-Lo olvidaba -me miró por encima de su hombro -, Freya tampoco puede ir contigo. Como tú mismo lo dijiste, es una reunión de negocios y no vacaciones de placer.
Gruñí y lo fulminé con la mirada.
Cuando quedé solo en mi oficina decidí que para calmar el enojo, lo mejor seria bajar a mi laboratorio y planificar el próximo lote que enviaría a Australia, con el fin de que la madre de Charlize y mi suegra, probaran la nueva dosis que creé para la erradicación de la enfermedad.
Me puse la bata blanca, la cofia, un cubrebocas y guantes de nitrilo. Pasé por la puerta de desinfección y entre al ala B, donde los patógenos y antídotos que estaba trabajando, se guardaban ahí. Ingresé la contraseña para que la cerradura electrónica se abriera e ingresé.
Tomé la grabadora de voz, para iniciar con mi trabajo y grabar mis avances.
-Julio diez del 2020. Practica tres para la erradicación y la evolución de la cura contra el cáncer mamario en etapa avanzanda -puse la muestra de la sangre de la madre de Charlize, que me enviaron recientemente y con mucho cuidado para poder ver los avances.
La puse en una mica frente al microscopio y comencé a ver la evolución en las células cancerígenas contra las nuevas células sanas que ayudaban a combatir la enfermedad. De verdad que mi trabajo de casi diez años, estaba funcionando y me sentí muy feliz de saber que Lizy no se quedaría sin su madre.
-La paciente muestra una clara mejoría con respecto al antídoto en función, y esto es un triunfo para la fundación Sana vida. Quien tiene como objetivo salvar las vidas de las mujeres que padecen esta enfermedad en estado avanzado. -apagué la grabadora y sonreí.
Cuándo terminé y sellé las cajas con el medicamento para Australia, salí y volví a la oficina luego de estar todo el día en el laboratorio. Tomé mi saco, cogi las llaves de mi auto y me fui directo al ascensor, esperé pacientemente a que se abrieran las puertas, cuando alguien se paró a mi lado. Miré a la persona y resoplé al ver a Dulce mirando las puertas de metal e ignorando mi presencia.
-¿No saluda a sus superiores? -indague mordaz, pero no recibí respuesta -. ¿No le enseñaron modales?
Las puertas del ascensor se abrieron y ella como la bruja que era, entró como si de verdad estuviera dispuesta a ignorarme. Oprimió el botón de planta baja, mientras yo oprimí el del sótano, que más que eso era el estacionamiento. La caja se empezó a mover y no pude evitar mirarla, mientras su espalda estaba perfectamente recta y recargada sobre el espejo del ascensor.
-¿En serio se comportará como una niña berrinchuda?
Y claro, no obtuve respuesta, se miró las uñas como si los microbios que en ellas tenía, fueran más importantes que las palabras de un superior. Y yo no era cualquier superior, era el fundador y CEO de esta empresa farmacobióloga que le daba de comer. Solté una risa sin gracia, estiré el brazo y aparté sus uñas de su vista y fue así como finalmente me observó.
-¿Qué le pasa? -preguntó irritada.
Rodé los ojos y suspiré.
-Le he estado hablando y no me presta atención.
Bufó.
-Porque mi atención solo la prestó a gente que me importa, no ha maleducados con tildes de grandeza.
Enarqué la ceja con diversión, creo que verla enojada era mi nueva misión.
-Insisto, quiero su atención en mí.
-Pues deje de insistir, ¿qué no ve que estoy cansada y no tengo ganas de discutir con otro imbécil? -se cruzó de brazos mirando los pisos que faltaban para llegar al destino solicitado.
De acuerdo, esto no me lo esperaba, ya que la única que podía decirme imbécil era Charlize. Esta tipa me enfadaba.
-Modere su lenguaje conmigo, señorita, no se confunda. Una vez fui amable con usted, pero dos ya no. -la fulminé.
La vi surcar una sonrisa burlesca y rodar los ojos sin borrarla.
-No sé preocupe, si lo que quiere es recordarme que le debo un par de zapatos, ya los he encargado y pronto me los harán llegar.
La miré con la cabeza un poco ladeada.
-No creo que me vaya a dar la misma marca.
-Lo es. -retó sin mirarme a los ojos.
-Mis zapatos son Gucci, señorita, y no es por presumir, pero son de la mejor temporada y solo sacó cinco pares de los que yo tenía uno.
No se inmutó, estaba molesta pero lo que acababa de decirle no parecía sorprenderla. Ladeó el rostro y me miró.
-No se preocupe, ya estaba al tanto de eso y gracias a que tengo una fuente viable, Gucci me proporcionó el último par y que para su suerte, es su talla. -me guiñó con evidente amargura, dejándome casi boquiabierto, dio tres pasos al frente, dejándome de espaldas a ella y antes de bajar de la cabina, dijo -: Por cierto, el dinero tampoco fue problema, me dieron un préstamo y pude pagarlos enseguida. Hasta luego, señor Zehir.
Bajó y caminó a la salida contoneando las caderas. No evité mirarle el trasero antes de que las puertas se cerraran nuevamente y me impidieran ver que tan buena estaba esa bruja. Y en efecto, tenia buenas nalgas. Cuando fue mi turno, caminé por el estacionamiento y me dirigí a mi auto, me monté, lo encendí y avancé. Cuando me iba a incorporar a la avenida, miré a la rubia sentada en la parada del autobús.
Estaba por irme y dejarla ahí, pero verla cabeceando luego de una larga jornada y de saber que además era estudiante, me hizo sentir extraño. Creo que hasta cierto punto la entendía, por que para alcanzar el éxito que ahora tengo, primero tuve que ser ella. Además, un hombre encapuchado se sentó a su lado y podía jurar que iba a robarle.
Me acerqué con el auto e hice sonar la bocina, haciendo que ella reaccionara de inmediato y mirara confundida el sonido que acababa de hacerla espabilar. Cuando me observó, atrapé en sus ojos la molestia que le causaba verme. En serio me detestaba. El tipo que estaba junto a ella, se estiró y luego se puso de pie, disimulando sus negras intenciones como si de verdad fuera un ciudadano ejemplar.
-¿Qué quiere?
-Suba.
Sonrió sardónica.
-Jamás. -pestañeó con falsa dulzura.
Miré la avenida con poco tránsito y luego la observé nuevamente.
-Es tarde, podría pasarle algo por aquí.
Enarcó la ceja ante mis palabras.
-No se preocupe, Zehir, sé cuidarme sola.
-corrió su mirada azul a la avenida y esperó pacientemente.
Resoplé. Apagué el auto, me quité el cinturón de seguridad y bajé del auto. Tomé su bolso y ella me observó como si fuese un demente. El tipo al ver esa acción, decidió irse y dejarnos a solas. Bien hecho, el delincuente huyó.
-¿Qué cree que hace?
-Iban a asaltarla. Vamos.
Se puso de pie y me arrebató el bolso.
-No sé que mosco le picó, pero déjeme tranquila, no se vuelva a acercar a mí, lo detesto señor. -soltó con los dientes apretados.
-Genial. Ya somos dos, porque usted tampoco es de mi agrado, pero no puedo ver que alguien la quiera lastimar si yo soy testigo. -me encogí de hombros.
-¡Púdrase! A mí no me va a decir eso cuando su novia me ha lastimado y usted me ha humillado y presiento que aun me falta más por tolerarle, pero no se quiera pasar de listo por que no sabe quien soy yo.
-Es una bruja que altera mis sentidos -apreté los puños a mi lado y exhalé -. Suba al auto, parecemos un matrimonio peleando.
Hizo un gesto de desagrado.
-Yo nunca me casaría con alguien tan malvado como usted.
-Mi esposa no piensa lo mismo que usted, señorita -la escuché jadear sorprendida y la observé -. Me refiero a que ella no piensa que soy malvado, creo que a ella es a la única que le he demostrado ser un buen tipo dentro de lo que cabe y además, sabe que me preocupo por lo que pueda pasarle. Es una buena mujer y no podría simplemente ignorarla.
Sonreí al recordar a Lizy.
La mujer miró el anillo que llevaba en el dedo anular y suspiró, al parecer más tranquila. Apretó su bolso al pecho y carraspeó.
-Y supongo que su esposa no es la arpía -la miré mal. Se llevó los dedos al puente de su nariz -. Me refiero a que usted mismo acaba de decir que su esposa es una buena mujer y en serio, no quiero pelear. Pero esa rubia que siempre está con usted, es malvada y cruel. Así que con mucha seguridad me atrevo a decir que no creo que ella sea la misma mujer que usted describió. ¿O si?
Rodé los ojos, abrí la puerta del copiloto y le señalé con el mentón.
-Podemos hablarlo en el camino.
Negó.
-No puedo.
-Deja de ser terca, mujer. Sube ya, es tarde y la zona a esta hora es peligrosa.
Negó dos veces la cabeza.
-En serio le agradezco el gesto de héroe -hizo comillas los dedos -, pero no me iré con usted.
Suspiré pesadamente.
-Tómalo como un ensayo, el viernes viajaremos juntos por casi ocho horas en el auto y yo...
Arrugó la nariz.
-¿De qué habla? Yo no iré con usted a ningún lado, le avisé esta mañana a Han, y él dijo...
-¿Han? -gesté los labios -. ¿Lo tutea?
-Claro, él si es un buen jefe y me trata bien siempre, no como otros. -esquivó la mirada y alzó el cuello, como si buscará algo en la avenida.
Exhalé malhumorado.
-Pues lamento no ser un hipócrita como Han, ya que yo no busco llevarla a la cama, como seguramente mi socio pretende.
Su mirada se tornó furiosa, y pude ver como su tez blanca, se puso roja de la ira.
-¡Yo no soy una cualquiera, señor!
-Déjame ver -ladeé la cabeza y froté la barbilla dubitativo -, tuviste un puesto importante en una de las mejores empresas de Estambul, sin siquiera esforzarte. Te pavoneas por la empresa como si fuese tuya y te ofende que mi novia te trate mal, cuando tú actúas mal porque claramente te tiraste a mi socio, ¿o me equivoco?
-¡Váyase a la mierda! -se dio la vuelta y se echó a andar por la acera.
Resoplé y no me quedó de otra que subir al auto y conducir tras ella.
-Dicen que las verdades no duelen, pero que si incómodan -conduje a paso de tortuga, mientras ella caminaba embravecida por la acera -. Y eso veo en su actitud, Dulce, incomodidad por saberse descubierta.
Siguió caminando, cruzó sus brazos por encima de su pecho y dijo:
-¿No tiene una arpía a la que vaya a mimar? Larguese, porque si lo que está buscando es que me abra de piernas para usted -detuvo sus pasos y yo frené el auto -, no lo va a conseguir. Porque simplemente los imbéciles narcisistas, no me van.
Sonreí petulante. Volvi a bajar del auto y esta vez a paso apresurado me acerqué y la tomé del brazo.
-Créame, señorita, si yo quisiera follarmela no seria difícil convencerla. ¿Sabe por qué lo sé? -la miré directamente a los ojos y sonreí, porque finalmente tenía toda su atención puesta en mí -. Recuerdo que ese sábado en la madrugada, usted en sus sueños me pedía que la tocará y fue usted quien saltó a mis brazos, buscando mi calor.
-No mienta. -terció con la mandíbula tensa -. Jamás en la vida pediría que alguien más frío que un témpano de hielo, me diera el calor que anhelo, porque eso seria tanto como pedirle a un cojo que corra.
Alcé las manos en el aire, a modo de rendimiento.
-Solo digo lo que recuerdo. Tampoco me dé cátedra de la vida del mendigo.
Un auto se paró frente al mío y de él, un tipo de cabello castaño se bajó del lado del conductor y se acercó a nosotros.
-Harli, ¿qué haces hasta acá?
Harli, así que así se llama realmente.
Cuando miró al tipo, su mirada se suavizo y le sonrió radiante.
-Nada, el señor creyó que andaba sola por la calle y quería pagarme por una noche juntos -la miré con la ceja enarcada ante su vil mentira -. Pero ya le he dejado en claro que no soy una cualquiera, por que no todas las rubias que conoce, somos tan fáciles. -eso lo dijo refiriéndose a Freya, lo supe de inmediato cuando sonrió malvada.
El castaño me miró fulminante y la tomó de la cintura. Y no sé por qué, pero algo en mí se activó y me vi tentado a tirar de ella y pegarla a mi cuerpo. Era como si... no, no podía. Les di una última mirada despectiva y volví a mi auto. Conduje como bestia y al no haber tráfico a estas horas, llegue rápido a mi villa, por suerte mi ama de llaves no estaba. Estaba enojado, y no por lo que ella dijo, sino por la forma en la que ese hombre la tomó de la cintura.
-¿Por qué me siento así? -me llevé la mano izquierda a la cabeza y resoplé.
El teléfono sonó, y contesté de mala gana.
-¿Qué?
●La junta de mañana se programó para las siete de la mañana, así que sé puntual y no la cagues.
Dijo Han, con evidente molestia.
-Por tu tono, supongo qué ya hablaste con tu secretaria estrella -me quité la corbata y me serví un trago.
●¿De qué hablas?
-Suspuse mal, olvídalo, te veré mañana a las siete. -sin darle tiempo a responder, le colgué y me dejé caer sobre el sofá, llevándome la copa a los labios.
Mi teléfono volvió a sonar y sin reparar en ver quien llamaba, creí que seria Han.
-¡Ya entendí, hombre, junta a las siete!
●Hola para ti también, esposo.
La dulce voz de Lizy me hizo escupir el trago, me puse de pie maldiciendo por lo bajo y respondí con un tono amable.
-Lo siento, esposa, creí que eras mi socio. ¿Sucede algo?
Ella suspiró y la escuché reír.
●Todo bien, es solo qué...
Silencio.
-Dime, sabes que puedes confiar en mí. -la animé, mientras me quitaba la camisa de vestir, ya que la había mojado del licor que escupí.
Suspiró.
●Te quería agradecer por dejar que mi mejor amigo viniera a verme, en serio no me lo esperaba. Estoy en deuda contigo.
Así que eso era.
-Me da gusto que ese regalo te haya gustado más que el collar, aunque si te soy sincero, me hubiera gustado estar contigo en un día tan especial para ti.
Tosió.
●Sobre eso, que bueno que no estuviste, y también agradezco que Troy no llegara para ese día.
-¿Qué pasó?
●Nazli decidió que celebraramos mi cumpleaños en un bar prestigioso, aunque de prestigioso no tenia nada.
Sentí el corazón acelerado.
-¿Estuvieron en el back street?
●Sí.
Maldije por lo bajo y me sentí mal por eso.
-¿Te detuvieron?
●Algo así, pero... espera un momento, ¿como rayos sabes qué la policía llegó al lugar?
Tiré de mi cabello.
-Porque yo estuve ahí.
●¿Qué? Pero si dijiste que no ibas a salir.
-Pues lo hice, lo siento por mentirte Lizy.
●¡Eso es lo de menos!, pero dime, ¿estás bien?
Bebí de la boquilla de la botella y luego resoplé malhumorado.
-De verdad lo siento, Lizy. No sé como mierda no te reconocí para ayudarte. -me reproché con cabreo.
●Descuida, Lake, estoy bien, no pasó a mayores, alguien me ayudó, no te preocupes. Mejor dime, ¿cómo ha estado tu inicio de semana?
Sonreí al escuchar la tranquilidad en su tono. En serio ella podía transmitirme paz con una pregunta tan simple. Pero...
-¿Cómo que alguien te ayudó?
●No es relevante.
-Soy un pésimo esposo.
Rió.
●De hecho yo creo todo lo contrario, Lake. Sé que no pude haberme casado con alguien mejor que tú.
No era normal sentir esa emoción en el estomago, no podía, no era... posible.
-Lastima que no quisiste conocerme, por que soy un encanto.
●Podría ser, lastima que quedamos...
-¡A la mierda con eso! Yo no quedé en nada, tú lo decidiste sola, Lizy.
●¿Y Freya?
La mención del nombre de mi novia, me hizo sentir entre la espada y la pared. Porque desde que vi las fotos de Lizy en esos vestidos, algo en mí se activó por ella y al parecer no auguraba nada bueno para nadie.
Suspiré rendido.
-Tienes razón, pero al menos quiero ser un buen esposo contigo el tiempo que nos queda.
●Y lo eres, Lake, que no te quede la menor duda. Te dejo, fue un largo fin de semana y mi lunes no estuvo mejor, necesito descansar.
-Coincido. Descansa, Lizy, te quiero.
Suspiró hondo.
●Adiós.
Cuando colgó, me sentí como un idiota, en serio no pudo añadir un ¿"yo también te quiero"? Me fui a la cama pensando en lo que pasó ese sábado en la madrugada, en que yo estaba protegiendo a una desconocida, mientras que mi esposa era detenida por esos infelices. Al menos ellos no supieron quien era esa mujer y así mi cabeza no salió rodando, por que si se hubiera sabido que Lizy era mi esposa, la historia seria otra.
La semana se pasó rápido y el viernes llegó sin avisar. Cuando salí de casa, le mandé mensaje a Lizy, diciéndole que este fin de semana no podría llamarla, ya que tenia una reunión de negocios y no le seria posible hablarle. Ella lo entendió y me deseó un excelente fin de semana.
Y con Freya, con ella las cosas fueron muy diferentes:
Tres días atrás:
-¡¿Y por qué no puedo ir contigo?!
-No son vacaciones, amor, son días de trabajo y sabes que no podré prestarte la atención que requieres. -besé su cuello y luego su mejilla.
Se dio la vuelta y me encaró de frente.
-¿Seguro qué no habrán mujeres? -formó un puchero que me hizo reír.
-Te lo prometo, nena, solo seremos Han y yo.
-De acuerdo, si esa insignificante rubia no va, me quedo tranquila de que solo irán él y tú.
Apreté los labios.
-De hecho, Harli, si irá.
Me miró dudosa.
-¿Quién es Harli? -dejó de sonreír y me miró extraña.
Mierda. Bueno, la honestidad siempre ha sido mi fuerte, así que se lo diría.
-Es la secretaria de Han.
-¡¿Qué?! ¡¿la idiota qué me tiró su trago?!
Resoplé ante su actitud.
-Sí, ella irá porque Han así lo quiso, además, la chica sabe lo que hace, es capaz e inteligente. -intenté besarla pero ella se alejó.
Bufé.
-¿Ahora la alagas?
Rasqué mi ceja.
-Sé que no te agrada, pero sabe lo que hace y Han cree que ella lograra que Bürack firme el contrato para el proyecto. Sabes que necesitamos a los inversionistas, Freya.
Me miró por encima de su hombro.
-No la soporto.
-Por eso mismo no te llevaré, serán solo tres días y no quiero que el ambiente sea tenso, necesito esa inversión.
Me miró malhumorada, pero al final y muy a su pesar, accedió.
-Mi abogado esta trabajando en... eso, y muy pronto la empresa será tuya y mía. No necesitaras más nada, ni mucho menos que Han decida por ninguno. -sonreímos cómplices.
-Lo sé nena, seremos imparables.
♧♧♧
Pasé a la oficina por los documentos que Han me entregó para la junta y cuando salí de mi oficina, Dulce venia saliendo de la oficina vecina, que era la oficina de Han.
-¿Lista para el viaje?
Me miró reprobatoría y me pasó por el lado. Suspiré y fui tras ella.
-Oye...
Su teléfono sonó y cortó mi letanía, la vi sacarlo del bolso y respondió.
-¿Qué sucede, Nev? -guardó silencio cuando recibió respuesta -. Tengo que estar allá para la tarde, el tipo es muy puntual y mi jefe... -suspiró -. Lo entiendo, no te preocupes, llamaré un taxi, te veré luego y cuida mucho a Troy, por favor. Adiós.
-¿Malas noticias?
Me miró insignificante.
-¿Le gusta escuchar conversaciones ajenas? -repusó, bajando del ascensor y caminando al lobby, donde unas maletas rosas estaban ahí.
-¿Se irá del país?
Me miró con los ojos entornados.
-No me arruine el día más de lo que ya está. -miró su celular y empezó a teclear.
-Por lo que escuché, al parecer su amigo no podrá llevarla a la cita con Bürack y el pobre e ingenuo Han, confía ciegamente en una pobre estudiante que no puede ni llegar sin ayuda de este humilde servidor.
Bufó de mala gana.
-Gracias a Dios, tengo opciones y ninguna lo inmiscuye a usted.
Se dio la vuelta y comenzó a llamar al sitio de taxis. Pero antes de que logara dar la dirección, le quité el teléfono y colgué la llamada.
-Gracias a Dios, yo estoy aquí. -puntualice.
-¿Gracias a Dios? Por favor, si usted está aquí es por obra del diablo, así que déjeme en paz. -me arrebató su teléfono, tomó sus maletas y salió del edificio de la empresa, donde algunos empleados me miraban y cuchicheaban por el incidente.
Salí tras la rubia y la alcancé cuando iba a cruzar la acera.
-¿Quién mierda sé cree para hablarme así frente a mis empleados?
Tiró de su brazo y me electrocutó con sus ojos azules.
-Fui clara con usted cuando le dije que me dejara en paz. -acomodó el lazo de su bolso sobre el hombro.
Rasqué mi ceja e hice un esfuerzo mundial por calmarme y hacer las cosas bien.
-Mi auto es ese, vamos, yo la llevaré. -tomé el aza de su maleta, pero ella me la quitó.
-Ni loca compartiré nuevamente un espacio reducido con usted.
-¿Por qué no? Esta vez si traje más de un par de zapatos... por si a caso. -sonreí divertido.
-Lo odio, no miento.
Le reste importancia.
-Pues odiémonos mutuamente mientras vamos camino al triunfo. -sin darle tiempo a reaccionar, tomé su equipaje y lo llevé al maletero de mi auto, junto al mío.
-Espero no arrepentirme y volver ilesa de este viaje. -susurró detrás mío, creyendo tal vez que no la escucharía.
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De verdad espero que el libro les esté gustando.
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Con dulzura y amor, Ana.💐💃❤🙏🏼⚘
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