6 | +Sweet Dance+
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Salí de la ducha y fui al armario, agarré varios vestidos al azar indecisa de cual ponerme. Tomé el teléfono y abrí el chat para hablar con Nilza, necesitaba que me ayudara con la elección para esta noche. Pero cuando entré a la bandeja de mensajes, encontré uno no leído de Lake, suspiré y lo abrí.
Sonreí como estúpida al terminarlo, era muy lindo a pesar de las circunstancias.
Le iba a responder, pero justo una llamada de Nizla me hizo aplazar la idea.
●¿Ya tienes tu oufit para esta noche?
—No —tomé un vestido cualquiera y lo alcé, pero lo descarté enseguida —. Necesito que me ayudes a elegir.
●Claro que si, ponte los que más te gusten y mándame fotos solo del cuerpo, lo del maquillaje lo veremos después de la elección del vestido. Oh, y asegúrate de que no sea nada negro, espero verte usando algo de color.
Exhalé quejumbrosa.
—Oye, que a mí lo negro me encanta, no puedo simplemente cambiarlo. —le recordé mientras veía un vestido negro no muy pronunciado y que sabia me quedaba muy bien.
Resopló y la podía imaginar con los ojos en blanco.
●Te entiendo, Lizy, pero ya han pasado tres meses y no puedes seguir vistiendo de luto. Eres hermosa y necesitas ponerte algo de color, pruébate los vestidos que dejé a propósito la vez pasada en el armario de la recámara de huéspedes.
—Nazli...
●Mándame las fotos, al menos por hoy sal de tu zona de confort y usa un poco de color.
Me mandó besos, colgué la llamada e hice lo que me pidió, me medí los cuatro vestidos que Nazli había olvidado a propósito y luego de ver el luto eterno de mi armario y la ropa negra que abundaba en él; (rojo, verde olivo, por supuesto el negro y un plateado), fueron los que ella dejó en mi casa.
Lluego de probarmelos y con la esperanza de que eligiera el vestido negro, le mandé las fotos por mensaje. Esperé pacientemente a que eligiera, y mientras ella tomaba una decisión yo tomaba la crema para untarme en el cuerpo. Luego de casi veinte minutos, Nevin vino a mi habitación para informarme que la comida ya estaba lista.
Me senté en mi lugar de siempre y Nevin se sentó frente a mí. Sirvió del delicioso guiso y me tendió mi plato.
—Gracias, Nevin, buen provecho.
—Igualmente, señora.
Luego de cinco minutos en la mesa, comiendo el delicioso guisado de Nevin, mi celular vibró y disculpándome con mi acompañante, respondí.
—¡Por fin, creí qué nunca te decidirías por uno! —exclamé, tomando la taza de café con crema. —. ¿Qué vestido es el apropiado? —le di un trago al brebaje.
●Ningún vestido es apropiado para una mujer casada.
Casi me ahogué con el café, alejé el teléfono de mi oreja y miré sorprendida el nombre del "Imbécil" en el registro.
—¿De qué hablas? —tomé una servilleta y limpié mi boca.
Resopló.
●Me enviaste una sesión de fotos para preguntarme que vestido elegía para que salgas esta noche.
Me di un golpe en la frente y negué ante el evidente error que cometí. Nevin me miró extraña mientras masticaba, le reste importancia con la mano y me disculpe con ella. Me levanté de la silla y salí al jardín, donde me quedé con las palabras atascadas al ver a la florista arreglando el desastre que era el jardín frontal.
Bajé el teléfono y llamé a la mujer de sombrero.
—Diculpe, ¿qué está haciendo?
La mujer me miró, se puso de pie y sacudió su pantalón de las rodillas.
—Oh, buenos días, señora. El señor Öztürk me llamó y me pidió que viniera a rescatar su jardín. Los girasoles y los tulipanes murieron, pero ya le he sembrado unos nuevos y esta vez florecerán sanos, no se preocupe, yo me encargaré. —me sonrió con amabilidad.
Asentí devolviéndole el gesto y me alejé, puse el teléfono sobre mi oreja y hablé:
—¿Mandaste a la florista por lo qué te dije ayer?
Exhaló.
●Lo hice.
Admitió.
Me llevé la mano derecha a la frente.
—¿Por qué?
●Porque quiero que cuando salgas, veas algo bonito y no algo deprimente en tu jardín.
Rasqué mi cuello y suspiré.
—Pero ella no es jardinera de profesión.
●Claro que es una profesional, es una horticultura excelente y ella salvará el jardín, Lizy. Confía en mí.
Suspiré rendida.
—De acuerdo, gracias, de verdad. —rasqué mi ceja.
●Nada que agradecer, es lo mínimo que puedo hacer por ti, tú has hecho mucho por mí y de verdad te lo agradezco.
—Lo hice por mi madre, Lake.
Lo escuché suspirar con fuerza.
●Lo sé, pero aún así me salvaste a mí también y en serio te lo agradezco.
Una sensación extraña se expandió por mi interior como una ola de sentimientos raros. Decidí reponerme rápidamente y exhalé por la nariz.
—Bueno, te dejo, estaba comiendo cuando tu llamada...
●Oh si, respecto a eso, te llamé por que ninguno de los vestidos está decente para una mujer casada.
Blanqueé los ojos.
—Somos socios Lake, no soy realmente tu mujer, así que no te confundas y no me trates como si lo fuera por que no eres nadie para prohibirme nada. Creí ser clara contigo.
●La mujer de las fotos, ¿eres tú?
Arrugué la nariz ante su pregunta fuera de lugar.
—Claro que soy yo. ¿En serio no me has stolkeado?
Rió por lo bajo.
●¿A caso tú lo has hecho?
—Obvio no, yo si respeto el acuerdo. No te ofendas, pero nunca quiero verte ni siquiera por fotos.
●Yo tampoco lo he hecho, creo que es mejor así, por si algún día te veo no haya incomodidad. Lo que si te puedo asegurar Charlize, es que verte en esas fotos y usando esos vestidos, me mostró que eres una mujer que levanta pasiones a donde sea que vaya y temo que haya algún imbécil que te quiera conquistar mientras estés casada conmigo.
Exhalé con brusquedad.
—Tú estás casado conmigo y aún así sigues conquistando a tu novia, hay que ser equitativos. —bromeé.
●Cambiemos de tema.
Pidió.
—¿Sobre qué?
●¿Estás cómoda viviendo sola?
Enarqué la ceja.
—Sobrevivo, si es lo que quieres saber. Pero me consuela saber que cada día es uno menos para volver a casa y estar con Mason.
Exhaló con pesadez.
●Tal vez si me hubieras dejado conocerte, me habrías tenido para ti en estos tres meses casados, sería tu mejor amigo y tal vez tus penas ya no serian tantas por qué yo estaría ahí para ti.
En serio me dieron ganas de llorar. Por que si, necesitaba un hombro donde llorar y palabras que me calmaran por las madrugadas cuando me daba insomnio y la depresión me atacaba.
—No hubiera funcionado. —dije tajante, limpiando mi lagrimal.
●Tú no sabes eso, porque nunca lo intentamos.
Suspiré malhumorada.
—Amas a Freya y yo a Mason, además, dejaste claro desde el principio que querías solo un favor a cambio de otro.
●Tienes razón, pero aún así me hubiera encantado ser tu compañero en este año.
—Estas presente, Lake, tal vez no físicamente pero el que llames para saber como estoy, lo valoro mucho.
Suspiró.
●Te diré algo, solo no te molestes.
—Adelante.
Cogió aire.
●El verte hoy enfundada en esos vestidos tan provocativos, un deseo apetecible nació en mí. Seré sincero, te juro que la belleza de tu cuerpo en combinación con tu bondad, serían sin duda mi mayor debilidad. Y creo que en efecto, la mejor decisión seria nunca conocernos, porque no sé que haría si te tuviera enfrente.
Miré mi cuerpo de pies a cabeza y resoplé.
—¿Intentas tomarme el pelo? ¡por qué por Dios! No soy nada del otro mundo, Lake.
●Te equivocas, el otro mundo no es nada comparado contigo, Lizy.
Me abaniqué la cara con la mano.
—Esposo, ¿estás coqueteando conmigo por qué quieres que te haga otro favor que no viene en el contrato? —intenté salir de ese embrollo.
●No esposa, lo hago porque me di cuenta que tengo a una hermosa cónyuge que esta sola en casa, y sé que los imbéciles que te puedan ver usando alguno de esos vestidos, no dudarán en coquetearte para llamar tu atención.
No me di cuenta que estaba mordiendo mi labio y lo noté cuando el abogado llegó y frunció el ceño al verme haciendo aquello. Espabilé y dejé de hacer lo que hacía, le di la espalda e ingresé al salón.
Me molesté conmigo misma por haber hecho eso. No puedo coquetear con él. ¿Qué me pasa?
—Te voy a colgar.
●No lo hagas, Lizy.
—Bien, solo añadiré que espero que ninguno de esos imbéciles seas tú, por que no quiero tener que rechazar a mi propio esposo. —bromeé reacia, para salir de esa extraña tensión en la que estábamos.
Lo escuché soltar el aire por lo que creo fue la nariz.
●Si eso pasa, creo que me veré obligado a insistirle a una hermosa dama como tú, hasta que me permitas tu total atención.
Reí como estúpida y me dejé caer sobre el sofá individual. Pero luego me volví a reñir mentalmente y carraspeé.
—A Freya no le va a gustar que le ruegues atención a tu esposa. —demandé a secas.
Tomó aire.
●Estamos hablando de tú y yo. Mi mujer no viene al caso.
Bufé.
—Nos estamos entendiendo, ella si es tu mujer, no yo, así que ya sabes a quien prohibirle los vestidos ajustados —froté mi cuello —. Te dejo, tengo que...
●Perdóname, solo quise hacer algo diferente en esta llamada, no creí que eso te molestaría. Pero me gusta hablar así contigo, sin discutir.
Suspiré sutilmente.
—A mí también. Creo que por primera vez no estamos peleando, e incluso estamos bromeando.
●Bueno, en realidad yo no estoy bromeando, Lizy. En serio, si te veo cuídate, porque tal vez no te daré el divorcio tan fácilmente.
Dejé de sonreír al instante de su seria confesión.
—¡De eso nada, Lake! Dijimos que en un año me devolverías mi vida y regresaría a mi país. Yo no...
Soltó una fuerte carcajada, que me hizo alejar el teléfono de mi oreja.
●Estaba bromeando, debiste oírte, te estabas alterando (lo oí carraspear). Te juro que deseé ver tu cara solo para reírme más.
Rodé los ojos.
—Eres estúpido e infantil, Lake Öztürk. Me voy, tengo que arreglarme para levantar pasiones y asegurarme de que uno de esos imbéciles seas tú, para patearte las pelotas por bromear así.
●Presisamente por eso hoy no saldré, por que en serio no quiero conocerte y que me bateés, Lizy.
Sus palabras me sorprendieron.
—¿Sigues de broma, no?
●No, ahora si estoy en modo seriedad.
Bufé.
—Pues tienes a Freya para tu compañía, Lake. Así que deja de inventar cosas y...
●Tienes el encanto de los ángeles y la tentación de un demonio, Lizy. ¿Así o más claro? Porque con ese cuerpo no es difícil adivinar que eres hermosa, incluso tu cara debe de ser perfecta.
Gracias a Dios estaba sentada, sino estoy segura que las piernas me hubieran fallado y habría caído al piso.
—Eso nunca lo sabrás. Adiós, Lake.
Colgué la llamada con rapidez y lancé el teléfono al sofá de enfrente.
—¿Qué fue eso? —susurré, tocando mi pecho que latía a toda prisa.
La puerta del salón se abrió y Nevin junto con el abogado de Lake, enteraron a verme.
—Buenos días, señora Öztürk.
—Oh, buenos días, Berat.
—Yo los dejo, iré a preparar una limonada. —Nevin salió y me dejo a solas con el rubio.
—Toma asiento, por favor. —le señalé uno de los sofás.
—Gracias, señora.
Se sentó en el sofá donde estaba mi teléfono, lo tomó, se paró y me lo tendió. Lo agarré y le agradecí por su amabilidad.
—¿Qué pasa?
—Oh, nada, es solo que el señor Öztürk me llamó y me pidió que le trajera esto. —sacó una bolsa de tela negra, la puso en la mesita de centro circular y la abrió, era una caja blanca con un moño rojo en el centro.
Ni siquiera había notado que traía una bolsa con una caja dentro, cuando llegó. Me puse de pie, metí un mechón de mi cabello dorado tras la oreja y abrí la tapa de la caja.
—¿Pero qué...?
—La mujer de la tienda dijo que era de su talla y que este vestido era nuevo y exclusivo.
Era un vestido negro sin mangas y brilloso, con un pequeño escote en los pechos nada pronunciado, lo saqué de la caja y me lo probé por encima de la ropa. Era hermoso y claro que era de mi gusto. Me llegaba arriba de las rodillas y no era tan revelador como los que tenía en mente Nazli, para que usará esta noche. Lo metí de vuelta a la caja y lo tapé.
—Es hermoso, pero no lo usaré.
El rubio me miró aterrado.
—Pero el señor Öztürk fue claro, señora.
—Pues yo también soy la señora Öztürk, y creo que también estoy siendo clara contigo y he dicho que no lo usaré.
—¿Pero, qué le diré al señor?
—Solo dile que no me quedó, o reenvíaselo a la señorita Freya y dile que es de parte de su amado. Cualquiera de las opciones me da igual, pero no quiero ese vestido. —rodé los ojos y salí de la sala, dejando al abogado con el obsequio de su señor.
Bajé del auto con la ayuda del chófer luego, Nazli también bajó siendo ayudada por el mismo hombre. Le dimos las gracias y juntas entramos al club. Había decidido ponerme el vestido rojo de lentejuelas que Nazli me prestó, con un escote en forma de ovalo en la espalda y otro escote en las tetas cubierto por una fina cadena que permitía lucir mis pechos de un tamaño no tan misero.
—¿Ves como te están mirando los hombres? —susurró Nazli.
"Levantas pasiones". Rememoré las palabras de Lake.
—No, ellos te miran a ti, espero que Yasli si pueda venir, por que su novia está siendo devorada por esta manada de urgidos.
Soltamos una pequeña risita cómplice y llegamos a la mesa del fondo, en donde nuestras amigas nos esperaban para celebrar mi cumpleaños número veinte.
—¡Por Dios Santo, te ves preciosa, Char! —canturrearon todas al unísono.
—¡Con esta es la tercera vez que te veo usando algo de color, por lo general siempre vistes de negro! —recordó Asya, quien me abrazó y besó mis mejillas.
Les regalé una pequeña sonrisa.
—¿Verdad qué si? Yo le he ayudado a elegir ese vestido. —alardeó Nazli, chocando sutilmente su cadera contra la mía, de modo jugueton.
—Gracias chicas, ustedes también lucen preciosas. —admití mirando a las turcas, relucientes.
Todas me agradecieron por el halago.
—Bueno, pues feliz cumpleaños, amiga, espero que todo lo bueno que desees en la vida, lo obtengas a manos llenas. —me deseó Cansu, una buena chica y muy amiga de Nazli.
Aunque mi cumpleaños había sido ayer, decidí festejarlo hoy que es viernes y no tenía que ir a la escuela, ni al trabajo. Así que me permití disfrutar al máximo esta noche con las chicas que me ayudaban a mantenerme estable en estos tres meses y una semana, de desilusiones.
Bebimos, bailamos y disfrutamos por tres horas, hasta que quedé fulminada y regresé sedienta a la mesa. Tomé mi copa de Raki y la bebí como si fuese agua.
—Vay, bu çok derin bir boğaz. —dijo la voz ronca un tipo al que no me molesté en mirar.
"Vaya, esa si que es una garganta profunda".
Estaba por regresar a la pista con mis amigas, pero la mano del tipo se cerró en mi muñeca y finalmente lo miré.
—Bırak. —siseé con los dientes apretados.
"Suéltame".
El hombre de barba de candado, pelo amarrado en un chongo bien peinado y una camisa negra tipo polo pegada a sus músculos, sonrió y me liberó.
—¿No eres turca, cierto? —no le respondí aunque me haya hablado con su perfecto inglés; él sonrió —. ¿Inglesa, americana...?
—Australiana. —farfullé de mala gana.
—Soy Hamza Güçlu.
—Bien, Hamza, adiós, volveré con mis amigas.
—Baila conmigo, hermosa. Solo un baile, no muerdo, te lo prometo. A menos que tú me lo pidas.
Miré mi mano que él agarró con tanta confianza, su tacto era suave y no sé, tal vez la locura que iba a cometer era culpa del alcohol y por eso accedí a bailar con él. Caminamos a la pista y la canción turca comenzó a sonar, el hombre moreno me tomó de la cintura y me pegó a él.
—Los bailes de mi país ya me han aburrido... —se acercó y susurró —. Ahora me gusta probar cosas diferentes.
Tragué grueso.
—¿Diferentes cómo qué?
Sonrió. La música turca cambió y la canción que empezó la reconocí como un tango que inundó el lugar.
—Oh...
—Venga, yo te guiaré, confía en mí. —estableció, dándome una vuelta sobre mi propio eje.
Miré a las demás personas, quienes habían hecho un círculo donde el tal Hamza y yo, quedábamos expuestos frente a la multitud que sonreía enérgica. Mi cuerpo se flexionó cuando el hombre lo manejó de una manera en la que sin saberlo me estaba dejando llevar.
Dios, cuando quedé con mi espalda pegada a su pecho y su mano subiendo por mi abdomen, sonreí al saber que los pasos para mí eran pan comido. Giré nuevamente y lo quedé mirando, moví mis pies al son de la canción, haciendo que el hombre sonrierá socarrón.
—Creí que no sabías.
—Ahora lo sabes. —giré con una barrida y boleo.
Mi pierna izquierda subió casi a su hombro derecho, lo bajé y luego ese mismo pie, lo deslicé hacia atrás. Sus facciones faciales demostraban la behemencia que la canción le transmitía; y no era sexual, sino sensual.
Me hizo girar con traspié y boleo, mientras los espectadores aplaudían fascinados por lo coreografía bien formada que teníamos sin siquiera conocernos. Abrí mis piernas y las flexioné, a modo de que él me girará con mis pies en el aire. Cuando regresé, crucé mis piernas entre las suyas, luego saqué mi pie derecho y lo subí por su espalda al raz de su nuca, pero lo bajé con rapidez. Fue un paso rápido.
—Sincronizamos muy bien. —espetó un poco agitado, mientras nuestros cuerpos y los pies, no dejaban de bailar.
—Lo sé. —mis pies no dejaron de cruzarse y deslizarse con sensualidad en compañía con los tacones que llevaba puestos.
Cuando la canción terminó, los silbidos y los aplausos no se hicieron esperar, Hamza me soltó e hizo una pequeña reverencia de agradecimiento a sus fanáticos.
—¡Es la policía! —exclamó un hombre logrando que todos los presentes se disiparan.
—Ven conmigo. —Hamza tiró de mi mano, pero logré zafarme de un tirón.
—Lo siento, tengo que buscar a mis amigas.
Suspiró, me llevó detrás de un muro y me tendió una tarjeta que tomé extraña.
—Llámame si te interesa volverme a ver, preciosa. —me guiñó y luego se integró a la manda de gente que corria por doquier.
Esquive los cuerpos de todos los tamaños y logré llegar a mi mesa, por suerte mi bolso con el teléfono seguian ahí. Todo se volvió un caos, no supe nada de mis amigas y aunque alzaba el cuello para verlas entre el tumulto de gente, no logré divisarlas.
—¡Nazli! —grité con fuerza, pero por el ruido de la música que seguía sonando y el escándalo de la gente, no pude lograrme escuchar.
Giré el rostro y miré sorprendida como los policías detenían a gente al azar y los llevaban a sus patrullas, pero no vi detrás de mí, cuando otro ya estaba encima de mí, literal. Comenzó a someterme.
—¡Basta! —exclamé adolorida por la fuerza con la que el oficial me sometía contra una de las mesas, haciendo que mis pechos quedarán aplastados contra la madera.
—Ella es extranjera, llévala aparte. —le dijo en mi idioma al que supuse era un colega suyo.
De repente, empecé a oír golpes y gritos detrás de mí, no puede verlos, ya que me tenían con las manos esposadas tras mi espalda e inclinada. Me incorporé cuando pude y miré a las personas que luchaban entre sí. El policía cayó noqueado al piso y el hombre que lo derribó, se acercó al segundo oficial y le soltó un cabezazo que lo dejó como a su colega.
Luego se percató de mi presencia y sin mediar palabra se acercó a mí, haciéndome cerrar los ojos con fuerza para recibir un golpe que estaba segura me haría perder la conciencia. Pero para mi sorpresa, eso no llegó, aunque si una mano gigante que rodeó mi cintura y me arrastró por otro rumbo, lejos del alboroto.
El hombre llevaba la camisa blanca de vestir, remangada hasta los codos. Pude ver los vellos de sus brazos y las venas que en el se marcaban. Pasé la mirada por su ancha espalda y cuando vi su cuello y luego el perfil de su...
¡Madre mía!
Frené en seco y logré liberarme de su brazo. El hombre me miró como si quisiera electrocutarme con su mirada cargada de enojo y gruñó como animal.
—¿Qué está haciendo?
—Creo que me confundió con su novia la serpiente. —ataje, aún con las manos esposadas tras mi espalda.
Exhaló.
—Deje de insultarla por un puto minuto. Además, ella tiene el cuerpo mejor que el suyo y sería imposible confundirla con alguien tan insignificante como usted.
Quería cruzarme de brazos por la indignación a sus palabras, pero como lo dije, no podía. Solo le devolví la mirada fusilante y resoplé.
—Me pide que yo deje de insultar a su novia, pero usted no me deja de insultar a mí. ¿Sabe eso en qué lo convierte? En un patán.
No respondió, simplemente se acercó, pero esta vez de manera lenta, como un depredador a su presa. Retrocedí tres pasos instintivamente antes de chocar contra un estante. Una vez acorralada se inclinó, podía sentir su respiración en sincronía con la mía. Su aliento a Raki y menta, en combinación con el aroma de su perfume, que reitero, debería de ser ilegal por su alta dosis de feromonas que me atraían de una manera ilógica, me tenían atrapada en un atmósfera que pese a lo sucedido, me mantenía en calma.
Sacudí ligeramente la cabeza ante eso último.
Él me odiaba y yo a él, aunque esa rica colonia parecía que la usaba a propósito como pidiendo un cese al fuego, sin usar la voz. Nuestros ojos azules no dejaron de ver al otro y dijo con tono narcisista:
—Le acabo de salvar el trasero de esos policías, así que sea agradecida y deje de ser tan explícita y corriente.
Sentía la amenaza de ese sarpullido en la espalda y el cuello que me daba cada vez que no tenia el control de la situación y me sentía atacada. Y con este hombre las pocas veces que coincidíamos, eran así, una erupción cutánea en la piel y la bilis amargándome la boca.
—Yo no le pedí que me salvará. —atajé.
Sonrió socarrón.
—Créame, no lo hice por usted, lo hice porque es empleada de mi empresa y no quiero tolerar más escándalos si la detienen por cosas tan insignificantes.
—No creo que sepan mi lugar de trabajo, no soy relevante.
—No sabe como se maneja la prensa de mi país, son perseverantes y sobre todo en como irrumpen en mi vida privada. Así que tenga por seguro que ellos investigarán a cada uno de los clientes que acudieron hoy, solo para verificar si alguno es empleado de mi empresa o algún allegado.
Elevé una ceja.
—Vaya, al parecer si que lo odian. Y bueno, tal parece que usted se esfuerza mucho en que así sea. Digo, tampoco es algo difícil. —añadí divertida y él rodó los ojos.
—Diga lo que quiera, pero nos he salvado de la multitud que corría para ser blanco de policías pagados que nos atacarían con sinfín de preguntas.
—Si lo tolero a usted, creo que podría con ello.
—Quisiera que lo intentara. —me retó.
Hice un mohin con los labios y luego miré para otro lado. De fondo las voces de gente se seguían escuchando.
—Lo haría, pero acabo de recordar que la empresa también es de Han, y no quiero perjudicarlo. —encogí los hombros.
—¿Tanto le cuesta admitir que la he salvado?
—Jamás pensaré eso, y solo recuerde que usted no es un héroe, sino el villano. Y si quiere ser el tipo bueno que salva a los necesitados, pues vaya y salve a su novia, porque claramente se equivocó de damisela. —escupí con acidez.
Surcó una sonrisa indefinida.
—Parece que no capta rápido mis intenciones —encogió los hombros —. En fin y solo para que lo sepa, mi novia es una dama que no frecuenta estos lugares tan vulgares, así que ella está a salvo en su casa. Oh, y solo para que lo recuerde, si que era una damisela que necesitaba que la rescataran. De nada. —señaló con la barbilla mis manos atadas detrás mío y luego guiñó.
Arrugué la frente ante ese gesto tan fresco.
—Como sea, y solo para que lo recuerde —use sus mismas palabras —, claramente usted es un hombre sin educación que no quiere más escándalos para su empresa. Por que digo, siendo el CEO de su propia empresa, no creo que sea de buen ver que lo hayan agarrado en un bar tan vulgar, como usted lo llama. —repuse con una sonrisa engreída.
Rodó los ojos.
—No, creo que vulgar lo definí mal. Vulgar y maleducada es la mujer que da un baile censurado con un hombre frente a muchas personas inocentes. —contradijo.
Sonreí, mostrando la hilera de mis dientes blancos.
—Pues usted es todo, menos inocente y por lo que veo, disfrutó del baile.
Rió amargamente sin dejar de mirarme.
—Eso no era un baile, era algo sexoso e inapropiado y en mi cultura no se tolera ese tipo de aberraciones al que ustedes los extranjeros llaman baile.
Ahora fue mi turno de reír. Atrapé sus ojos en mis labios y cuando los lamí por mera inercia, él espabiló y se alejó dos pasos de mí.
Carraspeé.
—Como sea, la próxima vez que baile me aseguraré de mover la barriga para agradarle a toda la bola de estirados de su cultura. Y solo para que ahora usted lo sepa, el tango no es un baile sexual, es sensual y fuimos profesionales.
—No blasfeme con la danza turca.
Bufé exasperada con esta absurda discusión sin sentido.
—El tango tampoco es una danza para que me tache de Vulgar. Aquí las mujeres bailan con sosten, yo usaba vestido. —me señalé.
Se llevó las manos a los bolsillos del pantalón negro que usaba. Excelente color.
—La creí una mujer diferente, siempre con esa mirada triste vestida por lo que parecía ser un luto perpetuo y tratando de ser fuerte ante los demás —negó divertido —. Ahora creo que las apariencias engañan y solo lo usa para causar lastima.
De acuerdo, esto si me dolió, por que con mi luto nadie se mete.
—Usted no me conoce y no sabe nada de mí, así que deje de estudiarme y métase en sus asuntos. Y solo para que lo sepa, no lo hago para causar lastima, por que si la cosa fuera así, usted me la tendría en lugar de odiarme diariamente sin sentido.
Achicó los ojos.
—Odiar es una palabra muy dura que yo no uso, y no, yo no la odio, por que simplemente eso seria desgastante y tengo responsabilidades que necesitan de mi total atención, en lugar de odiar a alguien que me importa un carajo.
—Si usted lo dice. —moví mi cuello a los lados al sentir la picazón y la tortura de no poderme rascar.
—Eres una mujer con una extensa variedad de emociones, de eso no hay duda. —replicó.
Lo miré cansada.
—Si, como por ejemplo, usted me produce varias emociones, entre ellas la rabia, risa y cansancio —le reclamé.
—Es una mujer atrevida. Pero no dijo una de sus emociones.
—¿Cuál?
—Su tristeza, ¿esa de qué va?
Estaba por refutar y decirle que se metiera en sus asuntos, pero las pisadas y las voces de más gente que venia, nos alarmaron. Había un espacio entre unas cajas y un mueble, que fue donde ambos entramos para protegernos de que nos descubrieran.
—No se mueva. —susurró con su aliento haciéndome cosquillas en la nariz y erizandome los vellos de la piel. Alcé la mirada y sus labios casi tocaron los míos.
Y digo casi, por que no pasó. Los ruidos y las voces del otro lado del mueble, nos hicieron mantener expectantes. Pero cuando el peligro pasó, por así decirlo, su atención regresó a mí, pero esta vez, con algo diferente.
—¿Por qué sufre tanto, Dulce? —me preguntó con otro tono de voz, mientras el dorso de su mano áspera, acariciaba mi mejilla izquierda.
Sentí la respiración atascada. Su semblante era suave y era como si con su mirada, tratara de tirar la muralla que encápsulaba mis emociones más deprimentes y no, no quería que él descubriera el arma con la cual podría destruirme.
—Yo no...
—¿Su tristeza viene de un amor fallido? ¿Es eso?
Tragué grueso, con ese nudo en la garganta formándose y amargando mi saliva ante el recuerdo de Mason, porque mi tristeza venia de él y me parecía increíble que alguien tan frío y malvado como Zehir, lo haya notado mejor que la gente que he conocido en estos tres meses en este país. Y él, solo con tres minutos lo descubrió. Su mirada azul se comprimió en la mía y sabía que esto estaba mal, por que algo en mi se activó y no era una buena señal y tenía que buscar la manera de apagarlo.
De apagar eso que me hizo sentir con solo chasquear la lengua.
♥︎♥︎♥︎
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Con cariño infinito forever; Ana.😘⚘🙏🏼
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