Vergüenza
—Sí, como si fuera tan idiota de caer derechita en esta trampa. ¿Por qué te pondrías en riesgo por mí?
—¿No es ese mi trabajo? Soy de mente abierta. Entiendo sus necesidades a la perfección, estuve en esa edad. Además, para que se comporten de manera irresponsable y se pierdan de mi vista, prefiero ser yo mismo quien los lleve. Garantizo su seguridad y usted libera el estrés.
Iba a responderle, pero la risa de Dereck me detuvo.
—Es un hombre muy interesante, ¿se lo han dicho? Esa idea nos parece estupenda, ¿cierto, Laia? —agregó Dereck.
No sé cómo pude aceptar tal cosa, pero sobre todo, cómo puedo concentrarme en el partido con su mirada puesta en mí.
Se siente tan extraño todo esto, el hecho de que haya alguien interesado en lo que hago y parezca genuino el interés. Aunque no es parte de mi familia, ningún otro guardaespaldas se había atrevido a tanto. Todos seguían las órdenes de mantenerse frente al colegio, pues saben que aquí no corro ningún peligro.
Aunque este sea en gran parte su trabajo, las órdenes de mi papá son claras y él se ha ido sobre ellas en el primer día, sin sentir ni una chispa de temor a que termine como los demás.
[...]
Al principio me costó concentrarme un poco más en el partido, porque no se movió de su sitio en ningún instante y se mantuvo observando cada jugada que hacía. Lucía intrigado e interesado en el juego. Di lo mejor de mí con mi equipo para que ganáramos. Aunque fue una simple medalla lo que recibimos a cambio, esto le sube el ánimo a cualquiera.
Se siente bien que alguien te preste tanta atención y te felicite por tus logros. Es duro recibirlo de un completo extraño, cuando esperaba esto de mis padres.
[...]
Mientras estaba en el auto, esperando por Dereck y cruzando cada cierto tiempo la mirada con Dylan por el retrovisor, alcancé a verlo con sus padres a la distancia. Ellos siempre lo acompañan a todas partes. A pesar de no haber tenido el gusto de conocerlos de frente, he oído hablar mucho de ellos y de lo exitosos que son. Hacen una linda pareja y se muestran muy unidos.
Los dos lucen tan jóvenes, especialmente ella. La Sra. Harper tiene buen cuerpo y él buen porte, presencia y elegancia. No sé a ciencia cierta qué edad tienen, es muy poco lo que me cuenta Dereck de su familia. Tal vez no indago más porque busco la manera de protegerme a mí misma de sentir envidia, porque es el peor sentimiento que puedas experimentar.
Tal parece que le dieron permiso, pues se despidió de ellos de manera cariñosa y no le quitaron los ojos de encima cuando se dio la espalda y caminó hacia mi auto.
—Listo. Ya todo marcha como debe de ser.
—¿No se enojaron?
—¿Por qué lo harían? Ellos saben que estoy saliendo con alguien y que debemos aprovechar cada segundo para estar juntos.
—¿A dónde los llevo? —Dylan arregló el retrovisor, observándonos a los dos a través de el.
—¿Recuerdas el restaurante que te dije que me gustaría llevarte alguna vez? ¿El del Hotel que inauguró mi padre? ¿Te gustaría ir? La comida es estupenda y no tendrán reparo en que podamos tomar algo.
Dylan puso el auto en marcha, sin siquiera esperar a mi respuesta. Ahora bien, lo más sorprendente es que supiera llegar al lugar sin que Dereck le hubiera dado la dirección.
Antes de que nos bajáramos, Dylan rebuscó en su billetera, sacando dos cuadros con una envoltura de color rojo intenso. Lo tomé de manera ingenua, pues la verdad es que me costó descifrar lo que era cuando estaba en sus manos, pero me arrepentí al instante, al percatarme de que eran preservativos Durex de tamaño XL.
—Sean responsables y precavidos—miró a Dereck, quien se había quedado sin palabras, tanto como yo—. Para su edad, asumo que debe ser suficiente con dos, pero si necesita más o la talla la considera demasiado grande, siéntase en la libertad de decirme.
Mis ojos querían salirse de órbita, mi rostro debía delatarme, sentía que por unos instantes hasta fiebre me dio de la impresión.
«¡Este tipo es un desvergonzado!».
Aparenta ser un tipo idiota, hasta pensé que podría burlarme de él por su aspecto afeminado, pero las apariencias engañan.
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