Una respuesta
Laia
Dereck y yo la pasamos fenomenal. A medida que charlábamos en la mesa y reíamos, pude desconectarme de todo y solo poner mi atención en él.
Me tomé solo una copa de vino, no quise tomar ninguna cerveza como él, ya que no soy muy amante de los sabores amargos.
No tuvieron reparos en permitir que pudiéramos ocupar una suite. No es la primera vez que estamos a solas, de hecho, ya hemos estado juntos muchas veces. La última vez fue en la fiesta de disfraces en la casa de un amigo suyo. Siempre hemos tomado nuestras precauciones, obviamente los dos aún somos jóvenes, por lo que justamente por eso nos protegemos.
Con todo lo que sudamos durante la actividad, decidimos darnos una ducha juntos primero, pero era muy evidente que todo tomaría un rumbo distinto.
«¿Cómo no iba a pasar nada, estando ahí desnudos, enjabonando nuestras partes y tan pegados?».
Ahí estaba, acribillada contra la pared por su buen y fornido cuerpo, correspondiendo cada uno de sus ardientes besos mientras sus anchos y largos dedos exploraban justamente donde mejor se sentía.
Lo mejor de todo esto, es que en esta ocasión podía gemir deliberadamente, sin temor a nada.
Su teléfono sonó en la habitación, pero no mostraba interés de salir y responder. Con la insistencia a cualquiera se le va la motivación y la calentura.
—Tiene que ser importante para que insistan tanto. Responde, por favor.
Salió de la bañera hacia el cuarto refunfuñando. Aprovechando eso, salí también para cubrirme con una toalla. No logré salir del baño cuando regresó con los preservativos en mano.
—¿A dónde crees que vas?
—Quería saber si todo estaba bien.
Tuve la impresión de que algo le sucedía, pero prefirió ocultarlo, tal vez para no acabar con el momento.
Mi cuerpo se vio levantado por el suyo, dejándome sobre el lavamanos.
No sé por qué se puso serio de repente, pero mantenía el ceño fruncido.
—¿Realmente todo está bien? ¿Te pasa algo?
Se puso el preservativo y solo esperé por su respuesta, pues estaba inquieta con su extraña actitud.
—Sí, me pasa algo— abrió mi toalla, presionando mi cuerpo hacia el borde y puse las manos en sus hombros—. Prometí no presionarte, pero honestamente necesito una respuesta ahora— se hundió en mí de golpe, sacándome un gemido de sorpresa—. ¿Vendrás a vivir conmigo cuando consiga todo?
«No entiendo por qué me hace esa pregunta en este momento».
Presionó mis caderas hacia él y tuve que sujetarme más firmemente, pero esta vez del borde con ambas manos.
Siempre ha sido gentil conmigo, ¿por qué está siendo tan agresivo? Me cuesta incluso articular palabra o pensar en una respuesta ahora. No mientras me abra por dentro de esa manera.
—Nunca te faltará nada y tendremos mucho de esto— se movió de forma circular, haciéndome sentir su gran tamaño.
—Dereck, no es momento de hablar sobre esto.
—Soy muy impaciente.
Mi espalda y cabeza chocaron contra el espejo debido al tirón que me dio en las piernas, colocándolas en sus hombros.
«Aunque muera por decirle que sí, no es algo simple o fácil. No es una decisión que se pueda tomar a la ligera».
Abrazó mis piernas mientras profundizaba sus empujones y me fui completamente en blanco. El calor y la corriente se hacía presente y constante.
—Solamente di que sí o terminaré raptándote.
—Estás loco— logré articular agitada.
—Soy capaz de eso y más por ti.
—Está bien, tú ganas...
—Así me gusta.
Depositó un beso en el exterior de mi pierna y sonrió.
[...]
Salimos del Hotel y casualmente había un auto esperando por Dereck para llevarlo a su casa. Aunque no quería que nos separaramos, él sabía que Dylan estaba esperando por mí y tenía quien me llevara a la mía.
Mis piernas aún se sienten medias acalambradas. Sentía que estaba caminando raro y me causaba algo de vergüenza que la gente pudiese notarlo.
Dylan no dijo nada en todo el camino, solo se limitó a traerme a la casa. Había un Lexus negro estacionado al frente, por lo que asumí que mi papá tenía visita.
Lo confirmé cuando entré a la sala. Con él había un hombre delgado, alto, su rostro estaba cubierto con una máscara negra, la cual causaba una fuerte impresión y curiosidad. Es la primera vez que lo encuentro hablando fuera del estudio con una visita, pero evidentemente, llegué en un mal momento, porque ambos se levantaron de golpe, especialmente mi papá.
—Pasemos al estudio, Max. Allá hablaremos más cómodamente— mi papá le señaló el camino, sin siquiera saludarme o mirarme.
«¿Así que no tiene planes de presentarme?». No es que me interese conocer quién sea, pero al menos que no me trate como si fuera un cero a la izquierda o una molestia frente a la gente.
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