—Has cambiado tanto. El Sebas que conozco habría actuado en silencio, sin tomar en cuenta mi opinión y lo habría hecho parecer un desafortunado accidente.  

—Al menos me conoces bien. Dijiste que no volviera a ocultarte nada, así que estoy cumpliendo mi palabra. 

—Haz lo que tengas que hacer, pero no permitas que nada ni nadie intervenga en que yo sea tu esposa. 

—¿Estás ansiosa? 

—Sí. Cada vez estamos más cerca de casarnos. Todo esto se siente como un sueño del que no quiero despertar nunca. Soy tan afortunada de tenerte—me echó los brazos tan repentinamente que me sobresalté. 

«Maldigo el día en que decidí tenerte». 

—¿Estás bien? —se separó, observándome fijamente—. ¿Te asusté? Te has puesto como tenso de repente. 

—Estoy bien. ¿Quieres tomar una copa de vino para ambientar la noche? 

—No suelo tomar vino, pero te acompañaré con una copa. Después de todo, es una noche especial. 

Catalina

Dereck se ha propuesto sorprenderme y demostrarme que está genuinamente arrepentido y que sus intenciones conmigo son serias y sinceras. Puedo notar su esfuerzo día tras día, su interés y buenas intenciones. 

Aunque aún no tengo claro el tipo de relación que tenemos en estos momentos o hasta dónde llegaremos, siento que vamos por buen camino. Su mamá me apoya en la decisión que tomamos de darnos una oportunidad. Ella está bien al pendiente de todo. 

Nuestra cita había marchado bien, nos divertimos mucho, a pesar de no haber podido cerrar con broche de oro como lo habíamos planeado. Teníamos varios planes para hacer en esta cuarta cita. Es una lástima que se haya visto interrumpida por el mal tiempo. 

—Solo a mí no se me ocurre llevar paraguas. Si quieres, puedes usar el baño. No quiero que vayas a resfriarte llevando esa ropa mojada encima. 

—No te preocupes. Yo ya voy a retirarme a la casa de tu mamá.  

—¿Por qué no te quedas por esta noche? 

—¿Acaso te estás aprovechando de la situación?

—No, ¿cómo crees? Hay un segundo cuarto. No tienes que dormir conmigo si no quieres. Además, no puedo permitir que conduzcas estando así de peligroso ahí fuera. La carretera está resbalosa, sin contar que es muy poco lo que se ve con ese fuerte aguacero. Te buscaré una toalla. 

—Gracias.

Este escenario me trae recuerdos de esa noche en que estuvimos juntos. Todo había comenzado así. Esa noche habían anunciado mal tiempo, aun así, él quiso ir a tomar con sus amigos. Estaba tan ebrio que no podía llevarlo a su casa por temor a que la Sra. Esmeralda se molestara, pues lo dejó bajo mi cuidado y él se pasó demasiado de copas. Estando solos, las cosas se salieron de control y pasó lo que pasó. 

Aunque dice que se acuerda, dudo mucho que realmente, en la condiciones que estaba esa noche, se acuerde de algo. En estos momentos, pareciera que soy la única que está pensando demasiado. 

—¿Qué haces con esa cámara?

—¿Me dejas tomarte unas fotos?

—No creo que sea el momento. Estoy desarreglada, despeinada y mi ropa está mojada. 

—¿Qué dices? Para mí siempre estás hermosa.

Desvié el rostro para ocultar mi rubor. 

—Lo dices para ganar puntos. 

—No, lo digo porque lo siento, Cata. Quiero capturar cada momento que tengo contigo, admirar tu belleza todo el tiempo cuando no estemos juntos y poder llevarte conmigo a todas partes. Cada vez que nos despedimos, no hay un instante en que pare de fantasear con el momento en que podré verte de nuevo. Ahora que seguiré estudiando, sé que no vamos a poder vernos más seguido como quisiera. Y no sabes lo mucho que te echo de menos cuando no estás. Quizá te parezca y suene muy prematuro esto, pero realmente siento que te quiero.