Riesgos
Laia
La curiosidad no iba a permitir que estuviera tranquila, por esa razón le pedí el teléfono prestado a Leo, uno de los guaruras.
Busqué en internet el nombre completo, pero los resultados de la búsqueda me llevaban a Damián Bennett. Dicen que es un gran inversionista, el mismo que fundó una tienda de golosinas llamada Candy Rose aquí en Miami.
Ya lo recuerdo, recuerdo haber visitado una vez esa tienda con mis amigas, por la popularidad que había alcanzado no solo por la venta en grandes cantidades de golosinas, sino por los empleados tan carismáticos y guapos que en el trabajaban. Aún están operando, según veo, pero ya no es lo que era.
«Sabía que había oído ese apellido antes. Pero ¿quién es Sebastián Bennett y por qué no aparece información de él?». Es como si no existiera.
«¿Tendrá algún parentesco ese tal Damián y Sebastián?».
Todo apunta que podría ser el caso, pues tienen el mismo apellido, pero para ser alguien tan conocido, es extraño que no aparezca información o fotos de su familia en línea.
«Ahora bien, ¿quién guarda un pañuelo bordado en un lugar como ese, si no fuera algo importante?».
«¿Cómo se conecta ese tal Sebastián Bennett a Dylan?».
Pensando y pensando, la única cosa que se me pasa por la mente es que sea parte de una identidad oculta.
Los guardaespaldas de mi padre solían tener una doble identidad, con tal de garantizar la protección de sus familias.
«¿Podría ser que eso sea lo que está ocurriendo aquí? Eso tendría mucho más sentido, ¿no?».
«¡Maldita sea, cada cosa que encuentro me confunde más!».
«¿Cómo podré investigar más o aclarar mis sospechas al respecto, si no aparece ninguna información?».
Si le pregunto directamente probablemente lo niegue y sabrá automáticamente que estuve hurgando en sus cosas, algo que no le agradará en lo absoluto.
«¿Y si contrato un investigador privado?». No, no creo que funcione. Dylan es muy astuto y observador, se da cuenta de todo. Dudo mucho que pueda pasar lo suficientemente desapercibido para él.
Vi su auto llegar y le regresé el teléfono a Leo. Dylan venía echándose el pelo hacia atrás y con una manga enrollada hasta el codo.
—Se llevaron a su madre a otro lugar.
—¿Qué?
—Llegué al lugar donde la tenían, pero parece que alguien les avisó y huyeron.
—¿Y qué haremos ahora?
—Por lo pronto, esperar a que se comuniquen. Es muy probable que lo hagan. Tenga— me extendió un teléfono nuevo.
Ahora que lo pienso, el departamento de la policía queda en la misma calle que esa tienda. «¿Cómo no me di cuenta de ese grandísimo detalle?». No puede ser pura coincidencia.
Debo desenmascarar la verdad. No puedo quedarme con todas estas dudas. Esto es más de lo que pueda soportar. Si a la buena no quiere decirme, entonces le tocará a las malas.
[...]
Después del baño, le pedí que pasara a mi habitación para que me diera un masaje. Por supuesto que todo lo había planeado, pensando que mi encanto sería suficiente para obtener lo que quiero.
Sé que él debía estar pensando que algo no cuadraba, pues es la primera vez que le pido algo así, pero es ahí donde utilicé mis dotes de actriz, en busca de convencerlo de que me sentía cansada, adolorida y deprimida con todo lo que ha estado ocurriendo recientemente.
Entre más logre acercarme a él, puede ser que se abra a mí un poco más y tal vez mis dudas se vean aclaradas. No pido nada más, solo saber si realmente es confiable o no, pues sus actitudes y salidas en algunas ocasiones dan mucho que pensar. Sobre todo el hecho de que tiene vínculos con la policía. No cualquiera logra algo así.
Le pedí que masajeara mis hombros, pero me sentía tan avergonzada ahora, pues en mi mente solo podía tener recuerdos de lo que pasó entre los dos. Sus manos se sienten tan bien. Creo que estoy cayendo en mi propia trampa, porque daría lo que fuera por volver a sentir lo mismo de ese día.
Según terminó, caminó hacia la puerta con intenciones de marcharse.
—Espera, no te vayas tan pronto.
Se detuvo, dándose media vuelta.
—¿Desea algo más?
Desvié la mirada un tanto incómoda y me crucé de brazos.
—Sí, a ti— mi voz salió como un pitillo, pues me sentía muy avergonzada.
Es difícil ser tan lanzada con alguien que no muestra ni siquiera un poco de interés ahora mismo de quedarse.
—Está mejorando— vino hacia mí a paso lento.
—¿Mejorando?
—Su actuación.
«¡Maldita sea, sabía que sería difícil, o más bien imposible engañarlo!».
—¿Por qué tienes que ser así y complicar tanto las cosas? Solo quiero saber quién eres, ¿por qué te cuesta tanto abrirte a mí?
—Pensé que ya lo sabría. ¿No era usted la misma que entró a mi habitación a buscar lo que no se le ha perdido? Podría quebrarle el cuello— puso su mano en mi cuello, sin ejercer ningún tipo de fuerza capaz de lastimarme.
«¿Cómo lo supo? Dejé todo en su lugar».
«Espera un momento, ¿acaba de insinuar que Sebastián Bennett podría ser él?».
—Podría hacerle muchas cosas por su atrevimiento— sentí la frialdad de la boca de su arma pasearse por mi abdomen, levantando parte de mi blusa a su paso.
Pasé saliva, sintiendo mis mejillas ardiendo.
—Has dicho“podrías” no que lo harías.
—Me impresiona lo inteligente y atenta que puede llegar a ser en ocasiones.
«¿Cómo incluso encontrándome en una situación así, no puedo sentirme en peligro?».
Mi corazón bombea muy fuerte cada vez que mi mirada se pierde en sus labios.
No sé de dónde saqué la valentía para atreverme a darle un casto beso cercano a los labios, pues fue donde pude alcanzarlo.
Su expresión se mantuvo neutral, fue su mirada la que se posó sobre mis labios momentáneamente.
Dejó ir mi cuello, quitándose los lentes y arrojándolos quién sabe a dónde, antes de enredar su mano en mi cabello para atraerme a su boca. Sentí que bajó la mano en la que cargaba el arma.
Fue un beso bastante apasionado, de esos que nublan los pensamientos y te hacen perder la fuerza en las piernas.
Era palpable en el aire y suficiente evidente que sentía la misma necesidad que yo de sus labios.
Su mano estaba tan aferrada a mi cabello, que no podía separarme de él y, aunque pudiera, lo menos que sentía eran ganas de apartarlo.
Tanta pasión y deseo, envuelto en nuestras lenguas enredadas.
Mi espalda impactó la pared, mientras que nuestras bocas no se separaban ni un mínimo instante. Saboreó mis labios de comisura a comisura. Sentía que mi corazón saldría expulsado por mi boca.
Dejó una mordida en mi labio inferior antes de separarse de mí y descansar su frente sobre la mía. Mi piel arde, anhelo más de esto.
Esos bellos ojos cafés conectaron con los míos y el calor consumió cada partícula de mi cuerpo. Esa mirada feroz erizó mi piel, provocándome escalofríos.
—Descanse.
—¿Descansar? ¿Cómo puedes pedirme tal cosa? No te vayas, por favor.
—Sea juiciosa.
—Acabas de demostrarme que te sientes igual que yo. ¿Qué te frena?
—Usted es menor de edad.
—Mentira. ¿Por qué habría de importarte eso cuando acabas de besarme de ese modo? No soy estúpida, Dylan.
—Lo que busca y quiere en este momento, no lo encontrará en mí. Le aconsejo que no pierda el tiempo conmigo.
—¿Por qué? Dame una razón, permite que pueda comprenderte.
Su mano agarró mi muñeca y llevó la mía a su pantalón, haciéndome notar que no éramos tan diferentes, íntimamente hablando.
—¿Esto logra saciar su maldita curiosidad? —tensó la mandíbula—. Por más que quiera responderle, como el hombre que soy, no tengo nada que ofrecerle.
Fue ahí cuando la conversación del otro día vino a mi mente. Él dijo que no era mujer, sino un hombre a medias. «¿A esto se refería?».
«¿Qué fue lo que le pasó para que haya terminado así? No lo comprendo».
—¿Q-qué te pasó?
—Riesgos de mi oficio. ¿Por qué no vuelve a repetir lo desagradable que debe ser para usted enterarse de esto?
—Aquel día dije todo eso bajo coraje, pero realmente no lo sentía. Estaba frustrada por lo que me dijiste.
—Espero esto le sirva para mantener las cosas como estaban y aclarar esas dudas que, evidentemente, no la dejaban tranquila— salió de la habitación sin decir nada más.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro