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Reto

—¿Tomarme en qué sentido? Sé más específico— mi voz salió muy suave. 

—Sin ser específico se le ha acelerado demasiado el pulso, imagine si lo soy. Es muy joven para perderla.

Con su cabello alborotado no se ve nada mal. Ahora bien, ese juego de miradas está acabando conmigo. 

—No juegues conmigo, Dylan. 

—Es la primera vez que me llama por mi nombre. Se oye bonito con su voz así. 

—¿Así cómo?

—Entrecortada. Las hormonas y la abstinencia le está afectando, ¿cierto? 

—¿Qué insinuas? 

—Entiendo que está atravesando un mal momento. Ha terminado con su novio, por lo que es totalmente comprensible que sienta palpitaciones de todo tipo, por cualquier estimulación que reciba. 

Le empujé tras su descaro y no se atrevió a dar un paso al frente. 

—¡Atrevido! ¿Por quién me tomas, idiota?

—¿He ido muy lejos? — ladeó la cabeza, manteniendo esa expresión relajada y neutral. 

—Totalmente. 

—Me disculpo, fue mi error — llevó la mano a su pecho—. No volverá a ocurrir. 

—Por todo es una disculpa. ¿No puedes pensar antes de abrir la boca? Todo lo que hablas es con esa extrema calma, como si no fuera nada, olvidando lo que puedas provocar en la otra persona con tus palabras. 

—No acostumbro a tratar mujeres. No es la primera vez que me tildan de insensible, por eso me disculpo, ya que me cuesta entender el porqué hay que disfrazar lo que se dice con ustedes, mientras que con los hombres no surgen ese tipo de malentendidos cuando se es honesto. Me pide honestidad y cuando lo soy, hace un berrinche. ¿No será usted quien exagera un poco las cosas? 

—Acabas de insinuar que soy una cualquiera por el simple hecho de que me haya calen… — me mordí la lengua, tras darme cuenta que era yo quien esta vez estuvo a punto de hablar más de la cuenta.  

—¿Qué iba a decir, señorita? Estoy intrigado. 

—Dejemos esta conversación tan incómoda. Fue suficiente de ejercicios y práctica por hoy. Estoy cansada, así que iré a dormir— salí de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí y pegando mi espalda contra ella. 

«Por Dios, ¿qué estuve a punto de decir?».

—¿Se ha calentado? ¿Era esa la palabra que iba a decir? — escuché su voz al otro lado, haciendo conjeturas para él mismo. 

El corazón se me subió a la garganta. 

«Sí, odio tener que admitir que acabo de sentir cosas por él». 

Es su culpa, si no hablara de esa manera, si no tuviera ese tipo de acercamientos conmigo y no me mirara de esa forma, yo no tendría pensamientos raros. Mucho menos mi cuerpo estaría reaccionando a todo eso. 

Se hace el tonto, con esa carita de niño bueno, pero muy bien que sabe endulzar oídos y mojar bragas. 

Abrió la puerta del otro lado y casi caigo redondita al suelo, sino hubiera sido por él mismo que me puso la mano en la espalda. 

—¿Todavía no se ha ido? Ya la hacía dándose una ducha. 

Me giré para enfrentarlo y le señalé. 

—Te diré una cosa, y que te quede bien claro, aquí nadie se ha calentado contigo— le aclaré. 

—Es un alivio, señorita. No hace falta que juegue a hacerse la difícil conmigo, no estoy interesado en seguirle la corriente, mucho menos ponerme a su altura.  

—Y después la grosera soy yo… 

«Me encantan los retos. Y ahora lo estoy viendo como uno. Veamos si no le hago tragar esas palabras». 

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