—¿Cómo lo supiste?

—Tú mejor que nadie conoces mis métodos. Debo admitir que casi logras tu cometido.

—¿Alguien más lo sabe?

En sus labios se dibujó una sonrisa.

—¿Realmente ves a tu propio padre como una amenaza? ¿De verdad piensas que haría algo que pudiera perjudicarte?

—Todo suena muy bonito y conmovedor, hasta que descubres que ese mismo que asegura que sería incapaz de perjudicarte, es el mismo que le puso un precio al silencio de su amante y condenó a su propio hijo mucho antes de nacer a vivir un infierno, al lado de una prostituta, alcohólica y drogadicta. Es el mismo que se desligó de sus responsabilidades y prefirió a su esposa e hijos.

—Ya hemos hablado de esto.

—Es el mismo que por diez años pudo vivir tranquilamente, sin la preocupación o la carga mental de que su familia perfecta iba a derrumbarse por un desliz.

—Me equivoqué. Todos cometemos errores y he tratado de enmendarlo. ¿Crees que no he pagado lo suficiente con tu rechazo, con tus reproches y con tu odio? Tienes toda la razón del mundo para odiarme como lo haces, me merezco todo eso y más, pero…

—No te equivoques. No te estoy reprochando nada, sería demasiado patético de mi parte, solamente te lo estoy acordando, por si lo habías olvidado.

—Yo no sabía que tu madre era esa clase de mujer. Cuando yo la conocí…

—Tú también la condenaste a ella. La abandonaste cuando más te necesitó. ¿Qué esperabas? Tenía que sacarme adelante sola. ¿Creíste que el cheque que le diste iba a ser suficiente para mantenerme de por vida? Ese cheque era un claro mensaje. Tú querías que ella tomara la decisión de interrumpir el embarazo para que no representara un peligro inminente para tu familia perfecta. La llevaste a la ruina. Si ella cambió, como bien dices, fue por tu culpa. Tú acabaste con ella. Pisoteaste sus sueños, sus esperanzas, sus sentimientos. Jugaste con su mente. La hiciste enloquecer. Tú la hiciste odiarme. La presionaste a tomar malas decisiones.

—Hijo…

—Por más que ella me odiara, y me lo repitiera o me lo hiciera notar constantemente, yo jamás llegué a odiarla. ¿Cuál fue su error? Haberse enamorado de un maldito ser egoísta como tú. ¿Sabes cuál será tu castigo? Cargar con el peso de la culpa y de su muerte sobre los hombros hasta tu último suspiro. No descarto que hayas sido tú quien la mandó a matar.

—Yo no lo hice. Sabes bien que fue otra reclusa.

—La verdad es que eso no cambia nada; si tú la mataste desde mucho antes en vida. Ahora bien, retomando lo que realmente importa, solamente espero que en tus planes no estén buscar a Kiran. Tú y tu hermano fueron cortados con la misma tijera. No se puede pedir mucho. Le hicieron vivir un infierno a mi primo desde que era un niño. Él también fue una víctima más. Te sugiero que dejes las cosas como están. El pasado no se puede borrar de tu mente, pero mientras esté enterrado en el baúl de los recuerdos, y fuera del alcance de terceros, mucho mejor. Hazle un gran favor a él y a su familia, y elimina a quien haya sido tu fuente de información. Él quiere dejar esa vida atrás, junto a ese tormentoso pasado y dedicarse enteramente a su familia, así que respeta esa decisión y no revuelques el avispero.

—Por ese lado puedes quedarte tranquilo. En ningún momento tenía planeado hacerle algo. Él también es parte de mi familia. ¿Y qué hay de ti? Ahora cuando te cases, ¿seguirás sus pasos?

—Si tu preocupación es saber si vas a contar conmigo para tomar las riendas de la organización cuando faltes, puedes quedarte tranquilo. A diferencia de ti, yo sí tengo palabra y pienso cumplir con lo que te prometí. Después de todo, para eso me entrenaste, ¿no? Solo espero que el resto de tus hijos puedan asimilar la noticia cuando llegue el gran día. Sería una lástima que después de protegerlos tanto, a costa del sufrimiento ajeno, terminen muriendo en manos de tu hijo el no deseado. Ojalá sean más inteligentes y no cometan la estupidez de meterse conmigo o con mi familia, tal y como lo hizo tu hijo Esteban, porque no me fallará el pulso para borrar la existencia de cada uno de ellos—sonreí.