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Premio

Durante la mañana, estuvimos realizando la misma rutina que ya teníamos programada. Pensé que cuando termináramos iríamos cada quien a darse un baño, pues verdaderamente lo necesitaba. No soporto este calor y sentir las gotas de sudor correr por mi cuello y espalda. 

No sé en qué momento, pero recreó en el jardín detrás de la casa, como una especie de campo de tiro. Había bloques, palos de madera y el blanco perfecto para practicar a larga y corta distancia. 

—Hoy será su primera clase de tiro al blanco. La llevaría al campo de tiro que ocupaba su padre, pero es más seguro practicar aquí. 

—¿Por qué no me dijiste antes?

—Porque si se lo decía desde anoche, iba a tener más tiempo de pensar y cuando llegara el momento se iba a poner más nerviosa. La mente es el peor enemigo del ser humano. Téngalo presente.

Sacó de su cintura el arma y me la extendió con la empuñadura hacia mí.

—¿Ha tenido una en la mano? 

No eran ideas mías, debía tratarse de una pregunta con doble sentido. 

—¿Tú qué crees? — la sostuve en mis manos, observándola con atención—. Solía esconderle las armas a mis guardaespaldas cuando niña, supongo que era parte de mis travesuras. 

—¿Sabe cargarla? 

—Sí. Ya conozco cómo funciona un arma, la curiosidad, supongo, por lo que asumo que te vas a ahorrar el discurso. Quiero aprender a apuntar y disparar. 

—Bien. Entonces le enseñaré los puntos claves, pero no para inmovilizar, sino para cerciorarse de matar a su atacante. No puedo pretender que aprenda todo de golpe, pero seguiremos practicando hoy hasta que logre impactar como mínimo en un siete. 

—¿No es eso exigirme demasiado?

—Si yo confío en usted, también debería confiar en sí misma— sacó de su espalda una Glock 40 Gen4. 

Apliqué lo que hizo, deslizando la corredera para empujar el primer casquillo en la recámara del arma. Por supuesto que estaba temblando, solo quise ocultarlo para que él no se diera cuenta. La verdad es que me tomó desprevenida todo esto. 

Apunté al objetivo, tal y como él lo hizo, solo que al darse cuenta de mi postura, decidió colocar la suya en la cintura. 

—¿Qué pasa? ¿Hice algo mal?

Se fue a mi espalda y me enderecé. 

—¿Qué haces?

—Separa un poco las piernas, de la misma manera que lo hizo anoche— susurró cerca de mi oído y un escalofrío corrió por el centro de la espalda—. Los pies se colocan a la anchura de los hombros. Los dedos de los pies deben estar alineados al objetivo. Las rodillas deben estar flexionadas en un ángulo que varía, dependiendo de su comodidad y obviamente de la posición del atacante. En este caso, no será necesario que las flexione mucho, pues es un blanco fijo. Recuerde, esta es la base de sustentación en la que daremos soporte a nuestro disparo conjuntamente con una correcta alineación con el blanco. Una buena posición y una postura estable y bien trabajada, hará que tengamos mayores facilidades para ejecutar el disparo.

—Entendido.

—No tiemble o fallará el tiro. Sujete mejor la empuñadura. Un agarre firme y consistente, es la base de una buena sujeción del arma en el disparo, y permite absorber el retroceso del arma a través del cuerpo, debiendo poner énfasis en la inmovilidad del conjunto muñeca-codo-hombro. 

«Escuchénlo, pidiéndome que no tiemble cuando me está hablando tan cerca de la oreja». Puedo sentir su aliento caliente y tiene mis vellos de punta. 

—Otra técnica importante, es la respiración. La escucho muy agitada.  

—Teniéndote así de cerca, es imposible que me concentre. 

—Debe concentrarse en el objetivo, en el agarre del arma, en mantener una posición adecuada, nada de distracciones. Yo no existo aquí. 

Cerré los ojos, inhalando y exhalando. 

Se pone muy serio y demandante cuando estamos haciendo este tipo de cosas. Lo mismo pasó en las prácticas de defensa personal. 

—Una oxigenación adecuada es importante para manejar el cansancio, mantener la concentración, marcar ritmos, medir tiempos y maximizar nuestras cualidades de visión y motricidad. La coordinación de los músculos en las tareas que requieren precisión es fundamental. 

—Estoy esforzándome. 

—Pues demuéstrelo. 

Los ejercicios para calmar la ansiedad los puse en práctica, contando del uno al diez, aguantando la respiración y expulsándola.

—Recuerde, disparar no es solo cuestión de tener buen ojo o un arma estupenda. La puntería es un compendio de habilidades que tienen mucha técnica y entrenamiento detrás, y aunque va asociada a la vista, y al alineamiento de los elementos de puntería, para tenerla se ven envueltas todas las acciones que le mencioné, si bien se hará especial hincapié en la correcta alineación ojo – mira – blanco. La mira frontal debe visualizarla en el centro de la muesca de la mira trasera. 

Cerré un ojo, intentando concentrarme en los pasos que me estaba diciendo. Podía visualizar lo que me decía, pero todavía no me sentía preparada para apretar el gatillo, pues el pulso me estaba fallando. 

—El momento de la verdad es cuando las miras están alineadas, el cuerpo relajado y listo. Es ahí donde dará el gran paso de presionar correctamente el disparador para materializar la puntuación que deseamos— se apartó un poco, supongo que para darme mi espacio. 

Cuando me sentí un poco más confiada, pude presionar el gatillo y, aunque no le pegué, fue muy impresionante y emocionante sentir la presión del arma y oír el sonido del disparo. 

—Aunque no has acertado y tuviste una mala ejecución del disparo, debo felicitarla por ser tan valiente y no dudar al momento de disparar. Muchas personas se quedan en la primera fase. 

—¿Puedo hacerlo de nuevo? — mi pulso se aceleró. 

—La adrenalina ha entrado en su cuerpo, ¿cierto? Pensé que se sentiría frustrada al no haber acertado. Cada día me sorprende más. Es una mujer muy interesante. Con esa confianza, confío en que en poco tiempo lo hará mucho mejor. 

—Más que felicitarme, deberías premiarme si logro acertar así sea un siete. Los premios son un buen incentivo y sirven de motivación, ¿no es así, líder? —bufé.

—¿Así que le guste ser premiada por hacer algo bien? —me miró fijamente.

—¿Y a quién no?

—Entonces, ¿qué premio desea?

—Lo hablaremos cuando lo haga. 

—Me gusta su confianza y astucia. Entonces deberá hacer algo por mí si no logra acertar un siete. De este modo estaríamos a mano y me serviría de motivación para seguirle enseñando muchas cosas más. 

—¿Y qué sería? 

—Lo hablaremos cuando no lo haga— me imitó—. Le deseo toda la mala suerte del mundo. 

«Este hombre solo me genera mucha curiosidad por conocerlo mejor… y unas incontrolables ganas que me están dañando la mente».

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