Admiro la manera en que se expresa hacia Sebastián, a pesar de conocer la verdad. Otra en su lugar le habría hecho daño, más del que vivió con esa desgraciada madre que le tocó.
Ojalá mis padres hubieran sido como ella y Damián, pues en el fondo, ambos se preocupan por él y lo quieren, aunque él les siga guardando rencor.
Él y yo no somos tan diferentes. Cada día descubro que tenemos más en común de lo que creía. Por ejemplo, el hecho de que nacimos de un aparente desliz y hemos pagado las consecuencias, aún sin haber tenido la culpa, pues ninguno de los dos decidimos venir a este mundo, fue decisión de nuestras madres el darnos el derecho a la vida, pero ¿a qué costo?
—Ojalá me hubiera tocado una madre como usted.
Su mirada se posó sobre mí.
—Mi niña, ¿qué estás diciendo? —acarició mi mejilla con su cálida mano—. No soy el ejemplo de madre a seguir o aspirar. He cometido muchos errores a lo largo de mi vida, y en ellos he arrastrado a mis propios hijos sin querer— secó la lágrima que se deslizó por mi mejilla—. Mi reina, tal vez tu madre no es tan mala como parece. Debes ser consciente de que nadie viene con un manual de cómo ser el mejor padre del mundo, somos seres humanos imperfectos y nos equivocamos. Es algo que eventualmente, algún día entenderás y puede ser que experimentes por tu cuenta. Aún eres joven y te falta mucho por vivir. Ahora solo vive el presente, olvida el pasado, pues atrás ya quedó y disfruta de lo que les depare el destino en un futuro a mi hijo y a ti, ¿sí? —sonrió ladeado, tomando mi mano para mirar el anillo—. Veo que las cosas van en serio. Qué gusto me da tenerte oficialmente en la familia. Les deseo todo lo mejor del mundo, ambos se lo merecen.
—Gracias, Sra. Juliet.
Sus palabras son tan cálidas y amables.
[...]
El viaje, por tan buena compañía, se hizo corto. Nuestros caminos se desviaron, ella con destino a reunirse con Damián y nosotros con mi madre en el hospital.
Había mucho revuelo frente a la habitación donde nos guiaron alegando que se encontraba mi madre y es que el personal del hospital estaba reunido. Los gritos de mi madre al otro lado los alcancé a oír en pleno pasillo. Mi tía, al percatarse de mi presencia, se acercó agarrando mi brazo para llevarme casi arrastrada al interior de la habitación.
Mi madre estaba sujetando la parte superior del brazo, del que se deslizaba una lágrima de sangre, la que parecía haber sido provocada por haberse retirado el suero abruptamente. Su cabello yacía revuelto y en la bata se reflejaba que había tratado de quitársela, pues estaba rota por varias partes. Su comportamiento era errático, igual que sus movimientos. El maquillaje corrido y sus ojos rojos denotaban lo mucho que había llorado.
—Mamá… —le llamé.
Su mirada se posó sobre mi tía automáticamente.
—Tú… ¡¿cómo pudiste traicionarme tan vilmente?! ¡¿Cómo te atreviste a traerla a ella aquí?! — se abalanzó sobre ella y me vi en la obligación de intervenir, pues las enfermeras no se atrevían siquiera a acercarse.
—¡Basta, mamá! ¡Por el amor de Dios, tienes que calmarte! Sé por lo que estás pasando. Sé que es difícil para ti todo esto, pero no estoy aquí para juzgarte o discutir. No es momento para eso. Yo… solo quiero ayudarte.
—¡No necesito tu lástima! ¡No la necesito! —me empujó tan fuerte que mi espalda impactó la pared—. ¡Lárgate! ¡No te quiero ver más! ¡Aquí no haces falta!
—Señora, tiene que calmarse, no queremos tomar medidas drásticas. Piense en su bebé. Ella la necesita— el comentario de la enfermera me llevó a mirarla fijamente.
«Al parecer no están al tanto de lo sucedido o no estarían mencionando eso frente a ella».
—¿Dónde está? —mi madre retrocedió dos pasos, volviendo a sujetarse el brazo y se quedó mirando a la nada, con los ojos bien abiertos, como si estuviera viendo algo que ninguno de nosotros era capaz de ver.
—Ni se les ocurra traer a esa bebé—les dije.
—¿Estás defendiendo a ese engendro de mierda? —mi madre se giró a mirarme.
Me dolió mucho oírle hablar así de esa criatura. Aunque entiendo en gran parte su posición, el gran trauma que ha debido causar ese suceso tan horrible que vivió en manos de ese desgraciado, esa bebé no tiene la culpa de nada. Ella necesita ayuda.
Crucé la mirada con Sebastián, él se encontraba detenido en la puerta, observando de lejos el panorama sin intervenir.
—Doctor, ¿podemos hablar a solas? — le cuestioné.
Salí con el doctor de la habitación. Mi tía y las enfermeras tuvieron que encargarse de frustrar el intento de huir de mi madre.
—¿Por qué aún no la sedan, doctor?
—La hermana de la paciente se negó a que tomáramos acción, pero con o sin su autorización, me veo en la obligación de hacerlo.
—Coincido con usted. ¿Dónde está la bebé?
—La hemos llevado a observación. El trabajador social debe estar por llegar.
—¿Trabajador social? ¿Qué van a hacer?
—La paciente representa un inminente peligro para el bienestar de la recién nacida. Esta intentó atentar contra la vida de su hija. El departamento de la familia tiene el derecho de tomar las medidas cautelares que crea pertinentes con el fin de asegurar el bienestar tanto de madre como de bebé.
—No pueden hacer eso. Mi madre está pasando un mal momento, solo necesita tiempo y ayuda. No pueden simplemente apartar a esa bebé de su madre.
—Lo lamento, señorita, pero esa decisión solamente la toma el departamento de la familia. Si me lo permite, iré a sedar a la paciente—se alejó en dirección a la habitación donde estaba mi madre.
Le di un fuerte golpe de frustración e impotencia a la pared, sintiendo que el corazón se me estrujó aquí en mi pecho.
Siempre quise saber lo que podía llegar a sentirse al tener una hermana. Estas no son las mejores circunstancias en las que debía venir a este mundo, pero ya está aquí y no puedo permitir que la lleven a otro hogar, con otra familia que no se sabe si la van a cuidar y a proteger, si serán la familia ideal que ella merece.
«¡Maldita sea, ¿qué hago?!».
—¿Por qué no dices nada? ¿Todavía estás molesto conmigo? — lo miré de reojo, y se acomodó los espejuelos.
—Sabía que era una mala idea venir— soltó.
—¿Acaso soy la única que piensa en esa pobre bebé? —un nudo se formó en mi garganta—. Tú viviste en carne propia lo que era el rechazo, el maltrato, la soledad, lo que era vivir bajo el techo de dos completos extraños— no quería traerle a colación lo ocurrido, pero pensé que esa era la mejor forma de hacer que considerara mejor las cosas—. ¿Te parece justo quedarnos de brazos cruzados, dejando desamparada a esa bebé que no pidió venir a este mundo y dejándola a la intemperie con un futuro incierto? ¿No te carcomerá la culpa de vivir con la duda de si hicimos o no lo correcto? ¿O pensando en lo que pudimos hacer y no hicimos?
Se quedó en silencio, con una expresión neutral y la mano en el bolsillo.
—Por favor, tú que todo lo sabes y para ti no hay imposibles, haz algo, no permitas que se la lleven, Sebas. Mi madre solo necesita tiempo para asimilar las cosas. Necesita ayuda para que pueda sanar y superar lo que pasó.
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