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Malestares

Catalina

Me he sentido tan mal y agotada últimamente, las náuseas, los vómitos y la acidez son insoportables, por más remedios caseros que consuma.

Desde esta mañana he estado presentando muchas punzadas en el vientre. Es agobiante no tener el control de estos malestares. 

La Sra. Esmeralda ha estado velando por mí constantemente. Aunque le estoy agradecida por todo lo que ha hecho, siento que la presión que está ejerciendo en Dereck es mucha.

Me pidió que intentara acercarme a él, pero honestamente, no quiero. Al menos no ahora. Pareciera que estoy usando mi embarazo para obligarlo a que corresponda mis sentimientos. Y no, no pretendo que eso suceda.

La presión le ha hecho tomar malas decisiones, donde quien se ve afectado en todo esto es mi bebé, por eso he tomado la decisión de pedirle a la Sra. Esmeralda que me permita pasar el embarazo en calma y regresar a ser su chofera, pues siendo la de Dereck, solo trae más problemas y riesgos de los que en sí ya hay. Ella aceptó, dice que por el bien de su nieto porque entiende la situación y por eso le estoy muy agradecida.

—He conseguido estos antiácidos en la farmacia, dicen que alivia grandemente la acidez y no pone en riesgo al bebé. Mi hermana solía usarlas durante su embarazo.

Thomás ha sido muy amable y considerado conmigo, a excepción de Dereck. Se preocupa por este bebé más que el papá.

«¡Qué irónico!».

—Gracias por tomarte la molestia de conseguir esto para mí.

—No es una molestia, créeme. Te he visto muy afectada con los síntomas del embarazo y sé que debes estar pasándola el doble de mal al no contar con… — lo pensó mucho para decirlo, probablemente al final se arrepintió—. Lo lamento. No quiero echarle más sal a la herida. Es frustrante ver cómo ese niño inmaduro te trata, a sabiendas de que estás atravesando un momento difícil. Solo quiero que sepas que lo que necesites, puedes contar conmigo en confianza.

—Lo sé. Gracias por eso.

Vi a Dereck acercarse a nosotros y guardé las pastillas dentro de mi saco.

—Vaya, vaya, hasta ahora me entero que mi casa se ha vuelto un centro de ligue. A trabajar. Voy a llegar tarde por tu culpa.

Su actitud me está irritando demasiado.

—Thomás, lleva al joven a su colegio y no permitas que llegue tarde, por favor. 

—¿A dónde crees que vas? Tú eres la encargada de eso.

—Para usted estoy fuera de servicio. Ahora solo sigo órdenes de su madre. Permiso.

—¿Quién ha decidido eso? A mí no me consultaron nada.

—La Sra. Esmeralda. Si tiene algo que decir o una queja para dar, por favor, dígaselo a ella y a mí déjeme en paz.

—¿Qué está pasando aquí? —la Sra. Esmeralda salió de la casa junto al Sr. Kiran.

—¿Por qué tan revoltoso desde temprano? —le cuestionó el Sr. Kiran a Dereck.

Estaba soportando el calambre que sentí de repente en el abdomen, quería evitar preguntas o preocupaciones innecesarias, sobre todo, el que no me vieran como si estuviera usando mis malestares comunes para llamar su atención o algo.

Desde esta mañana no me he estado sintiendo bien y, aunque me dijeron que era normal los malestares, no recuerdo que hayan mencionado calambres, mucho menos esas punzadas agudas y constantes en el vientre.

—Le estaba notificando el cambio, pero al parecer, no está de acuerdo con la decisión tomada de la señora— agregué.

—De hoy en adelante, Thomás será tu nuevo chófer. Llévalo al colegio, Thomás— dijo Esmeralda.

Thomás no reaccionó a lo que le ordenaron, tenía una expresión de preocupación plasmada en su rostro que a todos nos resultó extraña.

—¿A ti qué te sucede? — le cuestionó la Sra. Esmeralda.

—Cata, estás sangrando.

Me miré las piernas y había dos lágrimas de sangre deslizándose lentamente por ellas. Pude comprender que definitivamente no era normal nada de lo que estaba experimentando hoy.

Si me hubiera vestido con los pantalones de vestir negros que suelo usar, en vez de la falda que llevo puesta, probablemente ni cuenta me hubiera dado de la situación.

No había reaccionado todavía por lo que estaba viendo, cuando Dereck le dio la mochila a Thomás y levantó mi cuerpo.

—¡Abre la puerta del auto, mamá! ¡Hay que llevarla al hospital!

Ahora sucede justo lo que no quería. Hubiera preferido pasar esto sola, a preocupar a los demás y se vieran en la obligación de tomar acción por una simple e insignificante mujer como yo.

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