Infidelidad
Han pasado solo cuatro días, pero el encierro me tiene a punto de colgarme. A veces hablo con la nueva cocinera, pero no es suficiente. Me hace falta salir. Seguimos entrenando durante la mañana, aunque se ha notado que busca la manera de que no suceda lo mismo de la otra ocasión. Tal vez eso sea lo que me tiene algo irritada.
—Este será su nuevo celular. Haga buen uso de el y tenga cuidado con quien llama y asegúrese de no extenderse demasiado en las llamadas. No queremos que rastreen nuestra ubicación.
—Entendido. ¿Mi madre no se ha comunicado contigo?
—No, solamente su tío. Precisamente para eso vengo. Pudimos recuperar lo poco que quedó de su padre, por lo cual, entre ellos han estado realizando los preparativos de la sepultura. Quieren que sea algo privado, pero las noticias vuelan. El incidente fue algo que llamó mucho la atención de los medios y las autoridades, lo catalogan como un ajuste de cuentas, por lo que debemos actuar con cuidado.
—Una parte de mi cerebro pareciera que ha reprimido todo lo que pasó.
—¿Por qué lo dice?
—Ya lo había olvidado.
—¿A su padre o a lo ocurrido con él?
—Ambas cosas. Pero fue su culpa, ¿cierto? Si me hubiera demostrado en vida que le importaba o hubiese estado más presente, así fuera un poco, tal vez su pérdida me hubiera impactado bastante y sería algo imborrable e insuperable.
—¿Es eso una justificación para sentirse menos culpable?
—¿Culpable? Yo no fui la culpable de esto, fue él mismo quien se lo buscó cuando tomó malas decisiones. Ya le lloré lo suficiente.
—Pensé que su propósito era vengar la muerte de su padre. ¿No es para eso que estamos haciendo todo esto?
—Mi padre está en un lugar donde no debe preocuparse por nada, pero nosotros, su familia, seguimos aquí, por lo que debemos defendernos y no echarnos a morir. Yo no quiero terminar como él. No sería justo que por su culpa, paguemos nosotros. Así que si estoy haciendo todo esto, es por mí misma, por nadie más.
—Me gusta como piensa.
—Quiero salir. Siento que me asfixio en estas cuatro paredes.
—No estará pensando en encontrarse con su ex, ¿cierto?
—¿Eso qué tiene que ver contigo?
—Mucho, pues le recuerdo que puse mi cabeza en un picador varias veces con tal de que pudiera verse con él.
—Lo sé, pero no planeaba encontrarme con él. Aún estoy resentida. No sé si sus padres o él fueron los culpables de lo que le pasó a mi papá, pero ¿sabes qué? Ya me da igual. Por el momento quiero evitar situaciones, por lo que me mantendré lejos de esa familia.
—Entonces si le da igual, supongo que podré contarle lo que descubrí y no le causaré ningún daño.
—¿De qué hablas?
Sacó del bolsillo interior de su saco una carta la cual me extendió. El exterior del sobre estaba en blanco. Desconocía su contenido, pero tenía curiosidad por saber de qué se trataba, por lo que no esperé mucho para abrirlo. Me encontré con un resultado positivo de embarazo a nombre de una tal Catalina Noruego. Ese nombre me suena familiar.
—¿Y esto? ¿Embarazaste a alguien?
—Catalina Noruego es la choferesa de la familia Harper.
—Sé quien es, pero ¿a mí qué me importa la vida de esa mujer?
—Pues debería, pues es la amante de Dereck Harper, la misma que le dará un bebé y sus padres están muy de acuerdos y contentos al respecto.
—¿Amante? ¿Bebé? ¿Qué dices? No digas pendejadas.
Fue como un balde de agua helada por encima.
Me rehusaba a creer tal cosa.
—Sabía que no me creería, pero aquí tiene—de su otro bolsillo sacó un sobre amarillo y me lo extendió—. No suelo hablar sin pruebas, por eso me tomé la libertad de conseguir esto para usted.
El contenido del sobre amarillo eran fotos donde aparecía Catalina, Dereck y Esmeralda saliendo del consultorio de un ginecólogo obstetra.
Recuerdo esa mujer, es la misma que iba a recogerlo al colegio y le sonreía siempre que lo veía. Se notaba que tenían una buena relación de amistad, al menos eso fue lo que por ilusa creí.
Todo eso me hace comprender el comportamiento y actitud que asumió esa noche. Me estuvo viendo la cara de estúpida todo este tiempo.
«Entonces, si estaba esperando un bebé con otra, ¿por qué me insistió tanto en que nos fuéramos a vivir juntos?».
Esas llamadas aquella noche cuando estuvimos en el hotel... claro, esas llamadas tan insistentes que hicieron que él regresara actuando diferente; probablemente era ella.
«¡Es un maldito mentiroso!».
«¿Por cuánto tiempo estuvo engañándome?».
Sus padres lo sabían y patrocinaron ese acto tan cobarde y vil de su hijo.
—¿Quiere que tome cartas en el asunto, señorita?
—No. Este asunto debo resolverlo por mi cuenta.
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