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Frustración

Estaba impactada, sin poder creer que no pude darme cuenta antes de que algo no cuadraba en él, ella, o lo que sea que sea.

—¿Ya no sigue vigente la propuesta de ir a su habitación?

«No lo negó, eso significa que estoy en lo cierto».

—¿Cómo pudiste hacerme todo eso a sabiendas de lo que eras, infeliz? — le di un puño en la cara y no fue como en otras ocasiones en que he intentado golpearla, pues esta vez no lo evitó.

Sus espejuelos cayeron al suelo y partí su labio inferior sin querer. No pensé que había sido tan duro. Después de todo, lo hice sin pensar siquiera al sentirme tan incómoda con lo que había sucedido previamente.

Era la primera vez que la veía sin espejuelos. Tal vez no era el momento, pero se veía distinta, sus ojos cafés, esos que mantiene casi escondidos detrás de esos horrorosos lentes, son los ojos más hermosos que haya visto alguna vez.

—Lo siento, no quise lastimarte así. Estás sangrando.

Se dobló a recoger los espejuelos, poniéndoselos de vuelta, a pesar de que el cristal estaba roto, manteniendo una expresión neutral que me resultó peor, pues me hacían perder la tabla y sentirme mal al mismo tiempo por mi acción.

Sin decir una sola palabra, abrió la puerta y salió de la casa, ignorando mi llamado y dejándome ahí sola. Ni siquiera me miró o esperó que me vistiera, simplemente desapareció de mi vista.

Cuando me puse el pantalón y arreglé mi blusa, salí de la casa para buscarla, pero el auto no estaba. «¿A dónde fue ahora?».

[...]


Estuve llamándola a su teléfono, pero lo que me salía era el buzón de voz.

No sé a dónde ha ido, pero han pasado varias horas desde que lo hizo y me he sentido intranquila.

No podía parar de atar cabos y pensar en todo lo que por ilusa pasé por alto.

«¿Cómo no me di cuenta?», pensé.

Ese día de la actividad en la escuela me siguió la corriente diciendo que era mi “hermana mayor”.

Ella también me dijo que entendía mis necesidades a la perfección, pues tuvo mi edad, o esa fue la justificación que dio cuando quiso ayudarme a que pudiera estar con Dereck.

«¿Será esa la razón por la cual ha querido acercarse a mí y “sumar puntos”, como decía Dereck?».

«¿Mi papá y mi tío lo sabían? Claro que debían saberlo, pero ¿por qué no me dijeron nada tampoco?».

Cuando fuimos a comprar el regalo de Dereck, le pregunté sobre qué podía regalarle y me respondió que era el menos indicado para ayudarme.

«Por supuesto, es que soy una tonta, todo ha sido bastante evidente».

Por otro lado, eso que me hizo hoy, no es algo que haga cualquiera. Conocía los puntos claves de mi cuerpo y se tomó el tiempo cubriendo cada base, algo que ni el impaciente de Dereck hacía.

Necesito borrar todo eso de mí cabeza o me volveré loca. Me cuesta creer que no me di cuenta antes, que me dejé engañar de esa manera por una mujer.

[...]


Cuando cayó la noche, todavía no había rastros de ella. Me estaba desesperando, pues después del baño me mantuve frente a la ventana, mirando la entrada en espera de verla llegar.

«Ni una maldita llamada de esa mentirosa malnacida».

Ni siquiera tenía apetito. La cena que hizo Luzbel ni la toqué.

Vi su auto entrar y automáticamente me cubrí con la bata para ir a la puerta. Ella entró con unas bolsas y esa seriedad que la caracteriza. Se nota que se había bañado, pues estaba perfumada. Incluso traía unos espejuelos nuevos, mucho menos feos que los anteriores. Aunque ya no tenía mucha sangre, su labio estaba algo inflamado.

—Deberías aplicarte una compresa fría para que baje un poco la inflamación.

—No se preocupe por mí, señorita. No se me saldrán las tripas.

—Grosera… ¿Dónde estabas?

—Tenía asuntos pendientes que hacer, pero ya estoy aquí. He traído comida, ya que conozco que cuando está estresada tiende a saltarse sus comidas.

«A veces me asusta lo bien que me conoce y en tan poco tiempo».

Por lo visto, quiere evitar el tema, pero no pienso pasarlo por alto.

—Quiero que hablemos de lo ocurrido esta mañana.

—No es agradable hablar de lo que le hace mal o le desagrada. Ahorrese el disgusto y haga de cuenta que nada pasó.

—Para ti será muy fácil, si se nota que no te preocupa nada y ni sientes nada, pero yo sí quiero hablar de esto. 

—Pues yo no tengo nada que hablar al respecto y para que una conversación fluya, ambas partes deben estar de acuerdo. 

Apreté los puños de la frustración.

—Bien, me parece perfecto. ¿Quién querría pensar o hablar sobre algo tan desagradable? —subí a mi habitación, tras el arranque de enojo y frustración.

Ella tiene razón, debería simplemente olvidarme de lo que pasó, pero ¿por qué me irrita tanto el hecho de que quiera hacer de cuenta que nada pasó, cuando sí pasó?

De todo lo que planeaba decirle cuando la viera, no dije nada.





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