Dudas
—¿Puedes adelantarte un momento, Dereck?
—Sí, claro— él miró a Dylan—. Gracias por el ofrecimiento, pero no me hacen falta. Hombre precavido vale por dos— se bajó del auto, dirigiéndose a la entrada del Hotel.
—¿Qué ha sido eso? ¿Ha sido esto adrede? Déjame adivinar, ¿querías vengarte por lo de ayer avergonzándome frente a mi novio? Eres un sinvergüenza— le arrojé los preservativos al asiento del copiloto.
—¿Avergonzarla? Jamás haría algo así, señorita. Pensé que sería lo más adecuado, después de todo, si resulta embarazada, me veré embarrado también. Por otro lado, no entiendo cómo mi sugerencia me hace un sinvergüenza, cuando ese muchacho acaba de hacerle una invitación bastante directa para un revolcón.
Se vuelve más vergonzoso e incómodo que lo diga con tanta normalidad y franqueza.
—Lamento haberla incomodado con mi sugerencia, me aseguraré de que no vuelva a suceder, solo le pido que sea inteligente y me ayude a conservar este empleo.
—Si quieres conservar este empleo, no entiendo por qué haces todo lo contrario a lo que mi padre te ha encargado. Estás actuando como si quisiera que mi padre le diera un tiro entre ceja y ceja.
—Como le dije, tuve su edad, conozco las necesidades fisiológicas que tenemos, las hormonas y la adrenalina. Ahora bien, prefiero no perderla de vista en ningún momento, a que se escape por ahí con ese muchacho y me vea en serios problemas por su arranque de calentura. Siempre y cuando sepa dónde y con quién está, eso me tendrá tranquilo y de buenas.
En gran parte tiene razón. No le conviene perderme de vista. De hecho, a ninguno de los dos nos conviene. Solo pensar que pueda ser secuestrada por segunda vez, me pone los vellos de punta.
—¿Cómo supiste a qué Hotel veníamos? Hay más de ocho hoteles en esta ciudad.
—El Sr. y la Sra. Harper son muy conocidos. La cadena de Hoteles va de estado en estado, pero este es el último que inauguraron, por lo que por sentido común, pude intuir que se trataba de este. No entiendo por qué se sorprende tanto.
«Suena muy convincente».
—¿Cómo conociste a mi padre?
—Digamos que soy su primo postizo.
—¿Primo? ¿Eres hijo de mi tío?
—Sí, fui adoptado por él y su esposa.
Eso explica el hecho de que mi padre lo tratara con tanta confianza e incluso le haya permitido entrar a su estudio, pero hay cosas que no cuadran.
«¿Por qué teme perder el empleo si es parte de la familia?».
—¿Por qué no me lo dijiste desde un principio?
—No se veía muy a gusto con mi presencia. Además, eso no debe hacer alguna diferencia. Aunque sea hijo adoptivo de su tío, no significa que su padre me acepte como parte de la familia y tampoco es que busque su aceptación. En realidad, si estoy aquí es por pedido de su tío, por esa razón no quiero situaciones o problemas que se puedan evitar.
—¿Por qué no le llamas “padre”?
«¿Podría ser que no se sienta parte de la familia por ser adoptado?».
—No le gusta que le llamen así, por lo que prefiero evitarlo.
«Bueno, conociendo a mi tío, como lo hago, sé que es demasiado insoportable y tiene un carácter bastante peculiar que llega a ser sumamente detestable en algunas ocasiones, pero no estaba enterada de que había adoptado a un hijo. Aunque es muy poco lo que lo veo».
—¿Por qué tienes temor de perder el empleo? ¿Piensas que eso lo decepcionaría?
—Es la primera vez que me pide algo, por lo que quiero cumplirle y listo. No haga perder más el tiempo a su novio. Debe estar impaciente.
—No me trates con tanta formalidad, y más ahora que me entero que somos familia.
«Definitivamente debo hablar con mi padre al respecto. Tal vez eso era lo que quería decirme y lo ignoré por la frustración que traía y aún ahora traigo atorada».
Pero en el fondo, es de cierto modo agradable saber que no estoy tan sola…
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