Capítulo cuatro
Laia
Dejé al tal Dylan con la mano extendida.
—Siéntate para hablar mejor sobre esto, Laia.
—Ya hemos pasado por esto varias veces. Ahora viene la justificación de siempre, que haces todo esto para protegerme y sentirte tranquilo mientras no estés, que en poco tiempo me acostumbraré a esto, pues no, no quiero acostumbrarme a esta vida, a tener que ser vigilada las veinticuatro horas del día, el tener que aceptar a más matones como mis niñeros.
—¡Te calmas y me escuchas! —alzó la voz.
—Ese es el grandísimo detalle, que no quiero calmarme y tampoco escucharte, papá—salí del estudio sin mirar atrás.
Ese nudo volvió a formarse en mi garganta. Es la primera vez que me atrevo a explotar de esa manera con mi papá. Probablemente tenga sus consecuencias, pero no soporto esto más.
Dylan venía hacia mi dirección por el mismo pasillo y con su expresión no pude descifrar si venía con buenas o malas intenciones.
—Tú, lárgate de aquí— levanté mi pierna y la sostuvo en el aire haciendo que intentara mantener el equilibrio con una sola.
No esperaba que se atreviera a evitar mi patada. Los otros guardaespaldas nunca se atrevían a ir en contra de mí.
—¿Podría calmarse, señorita? Entiendo su... —miró mi pierna y la dejó ir, haciendo que casi me coma el piso.
«¡Joder, tiene mucha fuerza y agallas para tratarme así, a pesar de lucir como una niñata!».
—Entiendo su posición, sobre todo, su molestia y descontento con mi presencia en esta casa, pero le aseguro que conmigo no tendrá ninguna mala experiencia.
«Qué voz tan gruesa tiene para ese aspecto tan afeminado y de niño bueno».
—Pues ya es su primera falta, porque acabo de tener una muy mala experiencia con solo ver su detestable cara.
—No veo necesidad de faltar el respeto, cuando no le he hecho nada aún, señorita. Mi mejor consejo es que haga de mi trabajo uno más llevadero y tranquilo. No me gustan los problemas ni las discusiones.
—Entonces eligió el trabajo equivocado.
—Ya veo, una niña malcriada. Es comprensible. Es su modo de reaccionar a un cambio como este— dijo en voz baja, arreglándose los lentes—. De acuerdo, entonces haré las cosas a mi modo.
—¿Cómo acaba de llamarme?
—Le seré honesto y le leeré la cartilla, no estoy aquí para discutir, solamente para cumplir con mi deber de garantizar su protección, por lo que, para su tranquilidad, intentaré tener el más mínimo intercambio de palabra con usted.
«¿Cómo se atreve a mostrar este comportamiento?».
Definitivamente no es un guardaespaldas común y corriente. Ninguno se atrevería a hablarme de ese modo por miedo a lo que pudiera decirle a mi papá.
—Eso me parece estupendo. Le advierto, me gusta tener mi privacidad, así que espero que me la dé.
Hizo un gesto con las manos para cederme el paso y lo maldije muchas veces internamente.
—Grosero—dije en un tono bajo, antes de pasar por su lado e irme directamente a mi habitación.
Bajo el arrebato de molestia e irritación, estrujé el papel de la invitación y lo arrojé al zafacón que queda debajo de mi escritorio de estudio. No debo dejar que me afecte. Ya debes estar acostumbrada a esto.
[...]
Dylan fue quien me trajo al colegio temprano, por todo el camino estuvo observándome cada cierto tiempo por el retrovisor, pero sin articular palabra alguna.
Desde temprano los maestros y el director han estado de arriba para abajo con los últimos preparativos de la actividad.
Los padres y familiares de la gran parte de estudiantes del colegio estaban llegando al área de la cancha y sentándose en los bancos altos para alentar y motivar a sus hijos.
Ahí me encontraba yo, viendo a mis amistades compartiendo con sus padres antes del partido y en espera del turno para la división de equipos.
Suspiré exasperada al sentirme tan abarrotada. Es ilógico que me sienta culpable al no haberles dicho, si de igual manera no iban a venir. Mi padre ha de estar muy enojado conmigo y mi madre, bueno, ella debe estar cerrando negocios en Dubái. Obviamente sus negocios son más importantes que yo.
Quedé petrificada al ver a Dylan acercándose hacia mi dirección, vestido de manera casual, con una camisa blanca manga larga y unos jeans. La camisa naranja de la actividad la traía colgando en el hombro.
—Hay mucha gente—soltó.
Observó hacia la misma dirección donde estuve mirando, justo donde estaban los padres reunidos.
—¿Q-qué haces aquí?
«No puedo tratarlo de "usted" viéndose tan joven».
«¿Cómo supo de la actividad si hice hasta lo indecible para que no viera nadie el uniforme del equipo, y por eso me puse dos mudas de ropa por debajo del uniforme del colegio? Además, ¿cómo lo dejaron pasar? ¿Y dónde consiguió esa camisa, si solo quienes tuvieran la invitación podían entrar a esta área?».
—¿Cómo entraste?
—Soy su hermana mayor, ¿lo ha olvidado, señorita? —me miró de reojo—. ¿Por qué habría un problema en que asista a la actividad y apoye a mi hermana?
«¿"Mi hermana mayor"? ¡Maldito cínico!».
Entrecerré los ojos.
—¿Por qué no tienes la camisa puesta?
—Lamento no traerla puesta como los demás, esos inútiles no tenían mi talla y me queda muy grande, pero si quiere que me la ponga, lo haré por usted.
—No hace falta. ¿Mi padre te envió?
—No, el señor Husman no está al tanto. Debe estar pensando que estoy esperando por usted en la entrada. Asumí que no quería que lo supiera, después de todo, ha estado ocultándolo de él desde esta mañana, ¿no?
«Es muy observador».
—Bien, no quiero que le cuentes nada.
—Le sienta bien el uniforme, señorita. Puedo suponer que al ser bastante revelador es con el propósito de sentirse cómoda, ¿cierto?
«¿Qué quiso insinuar con eso?».
—Laia— Dereck se acercó a nosotros y me puse nerviosa, pues no quería que malinterpretara las cosas.
—¿Qué haces aquí? Se supone que ya estén pasando lista... —me aparté un poco de Dylan.
—Mis padres quieren conocerte— lucía muy entusiasmado al respecto.
—No creo que sea el momento oportuno— negué con la cabeza.
No quiero que Dylan lo escuche porque puede irle con el cuento a mi papá. Si se entera que tengo novio, es capaz de desaparecerlo.
—¿Por qué no? Ya habíamos hablado de esto.
—Sí, pero... —miré hacia Dylan y él se cruzó de brazos.
Debe estar sospechando que algo hay entre nosotros.
—¿Y él quién es? —preguntó Dereck en voz baja.
—Es mi nuevo chofer.
—¿Tus padres no pudieron venir?
«Es como echarle sal a una herida abierta».
—No, ellos están muy ocupados...
Su expresión lo dijo todo. Dereck desde hace mucho se ha dado cuenta de eso, por esa razón me ofreció que nos fuéramos a vivir juntos cuando él cumpliera sus dieciocho años, pero no sé si tomar una decisión como esa sea lo correcto. Él no conoce la vida que llevan mis padres y lo peligroso que es que me desligue por completo de ellos. Por más que me guste y quiera estar con él, estaría poniéndolo en riesgo y no podría perdonarme si algo malo le pasa por mi culpa.
—Salgamos a celebrar luego de la actividad, ¿sí? Podemos escaparnos solo los dos. Mis padres no se molestarán, pues ya saben de lo nuestro, y los tuyos, pues de esos ni hablar.
—Yo...
Dylan se detuvo a mi lado, arreglándose los lentes y echando a un lado el pelo que caía en su frente.
—No se cohíba o se ponga nerviosa por mi presencia aquí, señorita. Yo mismo puedo ayudarles a fugarse.
Dereck y yo lo miramos sorprendidos.
«No, esto debe tratarse de una broma o una trampa. ¿Por qué habría de ayudarme, a sabiendas de que si mi padre se entera podría verse perjudicado también por ayudarme?». Este tipo es raro y su rareza me pone nerviosa.
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