Capítulo 3: Señor Hamilton.
Llega el domingo, estos dos días se han pasado súper rápido. Son las 6:00am y me estoy preparando para ir a la cafetería. Estoy nerviosa por que es mi primera vez en esto y no se como lo haré.
Me coloco mis botas negras de siempre, y me levanto para encaminar hacia la salida de mi habitación. En la cocina agarro un pedazo de pan con un vaso de jugo y ese es mi desayuno, agarro las llaves de la casa, cuando termino de comer, y salgo de ella.
Mi mente loca imagina comprandome una bicicleta para poder llegar más rápido a mi destino.
Cuando llego al café-bar me adentro directamente para limpiar las mesas y ordenar un poco el lugar, me dicen que tengo que juntar tres mesas y lo hago, pongo un mantel color turquesa y también dos pequeños centro de mesa.
Los chicos ya están preparados también, todos en sus lugares. Se hacen las ocho de la mañana y veo que un par de autos aparcan al frente del lugar, en total son tres, uno deportivo y los otros dos son camionetas negras de éstas bajan dos hombres con ropa formal, veo que entran y se sientan a conversar. El señor de americana azúl, es castaño oscuro y de tez pálida, el otro es albino de ojos azules claros.
—¿Qué pasará con el señor Hamilton?, ¿por qué no ha bajado? —se cuestiona el albino.
«¿Señor Hamilton?». Será el hombre que se encuentra todavía en el auto deportivo negro. Me quedo mirando la ventana que da directamente al auto tratando de poder ver pero… no hay éxito.
—Clari, ¿les tomamos sus pedidos? —mi compañera me hace desviar la mirada hacia ella.
—Creo que sí —le digo—. Vamos.
Nos acercamos a ellos con cautela.
—Hola, buen día, ¿Qué desean ordenar, caballeros? —les pregunta Mara.
Los miro y el castaño sonríe de lado sin mirarnos, como si pensara algo en doble sentido o como si estuviera burlándose.
—Por los momentos un café negro bien cargado —pide el albino—, ¿y tú mister Russell?
—Lo mismo por favor —dice mirándonos a ambas.
—Enseguida se los traemos —les digo.
Nos adentramos en la cocina, Nathan prepara rápidamente los cafés, mientras yo coloco en una pequeña taza unas galletas para dárselas de cortesía. Mi compañero nos da las taza de café humeantes, las pone en la bandeja con el plato de galletas y nos dirigimos hacia la mesa.
Pero al ver hacia los hombres en vez de dos hay tres masculinos, el recién llegado sería el señor Hamilton… me quedo sin palabras al verlos, es demasiado guapo, podría decir que opaca a los otros dos hombres.
—Que te importa —es lo que logro escuchar del nuevo integrante de la mesa. Su voz es gruesa.
Al escucharnos, voltea a vernos.
—Disculpe, aquí le traemos sus cafés —dice mi amiga. Pongo sus humeantes bebidas en frente y también coloco el plato de galletas.
—Estas galletas son por cortesía —digo, y siento una mirada sobre mi.
Levanto mi cabeza para encontrarme con la mirada grisácea del señor Hamilton. Una mirada muy intensa. La sangre sube a mis mejillas pintandola de sonrojo. Bajo la cabeza evitando el contacto, me pone nerviosa que me mire, pero a la vez quiero que lo siga haciendo.
—¿Usted qué desea, señor?, ¿algún chocolate, café o jugo? ¿Un sándwich, quizá? —las preguntas de mi compañera hace asienta.
—Un jugo de naranja estaría bien… por favor —su voz ronca me hace mirarlo, y por fragmentos de segundos lo detallo.
Tiene barba, una muy linda barba, su cabello corto a los laterales, su labio inferior es más grueso que el otro, su nariz es perfilada pero a la vez respingona, su piel es de tez clara
—Ok, mi amiga se lo traerá en breve —la voz de mi amiga me saca de mis cavilaciones.
De reojo lo veo asentir, para luego mirar su teléfono. Mara me agarra del brazo jalándome hacía la cocina, pone la bandeja en el mesón y voltea a mirarme con sus ojos acusatorios.
—Lo vi, vi cómo te miró —musita.
—Estas loca —ruedo los ojos y voy al lavado para lavar un vaso.
—Amiga, no es oído la frase que dice; ojo de loca, no se equivoca…?
—Nou.
—Vi también como lo mirabas, eh.
—Es mayor, Mara. Sólo me llamó la atención, ¿ok? —confieso—, y no creo que lo vuelva a ver en mi vida.
—Claro que no es taan mayor, aparentando estar a sus finales de los veinte.
Voy hacia la nevera para agarrar la jarra de jugo recién hecho, mientras veo de reojo que Mara saca su celular del bolsillo de su delantal.
—Mira —anuncia—, es el heredero de más de una compañía importantes en el mundo, las cuales fueron heredadas cuando su padre murió hace 6 años, su empresa principal es en Londres, tiene dos hermanas, hace dos años terminó una relación que muchos decían que llegarían al altar pero no sale el por qué —informa mientras lo lee en su teléfono—. No tiene escándalos, uno que otro de una chica que llevo a un hotel luego de su ruptura y ya. —sigue deslizando su dedo por su aparato—. Nació en Londres el 17 de octubre, su nombre completo es Landon Hamilton Davis, y tiene 34 años de edad.
Me quedo unos segundos mirándola, procesando la información que me da. No me asombra que tenga varias empresas y que sean importantes ya que su porte lo delata, lo que me asombra es la gran coincidencia que tiene su cumpleaños con el mío. Y sí, cumplo el mismo día que él.
—Mejor… mejor le llevaré el jugo —digo
Mara rueda los ojos y me deja libre.
Abro la puertecilla de la barra y salgo encaminandome hacia el trío de señores. Con las manos temblorosas y con el temor de dejar caer en vaso y que eso conlleve a derramar el liquido, coloco el recipiente al frente del señor Hamilton con su atenta mirada en mi.
—Si quieren algo más no duden en llamar. Disfruten su día aquí —dicho esto me voy… a la barra.
Ya en ella saco mi teléfono y le envío a mamá como esta todo, me responde que bien, que Edward salió hacer una actividad con una de sus compañeros de clase y que el pequeño Tom estaba viendo televisión. Sigo viendo mi bandeja de mensajes y me percato que tengo cinco mensajes de mi mejor amiga.
»Savannah:
Me tienes olvidada:(
Eres cruel.
¿Ya encontraste a una mejor que yo?
No lo creo.
Llámame cuando tengas tiempo«
Sonrío con gracia mirando el teléfono, Sav es muy dramática y es así desde que la conocí en segundo de primaria. A ella se le había caído un lazo de su cabello, lo recogí del piso y decidí dárselo en el salón, cuando iba hacerlo abrió grandemente sus ojos al igual que su boca y me acusó de haberle robado su lazo. Fue la primera vez que entré a la dirección. Luego de eso, se disculpó y se convirtió en mi mejor amiga.
Decido llamarla, creo que ya estará despierta. En el tercer tono agarra.
—Si, mi teoría se confirmó. Eres cruel —es lo primero que dice al contestar.
Rio.
—Hola bello sol, ¿te desperté?
—No, para nada —por su tono se que es sarcasmo.
—¿Sabías que las personas que usan el sarcasmo van al infierno?
—No, y no me importa. ¿Qué haces? —su cambio de tema me hace sonreír.
—En la cafetería.
—Jum, ¿cuándo vendrás a mi casa? Hace tiempo que no veo tu preciosa cara, bebé —su tono seductor me hace soltar una carcajada.
Me callo apenada, volteo a ver al grupo de hombres que está en el lugar y observo que sólo dos están hablando a gusto, y solo uno me escuchó el cual me está observando fijamente, está serio y da un poco de miedo.
—Clarissa me lo acaricia, ¿estás ahí? —la pregunta de mi amiga me hace retomar la llamada.
—Lo siento sabes cómo está todo aquí, y respondiendo a tu pregunta puede que vaya después de salir de Bluebar.
Hablamos un rato más hasta que la pequeña campanita que tiene la mesa del grupo de señores suena y me llama la atención. Voy hacia allá y les pregunto:
—¿Necesitan algo? —es su pregunta.
—Si—responde el castaño—, ¿Cómo te llamas?
Sonrío sin mostrar los dientes, nada real.
—Clarissa.
—Bueno, ¿Y el de tu compañera?
—Mara.
—Perfecto, hablaré bien de ustedes con el dueño.
—Muchas gracias, ¿Desean algo más?
—Si, ¿Puedes darme tu número?
Iba a contestarle un claro no, pero el señor Hamilton se me adelanta.
—Déjala, Jack —mi voz sale más ruda de lo que pensé.
—¿Cuantos años tienes, preciosa? —Jack ignora al señor Hamilton.
—Veintidós años, señor.
—No me digas señor me haces sentir viejo y sólo tengo 28 —sonríe.
—Bueno…
—Creo que ya es todo, ¿no? —el señor Hamilton se levanta sonando ruidosamente la silla.
—Si, Landon. Mi primo Josh te contactará para lo demás—le dice Jack.
Asiente y sin mirar a nadie más se dirige a la salida. Camino rápido tras de él y lo detengo agarrándolo de su antebrazo.
—Lo-lo siento, señor —titubeo—, pero me gustaría saber cómo estuvo su día aquí, el señor cal… Carlos me preguntara después —me corrijo, y lo miro.
Sus ojos penetrante me mira de pies a cabeza. Soy mucho más baja que él y me toca levantar un poco la cabeza para mirarlo.
—Dígale que bien. Con respecto a usted, espero no distraiga a nadie más —Dicho eso, se voltea y se va.
Quedo aturdida con lo que dijo y no comprendo tampoco así que volteo, y me dirijo con una sonrisa a los dos hombres que están.
—¿Se quedarán un rato más o…
—Oh, no te preocupes. Ya nos vamos también —me interrumpe el albino.
Se levantan, se despiden y se van.
Recojo las tazas y vaso que dejaron el la mesa y los llevo hacia la cocina. Veo a Mara y Trav jugueteando entre ellos y me causan algo de emoción.
Pasamos dos horas allí preparando todo para cerrar. Ya cuando lo hicimos, Trav se ofreció a llevarme pero le dije que haría para que una amiga que quedaba cerca, y en parte es verdad pero declino la oferta para que ellos –Mara y él– se fueran juntos.
Voy por las aceras de la calle que conduce a la casa de Sav, y me encuentro con el deportivo del señor Hamilton. Se baja para ir a la puerta del copiloto y abrirla, de allí baja una mujer un poco más joven que él y me imagino que cenarán ya que están al frente de un restaurante. Sigo mi camino pero con sus ojos puestos en él, cuando…
Su mirada se conecta con la mía, su cara se torna seria y de un momento a otro besa a la chica, algo en mi se remueve, quito mi mirada sobre ellos y los ignoro. De repente no me dieron ganas de ir a la casa de Savannah, y agito mi mano para llamar un taxi que está por ahí y me subo en él.
En el camino le envió una mensaje a mi mejor amiga disculpándome por no ir y le digo la típica excusa de me sentía mal, y en parte es verdad.
Llego a mi casa y tras saludar a mamá, me dirijo a mi habitación para luego ducharme, colocarme ropa cómoda, y recostarme en mi dulce camita.
Soñando en unos benditos ojos grises.
Soñando con el señor Hamilton.
••••
¿Que tal el señor Hamilton?
👋💋.
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