Capítulo 22: Confesión completa.
Mi pequeño bolso cae al suelo y me quedo mirándolo en silencio, tratando de procesar lo que acabo de escuchar.
—Por… ¿Por qué no me lo habías dicho? —pregunto, sintiendo cómo la tensión recorre mi cuerpo.
Landon encoge los hombros, como si no supiera cómo responder. Me acerco lentamente y me siento a su lado, en el borde de la cama.
Una semana atrás, él se había abierto a mí, prometiendo que iríamos despacio, conociéndonos poco a poco. Pensé que compartiría historias sobre su familia, anécdotas y sus gustos más personales. Pero nunca imaginé que uno de sus secretos más profundos sería su esterilidad. Ahora que lo pienso, siempre usó protección; tal vez para evitar hablar de su condición.
Le acaricio el cabello desaliñado, buscando consolarlo.
—No me mires con lástima —me dice, su voz suave pero firme.
—No lo hago, Lan. Solo estoy un poco desconcertada —le respondo—. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
—No lo sé. Nunca pensé que llegaríamos a… esto.
—Bueno, me alegra que me lo digas ahora —le digo—. ¿Quieres contarme algo más sobre ello?
Su hermosa sonrisa ilumina su rostro.
—Sí, pero ven aquí —abre los brazos—. Quiero contarte algo mientras estás en mis brazos.
Le doy un pequeño beso y me acomodo como él desea, sintiendo su calor mientras coloca su rostro en mi cuello y lo aspira.
—Hueles delicioso —murmura.
—Gracias, pero quiero escuchar lo que tienes que decirme.
—Vale.
Me da un beso suave en el cuello y me abraza con más fuerza.
—Hace casi seis años conocí a Sonya, una mujer despampanante y rubia…
—¿Tienes una fijación por las rubias? —lo interrumpo, curiosa.
Él ríe.
—No, porque si fuera así no estaría enamorado de ti.
Me sonrojo ante su respuesta. Landon siempre sabe qué decir para hacerme sentir especial.
—Sigo contándote. Para no entrar en detalles incómodos, la cortejé, salimos y nos enamoramos —continúa—. Después de unos meses, nos hicimos novios oficiales. Todo fue rápido: nos mudamos juntos y al principio todo fue… bien, como cualquier pareja de 26 años. Pero después de un par de años, todo se volvió monótono, casi una rutina.
»La empresa pasó por una mala racha y tuve que quedarme día y noche trabajando; así fue durante varios meses —prosigue—. Sonya se quedaba sola siempre, pero nunca vi un problema en eso. Si alguien te ama, te entiende. Pero me equivoqué.
—¿Qué pasó? —pregunto, con un hilo de voz.
A pesar de la incomodidad que siento al escuchar su historia, también estoy feliz de que se esté abriendo a mí.
—Un día la invité a una reunión de socios; ella fue y allí conoció a uno de mis socios —dice, y empiezo a intuir hacia dónde va la historia—. Vi cómo se miraban, pero pensé que era solo cosa mía, así que no les presté atención.
»Días después, la vi mirando a unos bebés con ilusión en los ojos, así que le propuse tener unos propios —sigue hablando—. Dejó sus anticonceptivos y lo intentamos varias veces…
—Espera —lo interrumpo—. No quiero imaginarme cómo lo hacías con ella.
La imagen me provoca celos intensos.
Landon se ríe suavemente.
—En fin, lo intentamos durante un par de meses, pero nunca funcionó. Nunca quedó embarazada de mí —aclara—. Le sugerí hacerse unos exámenes y salió que todo estaba bien con ella; el problema era yo.
—Lan…
—No quise someterme a pruebas que pudieran confirmarlo; eso me haría sentir aún peor. Días después noté que se distanciaba hasta que un día me dijo que ya no quería seguir conmigo, que yo no podía darle lo que ella deseaba: hijos —señala.
—Pero…
—Déjame terminar, por favor —me pide. Asiento en silencio—. Casi un año después descubrí que estaba embarazada… pero de otro hombre, del socio de mi empresa, ese al que le lanzó miradas en la reunión.
—Dios… es una imbécil —digo, furiosa.
Mi hombre vuelve a reírse.
—Descubrí también que me estaba engañando con él.
—Es una perra, ya la odio —gruño, sintiendo la indignación crecer en mí.
—Pero ya quedó en el pasado —me dice, dándome un beso—. Ahora te tengo a ti, y lo que siento por ti es muy diferente a lo que sentía por ella.
Le sonrío y le doy un beso más apasionado.
—Te quiero mucho, mucho —le digo.
—Yo más, nena.
Me acomodo más en su pecho y suspiro antes de hacerle esta pregunta:
—¿Y tú, Lan? ¿Querías tener hijos?
Él sonríe con nostalgia.
—Claro, todavía lo anhelo —responde—. Y no para tener un heredero, sino para tenerlo en mis brazos cuando llore, para enseñarle a jugar al fútbol cuando esté grandecito, o contarle un cuento de princesas antes de dormir si llegara a tener una hija. Quiero saber y sentir ese amor incondicional.
Mis ojos se llenan de lágrimas. La presión en mi pecho crece con sus palabras. Landon quiere tener hijos, pero la vida no se lo permite.
—Amor, pero… puedes adoptar un bebé. Puedes criarlo y vivir esa experiencia maravillosa —le digo, tratando de reconfortarlo.
—Lo sé, pero no es lo mismo, ¿sabes? Sabiendo que no viene de ti… hmm, no sé —musita, mostrándose vulnerable—. Pero no descarto la posibilidad de que adoptemos.
Le sonrío y… espera, ¿habla en plural? ¿Se refiere a nosotros? Abro los ojos y me separo un poco de él. Lo nuestro fue rápido: nos conocimos, me atrajo, tuvimos sexo, nos enamoramos… y ahora me dice esto. Siento que vamos muy rápido, pero no me importa; lo quiero tanto que si me propone casarnos para adoptar un bebé, lo haría sin pensarlo dos veces.
—¿Adop...temos? ¿Los dos?
—Claro, nena, en un futuro; cuando tú termines tus estudios universitarios y… todo eso.
Sonrío feliz y, agarrando su rostro, lo beso mientras me pongo a horcajadas sobre él.
—Yo aceptaría ser madre de un bebé que adoptemos los dos —le digo antes de besarlo nuevamente.
Él agarra mis nalgas y las aprieta a través del pantalón.
—Te quiero y, aunque tengo muchas ganas de hacerte mía —me dice entre besos—, tengo hambre… de comida.
Río.
—Está bien, prepararé algo.
—No, desayunaremos fuera —se levanta—. Iré a bañarme.
Se dirige al baño sin olvidarse de darme un beso. Landon tiene algunas cosas aquí. Cuando decidí quedarme en mi departamento, acordamos que él tendría algunas de sus pertenencias aquí para no tener que irse al suyo cada vez que se quedara. Yo también tengo algunas cosas en su departamento.
Me levanto y me dirijo a la sala. Allí todavía están nuestras ropas; las recojo y las pongo en el cesto de la ropa sucia.
Cuando Landon sale del baño, se viste de manera casual y salimos a desayunar. Pasamos un día muy agradable y nos sentimos libres.
❤️🔥❤️🔥❤️🔥
—Está bien, nena, te veo en mi departamento entonces.
—Sí, nos vemos. Te quiero.
—Y yo a ti.
Cuelgo el teléfono después de eso. Estaba hablando con Clarissa y acordamos que se quedaría en mi departamento durante estos tres días.
Me siento más libre con Clarissa desde que le conté mi historia hace tres días. Lo había mantenido en secreto, pero sabía que no podría ocultarlo para siempre. Temía su reacción; pensé que podría verme de manera extraña o que se alejaría de mí, pero no fue así. Me entendió, me escuchó y no se alejó.
Le dije que en el futuro adaptaremos nuestra situación, claro está, pero lo haré con ella. No me imagino con otra persona que no sea Clarissa; no me veo envejeciendo al lado de alguien más. La quiero para siempre.
Ahora estoy en mi oficina revisando los balances de mis empresas en la computadora. Confirmo reuniones con socios y analizo posibles pequeñas empresas en las que invertir.
De repente, alguien toca la puerta y luego la abre. Veo la cabeza de mi secretaria asomarse.
—Señor, su…
Otra persona interrumpe al abrir la puerta de golpe.
—¡Dios! ¿Cómo es posible que tenga que anunciarme para poder entrar? ¡Soy tu madre, Landon Hamilton Davis!
La voz chillona de mamá casi me rompe el tímpano.
—Son las reglas. Y hola, madre, estoy bien, gracias por preguntar —ironizo.
—Reglas nada. Soy tu madre y puedo entrar cuando quiera sin avisar.
—Está bien, madre. ¿Qué haces aquí?
—¡¿Qué hago aquí?! ¡Me enteré de que tienes novia, Hamilton! ¡Novia!
Ruedo los ojos.
—Sí, mamá, ¿y eso qué?
—Que soy la última en enterarme, Landon.
—Casi cumplo 34 años, madre; ya no tengo que estar detrás de ti contándote cada cosa que me pasa —le digo mientras me levanto—. Sobre mi pareja, te lo iba a decir más adelante, pero parece que se adelantaron.
—No te hubieran adelantado si me lo dijeras a mí primero.
—Lo siento, madre, pero ya, cálmate.
Ella niega con un bufido y se sienta en el sofá. Voy hacia la mini-nevera que tengo y saco una botella de agua. Me siento al lado de mamá y le ofrezco el agua. Ella bebe un sorbo y suspira.
—Y yo que pensaba que te casarías con la duquesa Yherika —dice, y yo río.
—Estás loca, mamá…
—Respeta. Pero cuéntame, ¿por qué cambiaste tu número, Landon?
—El otro se me perdió —miento—. Y olvidé decírtelo.
En realidad, lo había cambiado para que dejara de llamarme cada día a todas horas. La amo, pero ya estoy demasiado grande para que esté siempre detrás de mí.
—Ajá, y sobre tu novia, ¿cómo se llama? ¿Es de dinero? ¿Cuántos años tiene? ¿Trabaja?
Trago fuerte. Mi madre es de esas mamás que evalúan el estatus social de las personas antes de aceptarlas. Siento un temor latente de que trate a Clarissa con indiferencia cuando la conozca. Sin embargo, estoy decidido a estar con mi chica, independientemente de la aceptación de mi madre; quiero construir un futuro con ella.
—Se llama Clarissa, es todo lo que conocerás de mi. Lo demás lo harás por parte de ella —le digo.
Veo que mi madre palidece ante mis palabras, mientras yo me mantengo neutro, sin mostrar ninguna emoción.
—Pero… Landon, ¿Por qué eres así?
—Ya estoy viejo, mamá, ya sé lo que puedo o no hacer.
Ella suspira.
—¿La conoces bien? ¿No será una caza fortuna?
—La conozco lo suficiente como para saber que no es así.
Mi madre, para mí sorpresa, asiente.
—Está bien, confío en tu elección.
Sí, estoy realmente sorprendido. Pensé que se volvería loca gritándome y repudiando a Clarissa. Pero parece que me equivoqué.
—Por cierto, dime qué no saliste a tu padre y que no es menor que tu. —me mira con sus ojos saltones.
Me río.
—Siento decepcionarte mamá.
—¡Landon! ¿Que edad tiene? ¿Veinticinco?
Niego.
—¿Veintiocho?
Vuelvo a negar.
—Cristo, Landon, dime.
—Vientiuno, cumplirá veintidós el mismo día que yo.
—¡¿Doce años?! ¡Estas loco, Hamilton, loco!
Rio a carcajadas por su cara sonrojada.
Seguimos hablando y me pide disculpas por haberme sonsacado durante todos estos años y por buscarme prospectos de chicas con dinero. Me dice que seguiré mi vida y que ya no me molestará más. Me siento un poco mal, pero la entiendo.
Después de un rato, me pide que le enseñe una foto de Clarissa para verla. Le muestro una imagen, pero también le prometo que las llevaré a cenar para que se conozcan.
•••
que lastima que Lando no pueda tener hijos.
Nos leemos luego. 🫶🏾
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