Capítulo 17: Dolor.
⚠️: Tema fuerte y delicado.
Me estiro en la cama, intentando despegar los párpados que parecen sellados por la hinchazón. Respiro hondo, pero el aire se me atraganta en la garganta. Ayer, Landon me llamó. Dos largas semanas desde que se fue, y ahora dice que no regresará esta semana tampoco. Los problemas en la empresa se han agravado, pero no es eso lo que me duele. Cuando colgué, me sumergí en internet, aturdida, buscando su nombre. Lo que descubrí me atravesó como un puñal.
Las noticias de Londres inundaron la pantalla, y allí estaba él, sonriente, al lado de una mujer rubia que entraba en un lujoso restaurante. El artículo rezumaba desprecio:
“… El gran empresario y dueño de una cadena de hoteles fue visto con una mujer rubia entrando al restaurante de Don Giorgio. Se les observó cenando alegremente. ¿Será esta mujer la nueva novia de Hamilton?”
Las imágenes me golpearon con una fuerza implacable. La tortuosa danza del dolor en mi pecho me hizo perder el aliento, pero, como la masoquista que soy, continué leyendo.
“… Landon Hamilton fue visto de la mano con una mujer en uno de sus hoteles. Esperamos declaraciones, pero nunca llegaron. ¿Nueva novia o una mera aventura?”
Mis lágrimas comenzaron a brotar como una cascada imparable. Era la misma mujer rubia del restaurante, sonriendo, disfrutando, mientras yo me desmoronaba. La verdad era innegable: Landon me estaba mintiendo. No había estado en Londres por su trabajo, lo estaba haciendo por ella.
El llanto me sobrevino, y me dejé llevar, derramando lágrimas hasta que quedé dormida, agotada de esperanzas marchitas y sentimientos no correspondidos.
Sacudo la cabeza cuando las lágrimas vuelven a amenazar con escapar. Savannah vendría hoy a conocer el departamento, y necesito estar lista. Me levanto, dirigiéndome al baño para atender mis necesidades y lavarme el rostro con agua fría. Quiero deshacerme de la hinchazón que recuerda la traición de Landon.
Después de vestirme con un conjunto casual, voy a la cocina para preparar un desayuno-almuerzo, ya que son cerca de las doce. Mientras me alimento, la falta de ganas me invade. Lavo los utensilios con la mente en blanco, arrastrando los pies hacia la sala, donde decido ver algo de televisión.
Justo cuando comienzo a cambiar de canal, suena el timbre de la puerta. Miro el reloj, faltan aún cuarenta minutos para la llegada de Savannah, y una tensión inexplicable se apodera de mí. Camino hacia la puerta y la abro lentamente, encontrándome con una figura que no esperaba.
—¿Mamá? —la sorpresa me inunda. —¿Qué haces aquí? ¿Por qué no llamaste?
Mi madre no muestra ninguna expresión, y su silencio me inquieta. Se cuela en el apartamento sin responder a mis preguntas. Estoy a punto de cerrarla, preocupada, cuando me pregunta:
—¿Con quién has dejado a Tom y Ed?
—Con la vecina —responde de manera tajante.
—Mamá…
Ella me interrumpe, dejando caer la bomba que me deja paralizada.
—Así que es verdad. Estás de ramera.
Las palabras caen sobre mí como un balde de agua fría, y siento como si me hubieran disparado. La negación brota de mis labios, un intento desesperado de protegerme.
—¿De qué hablas, mamá?
—De que te estás vendiendo como una prostituta, de eso estoy hablando.
Sus ojos no titubean; no hay un rastro de arrepentimiento en su rostro. No puedo creer lo que estoy escuchando, y la confusión me anudan la garganta. No sé quién le ha mentido, pero la distorsión de la verdad me hiere.
—No, mamá, estás equivocada —insisto, mi voz temblando—. Déjame explicarte.
—¡Pero me lo estás confirmando, Clarissa! —grita, su voz retumbando en las paredes. —No tienes que explicarme nada. Sé que te prostituyes, que este departamento es el pago de tu cuerpo. El dinero que gastaste en los medicamentos vienen de la misma fuente.
Su mirada se endurece, penetrante y acusadora, y es como si cada palabra me desgarrara más. Me tambaleo, el desprecio que siento por mí misma se hace abrumador.
—Solo me pregunto en qué he fallado como madre —continúa, mientras mis lágrimas empiezan a caer—. No teníamos mucho, pero siempre hubo amor y dignidad. Nunca se me pasó por la mente vender mi cuerpo en los momentos más difíciles.
Un sollozo profundo me sacude. Mis sentimientos de vergüenza y desilusión explotan, el peso de sus palabras me aplasta, dejándome sintiéndome más sucia y perdida que nunca. No imaginé que su reacción podría ser tan devastadora.
—Me siento tan decepcionada. Has mirado mi cara de tonta y me has mentido sin pudor —sigue hablando, su voz llena de reproche—. Y yo, pensando que estabas trabajando, que tenías un trabajo decente y no de pu…
—Mamá… —la interrumpo—, por favor, deja de decir eso —gimoteo, tratando de contener las lágrimas que amenazan con desbordarse de mis ojos.
—Es lo que eres —refuta con desdén, su mirada es fría pero la decepción se nota aún más.
Las palabras caen sobre mí como un golpe, y la sensación de injusticia me consume.
—No lo entiendes, mamá. Lo hice por ustedes, para que Edward pudiera tener una oportunidad —digo, mis palabras entrecortadas por el llanto—. Tú no hacías nada y...
¡Zas! Un golpe seco interrumpe mis palabras.
Mamá nunca me ha tocado. En ocasiones nuestra relación ha sido tensa, pero jamás había cruzado la línea de la violencia. La quemazón de la cachetada me deja temblando, como si el mundo que había conocido se estuviera desmoronando.
—Prefiero morirme a tener que hacer algo así —dice con desprecio.
«No lo puedo creer».
—¿¡Es en serio, mamá?! —exclamo, la ira y el dolor desbordándose en mi pecho—. ¿Prefieres ver a tu hijo morir en vez de hacer algo por ayudarlo?!
¡Zas! Otro golpe.
—Respétame, no me grites —me reprende, su voz temblando, de rabia o tristeza—. Solo porque eres mayor y te vendes, no significa que tengas derecho a gritarme.
Con movimientos rápidos, saca una carpeta de su bolso y la abre. Las fotografías caen sobre la mesa como cuchillos, revelando de Landon y de mí, capturas de momentos que alguna vez fueron felices. Días de risas y conexión.
—Sé que este hombre no es el dueño de este departamento; es uno de tus clientes. Uno muy importante, por lo que veo —dice, su tono implacable.
Los recuerdos de los días compartidos con Landon se convierten en cenizas. Estoy paralizada por el horror de que mi madre haya visto todo esto. ¿Quién diablos le ha hecho esto?
—No, mamá, déjame explicarte. Las cosas no son como crees… —mi voz tiembla, desgarrada por la desesperación.
—No me interesa escuchar tus mentiras, Clarissa. Y no quiero tu sucio dinero.
Sin darme la oportunidad de defenderme, sale del departamento, dejándome sola. Quedo ahí, paralizada, las lágrimas fluyen como un torrente. Me siento en el sillón, abrazando mis rodillas contra el pecho, tratando de ocultar mi dolor.
«Necesito a Landon». Lo anhelo más que nunca, desearía que estuviera aquí, que me abrazara y me dijera que todo estará bien. Las lágrimas caen con más fuerza al darme cuenta de la cruel ironía: él probablemente está con otra, mientras yo aquí me desmorono con el corazón roto.
Mi escondite emocional se quiebra cuando escucho la puerta abrirse de nuevo. Alzo la mirada y me encuentro con una figura inesperada.
—¿Oliver? —pregunto, mi voz tiembla en un tono defensivo.
—He escuchado que eres una mujer de compañía, y honestamente, necesito algo de eso. He tenido un día horrible —dice, acercándose con una sonrisa que no alcanza a sus ojos.
—Vete. No sé de qué estás hablando —mi voz tiembla, el instinto de autodefensa despertando en mí.
—Oh, claro que lo sabes. ¿Te suena el nombre de Virgiuls? O, ¿qué tal Landon?
Quedo paralizada, el mundo a mi alrededor se detiene.
—¿Cómo sabes eso? —pregunto, mi voz apenas un susurro.
—Digamos que he hecho algunas indagaciones—se encoje de hombros de manera despreocupada—. Así como otros te han tomado, yo también tengo interés en hacerlo. Después de todo, no me diste la oportunidad antes.
Sin previo aviso, se lanza sobre mí.
No lo veo venir; el impacto me tumba al sillón. Él se sienta sobre mí, presionando con sus piernas las mías, asegurando mis brazos con una fuerza inhumana. Mis intentos de moverme son en vano, el miedo se apodera de mí mientras sus labios encuentran mi cuello.
«Dios mío, me va a violar»
Me sacudo, el pánico creciendo en mi pecho y las lágrimas comienzan a fluir.
—¡Suéltame! ¡Por favor! —grito entre sollozos, tratando de luchar contra su agarre.
—¡No! Ahora voy a hacer lo que siempre quise —gruñe con rabia, sus palabras como un eco distorsionado en mi mente.
Mordisquea mis senos, y la repulsión me invade. La memoria de esa otra noche amarga, de la vez que un extraño intentó hacer lo mismo, inunda mi mente y lloro, el miedo apretándome el corazón.
Sus manos buscan adentrarse en mi short, lucho con todas mis fuerzas, pero su agarre es firme. Aprovecho un instante en el que afloja un poco y le doy un golpe en sus partes. Él se aparta, llevándose la mano a la entrepierna. Sin perder tiempo, me levanto y corro hacia mi habitación, pero antes de que pueda cerrar la puerta, él me atrapa.
De repente, me lanza nuevamente sobre el sillón, arrancándome la blusa. Me quedo desnuda de cintura hacia arriba, el aire helado golpeando mi piel expuesta.
—Qué deliciosa vista —gime, y siento asco al escuchar su voz.
—¡No! Por favor, Oliver, déjame —lloro, la desesperación apoderándose de mí.
«Quiero desaparecer de este instante».
Con un movimiento brusco, arranca mi short. Grito.
—¡No! ¡Ayuda! —grito con todas mis fuerzas, esperando que alguien me escuche.
—¡Cállate, puta! —grita, golpeando mi muslo con una mano.
Siento una mezcla de terror y desesperación mientras sus dedos se deslizan hacia el borde de mi braga. En ese momento, escucho un golpe seco y veo a Oliver caer al suelo. Mis ojos, hinchados y llenos de lágrimas, logran distinguir la figura de mi amiga Savannah, con un palo en la mano.
Al instante me siento fría, un escalofrío recorre mi cuerpo al ver que ella se quita la chaqueta de mezclilla y me envuelve con ella.
—Lo siento —me susurra, su voz temblorosa—. Siento no haber llegado antes.
Me acurruco en sus brazos, y mi mejor amiga me abraza con fuerza. En silencio, lloro, el miedo y la angustia aún atenazándome. Finalmente, le susurro que quiero ducharme, y ella me ayuda a caminar hacia el baño, mis piernas temblando como hojas.
Cuando llegamos, corro hacia la tina y abro el agua fría, empapando la chaqueta de Savannah y las bragas que me hice. No puedo detener las lágrimas mientras restriego mis manos por mi piel, tratando de borrar la sensación de asco que me invade.
—Clari, ya. Ven, vamos a cambiarte —dice, preocupada mientras me mira con ojos llorosos.
Me levanto y tomo una toalla, envolviéndome con ella. Camino hacia la habitación, dejando que la tirantez en mi pecho se disuelva un poco en el abrazo de Savannah. Me tumbo en la cama y me acomodo en posición fetal, el llanto desbordándose nuevamente.
—Estuvo a punto de violarme —sollozo, incapaz de contenerme.
—Shh, tranquila, bebé. Ya pasó, ya pasó —Savannah acaricia mi cabello húmedo con ternura—. ¿Quieres descansar un poco?
Asiento, sintiéndome agotada.
—Pero primero hay que quitarte esa toalla mojada.
La miro mientras busca ropa en el armario. Cuando vuelve, me pasa algunas prendas y me pide que me las coloque. Las visto con manos temblorosas, tratando de recuperar un poco de control.
—Voy a salir a hablar con el gerente —me avisa mi amiga—. No entiendo cómo pudo entrar aquí.
—Está bien… gracias, Savy —murmuro, sintiéndome un poco más tranquila.
—Te quiero, Clary, y siempre estaré aquí para ti —me da un beso en la frente y se marcha, dejándome sola en un mar de pensamientos y emociones.
Cierro los ojos con fuerza, intentando desplazar de mi mente la imagen de lo que casi ocurrió. El miedo se aferra a mí, pero en medio de todo, anhelo a Landon más que nunca. Me gustaría que estuviera aquí, que me abrazara y me ofreciera palabras cálidas que me reconfortaran.
Con esos pensamientos, finalmente me sumerjo en el sueño, dejando que la fatiga me envuelva mientras las lágrimas se disipan en el silencio de la noche.
😭😭😭
—¿Dónde está? —escucho una voz familiar, grave pero reconfortante, resonar del otro lado de la puerta.
—En la habitación —responde alguien más.
No tengo idea de cuánto tiempo he estado dormida, pero soy consciente de que es de noche; la luz de la luna se cuela por el balcón, iluminando tenuemente la habitación. Me enrollo aún más en las sábanas, buscando consuelo en su suavidad, pero mis ojos empiezan a brillar con lágrimas nuevamente.
El sonido de la puerta abriéndose me hace contener la respiración. Cierro los ojos, deseando que crean que estoy dormida. Pero entonces un aroma familiar me envuelve, como un cálido manto en una noche fría. Él llega, y en un instante me abraza, sujeta mi cuerpo contra su pecho.
Un sollozo escapa de mis labios, y me dejo llevar por la sensación de su cercanía. No siento rechazo ni miedo mientras su esencia me envuelve, como un refugio en medio del caos.
—Shh, ya nena —susurra Landon, su voz suave y calmada. —Ya estoy aquí, ya estoy aquí.
«Está aquí, para mí, por mí».
—Landon... —mi voz se quiebra con la emoción y las lágrimas—. Te extrañaba tanto.
—Y yo, nena, yo también te extrañaba —responde, girándose hacia mí. Su rostro se dibuja en mi mente, marcado por una tristeza profunda—. Lo siento por no estar aquí a tiempo.
Lo miro detenidamente. Su cabello desaliñado, la falta de su chaqueta, la camisa desabotonada que deja entrever su pecho, todo en él habla de la urgencia de su llegada. Sus ojos, brillantes y llenos de arrepentimiento, me miran con una intensidad que me quita el aliento.
—Pero ya estás aquí —me aferro a él, dejando que mi cuerpo confíe en el calor del suyo.
«Lo quiero tanto».
—Ya estoy aquí y no me iré —promete, su voz cargada de sinceridad mientras besa suavemente mi frente.
En ese instante, una oleada de amor me inunda. Confirmo nuevamente que estoy completamente enamorada de él, hasta la médula. La vulnerabilidad con la que me sostiene me hace sentir viva, y poco a poco, el dolor y la angustia se disipan, dejando espacio para el alivio. Cierro los ojos, dejándome llevar por el momento, abrazada a su fuerza, sintiendo que estoy a salvo.
El mundo exterior puede ser un lugar oscuro y aterrador, pero en sus brazos, todo parece posible. Sin palabras, encontramos un lazo que trasciende el dolor, una promesa silenciosa de que, juntos, podemos enfrentar cualquier cosa.
Landon es mi refugio, y en su abrazo, encuentro el consuelo y la valentía que tanto necesito.
•••
Quería eliminar este capítulo.
(Pero si eliminé el extra que venía después de este, lo siento innecesario, la verdad)
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