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Capítulo 12: Lo disfruté.

El viento helado acaricia mi rostro, provocando un ligero temblor en mi cuerpo mientras abro los ojos. La habitación está sumida en la penumbra, con solo un rayo de luz lunar filtrándose por la ventana. En ese instante, vuelvo a la realidad, y mi mente se inunda con los recuerdos de esta tarde junto a Landon. Quisiera hundirme en el colchón, ahogada por la vergüenza, pero la verdad es que disfruté cada momento. Cada caricia, cada beso, cada embiste delicado... todo fue un deleite. Anhelo encontrarlo a mi lado, deseando que me abrace al girar, pero esa esperanza se desvanece al darme cuenta de que no está allí. Mis ojos comienzan a arder al comprender que ha logrado lo que quería: poseerme.

Con esfuerzo, me incorporo y trato de salir de la cama, sintiendo la vulnerabilidad de mi desnudez. Un leve dolor en mi entrepierna me arranca un quejido involuntario, y regreso a recostarme, permitiendo que las lágrimas fluyan en silencio. Me siento como una mujer despojada de su dignidad. En un impulso, me giro de lado, abrazando mis rodillas y haciendo una mueca por la molestia. Savannah viene a mi mente; sé que ella estaría preocupada y, con su naturaleza exagerada, incluso podría pensar en llamar a la policía... Pero esos pensamientos se desvanecen cuando escucho una puerta abrirse. Cierro los ojos instintivamente, y las lágrimas que había retenido caen sin control. Un aroma varonil invade mis sentidos y siento cómo el colchón se hunde detrás de mí.

—Nena… ¿por qué lloras? —su voz resuena en la oscuridad.

Un sollozo escapa de mis labios, esta vez por la sorpresa. «Joder, Landon si estaba aquí». Me giro y lo abrazo con fuerza, hundiendo mi rostro en su cuello. Mi pecho se pega al suyo, sin importarme la desnudez; ya hemos cruzado esa frontera. Él lleva un chándal, sin camiseta.

—No respondiste mi pregunta —insiste suavemente.

—Pensé que… que te habías ido y… me sentí…

—Lo siento. Estaba en el baño —me acerca más a él.

Permanecemos así, sintiendo el calor de nuestros cuerpos. A través de su chándal, percibo cómo su deseo crece contra mí. Mi respiración se acelera al notar su dureza, un tirón en mi vientre me hace suspirar. Con manos temblorosas, aparto mi rostro de su cuello y empujo su nuca para unir nuestros labios. Él responde al instante, sus manos ahuecando mis nalgas y atrayéndome hacia él. La conexión entre nuestros labios es electrizante.

—Clarissa... —separa nuestros labios—. No puedo hacerte mía otra vez; sé que estás adolorida.

—No importa... Y-yo quiero —admito, sintiendo cómo el rubor me invade.

—Nena —su voz suena como una advertencia, cargada de deseo.

—Por favor… —suplico, mientras mi mano tímida se desliza hacia su entrepierna, acariciando su gran polla a través del chándal.

Cierra los ojos y suspira, luego baja rápidamente su pantalón y bóxer, revelando su perfecta virilidad. Toma un condón de la mesita al lado de la cama y se tumba a mi lado, colocándose la protección. Lo veo deslizarlo con destreza sobre su miembro, y una oleada de excitación me recorre.

—Ven, súbete —me dice, y en ese instante, la excitación toma el control de mi cuerpo.

Me siento en su regazo; Landon me agarra de la cadera y me jala hacia él, haciendo que la punta de su entrepierna roce la mía.

—Dolerá un poco, pero en esta posición sentirás más mi polla —su voz ronca me eriza la piel.

Abro mis piernas, permitiendo que mi cuerpo se prepare para recibirlo. Lentamente, comienza a introducirse en mí; la presión es intensa, pero no duele como antes, es más bien un ardor placentero. Mis sentidos se disparan al ver cómo nuestros cuerpos se unen, y siento que la excitación me invade, haciéndome mojarme aún más, facilitando su entrada.

—Ah… —jadeo cuando su dedo frío empieza a masajear mi clítoris.

Nos quedamos quietos por un momento, mientras su dedo traza círculos lentos sobre mi protuberancia. Pequeños gemidos escapan de mis labios, y como si mi cadera tuviera vida propia, comienza a moverse hacia adelante y hacia atrás, ignorando cualquier molestia.

—Despacio —dictamina Landon, mirándome intensamente a los ojos.

Su dedo deja de acariciar mi clítoris y agarra mis caderas, comenzando a empujar. Salgo lentamente de él, y él me adentra de nuevo. La fricción es exquisita, y no puedo evitar pensar «creo que me volveré adicta». Lo agarro por los hombros y estampo mis labios contra los suyos. Nos besamos, y él sigue uniendo nuestros cuerpos en un vaivén lento. 

—No te acostumbres, nena, no soy de hacerlo lento —susurra contra mis labios.

—Pero… me gusta… —jadeo, sintiendo cómo el deseo crece.

—¿Te gusta, eh? —responde, jadeando igual. 

—Si… ah, mucho. 

—Pero no soy de hacerlo lento.

Landon acelera un poco el ritmo. Mi vientre se contrae, y sé que estoy cerca del clímax.

—Más...

Hamilton cumple mi deseo, y me da más. El vaivén se vuelve rápido, hasta que ambos explotamos en un orgasmo, gritando nuestros nombres. Me dejo caer sobre él, recuperando el aliento en su cuello mientras él me abraza. Tras un momento, se levanta y se dirige al baño.

Me envuelvo en las sábanas arrugadas, buscando refugio del viento frío que se cuela por la ventana abierta. Con un suspiro, agarro mi pequeño bolso, que milagrosamente se encuentra en la mesita al lado de la cama, y lo abro en busca de mi teléfono. Al encenderlo, varios mensajes de Savannah iluminan la pantalla.

»Savannah: 
Clari, ¿estás bien? 
Espero que lo estés disfrutando.«

Horas después de ese primer mensaje, llegan más.

»Savannah: 
Estoy algo preocupada. 
No has enviado nada. 
¿Tengo que llamar a la policía?«

Como ya imaginaba, Savannah no dudaría en hacerlo. Respondo rápidamente que estoy bien, que solo estaba durmiendo y que le contaré todo cuando llegue a su casa. Bloqueo el teléfono y lo guardo nuevamente. Landon sale del baño y le sonrío, pero él no me devuelve la sonrisa. Se pone un bóxer y un chándal, dándome la espalda mientras lo hace.

—Alguien vendrá a traerte comida y ropa para que te puedas ir —dice, sin mirarme.

—¿Qué? —pregunto, perpleja.

—¿Qué esperabas? —esta vez se vuelve hacia mí—. ¿Que me quedara contigo y te hiciera mimos? ¿Que te diera besos hasta que te quedaras dormida? Esto es puro sexo, Clarissa, nada más.

Un nudo se forma en mi garganta al verlo levantarse y recoger una camiseta y unas zapatillas deportivas del sillón en la esquina. Mis ojos arden con ganas de llorar, y cuando Landon se dirige hacia la puerta, le lanzo:

—Vete a la mierda, Landon Hamilton.

Se queda estático con la mano en el picaporte tras mis palabras. Lo veo negar con la cabeza antes de abrir la puerta y salir. Aparto un par de lágrimas que han brotado de mis ojos y me levanto para dirigirme al baño, caminando con las piernas un poco separadas. El baño es espacioso, con azulejos blancos y brillantes. Me miro en el espejo: mis ojos brillan y mi rostro está sonrojado, pero eso es solo por las lágrimas reprimidas. Me meto en la ducha y dejo que el agua caliente caiga sobre mi cuerpo, relajando mis músculos. Me lavo con jabón y aclaro mi cabello. No quiero pensar demasiado en lo que pasó con Landon; me pagó, disfruté y ya está. Otras chicas en mi situación podrían haber estado violadas y golpeadas.

Envuelta en una toalla, pienso en qué ponerme para salir de este hotel. Al abrir la puerta, pego un brinco de sorpresa.

—Lo siento, señorita —se disculpa una chica—. El señor Hamilton me mandó a traerle algo de comer y ropa.

«Puto Hamilton»

—No te preocupes y… gracias —respondo, tratando de ocultar mi molestia.

Ella asiente y se retira. Miro hacia la cama, ahora acomodada; imagino que fue ella quien lo hizo. Sobre la colcha hay una bolsa y una bandeja con comida: un sándwich, un picadillo de frutas y un jugo. Reviso la bolsa y lo primero que encuentro es un chándal femenino, unas panties de algodón, un brassier y una blusa básica blanca. Seco bien mi cuerpo antes de vestirme y comer lo que trajo. Me sorprende la consideración de Landon; después de lo que hicimos, podría haber actuado como un completo idiota.

Después de comer, peino mi cabello con los dedos y busco mis tacones; no tengo otra opción. Bajo por el ascensor y, al llegar al vestíbulo, camino hacia la salida en busca de un taxi cuando…

—¿Señorita Clarissa? —interrumpe un hombre en mi campo de visión.

—¿Sí? —respondo.

—El señor Hamilton me mandó a llevarla a su casa —me dice.

«Puto Hamilton x2»

Asiento y le ofrezco una sonrisa tímida. Él me indica que lo siga, y lo hago hasta que llegamos a un auto. Me abre la puerta y me subo, indicándole la dirección de Savannah; no tengo ganas de regresar a casa.

Reclino mi cabeza contra el asiento con los ojos cerrados, pensando en cómo me estoy volviendo adicta a Landon, en cómo me está gustando mucho este maldito señor Hamilton.

❤️‍🔥❤️‍🔥❤️‍🔥

Dios bendiga el coño que acaba de embrujar mi polla.

No hay dudas, su cuerpo es un templo, y estar entre sus piernas se siente como una bendición divina. Tenerla en mis brazos fue un éxtasis que me aterrorizó, y por eso actué como un idiota al final de nuestra segunda vez. No quiero confundirla ni confundirnos a nosotros mismos. No temo enamorarme; lo que realmente me asusta es que ella se enamore de mí y yo no pueda darle lo que necesita, que la decepcione y que, al final, se aleje.

Cada gemido que escapaba de sus labios encendía mi deseo, y el simple recuerdo de cuán estrecha es su intimidad me dejaba sin aliento. ¡Mierda! Podría quedarme atrapado en este momento para siempre y no necesitar nada más.

Hablé con una amiga que tiene una tienda de ropa y le pedí que le llevara algo a Clarissa rápidamente al hotel. También mandé a traer algo de comer y arreglé para que un chofer la llevara a su casa, evitando que tuviera que buscar un taxi a estas horas de la noche. Sí, puedo comportarme como un idiota, pero eso no significa que no sea caballero con ella, solo con ella.

—¿Qué haré ahora? —me pregunto aún en mi auto, sin haber salido del hotel.

Pensé que hacerla mía me dejaría satisfecho, que podría dejarla en paz, pero fue todo lo contrario. Quiero más, mucho más de ella.

Sacudo la cabeza y enciendo el auto, decidido a salir. Al llegar a mi departamento, me quito la ropa y entro al baño para darme una ducha rápida. Luego me tiro en la cama, exhausto, ya que no pude dormir en el hotel por quedarme observando al ángel que dormía entre mis brazos.

•••

La mañana siguiente, el sonido de mi teléfono me despierta. Es una llamada de mi madre. Me extrañaba que no hubiera llamado en días.

—Mamá.

¡Hijo! ¿Cómo estás? No sabía de ti desde hace tiempo.

—Bien, mamá —le respondo, aún con los ojos cerrados—. ¿Y tú? ¿No estabas de viaje?

Todo bien, ya regresé de París. Te traje algunas cosillas a ti y a las gemelas.

—Qué bien, mamá—contesto, intentando despejarme.

Hijo, ¿sabes a quién vi?

—No, mamá. ¿A quién?

A Sonya, estaba con su hijo y su esposo.

Me aprieta el pecho. Sonya fue mi exnovia, estuvimos juntos más de cinco años, y me dejó por algo que no pude darle a nadie.

—Me alegro, madre.

Lan, ¿cuándo formarás una familia? Ya tienes treinta y cuatro.

—Madre, decidiré cuándo y con quién, ¿de acuerdo?

Tengo algunas mujeres en mente que…

—No, mamá. No quiero a ninguna de esas mujeres. Así que cancela a todas las candidatas.

Hijo

—Adiós, madre—interrumpo, cortando la conversación—. Tengo cosas que hacer.

No quiero ser grosero, pero odio cuando me presiona con eso.

Me lavo los dientes y salgo a la cocina a preparar un desayuno. Es domingo y le doy el día libre a mis empleados, así que tengo que hacerme algo. Después de unos huevos revueltos, agarro mi teléfono y escribo un mensaje, enviándolo rápidamente antes de que la duda me detenga.

Yo:

»Deja el trabajo, porque quiero que estés a mi disposición siempre. Quiero verte en dos días.«

Espero que este mensaje no haga que Clarissa me mande a la mierda como lo hizo ayer. Sonrío al recordarlo.

•••

Feliz año nuevo. ❤️‍🔥

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