Capítulo 10: Eres hermosa.
La semana pasó volando, entre las visitas a la casa de Savannah para ayudarla con sus estudios y mis turnos en el Bluebar. Me aseguré de seguir al pie de la letra las recomendaciones de la doctora, tomando mis vitaminas como un reloj. Hoy, finalmente, voy al banco para abrir una cuenta. Savannah se mostró fascinada y se alegró por mí cuando le conté que Landon me pagaría un millón al mes. Sin embargo, no pude evitar sentirme ofendida; le expliqué que eso me hacía sentir como una prostituta. Ella se disculpó y pareció apenada por mis palabras.
Detengo un taxi y le indico al conductor que me lleve al banco. Asiente y me acomodo en el asiento trasero, sacando mi bolso y buscando mi teléfono. Le envío un mensaje a mamá para preguntar cómo está Edy. Hace un par de días, Edward tuvo otro ataque de tos y lo llevamos al hospital. El doctor que lo atendió anteriormente está allí y me dijo que necesitaba los medicamentos con urgencia. Mamá se desesperó y mencionó que vendería su televisor y algunas cosas más. Intenté tranquilizarla, asegurándole que yo me encargaría, pero sus ojos reflejaban una preocupación que no podía ocultar.
Justo en ese momento, mi teléfono vibra con una notificación. Al principio pienso que es la respuesta de mi madre, pero no es así.
»Landon H.
¿Dónde estás?
¿Qué haces?«
El señor Hamilton ha estado en contacto conmigo toda la semana, siempre preguntando si estoy tomando mis vitaminas y cómo me siento. Nuestras conversaciones son breves y se limitan a unos pocos mensajes.
»Yo:
Voy camino al banco.
Voy a abrir una cuenta.«
Es una respuesta concisa; no le pregunto qué está haciendo porque ya sé que no me contestará, lo ha hecho antes.
»Landon H.
Asegúrate de que sea sin límite de fondos.«
Ruedo los ojos, pero tiene razón; con el dinero que va a depositar, necesitaré una cuenta de ese tipo.
»Yo:
Está bien.«
»Landon H.
Avísame cuando la tengas lista.
Hay que ir al hospital para tu chequeo.«
Cierto, hoy tengo que ir para que me revisen y confirmen que estoy bien. No le respondo y…
—Señorita, ya llegamos —la voz del chofer me saca de mis pensamientos. Guardo mi teléfono y busco el dinero para pagarle.
—Aquí tiene, muchas gracias —le digo mientras él asiente y cierro la puerta detrás de mí.
Camino directamente hacia la entrada del banco. Hay una multitud de gente por todas partes; algunos visten traje, otros van más casuales, como yo. Me acerco a una de las ventanillas y le digo a la chica que está allí que vengo a abrir una cuenta bancaria. Ella me entrega un formulario para llenar con mis datos. Al completarlo, me ofrece la opción de abrir una cuenta sin límite de fondos, así que marco esa opción. Finalmente, me pide mi identificación y me indica que pase a una oficina.
Una hora después ya tengo mi cuenta bancaria, y me dijeron que en un par de días fuera a retirar mi tarjeta. Agarro un bus para ir a casa, cuando estoy en el un sentimiento de esos que no sabes si es culpa, tristeza, nervios o todo a la vez me alberga y siento mis ojos arder. El bus se detiene a una cuadra de mi casa, bajo para caminar un poco y aclarar mi mente. Siento que si hago eso con Landon ya no podré escapar de él, me enamoraré, lo sé. Soy muy enamoradiza. Hamilton es confuso y sería muy estúpido enamorarme de un hombre así, sin embargo, mi mente no tiene control con el enamoradizo que es mi corazón… Pero no le diré nada; no le contaré que me gusta y que, con eso, podría comenzar a arrepentirse de haberme escogido, a una menor que aún no sabe lo que es el verdadero amor.
Sin darme cuenta, llego a casa. Al entrar, lo primero que veo es a mamá limpiando.
—Hola, mamá —saludo y me dejo caer en el sofá.
—Hola, hija. ¿Dónde estabas?
—Fui al banco —respondo con sinceridad.
—¿Para qué?
—A crearme una cuenta. Ya no me pagaran en efectivo —miento, tratando de sonar convincente.
Mamá suspira, y se sienta a mi lado entrecerrando los ojos a mi dirección.
—Te conozco Clarissa Maríe, hay algo que no me cuentas —me dice, y trago—. ¿Qué pasa? ¿ya no confías en mí?
Hago un puchero. No es que no confíe en ella, pero me aterra pensar en su reacción ante lo que estoy haciendo y lo que planeo hacer. Se decepcionará, llorará por no haberlo sabido, y se sentirá impotente por no impedirlo. Temería que me llamara prostituta por "venderme", y eso no es en absoluto lo que quiero.
—No es eso, mami. Simplemente estoy organizándome para conseguir dinero. Ya tengo algunos ahorros, y Sav también está ayudando. No te preocupes —le agarro las manos y las aprieto, intentando transmitirle confianza.
Ella me dice que está bien, que confía en mí y que me perdona por cualquier malentendido. Le resto importancia, asegurándole que todo está bajo control. Luego subo las pequeñas escaleras y toco la puerta de la habitación de mi hermanito Tom. Lo tengo un poco olvidado y me gustaría saber si todo está bien con él.
—¿Puedo pasar? —pregunto al no recibir respuesta.
—¡Tú sí, Clari! —responde su pequeña vocecita, llenándome de alegría.
Entro y lo encuentro sentado en su cama, con su cuaderno abierto.
—¿Qué haces? —le pregunto mientras cierro la puerta detrás de mí.
—Algo de tarea.
—Uuh, ¡niño eficiente! ¿Puedo ayudarte? —él asiente con entusiasmo.
Al mirar su cuaderno, una sonrisa aparece en mi rostro. Son matemáticas de una sola cifra: 1+1, 2+1 y cosas así.
—¿No sabes tampoco? —me pregunta con curiosidad.
—Sí sé, peque.
Comienzo a ayudarlo usando mis manos. Él cuenta mis dedos y se alegra al escuchar que su respuesta es correcta. Le pregunto cómo va en la escuela y me responde que está bien, que sus amigos son geniales. Cuando le pregunto si le gusta alguna niña, se sonroja y asiente tímidamente.
—Clari... —me llama cuando se hace un pequeño silencio.
—¿Hmm? —respondo, atenta a su tono.
—¿Mami me quiere?
—Por supuesto que sí, amor. ¿Por qué preguntas eso? —le digo, notando la preocupación en su voz.
—Es que... siempre está pendiente de Ed y ya no tanto de mí —susurra, bajando la mirada.
—Tommy, sabes que Edy está enfermo y le estamos dando el cuidado que necesita.
—¿Entonces tengo que enfermarme para que me quiera?
—¡Claro que no! —niego, con seriedad—. Hablaré con mamá.
—No, no —se apresura a interrumpirme—. Por favor, no le digas nada.
Suspiro y le digo: —Está bien, no le diré nada.
Le repito que mamá nos ama, y que en este momento su atención está en Edward porque lo necesita. Él asiente, comprendiendo poco a poco. Nos despedimos cuando me dice que se va a dormir una siesta y cierro la puerta al salir.
Regreso a la sala, tomo mi bolso con mis cosas y me dirijo a mi habitación. Me tiro en la cama y cierro los ojos. pensándolo bien, yo también necesito una siesta.
•••
Un sonido molesto me hace gruñir. Es mi teléfono. Abro un ojo, estiro la mano para alcanzarlo y contesto la llamada sin mirar quién llama.
—¿Qué? —respondo, todavía soñolienta.
—Joder, mujer, ¿dónde te has metido? —la voz de Hamilton suena visiblemente irritada.
—Lo siento, Lan... —le escucho suspirar—. Me quedé dormida. ¿Qué necesitas?
—¿Te olvidaste que teníamos que ir al hospital?
«Mierda». Lo había olvidado. Me despego el teléfono del oído y miro la hora... Joder, he dormido tres horas.
—No se lo que estés haciendo pero te recogeré en 15 minutos —escucho antes de que cuelgue sin darme tiempo a responder.
Suspiro y me apresuro a darme una corta ducha. Me visto con algo casual; no me gusta ir demasiado arreglada. Bajo y no encuentro a nadie, así que me siento en el sofá con el teléfono en mano y le envío a Sav un mensaje advirtiéndole que la llamaré por la noche para contarle algo. Ella responde rápidamente: «Amo el chisme, vivo por el chisme, moriré por el chisme». Me río y le mando un emoji sacando la lengua.
El teléfono vuelve a sonar y es Landon, avisando que ya está afuera. Salgo y encuentro su auto, así como a él en el asiento del conductor. Rodeo el coche y me subo. Sin decir nada, arranca el motor y nos sumergimos en el atardecer, recorriendo las calles hacia el hospital. Al llegar, Landon apaga el auto y se queda dentro; yo hago lo mismo.
—¿Cómo estás? —pregunta después de un rato, con su voz ronca habitual. «La extrañaba».
—Bien. ¿Y tú?
—Me alegro. Vamos —responde sin contestar mi pregunta y sale del auto.
Frunzo el ceño al verlo. Landon tiene sus rarezas, y me pregunto si me estoy involucrando con un loco. Niego con la cabeza y salgo del coche, apurando el paso hasta alcanzarlo. Empuja las puertas que abren en vaivén y entramos al frío hospital. Hamilton llama a una de las enfermeras que está cerca como si fuera un perro. Me incomoda, así que le aprieto el brazo para que me mire.
—¿Qué?
—¿Cómo puedes llamarla así, como si fuera un perro? —le pregunto, frunciendo el ceño.
—No la llamé como un perro, Clarissa —me replica—. Solo le dije: "Hey".
—¡Bueno! —le respondo—. Es lo mismo.
—Lo que digas, Clarissa —niega con un leve encogimiento de hombros.
La enfermera regresa y nos informa que la doctora nos está esperando en su consultorio. Hamilton entra sin tocar, y yo suspiro hondo, negando con la cabeza.
—Buenas tardes —saluda la doctora Cox.
—Doc, seré directo —la voz seria de Landon me hace cerrar los ojos. «Va a ser un grosero»—. Quiero que sea rápida en lo que vaya a decir o hacer, tengo trabajo que hacer y no tengo mucho tiempo.
Abro los ojos justo cuando Cox intenta hablar, pero me adelanto:
—Landon —le miro fijamente—, si tienes tanto trabajo, puedes irte y dejarme hablar con la doctora tranquilamente sobre mi salud. Luego tomaré un taxi, no te preocupes.
»—Doctora, dígame —le digo a la mujer de la bata blanca mientras me siento en la silla.
Ella empieza a decir que me ve bien físicamente, que ya no tengo la cara pálida ni ojeras. Me dice que valla a la camilla que está ahí y lo hago, me siento.
—Te volveremos a sacar sangre, pero esta vez sólo será para ver cómo están tus defensas ¿ok?
Asiento cuando Cox me lo dice. Veo a Landon parado sin inmutarse a nada, sólo me mira y mira los movimientos que hace la doctora en busca de la inyección. Ahora estoy anhelando que este a mi lado y calme mis nervios, y tengo la esperanza pero la pierdo al instante en que la doc aprieta mi brazo con una liga y volteo hacia el otro lado cerrando los ojos fuertemente. Siento como la aguja traviesa mi piel, pero deja de doler cuando una picuda barba y unos húmedos besos tocaron mi cuello. Mi vello de mi piel se pone de punta pero la burbuja se rompe cuando la doc quita la liga.
Abro los ojos para encontrarme a un Landon sonriendo engreídamente y articulando un "lo siento" silenciosamente. La doc dice que espere treinta minutos para los resultados, será rápido ya que es algo de una sola cosa, no como la otra vez. Cuando sale, jugueteo con mis manos en señal de nerviosismo ya que en hombre que está a una distancia no tan larga de mí y me está mirando tan intensamente que siento que me perfora. Levanto la mirada de mis manos y lo miro; este está sonriendo–sin mostrar sus dientes– y empieza a caminar hacia mí. Se coloca entre mis piernas y acuna mi rostro.
—Eres hermosa —musita, me sonrojo.
—Gracias pero… ¿estás bien?
—Si, ¿por que lo preguntas?
—Porque no es normal en ti decir… eso.
—Lo siento si no te lo había dicho, pero eres hermosa.
—En realidad… hace mucho que no me decían que era hermosa —me sonrojo apenada, esquivando su mirada.
—Ya no te preocupes por eso, por que de mi boca lo escucharas muy seguido —acto seguido... me besa.
Suspiro correspondiendo el beso dulce que me ofrece. Devora mis labios y cuando sus dientes se pegan con mi inferior me río por que su barba pica pero me gusta, y le doy un casto beso separándome.
—¿Que pasa? —pregunta viéndome a los labios—. Están hinchados y rosados.
Sonríe pervertidamente y niego lo que mi mente cree que se imagina. La puerta se abre y entra la doctora «¿Ya pasaron los treinta minutos?» Ella pone una sonrisa cuando nos ve, y nos dice que nos sentemos que nos dirá algo.
—Bueno Clarissa, leí los exámenes y...—la mano de Landon busca la mía, y cuando la consigue la aprieta como dándome ánimos—, te felicito porque avanzase mucho, tus defensas y plaquetas están perfectas y estas muy sana. —sonrío aliviada—. Igual tienes que cuidarte por que puedes recaer, sigue tomando tus vitaminas pero esta vez no lo vas a hacer todos los días, sólo 3 por semana, ¿bien?
Asiento y volteo a ver a Landon para luego darle un beso corto, sonrojándome por el acto y él sonríe.
—Ustedes me recuerdan a mi esposo y a mi —comenta Cox—. El es ocho años mayor que yo, cuando nos conocimos todo estaba mal, porque yo era una menor, nos separamos pero el destino quiso que nos volviéramos a cruzar. —nos sonríe—. Espero que sean muy felices.
Siento como se me forma un nudo porque... No somos una pareja real. Le sonrío nostálgica y le agradezco por todo y salimos de este frío lugar. Nos subimos al auto y pienso que Landon me llevaría directamente a mi casa pero nos detenemos en un restaurante. Le digo que no estoy vestida para la ocasión y este sonríe asegurándome que eso no importa ya que estaremos en privado y me repite que estoy hermosa. Entramos al restaurante y todo es hermoso, tiene un aire elegante pero a la vez informal. El vino y el cobre son sus colores. Hamilton me dirige a hacía una mesa al fondo ignorando las miradas de rareza de algunas mujeres.
—Hola, seré su mesero del día de hoy. ¿Que quieren para cenar? —llega un chico de cabello rubio.
—¿Que recomienda? —le pregunta Landon.
—El filete con puré de papa y vino blanco. O también pollo a la brasa y ensalada con aderezo de champiñones—le dice.
—¿Que quieres? —ahora me pregunta a mí.
—Oh, em... Creo que el filete.
—Tráeme dos filetes y los purés con el vino, por favor.
El mesero asiente y dice que en minutos lo traerá. Agarro mi teléfono y le envío a mamá que estoy cenando con mis compañeros del Bluebar. Hablando de la cafetería, hace unos días rechacé la oferta del señor Carlos en acompañar a su hijo al dichoso baile y le dije que me diera está semana de descanso, y sé que se molesto un poco pero aceptó de todas formas. Levanto la mirada y Landon me lanza una persona de desaprobación.
—¿Qué?
—Tienes que cambiar de teléfono —contesta—. Esta muy viejo.
—Si, lo sé. Pero tiene un afecto sentimental.
—Te daré dinero para que te compres otro.
Hago una mueca, pero asiento rindiéndome.
Al cabo de unos minutos el mesero rubio con otro Moreno llegan con la comida. Le agradezco y escucho un gruñido de Landon. Comemos en silencio, la carne está exquisita y el puré no hablar, no pruebo mucho el vino y bebo solo el agua cuando lo requiero. Veo a Hamilton y tiene una pequeña mancha de puré en su barba, me acerco para limpiarlo y cuando lo hago esconde su asombro. Me separo de él pero me detiene agarrándome de la muñeca acercándome para luego darme un beso.
—En dos días te esperaré aquí —habla luego de que terminamos, y me pasa una tarjeta de cartón liviano—. Vas a ese hotel y preguntaras por mí, te llevarán a la suite.
Y mi burbuja de felicidad se rompe. Sabía que todo lo que está haciendo se las cobraría, y es que en parte ya estoy preparada. La tarjeta dice el nombre del hotel, uno muy prestigiado en el estado.
—Esta bien —trato de que no se note la decepción en mi voz, pero fallo—. Ahí estaré.
Luego levantamos para irnos. El camino a casa es tenso, y me siento mal. Cuando veo mi casa cerca le digo que me deje en una esquina y se valla, Landon me mira serio pero me hace caso. Tengo que acostumbrarme a sus tratos, sé que todo lo que hace lo tendré que pagar con mi cuerpo, y eso es lo que más... me duele.
❤️🔥❤️🔥❤️🔥
—Oh por Dios, siempre siento un amor-odio en todo lo que me dices —me dice Sav a través de la llamada.
—Oh amiga, ya somos dos.
Le conté todo a mi mejor amiga. Ella es mi confidente y era necesario contárselo, necesitaba desahogarme.
—Clari, no te vayas a poner brava, pero... ya tengo una lencería perfecta para ti.
—Dios, no.
—Dios, sí. También tengo un vestido y un par de tacones rojos, a algunos hombres les emociona eso.
—"A algunos hombres" lo has dicho, no sabes si a él también le emocionan los tacones.
—Tienes cara de que sí.
Cambio de tema, ya no quiero hablar de eso. Hablamos sobre su universidad, sobre si dejará el Bluebar, le comento sobre mis hermanos y el temor que siento a que mamá se entere de que vendí mi virginidad. Me hace recordar a Oliver, no sé nada de él desde que me besó en su habitación. Savy me dice que a veces lo ve en su universidad, pero no asiste siempre.
—Clari, volviendo al tema —dice—, ¿te sientes segura con él?
—Sí —respondo—. No creo que me haga daño.
Escucho su suspiro.
—Entonces... ¡el sábado Clarissa Smith perderá su virginidad!
—Cállate —rio.
Muero de nervios, pero también muero de ganas de que Landon me toque. ¿Eso está mal?
•••
El día de ayer pasaron asuntos que se me salieron de las manos, y no pude actualizar, pero aquí están.
El próximo capítulo pasan cositas picositas (o no jaja)
Nos volveremos a leer el 30 de diciembre con el capítulo 11 y 12 ❤️🔥🫶🏾
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro