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Capítulo 08

—Déjame ayudarte.

Es lo único que escuché, porque antes de que llegase ya me había rendido. Por qué tendría que seguir manteniéndome firme cuando esta es la verdadera cara de Ekaterina Charlotte Wright. No hay razón para seguir ocultando lo que soy, porque las rosas marchitas jamás serán perfectas.

«Me rendí. Así que haga lo que quiera conmigo.»

—El vehículo está en la salida de emergencia.

Sé que lo dice para que los periodistas no me vean así, pero ya no es necesario seguir cuidando las apariencias.

«No me cuides. Quiero que todos vean lo que soy.»

—No te preocupes por mí.

Él es cuidadoso al acercarse a mi cuerpo y cuando logra hacerlo, coloca una de las manos en la espalda y la otra por debajo de las rodillas para cargarme.

—Alguien tiene que hacerlo.

Cada vez que habla con la delicadeza que lo caracteriza el corazón me duele. Hace que desee ser alguien como él o tener a alguien como él a mi lado.

—No hay nada bueno que deba cuidar. —Tenso la mandíbula por el nudo que nace en la garganta. —Esto es lo que soy, Christopher.

Él me acomoda en el asiento del copiloto, pasa sobre mí y agarra el cinturón de seguridad para abrocharlo. Luego antes de cerrar la puerta me mira directamente por unos segundos.

—Estás equivocada —dice, y es convincente.

Despacio, cierro los ojos, y niego a su afirmación.

—No lo creo.

Él no responde solo se limita a cerrar la puerta.

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—Puedes quedarte todo el tiempo que quieras aquí.

El lugar es espacioso, elegante.

—Ya vuelvo voy por el botiquín de primeros auxilios.

—Espera —Mi llamado es ignorado. —Voy a ensuciarlo todo.

Me deslizo con cuidado al ver las manchas de sangre en el sofá.

«No tengo que estar aquí

A duras penas me pongo de pie. Las heridas punzan, pero no siento que sean graves cuando aún puedo caminar.
La razón de haber sido rescatada por ese hombre me pone los pelos de punta. Él no tiene que relacionarse conmigo o las cosas podrían terminar bastante mal a menos que mi padre quiera lo contrario.

—Ekaterina.

Él agarre en mi brazo me tambalea por un momento. La estabilidad se ve afectada en el momento que vuelvo torpemente sobre mis pasos.

—Tengo que irme. Estar aquí es... peligroso.

Lo veo a los ojos sin medir nuestra distancia hasta que decido volver a emprender mi camino.
No obstante, Christopher está negado a dejarme ir porqué de nuevo tira de mí. Y esta vez no quedamos de pie, sino recostados sobre el inmenso sofá de la sala. Con la poca movilidad que tengo pego el manotazo para aferrarme al espaldar del sofá y no caer por completo sobre él. Aunque una de mis piernas queda entre las suyas y su agarre en mi brazo empieza a quemar cuando nuestras respiraciones logran mezclarse gracias a la cercanía.

—Déjame ayudarte —habla en voz baja.

Trago con fuerza en el momento que su mano libre roza mi cintura, haciéndome estremecer sobre su cuerpo.

Sin darme cuenta como si se tratara de dos amantes murmuro su nombre casi suplicante. En el estado en el que me encuentro no puedo ser consciente de mis acciones, ni mucho menos de las reacciones naturales del cuerpo. Las emociones se retuercen en el estómago, al igual que el deseo de huir a otra parte a un mundo diferente.

—Recuestate, Ekaterina.

Las manos queman la cintura. El tacto es caliente, pero gratificante, y su voz ronca me obliga a convertirme en alguien sumisa. Él es demandante.
El deseo de dejarme llevar sin ser señalada me vuelve atrevida. Por esa razón, recuesto el cuerpo sobre el suyo mientras nuestras miradas no se apartan. No hay nada que agregar, porque cuando su mano viaja a mi cabeza y me acuna en su cuerpo entiendo las intenciones de Christopher.

Sonrío.

«Eres un gran hombre.»

—Sé que estoy siendo atrevido —murmura sobre mi piel—. Y también descarado. Pero Laura llamó a Dante. Estaba con él cuando me enteré de lo que estaba pasando.

Hago un mohín. Oír el nombre de mi amiga solo me genera ganas de llorar. No me atrevo a seguir viéndolo a los ojos. Así que, recuesto la cabeza en su pecho y me aferro a él para no desahogarme.

—Eh —suspira.

Luego Christopher acaricia con cuidado los brazos. El tacto es pausado.

Supongo que el temblor del cuerpo me delata. No puedo seguir ocultando lo qué ocurrió en la mañana.
Laura es lo único que me quedaba en ese nido de serpientes venenosas. ¿Cómo puedo soportar su abandono? Es decir, respeto su decisión. Pero hacerlo no quiere decir que no esté lastimandome. Ella es la voz de mi consciencia. Firme y fuerte cuando ya no puedo mantenerme de pie. Aunque la única culpable de todo esto soy yo por no alejarme, ponerle un alto a ese hombre, pero siento que me asfixio cada vez que lo intento. Me atemoriza la idea de lo que pueda llegar a ocurrir si lo enfrento.

—Quédate.

La voz de Christopher es dulce. De todos modos, tengo que ponerle un alto a la situación o vamos a salir perjudicados.

—No —hablo con la voz quebrada.

No quiero quedarme. Pero tampoco sé lo que necesito para calmar este dolor en el pecho.
Además para mal o para bien tengo una relación con Noah. Aunque ahora más bien se trata de un acuerdo y la costumbre haya pisado todo sentimiento quiero quedarme ahí. Aún guardo la necesidad de creer que él también puede consolarme como lo está haciendo Christopher. Yo quiero que ese chico del cual me enamoré me reciba como lo hacía antes.

—Lo siento —digo—, pero voy a llamar a mi chófer.

Desde un principio la situación era un disparate. ¿Christopher Parker? ¿Ayudándome? Él no tiene que hacerlo. Y yo no tengo que estar aquí.

—No lo creo.

Sus palabras agitan el corazón. Y rápidamente un calor asciende al pecho cuando un pañuelo es depositado en el rostro.

«Deja vu.»

—Vamos a sentarnos.

Los colores ascienden en ese momento. Sentir la mano libre del hombre en la espalda, la cual sostiene con firmeza mientras se endereza conmigo encima es sofocante. El hecho de estar a horcajadas sobre Christopher deja todo a la imaginación o será porqué me encuentro borracha y los pensamientos indecentes salen aflote con facilidad.

—Estoy ensuciandolo todo —avergonzada, balbuceo.

Coloco una mano en la suya y me levanto, pero una mano en mi muslo desnudo me vuelve a la posición anterior. Y me obliga a morderme el labio inferior.

—¿Qué estás haciendo?

La pregunta sale en un susurro. Aunque sus ojos claros ponen metafóricamente un candado en las cuerdas vocales.

—Ni siquiera puedes moverte y pretendes irte como si nada —dice con suavidad. Luego acomoda mi cabello por detrás de la oreja. —Trata de por lo menos limpiar las heridas y ducharte. Si lo haces juro que no voy a seguir reteniendote aquí.

Presiono los labios y desvío la mirada hacia otra dirección. No quiero verlo. Él me hace sentir extraña como si estuviera haciendo algo malo.

—Está bien.

Una respuesta clara que me hará marchar en cuanto termine lo prometido. No deseo involucrarlo en la vida descarriada que llevo. Él no merece oír mis desgracias y de la poca capacidad que tengo para tomar decisiones.

—Te acompañaré al baño.

@ THE ALPHA OFC

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