Capítulo 05
—¡Katya! —El grito de Laura en el lobby hace que una curva aparezca en mis labios. —Cuidado. Cuidado —murmura entre las personas con la finalidad de llegar a la mesa del café en donde estoy.
A continuación, levanto la taza al predecir su acción de tirar las carpetas y revistas sobre la mesa.
—Buenos días —saludo.
Veo con atención su apariencia desarreglada, por lo que enarco una de las cejas con curiosidad. De hecho, se me hace extraño verla de esa manera porque ella es una persona muy impecable.
—Son buenos, ¿verdad? —musito con incredulidad.
Procedo a beber con calma antes de que se enfríe mi desayuno.
—Dormí con Frost.
Su inesperada confesión hace que trague duro y, gracias a ello, me quemo la garganta.
—¡¿Qué?! —grito.
Debería estar feliz, pero no sé si sentirme desconcertada por la noticia o sorprendida por la rapidez que tiene esta mujer decidida. A lo mejor, ambas porque se trata de un hombre que conoció hace dos semanas y de un futuro inversionista.
«No dejas de sorprenderme.»
—No es necesario que grites de esa forma —susurra, avergonzada, cubriéndose la cabeza con las manos—. Nos están viendo todos en la cafetería... baja la voz...
No puedo evitarlo y empiezo a reír por las ocurrentes maneras que tiene Laura para atrapar a alguien. «Si ella lo quiere, lo tiene.» Pienso divertida y niego con una sonrisa en los labios, porque todavía no puedo creerlo.
—Seguirán pasando los años, pero siempre vas a lograr sorprenderme —confieso. Ella hace un mohín, viéndose como una adolescente encaprichada con su nuevo enamoramiento. —¿Acaso no vas a contar los detalles? ¡Vaya! Qué egoísta.
Finjo malestar.
—¿Eh? —pregunta—. ¿Desde cuándo te interesan los detalles? ¡Qué perversa eres! —farfulla entre dientes al acercarse a mí sobre la mesa.
—No me refería a esos, precisamente, ¡Dios!
—¡Ah! ¡Qué boluda! —Hago una mueca porque no entiendo lo que dijo. —En fin —suspira antes de agregar con entusiasmo—, luego de haber tenido aquella radiante velada en donde lo vi por segunda vez. Le pedí su número.
—No pierdes el tiempo, eh.
Arqueo las cejas.
—¿Tú lo harías? —cuestiona con picardía.
Silbo y le sigo el juego, a lo que ambas reímos con complicidad.
—Tienes razón —digo al depositar la taza en la mesa—. Lo siento por haberte cortado. Continúa, Laura.
—Luego de haber intercambiado unos cuantos mensajes nos vimos ayer.
—¿No es irresponsable? Quiero decir, hoy es lunes —Ella lanza una mirada que me atraviesa el pecho, por lo que oprimo los labios y hago un ademán para que siga con el cuento.
—Me invitó a comer. Luego fuimos a un bar. Me llevó a mi departamento y sucedió, ya somos adultos para andar con rodeos. Así que, lo arrastre a mis sábanas y los resultados superaron mis expectativas —confiesa con alegría, mostrándose radiante.
—De todas formas, sigo pensando que es irresponsable de tu parte —recalco viendo su apariencia antes de agregar—; pero me alegro de que lo hayas intentado y la razón de que tuvieras resultados positivos es aún mejor.
—Katya, eres joven. Deja de hablar como una abuela —La mueca de disgusto me genera vergüenza.
De todos modos, no puedo manejarlo, quiero decir, me han criado de esta manera y el hecho de decir palabras más o palabras menos siempre me produjo problemas.
Libero un monosílabo y oprimo los labios con fuerza mientras agarro una servilleta para limpiarme la boca.
No sé qué decir, tampoco entiendo por qué sigo teniendo una postura recta ante cualquier suceso. No quiero mostrarme como alguien amargada que solo ve lo negativo de las cosas, pero a estas alturas siento que es imposible hacer a un lado esa postura.
A veces, quisiera ser de la misma manera que Laura, reír sin preocupaciones, disfrutar de cada momento como si fuera el último y actuar de forma inconsciente sólo para descubrir un nuevo placer.
«¿Pero no sería egoísta al querer tirar la toalla solo porque deseo vivir sin responsabilidades?»
—¿Ekaterina? —En el momento que me llama la observo por unos segundos antes de desviar la mirada hacia la agenda. —No quería decirlo así —murmura—. Lo siento.
Levanto la mano con el objetivo de restarle importancia.
—Por favor, Laura —río con la finalidad de esfumar cualquier rastro de angustia en ella—. Solo me distraje —me excuso con rapidez—. Por cierto, me gustaría saber más de esta nueva aventura tuya. A lo mejor, tal vez, piensas sentar cabeza.
—¿De qué estás hablando?
—¿Vas a botarlo?
Blanquea la mirada.
—No todo el tiempo soy desalmada —corrige entre dientes y bebe de la taza de café que ordene—. No voy a mentirte, Foster ha llamado mi atención. Le daré una oportunidad. Aunque por el momento será un juego bastante agradable —Esboza una sonrisa perversa y, a cambio, respondo con ambas cejas enarcadas.
—Adelante —animo—. Estoy ansiosa por conocer el desenlace de la historia —ambos reímos.
—Ah —Se acomoda la camisa—. No tienes idea de cuánto disfrute estar con ese hombre.
Las mejillas sonrojadas de Laura mientras imagina quién sabe qué cosas me hace sonreír.
—Cambiando de tema —Me detengo a observar la taza vacía antes de continuar—; fui al hospital a ver a mi hermano. El accidente que sufrió de camino a la escuela no pasó a mayores.
—¿Qué hay de la persona que chocó a Nate? ¿Lo encontraron?
Me erizo tras oír su pregunta.
—No —respondo a secas—. Según María, no hay datos personales, lo único que sabemos es que se trata de un hombre gracias a las cámaras de seguridad del centro. Además, la policía dijo que el vehículo fue robado hace un mes.
«Es un desastre.» Pienso al recordar la pierna rota de Nate y los raspones en sus pálidas mejillas.
Me encantaría poder ser de ayuda, pero mezclarme en este lío solo acarrearía problemas para todos.
«Qué impotencia.»
La mano de Laura sobre la mía llama mi atención. —Él está bien, Katya. No debes preocuparte más, vas a ver que saldrá del hospital en un abrir y cerrar de ojos —consuela siendo cariñosa.
—Tienes razón. Lo estoy pensando demasiado —bufo antes de ponerme de pie—. Tenemos una larga mañana. ¿Cuál es la primera tarea del día?
Ella sonríe abriendo con gracia la agenda antes de enseñarla y apunta —de manera exagerada— el primer ítem que está remarcado.
—Señorita Wright —llama, a lo que, desconcertada, la miro—, usted va a tener un agradable encuentro con el séptimo hombre millonario y estúpidamente atractivo del momento —proclama siendo elocuente—. ¿Recuerda a Christopher Parker?
«No puedo creerlo. Sé lo que estás pensando.»
Hago una mueca.
—Eres desalmada, Laura —reprocho. Ella me fulmina. —Tengo pareja, ¿sabes?
—Un niño no puede considerarse tal cosa.
—Él es un hombre.
—¡Escúchame!
Me enderezo en el momento que alza la voz.
—Estás exagerando —musito—. ¿Hoy no deberíamos enfocarnos en el trabajo? —intento cambiar el tema.
Ella se acerca, haciendo a un lado el espacio personal.
—Hazme caso, Katya. Yo soy una mujer con experiencia. Ese niño está lejos de ser un hombre que te complazca.
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Honestamente, agradezco que la conversación haya quedado ahí.
Las palabras de mi amiga están lejos de incomodarme, es más, me encantaría ser capaz de hacer todo lo que me dice con aquella facilidad que menciona. Sin embargo, cada vez que lo intento la mirada de Noah me deja sin aliento y mi corazón se acelera porque no puedo arrancarme estos pensamientos hacia él.
«Qué debo hacer para alejarme del hombre que amo con desesperación.»
El sentimiento es agridulce.
Bajo la mirada al suelo y en ese momento se abren las puertas del ascensor.
Me encantaría ser una mujer desalmada, pero lo cierto es que soy alguien muy blanda.
—Ekaterina —La voz de la persona que pretendo arrancarme del corazón me genera un nudo en el estómago—, mi amor —y la dulzura de aquella voz es estremecedora.
—No puedo creerlo —murmura, Laura.
La ilusión de ser amada me deja sin aliento y la imagen del hombre que está enfrente de mi oficina es algo que quiero atesorar. Hoy particularmente se ve atractivo y ansío con desesperación ser suya, ya que su mirada me enloquece y la idea de amarlo toda una vida me fascina.
—¿Noah? —dudo, porque es inesperado verlo aquí—. Buenos días —saludo siendo cordial.
—¿Acaso es imprudente presentarme sin tener programada una cita contigo? —Siento calor cuando trata de coquetearme, a lo que desvío la mirada a Laura y la invito a retirarse.
Ella me observa de mala manera porque está lejos de estar de acuerdo, pero después de todo Laura es mi mejor amiga y siempre cede cuando se trata de mí.
—Entremos, por favor —suspiro con calma.
Me aferro al antebrazo de Noah para invitarlo a pasar a mi oficina y él acepta con gusto. Posa una mano en mi espalda y el tacto desciende lentamente hasta mi cintura generando un hormigueo agradable.
—Vine a disculparme contigo —hace una pausa antes de agregar—: Mi comportamiento no fue apropiado, Ekaterina.
Su justificación calma los latidos apresurados. Noah es alguien orgulloso y ser consciente de que está disculpándose me produce desasosiego.
«¿Habrá cambiado?» Pienso y me genera incomodidad. «No lo creo.» Mi mente me castiga con una emoción desagradable, pero que por alguna razón ya me he acostumbrado a sentir.
—Ha sido un malentendido —respondo. Me siento para sostener mi postura. —No debes preocuparte, mi amor.
Él guarda silencio y soy consciente de que mis palabras no son las que quería oír. Aun así, por alguna razón, la expresión abatida que posee hace que sonría.
—Entiendo. —Baja la cabeza. —¿Vas a estar ocupada?
—Por supuesto, mi agenda está repleta. ¿Por qué?
—Por nada. —Se gira para marcharse, pero se detiene al momento de abrir la puerta. —Estaré en la empresa —Enarco ambas cejas y, sin querer, una curva nace en la comisura de mis labios.
—Lo tendré en cuenta.
Las puertas se cierran, por lo que recuesto la cabeza en el escritorio sintiéndome desconcertada. «¿Una disculpa? ¿Qué carajos quieres decir con eso? Y todavía mencionas que estarás en la empresa.» Me cubro la cabeza con las manos.
—¿Qué fue todo eso?
Me sobresalto al oír la voz de mi amiga por el teléfono de la oficina.
—Laura... —suspiro—. ¿Qué haces escuchando mis conversaciones?
—¿Por qué no debería? ¡Noah vino a disculparse contigo! Esto es una obra del diablo.
—Lo que digas —río y me percibo aturdida por las emociones que siento—. Sin duda es obra del Diablo —Ella carcajea al otro.
—Por cierto, acabas de rechazarlo —menciona—, ¿eres consciente? Ay, Katya... Me has sorprendido —suspira.
—Lo sé.
«Yo también lo estoy.»
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En otras noticias, les vengo a recomendar mi nueva historia De Sacrificio, Sangre y Muerte (Género: Fantasía).
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