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Capítulo 04

Nunca me había sentido tan segura de mí misma, incluso la razón de hacerlo me obliga a pensar que estoy soñando. E ir aferrada al brazo de un desconocido mientras la multitud de millonarios alrededor se enloquece por tener nuestra atención se percibe irreal. No puedo relajarme por completo, pero la tensión disminuyó gracias a sus palabras cargadas de seguridad e inexplicable personalidad que me obliga a actuar de manera inconsciente.

Levanto la mirada con el objetivo de contemplar su expresión al escuchar cómo habla con los inversionistas de La Constructora. Sin querer, me siento una tonta, pero la sonrisa que se asoma en mis labios no puede ser disimulada. «Gracias.» Pienso, sintiéndome agradecida por su pequeño empujón.

Luego bajo la mirada para ver mi brazo entrelazado con el suyo. «Quién lo diría. Hace unas semanas pensaría que estoy cometiendo un delito.» Los pensamientos sobre mi actitud recta ante cualquier ámbito hacen que sonría, ya que veo graciosa la situación. Honestamente, no creo ir en contra de mis principios al aferrarme a un hombre que me tendió su mano con la confianza de no ser rechazado.

—Señorita White.

El llamado me saca del trance en el cual había caído y una curva gentil nace en la comisura de mis labios al ver a George Hamilton —íntimo amigo de mi abuelo paterno— un señor de edad del Concejo de la empresa.

—Sería un placer hacer una reunión en La Constructora para presentar a los futuros inversionistas. Hablaré con su abuelo, él va a estar encantado de recibirlos.

Su personalidad cándida es más que reluciente. Además, me conoce desde que soy un retoño, no es una novedad que mi abuelo me llevase a pasar las tardes en la empresa mientras él trabajaba.

—Por supuesto —acepto su idea siendo reluciente—. Le diré a mi secretaria sobre el próximo evento de la empresa. Además, viene una agradable noticia para nuestros empleados, ¿se ha enterado sobre ello? —La pregunta hace que el señor de edad se muestre emocionado.

—Créame que el equipo de La Constructora Wright estará saltando en un pie sobre los números que recibirán a partir del próximo mes. No hace más que sorprender a los vejestorios con sus ideas innovadoras, señorita. Mantén contento a los trabajadores y los resultados serán evidentes.

—Me siento halagada, Hamilton.

Su sonrisa reluciente me arrastra a sentirme ansiosa. De hecho, es un hombre que expresa muy bien lo que siente y a veces logra avergonzarme por sus comentarios inocentes sobre mi infancia. Después de todo, se trata de un abuelo más para mí.

—El trabajo de la señorita va a dejarlo sin palabras, Parker —Los nervios hacen un nudo en mi estómago y el bochorno me genera acaloramiento. Entonces él procede a agregar—; ella es responsable, determinada y prolija. Aunque no es habitual escucharla decir más de dos palabras, pero es alguien brillante. Además, una buena compañera. He trabajado con Ekaterina en varias obras a lo largo del país. ¡Una niña muy ocurrente! Todavía no puedo creer lo que ha crecido y pensar que le hacía upa de pequeña y me decía abuelo.

El calor asciende a mi rostro con rapidez y la idea de ver a Parker a los ojos me es imposible.

—Entonces podré relajarme durante mi estadía en Londres. Sus palabras me dan seguridad, Hamilton —Él es cuidadoso al deshacer el contacto para brindarle un buen apretón de manos a mi "segundo abuelo"—. Me encantaría oír más sobre la señorita, tuve el placer de tener una breve charla. Me ha dejado con la boca abierta.

Su mirada de soslayo destella al momento de cruzarse con la mía o al menos eso es lo que siento cada vez que alguien como el señor Parker me mira. Lo hace de una manera que logra dejarme sin palabras, ¿acaso debería sentirme preocupada por esta confianza? ¿Por qué siento que para sus ojos soy alguien especial?

—Créame. Estará a gusto con Ekaterina, es una niña muy capaz.

Mi corazón se ablanda debido al cariño de George y no puedo evitar reír llamando la atención de los dos hombres.

—Ya he dejado de ser una niña —Me atrevo a decir con confianza, con una sonrisa, sintiéndome en armonía. Él me mira sorprendido, tal vez, porque no se esperaba que alguien como yo diga un comentario.

George me enseña una curva de labios y su mirada me transmite cariño y adoración.

—Tiene razón, Wright. Ya no es más una niña —aclara con orgullo, a lo que inflo el pecho levantando el mentón. Hace una pausa para agregar—; la velada ha sido un espectáculo, pero me retiro. Tendré que partir a Alemania, La Constructora ha llegado muy lejos —concluye antes de estrechar nuestras manos.

—Buen viaje.

Saludamos al unísono mientras hacemos un leve movimiento de cabeza al despedirlo. Entonces ambos nos miramos de reojo y, precisamente en ese momento, una sonrisa se asoma en mis labios.

—Aquí estás, Ekaterina —Abro los ojos con sorpresa cuando escucho la voz de Noah y giro sobre mis talones. Despego mis labios para emitir un sonido, pero las palabras están negadas a salir al verlo enfrente—. Te estaba buscando. Tu padre está... —hago un movimiento con la cabeza a fin de frenar su oración y a continuación toso con fuerza.

Él capta el mensaje, pero más lo hace la acción que Parker toma a conciencia.

—Es gratificante pasar el tiempo con usted, Wright. Espero verla seguido en La Constructora —Me deja sin palabras, su mano agarrando la mía con delicadeza para besar el dorso de ella me da vergüenza—, será un placer.

Sus ojos celestes me ven ligeramente antes de cerrarlos al depositar un beso que dura unos segundos. Suspiro. No soy capaz de controlar el bochorno y puedo juzgar que mis mejillas han adquirido un color rojo, resaltando el rubor que mi maquilladora eligió para mí. Y mi lengua se enreda en mi boca cuando trato de hablar.

—Por favor —Miro a Noah de reojo y ver que su rostro se ha transformado lo dice todo. Su ceño fruncido hace que me enderece en el lugar al alejarme disimuladamente de Parker—. Él es Noah Davies, inversionista y abogado de la empresa... también es mi pareja... —Nunca creí que me costaría decirlo enfrente de alguien más, de hecho, solía presumir las veces que podía. Pero cuando su amor cambió, mis acciones también lo hicieron—. Noah, él es Christopher Parker.

Relamo mis labios, sintiéndome ansiosa por lo que está pasando y las náuseas hacen que me sienta mareada.

—He oído que buscaba a Ekaterina —anuncia estrechando su mano. A su vez, es evidente como las venas en su cuello se hacen notar.

El hombre enfrente de nosotros lo mira con desconfianza al punto de analizarlo sin vergüenza. La curva que nace en la boca contraria se tuerce en un gesto altanero, incluso la ceja enarcada hace que muerda mi labio inferior y me encoja.

—En efecto —concluye siendo simple—. La señorita es alguien que sabe lo que hace, por esa razón voy a dejar la construcción de mi edificio en Hawái en sus manos. Elegí La Constructora Wright por el perfil de Ekaterina —No deja de sorprenderme, incluso la mueca de Noah y la mía es indescifrable al escuchar sus palabras—. En fin, he tenido un viaje agotador. Los horarios son un desastre. Me retiro.

Él, Parker, vuelve a estrechar la mano de Noah y antes de voltear me sonríe siendo dulce en aquel gesto tan simple que hace que desvíe la mirada.

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El silencio en el vehículo es incómodo. Aun así, no puedo evitar sonreír cuando hoy fui una persona diferente a lo que todos acostumbran a ver. La calma que sentí al aferrarme a un brazo desconocido y la confianza en cada parte de mi cuerpo me hace suspirar de felicidad.

«¿Así es como se siente hablar con seguridad?» Pensarlo es irreal. Si le comentara a mi yo del pasado que hoy logramos hacerlo sin temor a lo que los demás dijeran... sin duda, se reiría en mi cara.

—¿Qué sucedió? —La pregunta de Noah me tomó por sorpresa, por lo que desvío la vista de la carretera y lo miro con curiosidad—. ¡Ekaterina! —grita con tanta fuerza que me sobresalto—. Él estaba coqueteando contigo, ¿acaso no te diste cuenta? —Vuelve sobre sí, aferrándose a su teléfono celular para no verme a los ojos.

Me quedo en silencio porque no puedo replicarle, incluso si lo deseo no quiero que las cosas se compliquen para mí. «Como si tú no lo hicieras con otras mujeres, Noah.» Mi cabeza logra ser mi peor enemigo en una situación así, pero solo tenso la mandíbula y me aferro con fuerza al vestido.

—Sé nota que esa es su actitud, Noah. No hay razón para preocuparse.

Me muerdo el labio inferior, sintiéndome ansiosa y me atrevo a pensar que estoy actuando como una adolescente en aprietos. Pero, realmente, yo no hice nada malo y su comportamiento me pone de los pelos.

—¿Noah?

Me deslizo a su lado con cautela para acariciarle el hombro, pero la yema de mis dedos no alcanzan a rozarlo. Él se mueve con brusquedad con el objetivo de tomar distancia e ignorar mi muestra de afecto.

—No me hables.

Lo miro sin alejarme y si tuviera que golpearlo lo haría sin pensar en las consecuencias. No obstante, en estos momentos, actuar con imprudencia y de manera apasionada me daría problemas. Además, por más que él altere cada parte de mis sentidos, no puedo usar la violencia para descargarme cuando él ha hecho cosas peores y yo terminaba pidiendo disculpas.

«Hoy voy a quedarme callada, pero no creas que seguiré haciéndolo.»

—Andar de esa manera con un hombre traerá muchos rumores y no solo a ti, Ekaterina —hace una pausa—. Espero que seas consciente de tus actos.

Debería gritarle, porque estoy cansada de soportar sus palabras. Pero no me atrevo a enseñarle mi disgusto. Hoy no voy a quedarme con un mal sabor de boca, incluso cuando se esté tratando de él.

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.

.

La luz blanca del hospital me entristece.

No puedo estar aquí por mucho tiempo, pero esto incluye a mi pequeño hermano y no pienso abandonarlo, más cuando mi padre ya lo hizo una vez.

Y con la ayuda de Charles —un hombre mayor que trabaja para mi madre desde hace veinte años— pude evitar gran parte de los periodistas curiosos por mi vida cotidiana. No fue fácil hacerlo, pero no quiero meter en aprietos a la mamá de Nate, María, ya suficiente tiene con el accidente de su hijo y los problemas de su débil corazón.

—Buenas tardes —saludo con una sonrisa. Su rostro se ilumina al verme a un lado de Charles y se pone de pie con entusiasmo con el objetivo de abrazarme.

—Hola, cariño. Me alegra que hayas podido venir, sé que es difícil para ti y la situación en la que estamos... —Los ojos de María se ven afectados por las lágrimas y me conmueve porque yo también deseo llorar, pero necesito calmarla por el bien de su corazón.

—No se aflija, María. Ya estoy aquí para apoyarlos a ambos. Me siento triste por no haber venido antes, pero mi padre está poniéndome muchas trabas en la empresa. Lo siento.

Me encantaría poder decir algo más, de todos modos, ¿para qué? Ni en un millón de años podré aliviar la vida que Nate y María llevan. Me siento incapaz de desahogarme ante ellos y la idea de hacerlo me hace sentir egoísta. ¿Por qué alguien como yo tendría que vivir con preocupaciones cuando lo tengo todo?

—¿Estás bien? ¿Katya?

La miro a los ojos y luego deshago el agarre en los hombros contrarios, ya que me había aferrado a ella con tanta rabia porque los pensamientos estaban ganando terreno en mi cabeza.

—Sí. Debe ser estrés. Estos días no han sido fáciles, pero aquí estoy —suspiro liberando la tensión y sonrío para borrar su mueca de preocupación—. Por cierto —hago una pausa dudosa antes de agregar—; ¿necesita más dinero? Cuando le dije que me enviará las facturas no tuve tiempo de verlas y le pedí a Laura que lo transfiriera a su cuenta. Dígame si hace falta algo más, esta vez voy a tomarme mi tiempo para Nate.

—¡Por favor! Es más que suficiente, cariño. No tienes que excederte de esa manera —aconseja haciéndome reír.

—Créame. Es necesario —respondo divertida antes de tenderle una bolsa —. Nate me dijo que es fanática de Dior y me tome las molestias de buscar un maletín para sus clases "maestra miel".

Las mejillas de la mujer se encienden y duda en aceptarlo, pero se aferra a la bolsa con tanta adoración que no puedo evitar enternecerme.

—No encontraba este diseño aquí. Así que, me escape a Italia —De camino al hospital me sentía ansiosa por los regalos, pero ver que aquella tristeza y ansiedad desaparece de su rostro calma los latidos apresurados de mi corazón—. Voy a saludar a Nate, supongo que tiene muchas cosas que contarme —me aferro al pomo de la puerta.

—Eres un ángel, Katya —Sus palabras llegan a mis oídos y debo hacer un mohín con la finalidad de no sollozar—. Te agradezco por todos los esfuerzos que haces día a día por nosotros.

No me limito a verla porque no quiero llorar.

—Eh —llamo por lo bajo viéndolo dormir. Mi corazón se encoge cuando veo el rostro lastimado de él—. Soy yo, Nate —suspiro con cariño, acariciándole con cuidado la frente.

—Hermana —Su llamado me genera ternura, por lo que me encantaría abrazarlo con todas mis fuerzas, pero debo contenerme porque no deseo hacerle daño.

—La misma —tarareo con dulzura—, ¿cómo te sientes? —pregunto apartando algunos mechones de cabello de su rostro.

—Como la mierda... —se queja entre dientes. A cambio, libero un suspiro por sus palabras. —Perdón —murmura haciendo un mohín.

—Ya te he dicho que no debes hablar de esa manera —reprocho entre risas. Por el contrario, él blanquea la mirada—. Eres muy honesto.

—Tú también, Eka.

—Pero no soy mal aprendida.

—No seas así, estás ante un adolescente. Es normal. ¡Lo juro! ¿Acaso sabes de qué hablan los chicos de mi edad? Ellos no dejan de mencionar a otras chicas, también dicen que tener sexo... —Haber levantado la mano a tiempo para detenerlo es un alivio.

—No tienen remedio —murmuro, sintiéndome avergonzada—, ¿por qué siento que lo ven como una carrera? Deben conocerse a sí mismos antes de explorar el cuerpo de alguien más —su mohín me genera ternura, por lo que le pellizco la mejilla—. Sé honesto con tu madre con ese tipo de cosas, ya que no solo se trata de tener relaciones sexuales. ¿Comprendes?

Él no responde, pero sé que recibió el mensaje porque su mirada recae en mí con mucha atención.

Nate es un chico curioso, amable y atento. Le gusta oír a los demás cuando hablan. No tiene problemas en relacionarse con las personas porque posee una personalidad agradable y espontánea.

Antes compartimos mucho tiempo juntos, pero mi responsabilidad en la empresa ya no es la misma.

Nos gusta la lectura.

—Eka.

—¿Sí?

—¿Eres feliz?

Mis labios entreabiertos responden su pregunta inesperada y el hecho de bajar la cabeza lo dice todo.

—¿Qué sucedió con ese hombre? —Mi mirada se ilumina por aquellas lágrimas que estoy obligada a retener—. Él sigue exigiendo, ¿verdad?

—Todo el tiempo —respondo con un sabor amargo en la boca—, pero no debes preocuparte.

—Eka.

—¿Sí?

—¿Por qué sigues trabajando en La Constructora? Es un lugar horrible.

Mi corazón se rompe al escucharlo, aun así, no puedo confesarle que lo hago por ellos y por la obligación de ser una buena heredera. Cómo podría decirle que mi padre y mi madre no me darían un centavo para protegerlos, los remedios y cuidados de María, la educación de Nate, incluso debo defender su hogar.

María es una mujer muy amable, llena de cariño para dar y lo hace notar con sus enseñanzas, pero su sueldo no es suficiente y la idea de que Noah tenga una buena educación está contándole todos los días.

No puedo pasarle el dinero que quisiera, incluso eso controla mi padre porque sabe que soy capaz de hacerlo. Laura me da una mano para encubrirlo todo, pero sé que en algún momento la verdad saldrá a la luz y ya no podré ayudarlos.

«Perdón.»

—Porque algún día La Constructora será tuya, de mis hermanos y mía —Suena como un sueño ficticio e incapaz de concretarse, pero alguien tiene que decirlo en voz alta—. Es nuestro derecho —empiezo a llorar por todo lo que debo aguantar para que mis hermanos tengan lo que les pertenece por las acciones horribles de mi padre—. Te lo prometo. Te lo prometo, Nate.

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