Única
-马嘉琪-
El joven y desdichado Jia Qi supo que su vida estaría plagada de miseria y soledad después de convertirse, y no se quejó de ello.
Su mayor agonía era las insaciables ganas de beber sangre que tenía cada día, sabía que el tiempo se había detenido para él, y había sido magnífico los primeros años, todo termino cuando vio a su maestro morir a manos de los humanos que descubrieron sus peculiares métodos de caza, una noche los siguieron a casa después de cenar y apenas pudo escapar malherido del terrible incendio.
Se obligó a no consumir sangre en grandes periodos de tiempo, pero eso solo lo había llevado a una larga temporada de agonía y dolor, su cuerpo rechazaba la sangre y fue muy difícil volver a alimentarse, por eso decidió que tenía que encontrar una solución a su sed, cuando su cuerpo comenzó a tener un poco de vida emprendió un viaje en busca de algunos vampiros que pudieran ayudarlo.
Se unió a un par de clanes en menos de un siglo, investigo y aprendió mucho sobre como cazar y alimentarse sin que terminara siendo perseguido y asesinado.
Pero un día descubrió la solución que tanto estaba buscando, en un libro antiguo que apenas pudo salvar de las llamas que consumían su ultimo clan.
Le faltaba algunas páginas y apenas podía entender lo que decía, pero eso no detuvo su emoción.
¡Después de tanto esfuerzo tenía en sus manos la llave de su libertad!
No estaría encadenado a mendigar por una gota de sangre nunca más y exponerse a los cazadores de vampiros, podría tener su propia fuente de alimento eterna, solo debía convertir a en ser humano en su esclavo.
Pero para lograrlo había algunos requisitos que ese ser humano debía cumplir.
Primero, sabría quien era la persona indicado cuando su ya muerto corazón saltara en su pecho.
Segundo, un dulce aroma embriagante que con solo tenerle cerca su sangre zumbara en sus venas y las ansias de comer se detuvieran.
Y por último y más importante, un corazón puro.
Estaba encantado con la idea y llevaba algunos años fantaseando con encontrar ese pequeño ser que cumpliese con todos los requisitos que en aquel libro roído y sucio aseguraba debía tener su presa perfecta.
Su búsqueda incesante lo llevo a un pequeño pueblo, un pequeño y hogareño pueblo controlado por una manada de lobos, fue difícil que lo aceptaran, pero no se rindió y prometió seguir todas las órdenes que estos le dieran.
Solo tenía que cumplir con una condición para que no lo mataran.
Podía cazar una sola vez al mes. Lo suficiente para seguir con vida hasta la siguiente noche de luna llena.
Pero eso no tenía mucha importancia, eso le permitía seguir viviendo en ese lugar, y de esa manera podría continuar siguiendo a su presa perfecta.
Todo valdría la pena cuando pudiese tener a esa dulce chica en sus manos.
Fue un año atrás cuando la encontró, era entrado diciembre y se acercaba su último día de estadía en el lugar, estaba listo para partir y solo quería comer algo antes de tener que abstenerse por un par de semanas más. No espero que el suave movimiento de una melena roja lo hiciera dejar tirado a su pobre víctima junto a la carretera y desangrándose, en otra ocasión por lo menos habrá eliminado el glamur antes de correr.
Es que no pudo evitarlo, la brisa fría de invierno había traído consigo el característico olor a arándanos que le recordaba a su infancia, habían pasado más de ochenta años desde la última vez que pudo probar uno.
Era fuerte, rápido, y muy ágil, pero se vio sorprendido al tropezar como un niño aprendiendo a caminar, trato desesperado de seguir su rastro y termino casi volcando a todos en su camino, intento disculpase con algunas personas, pero estaba más concentrado de no perder el brillante color rojo que poco a poco se alejaba entre la multitud.
Era época festiva, demasiadas personas en las calles a esas horas de la noche. Al final la perdió de vista poco antes de que algunos de los lobos que amablemente le habían dado cobijo lo obligaron a detenerse y arrastrándolo fuera de la mirada de la gente.
Fue difícil convencerlos de que lo dejaran seguir viviendo allí un tiempo más, no iba a dejar ir la oportunidad de seguir buscando el olor embriagante que había hecho a su cuerpo perder las fuerzas como lo hizo, había pasado mucho tiempo desde que tenía sensaciones tan humanas.
Incluso lo llevaron a un pequeño juicio debido a su negligencia con el moribundo, fue largo y tortuoso, y se ganó el tener que abstenerse de probar sangre humana un par de lunas más, tendría que sobrevivir con apenas la que ellos mismos le proporcionaban. No importaba, se agarró con fuerza a la única esperanza de seguir allí.
Le tomo un mes entero dar con su presa, Mei era su nombre, y vivía con sus padres en una de las casas más alejadas del pueblo, apenas estaba bajo el cuidado de la manada debido a lo lejos que vivían, pero eso no impedía que su padre trabajara todos los días en la mina, su madre y ella se encargaban de ayudar en la panadería. El dulce aroma a arándanos que había atrapado su atención fue una maravillosa conciencia.
Intento acercarse una y otra vez, siguiéndola todas las mañanas desde su casa hasta la panadería, pero no podía acercarse más que unos metros antes de sentir como su corazón intentaba saltar de su pecho.
Para su sorpresa no tuvo que hacer demasiado, pues uno de esos días, donde apenas podía sostener su cuerpo contra la dura corteza de un árbol que hacía de su escondite mientras la cuidaba, solo le tomo un pequeño parpadeo para abrir sus ojos y encontrar ese hermoso mar de cabello rojo cerca de su rostro. Apenas tuvo tiempo de retener el aliento y no dejarse invadir por su fragancia, cuando el dulce sonido de su risa lo obligo a apretar sus labios para ocultar los colmillos amenazando por salir.
—Buenos días, ¿quiere probar una tarta? —sus pequeñas manos empujaron contra su pecho una bandeja repleta de tartas de arándanos— un buen desayuno puede aligerar su fatiga.
—mi... ¿Qué? —apenas podía articular una palabra sin temor a saltar sobre ella.
—se ve algo cansado, ¿estoy en un error? Disculpe las molestias.
—no es una molestia.
—entonces por favor, tome una, es un regalo.
Un gesto dulce y puro.
Otra de las características que pedía el libro era lograr que esa persona demostrara gestos genuinos e inofensivos. Sin dudarlo tomo una de las tartas ganándose una pequeña sonrisa en el pálido rostro de la chica.
Sin decir una palabra sostuvo cerca de su cuerpo la tarta mientras que Mei comenzaba a alejarse en dirección de la panadería. Cuando hubo suficiente distancia su cuerpo se relajó contra el árbol dejando salir todo el cansancio que tenía, poca sangre estaba llevando a su cuerpo a un nuevo ciclo de dolor, pero eso no tenía por qué verlo su pequeña presa.
Quería probar esa tarta, por alguna razón tenía muchas ganas de darle un mordisco, pero sabía que terminaría vomitando, su triste realidad era que ya no podía darse aquellos pequeños caprichos, la solo idea de intentarlo lo asustaba, no quería morir de una manera tan pobre y ridícula para un vampiro.
Antes de que pudiera intentar tirarla fuera del camino, la pequeña Mei corrió de regreso, haciendo que su débil cuerpo se apretara contra el árbol, casi como intentando traspasarlo.
—si otro día quiere alguna tarta, puedo darle algunas, estoy aprendiendo y suelen botarlas cuando están mal.
—mm... está bien, gracias -murmuro.
—me llamo Mei, ¿y usted?
—Jia Qi.
Fue solo una pequeña conversación, en un frío día de invierno que se convirtió poco a poco en una cita diaria por un par de meses más. Todas las mañanas Jia Qi iba fielmente a la parte trasera de la panadería donde la pequeña Mei esperaba con una caja llena de tartas de arándanos algo quemadas, aseguraba que algunas veces lo hacía apropósito solo para poder tener algunas para él todos los días.
¿Y él? Aprendió que podía comer esas tartas, aun cuando horas más tardes el dolor en su cuerpo lo obligaba a retorcerse del dolor, hasta que no expulsaba de su cuerpo todo lo que comió.
Y comenzó a conocer un poco más de su presa.
O eso creyó.
Una mañana llego un poco más tarde lo acordado, debió a que la noche anterior había sido luna llena, prometió al líder de la manada ayudarlo con la seguridad durante esos días, solo por obtener un poco de sangre fuera de los límites.
Todo el camino intento inventar algunas escusas por llegar tarde, pero ninguna llego a salir de su boca.
Mei solía ser una chica muy animada y hogareña, la mayor parte del tiempo desbordaba alegría y su rostro estaba acompañado de una sonrisa amable.
Pero cuando llego a su lugar citado se encontró con una Mei muy diferente, su rostro lleno de hematomas y algo de sangre, tirada en el suelo llorando desconsolada y rodeada de sus tartas destrozadas.
No sabía cómo consolarla y alejar ese amargo olor que comenzaba a invadir el lugar, apenas pudo contenerla con un par de palabras de disculpa y casi obligándola a explicar la situación.
Y lo entendió.
Ya lo había notado antes, conocía cada detalle de su delicada piel blanca, debido a tantas veces que había posado sus ojos en el recorrido de sus venas que parecían brillar para tentarlo, y sabia muy bien que el ligero tono violeta en algunas partes de esta no era normal.
No le había preguntado, no tenia por que importarle lo que pasaba más allá de su meta de realizar el ritual para que esta fuese su esclava. Nada era más importante que ello, pero también debía seguir viva hasta entonces y ningún humano tenia el derecho a arrebatárselo.
Su padre había dejado de ir a la mina un mes atrás, y los gritos en la casa podían escucharse en la casa de sus vecinos más cercanos. Un par de moretones no lo habían molestado, pero si las cortadas con su dulce sangre desperdiciándose y mezclándose con el barro a sus pies había hecho que la colera consumiera su mente.
No pudo evitarlo, apenas pudo intentar mantenerse de pie mientras corría hacia el bosque fuera de la vista de la pequeña Mei y de cualquiera que pudiera ver sus colmillos rasgar sus labios furiosamente.
Había seguido a esa chica por meses, había arriesgado mucho quedándose en ese pueblo después de que le prohibieran beber cuando quisiera y viéndose obligado a ayudar a un montón de lobos porque no había ningún clan vampiro cerca de ese estúpido pueblo.
Iba a ser su esclava de sangre, solo tenia que seguir unos pasos para completarlo y podría tenerla a su lado para toda la vida, pero para eso tenía que seguir viva y no morir a manos de cualquier inútil.
Fue difícil tener que esperar a que cayera la noche, el hambre atroz que comenzaba a agobiarlo lo acompañaba mientras vigilaba a su presa de esa noche.
Le alegraba que la casa de Mei quedara tan lejos de las demás, y que los estúpidos lobos no les gustara estar cerca de esta mas de lo necesario. Tenia toda la libertad que necesitaba para terminar con todo.
Iba a divertirse esa noche, y cumplir lo último necesario para que Mei fuese su esclava.
No fue tan difícil acabar con el primero de ellos, la mamá de Mei no puso mucha resistencia, su delicado cuello se rompió incluso cuando apenas hizo algo de presión en el para tomar un poco. Lo único que quería era beber algo fresco para reponer energía antes de buscar al hombre de la casa.
La oscuridad de la recamara matrimonial le ayudo a pasar inadvertido cuando el desgraciado que lo había llevado a adelantar sus planes entro a la habitación. Vio en silencio y diversión como el hombre gritaba horrizado al encontrar el cuerpo de su esposa desangrándose en la cama.
Lo había hecho apropósito, había llenado la cama con su sangre por qué no sentía necesidad de beber más de ella, además sabia que seria una imagen horrible de ver para alguien tan cobarde como él.
Y no se equivocó, entre sus gritos e intentos inútiles de hacer reaccionar a su mujer, nunca se percato de su presencia.
Se deslizo con cuidado hasta poder estar tras él, no quería que lo mirase, poco le importaba mostrarle que el seria la causa de su agonía, ni siquiera iba a beber su asquerosa sangre. El padre de Mei estaba arrodillado en el suelo destrozado aferrado al frio cuerpo de su esposa sin notar la presencia que se cernía sobre él.
Solo tenía que descarar su cuello, un poco, suficiente para que agonizara un poco antes de morir.
Solo un poco.
Para evitar que intentara mirarlo tapo sus ojos con una de sus manos, ignoro sus intentos de lucha y aferro su pálida mano a el pecho del hombre para acercarlo. Aún estaba débil no esperaba que el desgraciado tuviese la intención de lastimarlo para huir, por eso cuando un agudo dolor atravesó la mano que estaba en el pecho, furioso acelero sus movimientos para terminar.
Ya que no quería perder mas su tiempo con ese saco de sangre, mucho menos probarla. Subió su mano lastimada para ver que esta estaba surcada por una herida, quizás causada por algún cuchillo que ese hombre llevase consigo.
Molesto llevo esta una vez más al pecho del padre de Mei perforándolo.
Quería escucharle agonizar, hacerlo sufrir, pero termino acabando rápido con todo y apretando con su mano aquel delicado y viejo corazón. Lo sintió rendirse contra su cuerpo, así que retrocedió alejándose de el asqueroso ser que se desangraba frente a él.
En otro momento estar rodeado de dos sacos de sangre aun frescos habría sido todo un festín para calmar se sed, pero en ese momento, solo hacia revolver su estómago, casi igual que cuando comía aquellas tartas de arándanos. Solo tenía que esperar en la sala la llegada de su pequeña Mei para que esta no viera todo el desastre que había hecho, no podía hacer que lo odiara o todo su esfuerzo para probar su dulce sangre se arruinara.
—JiaQi.
No.
Sorprendido intento alejarse cuando una pequeña mano pálida se asomo a su costado. No la había escuchado entrar, ni siquiera su característico olor a arándano le había advertido de su presencia. Retrocedió tan rápido como pudo en dirección a la oscura esquina que lo había ayudado a ocultarse momentos antes, allí donde ella no podría verlo.
No le importo arrastrarse entre la sangre que se esparcía, solo no quería que ella lo viera cubierto de ella.
Desde su pequeño lugar seguro en la oscuridad la observo parada en la puerta de la habitación, iluminada por la suave luz de la luna que permitía no solo ver su lastimado rostro con claridad, sino también a su ropa llena de sangre y barro.
Su hermoso cabello rojo incluso se veía mas brillante y frondoso mientras caía sobre sus hombros, libre como la primera vez que la vio, incluso la gran sonrisa en su rostro la hacia lucir tan angelical como aquella mañana que con un gesto dulce le regalo su primera tarta de arándanos.
—Gracias, JiaQi.
—¿Mei?
Estaba desconcertado, su cuerpo tembló cuando ella comenzó a caminar en su dirección, pasando tranquilamente al lado de sus padres.
Camino despacio, como si estuviera a punto de acercarse a un animal herido, inclusos sus pequeñas manos llenas de rasguños y barro se extendieron hacia él acunando su rostro entre sus manos mientras se arrodillaba.
No sabía qué hacer, casi se sentía derretirse en sus manos, cuando esta lo obligo a acercar su rostro al suyo. Incluso no pudo evitar deleitarse con el suave aroma que estaba cubriendo a el horrible olor de la sangre de los dos cuerpos en el suelo, ni cuando ella llevo una de sus manos a la que aún estaba herida y sangrando.
—he esperado mucho tiempo para esto —murmuro mientras la levantaba para ponerla entre los dos, cubierta de su propia sangre oscura y la de ese hombre— un corazón puro, una persona entregada.
Su sonrisa no desapareció mientras acercaba su rostro a su mano sangrienta, atónito observó como su adorada Mei posaba sus labios en un delicado beso sobre su herida manchando estos de un rojo vivo.
—Mi dulce salvador, mi eterno compañero.
JiaQi sabía que tenía que hacer, por mucho tiempo siguió los pasos que ese antiguo libro recomendaba, pero olvido que aún faltaban algunas páginas, que había un par de cosas que no sabia de su tan ansiada salvación.
El latido en su pecho que indicaba que aún estaba vivo.
Un olor embriagante que pudiera saciar sus ansias de sangre con solo tenerlo cerca.
Y un corazón puro, entregado al otro.
Pero ese sucio libro que él había atesorado tanto tiempo no explicaba en sus páginas quien sería el salvado, ni quién sería el esclavo.
Y este último finalmente sería aquel que entregara su corazón.
-马嘉琪-
Estoy consciente de que pueden encontrarse varios errores ortográficos y de gramática en la historia.
Andrea Rodríguez.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro