Capítulo 20, ¿Arriba o abajo?
Chloe
— Buenos días, listilla.
Sentí a alguien darme un beso en la frente, bueno, más bien a alguien que me odiaba terriblemente y con el que me había besado como cien mil veces la noche anterior.
Espera, ¿que yo hice QUÉ?
— Buenos días, Adam. Todavía no eres el capitán del equipo.— me burlé de su miseria, borrándole ese aura feliz que irradiaba de un soplo.
— Y tú todavía no eres amable conmigo, Flitcher.— Guiñó el ojo.
Estúpido niño rico.
Se levantó primero de la cama, desperezándose y ofreciéndome una vista panorámica de su espectacular cuerpo, de su tatuaje debajo de la costilla derecha, de sus abdominales, de sus piernas musculosas, de su...
Era demasiado temprano para estar teniendo pensamientos obscenos.
— Quítate la camiseta ya que estás aquí conmigo, ¿no? — Me tocó el brazo, con un brillo extraño en sus ojos y la voz ronquísima.
Ese detalle quizás le gustó un poquito a mis hormonas, pero solo un poquito, eh. No nos pasemos.
— ¿Por qué debería?— Alcé mi barbilla, quedando unos centímetros por encima de su rostro.
La diversión se apoderó de todo su gesto, y dijo, pausadamente:
— Porque hoy te voy a follar, listilla.— Rodeó mi cuello con su mano, apretando un poco el punto de mi pulso.
Qué ganas tenía este chico de liarla, Santo Dios.
— Anda que preguntas ni nada. — Refunfuñé, abofeteando sus pectorales para que me diera algo de espacio.
— Vale...Te lo preguntaré, pero solo porque me lo has pedido tú.— sonrió, sarcástico.—¿Puedo follarte?
Sí, por favor.
¡CONSCIENCIA!
RETIRA ESO QUE ACABAS DE...
AAAAAAAAAHH.
No me podía creer que lo había dicho en alto, y de verdad. Tenía que salir del país en cuanto antes.
Adam me miró, yo observé su sonrisa de lado transformarse en una fina línea, y me dispuse a correr.
Si no me pilla, no puede hacer nada.
Muy bien pensado, Chloe.
Gracias, traidora.
Mis pies descalzos se tropezaron con las escaleras al bajarlas, pero la causa lo merecía. Debía bajar otra planta, coger mi bolso y mis zapatos, y pillar un Uber a casa.
Me daba igual que me costara más de 30 libras el viajecito, necesitaba escapar de esta mala versión de 50 sombras de Gray.
Acababa de pisar la puerta de salida de la casita de Eric, cuando me estampó, como siempre, el muy maldito de Ryder, a la pared.
— 3-0, listilla. Voy ganando.— Exhaló e inhaló tres veces en esa oración.
— Y una mierda que te coman.— Traté darle una patada en sus asuntos viriles, más parece que se lo vio venir, porque se apartó de mí.
Al menos ya podía respirar aire limpio, y no sexual.
— Vamos, Flitcher.— Dio unos cuantos pasos hacia mí.— ¿Realmente vas a negarte?— Sacó su lengua delante de mí, y la pasó por la piel de mi clavícula, barbilla, y escote.
Él olía a alcohol y a cigarrillos, pero ya no me importaba. La verdad es que me encantaba ver lo que era capaz de hacer con tal de conseguir sus objetivos.
No nos engañemos más chicas, Adam Ryder estaba buenísimo.
Y lo peor es que ambos lo sabíamos muy pero que muy bien.
— Ok. Haz lo que quieras conmigo, niño rico.— Capturé su labio inferior con los míos, mordisqueándolo. Luego lamí el lóbulo de su oreja, y susurré: — Pero con una condición.
— ¿Cuál? — Arrastró la palabra, sus ojos grises se habían oscurecido tanto que parecían otro color distinto.
— Mando yo.— Besé su mejilla izquierda.— Si me lo haces bien, quizás después...—Paseé mis dedos por su pecho tonificado y bronceado.— Te deje tener el control.— Posé un ligero beso en su nariz.
— Acepto, no te voy a decepcionar.— Pegó mi cintura hacia su pelvis, asustándome.
— AQUÍ NO.— medio chillé.
— Joder, listilla, que no soy exhibicionista.— Se mofó entre dientes.—Entonces...¿arriba o abajo?— Ladeó su cabeza hacia mí, sus rizos negros le cayeron en la frente, casi rozando la sien.
— No te da ningún reparo hablar de esto, ¿cierto?
Resoplé, así no íbamos a avanzar nunca. No compartíamos nada en común, en lo que yo destacaba, él lo despreciaba, y lo que él amaba, a mí me interesaba menos que a Suiza participar en la Segunda Guerra Mundial.
— Soy más de hacer, no de hablar.— Pegué mi rostro al suyo, ahora nos separaban únicamente tres centímetros. Saqué mi lengua, pasándola por su cuello, torturándole.
Provocándole.
Mi sonrisa se expandió, contenta de saber que tenía el mismo efecto en Adam que él poseía en mí.
El problema no era que no nos deseáramos, sino que mi cuerpo todavía recordaba el trauma de Ben. Necesitaba espacio, tiempo y mucha paciencia para llegar al punto de querer sexo.
— Cuando esté lista, te llamo, ¿ok? Te dejo estar arriba.— Mi mano se coló en la liga elástica de sus pantalones, tocando su piel sedosa.
— No pensaba que eras de esas chicas, ya sabes...pareces más dominante.— Colocó en su sitio el mechón de pelo que siempre se me escapaba.
— Prefiero que me folles.— Palpé su intimidad ahí abajo, por encima de la tela. Alguien se había levantado, y de verdad.
Ver su carita sonrojada me gustó bastante, ahora la que seducía al otro en la dinámica era yo, no él. Disfruté cada puto minuto de ello. Apreciar cómo se estremecía bajo mi toque, cómo se mordía el labio con tal de no hacer ruido me ponía muy...caliente.
A las siete de la mañana nadie iba a interrumpirnos, mucho menos tras la fiesta de celebración de ayer.
Bajé un poco más mi brazo, llegando a rozarle ahí.
Ryder se retorció, suspirando, pero no sé cómo lo hizo, porque se las apañó para darme la vuelta, sujetarme las muñecas por encima de mi cabeza y retenerme contra la ventana que daba al jardín de la enorme casa.
— La próxima vez que me cojas la polla de esa manera, voy a asegurarme de que no puedas sentarte bien en una semana.— Restregó su miembro contra mi culo, y yo me olvidé de la tabla de multiplicar del 9, convirtiéndome en chocolate derretido.
Entre esta mañana y lo que me dijo un día... "Quiero escucharte gemir, quiero sentir tus labios sobre los míos y, sobre todo, quiero que me odies para luego llevarte a un rincón oscuro y follarte."
Cojones, maldito seas Adam Ryder.
Calientas demasiado la comida para nunca comértela, ¿no?
Decidí actuar por instinto, y me dejé llevar. Moví mi trasero para aliviar la tensión que se estaba formando en la parte baja de mi estómago. Arriba, y abajo. Arriba y abajo. Lento, con destreza.
Arriba y abajo.
Digamos que él se sorprendió. Me despegué de su figura esbelta, adoptando una distancia prudente, y, justo cuando íbamos a besarnos de nuevo, apareció una presencia insoportable.
Pero insoportable como no te podías ni imaginar.
— Bizcochito, ¿te vienes en mi coche o en el de tus amigos?
¿Siempre tenía que interrumpir la pelirroja pija nuestros encuentros sexuales?
Gemí, de la frustración, del libido, de las ganas que me habían entrado de pillar y asesinarla por atreverse a quitarme la atención de su ex-prometido.
Era nuestro momento, no el tuyo, por la Virgen de los Libros.
— Me voy en el mío, Marie. No te preocupes.— Sonrió de un modo muy educado, distrayéndola del detallito de que se le había empalmado el pene y, de que se notaba muchísimo.
— D'accord.— Adiós Chloe.— Nos lanzó unos cuantos besos, despidiéndose.
Esta mujer iba a acabar con cada gramo de mi paciencia, uff.
— Te acerco a casa.— Recogió su chaqueta de cuero negra del perchero, poniéndola sobre mis hombros.
— ¿Y mi ropa?— Se habían quedado todas mis cosas en la habitación del cuarto de invitados de Eric.
— Ya te la daré cuando tengamos historia el lunes.— Me guiñó el ojo.
Qué extraño. Me preguntaba por qué habría cambiado de actitud y por qué se comportaba de un modo tan amable conmigo.
♡♡♡
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