Capítulo 11
Adam
Y me da risa.
Porque no es la primera vez que despierto en una cama que no es la mía.
Sentía los párpados pesados, y los brazos se me habían quedado pegados al cuerpo de una manera increíble, que me impedían mover en cualquier dirección.
El colchón tupido debajo de mí chirrió de repente, y un cuerpo pequeñito me tapó toda la visión del techo amarillento.
— Hola Adam, ¿cómo estás?
Esa simple pregunta me dejó descolocado, totalmente en blanco.
Definitivamente vivía en un mundo distinto al de los Flitcher, incluso su hermana pequeña se preocupaba más por mí que mi "prometida".
Daba pena, más bien, lástima. No yo, sino mi vida real, no la que fingía tener delante de mis amigos...
Observé los ojos marrones de Emory con cautela, mi boca pastosa.
— He estado mejor.
Su rostro se contorsionó en una mueca, triste por mi contestación.
<<Ojalá te pudiera regalar los oídos>>.
<<Ojalá pudiera mentirte>>.
Me pasé la mano por la cara, ahuyentando esos pensamientos tan acertados y, justo en ese momento, la estancia se llenó de esencia a vainilla.
— Em, quítate de ahí anda, que Ryder quiere ponerse de pie.— le habló en un tono de voz sedoso, aterciopelado.
La niña — de unos siete años — le hizo caso de inmediato, dejándome mi espacio para levantarme con tranquilidad; pero mis piernas, bastante adormecidas, no respondían. De hecho, no tenían pensado empezar a funcionar hasta dentro de un rato.
Chloe, por su parte, le contó a su hermana algo entre susurros y con una sonrisa calmada. Luego, la pequeña salió de la habitación pegando saltitos, con un bolso de la muñeca Barbie atado a la cintura.
Era un amor de chiquilla, con sus dos trenzas y camiseta de coches de la película Cars, le alegraba los días a cualquiera, sinceramente.
Creo que después de esa mini interacción caí rendido otra vez.
A dormir se ha dicho.
Aunque sabía que estaba haciendo las cosas mal, drogándome cada día y perjudicándome a mí mismo un poquito más, ya no podía parar.
Tras frotarme los ojos, distinguí la noche oscura por la ventana, el edredón azulado de los padres de la listilla y la lamparita en la mesilla encendida, alumbrando la estancia con una sensibilidad maravillosa.
Se veía la lluvia caer desde afuera y se escuchaba a la perfección cómo rebotaba en el techo, seguramente Molly y mi gato se estarían preguntando dónde demonios me había metido.
Ella me apreciaba y me conocía desde hace muchísimos años y Toy, bueno, echaba de menos mis caricias.
Lo tenía muy mimado, la verdad.
Me dediqué a contemplar la vista que me regalaba el universo, no sé cuánto tiempo me tiré contando las gotas que resbalaban por el cristal hasta que alguien me zarandeó el hombro.
— Te he traído sopa, come.— me tendió un cuenco humeante y yo la odié en ese puto momento todavía más.
Porque la triste realidad era que por mucho que lo intentara, nunca llegaría a odiarla, así que espeté:
— No voy a hacer lo que tú digas.— Apreté la mandíbula.
— No seas terco, venga. Tienes que ponerte fuerte.— persistió con su opinión, la muy cabezota.
Yo giré los ojos.
— Ya te lo he dicho, no me hagas repetirlo.— Avisé, mi mirada helando el verde en la suya.
— Pero Adam, que la comida se enfría.— se quejó, su ceño fruncido y sus labios rosados haciendo pucheritos.
Agarré la sopa, la deposité con cuidado en la mesita de madera y me volví hacia ella. Ahora los dos nos encontrábamos frente a frente, de pie, a una distancia respetuosa.
— ¿Contenta?— Arqueé una ceja.
— No, pero por lo menos significa que te la vas a comer.— mostró una sonrisa cerrada, sencilla, como ella.
— Yo no creo eso.— Cogí uno de sus mechones castaños y lo coloqué detrás de su oreja.
Ella abrió la boca, sorprendida.
— No te entiendo, explícate.— Notó la tensión existente entre nuestros cuerpos, y trató de aliviarla separándose un paso de mí.
— Te voy a comer a ti, listilla. Solo es cuestión de tiempo.— murmuré, acercando mi nariz a su delicado cuello, pálido y bonito, reluciente.
— Te lo tienes muy creído.— chistó ella.
Su voz salió muy bajita, como si estuviera guardándome un secreto. Uno muy malo, uno muy cruel, perverso.
— Por algo será, ¿no?— sonreí al mismo tiempo que deslizaba mis dedos por su piel de terciopelo.
— Los rumores son solo eso, rumores.— me recordó. Sus manos preciosas temblaban en su regazo.
— Entonces te demostraré que los rumores son verdaderos.— Recogí su mata de cabello en una cola alta y la miré.— Si quieres, claro.
— Ahora mismo solo me apetece una cosa.— me informó, con un brillo apenas perceptible en sus pupilas.
— Ilumíname.
Seguíamos estudiándonos mutuamente, en silencio y perplejos, ya que no nos habíamos matado ni insultado aún. Esto se merecía un Premio Nobel o algo.
Chloe parecía dudar entre compartirlo conmigo o no, por lo que tracé círculos en su mano, ofreciéndole mi total atención.
Siempre había sido suya.
— ¿Podrías cantar algo para mí?— me pidió, sus ojos verdecinos rogándome que lo hiciera sin necesidad de más palabras.
No me lo creía.
— ¿Qué quieres que te cante?
Incliné la cabeza para apreciarla mejor.
Su pijama de ositos le estaba un poco grande, y las zapatillas de ir por casa le aportaban ese toque informal, que era tan inimaginable en ella.
— Estoy vacío Chloe, no tengo nada que darte.— Acaricié su mejilla, la pena marchitando mi corazón.
— Ahí te equivocas, te detesto Adam Ryder, pero sé que siempre seré tu consentía.
No me molesté en ocultar mi expresión de orgullo cuando procesé que esas palabras venían de ella.
─ No tengo todo el día, niño rico.─ se quejó, su tono de voz saliendo en una especie de suspiro.
— Vale listilla, ponte cómoda.
La castaña no tardó ni una décima de segundo en sentarse encima de la cama de sus padres y abrazar un cojín.
Yo comencé a rebuscar en mi memoria los versos con los que empezaba la letra, y dije así...
Perdona si esta noche he sio' fantástico
Pero mañana me levanto antipático
(...)
Perdona, fuma de mi Critical
Yo no puedo estoy de analítica
Perdona si quepo en la música
Me olvidé de que tú eras la única
Que me entiende y no me codifica
Mi cerebro haciendo palomitas
Desconecto y tú, guapa te inrritas
Te como la vida, soy un sibarita
Chloe se rió en ese trozo, le hacía especial gracia la intensidad de la canción.
Con lo guapa que tú eres
No te me bufes como toas' las mujeres
Mira, con lo guapa que tú eres
¿Por qué no nos juntamos y hacemos unos nenes?
Un color rojo tiñó sus mofletes, y apretó la almohada blanca con más fuerza, tapándose la cara. Mi ruina, cuando se sonrojaba de esa manera, me encantaba.
Y acaríciame de frente
Sabes que por ti daría
El Santo que tú quisieras
A tu hermano, si quieres, se lo regalaría
No me importa a mí matarme
Así llevo toa la vida
Ni me importaría quitarme
Pero no quiero que seas una consentía'
Una consentía
Una maldita sonrisa surcó su semblante, arrebatadora. Odio que todo lo relacionado con Chloe Flitcher sea tan perfecto.
Ella era demasiado buena para mí.
◊◊◊
N/A: ¿Os ha gustado el capítulo? :D Espero que sí, porque me ha costado lo suyo, JAJAAJJA, sobre todo el inicio.
No se me ocurría cómo continuar desde ahí, jeje.
Aquí dejadme quiénes queréis que se besen:
Voy un poco atrasada con el libro, por esta razón actualizo hoy en lugar del domingo (que es lo que suelo hacer).
Votad todos los caps, comentad y compartid con vuestros amiguis la historia. :b
Se me hace incluso raro no haber cambiado de narrador en toda esta parte, XD, en el próximo veremos lo que piensa Chloe.
¡Ánimo a todxs chiquibabys!
Besos con sabor a vainilla,
-KawaiiWorld8
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