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DULCE NOCHE EN EL CIRCO

No anunció a ningún Titiritero, el comercial mencionó a cada uno de los números de los carteles colgando en las paredes de lona de ese increíble y gran circo. 

Mostrando al payaso todo feliz, campante y risueño, con la sonrisa encantadora, extendida por el excesivo maquillaje, el traje colorido y los grandes zapatos, sacando más de una carcajada, dolores de barriga por sus ocurrencias acompañadas de pequeñas lágrimas involuntarias.

El trapecista, denotando su acto riesgoso e increíble espectacularidad, solo se imaginaba como balanceaba y realizaba las piruetas a muchos metros bajo el suelo, llamando a su amiga la muerte, esperando sentada si algo sucedía.

El mago, misterioso y elegante, que solo con el simple cartel, uno podrías notar esa aura mágica y mordaz, el de cómo te leía la mente fácilmente y sabría de un solo parpadeo el número de la carta que estás pensando ahora, además los miles de conejos escapando de su sombrero y su picardía creciente por la sorpresa que tenga guardada bajo sus mangas.

El domador, inteligente y audaz, pulcro y sereno, enfrentándose a temibles bestias, solo con su látigo y su escudo, que a simple vista era una silla de madera común y corriente, sin miedo en sus ojos o alguna pizca de duda para retar a animales que le doblaban de tamaño y fuerza.

El acróbata, espectacular y con gracia, sin miedo también que, en vez de garras y colmillos, se enfrenta a la muerte segura a varios metros del firme y frío piso, intrépido, seguro y ágil, flotando sobre las cabezas del público con una tela colgando y soportando su peso. 

Y último, pero no por eso menos importante, el titiritero, su cartel, no le transmitía nada, solo simpleza y melancolía, con su pequeño muñeco de madera sostenido en su pierna. Todo en él, demostraba gastado y viejo, no tenía expresión, no tenía gracia, alejado a la simple vista del público, sin importancia. 
Con razón no era anunciado, de seguro era un acto que fue retirado. Todos los carteles eran alumbrados por faroles, meno ese.

"Que triste."

Eso es lo que pensaba nuestro querido Jungkook, entusiasmado por ver el show que, al parecer, le promete mucho. Desde pequeño amaba el circo, ver cada uno de los actos de todo tipo mientras comía algodón de azúcar o una deliciosa manzana acaramelada arriba en las gradas para tener una mejor vista de todo el lugar. Admirando las luces y la música, esperando que comience el presentador para que inicien los tan esperados y aclamados actos circenses. Gritar, aplaudir, reír y sorprenderse junto al público de la noche.

Odiaba la espera, era muy conocido por su marcada impaciencia. Daba pequeños saltos como un sapito, en esa larga e interminable fila. Nadie lo pudo acompañar, ni un amigo de la universidad o algún familiar en especial, pero no le importaba, prefería verlo solo a perderse el espectáculo. 

A veces su orgullo le ganaba, como un niño pequeño que decía: "Está bien. No me importa si no me acompañas, lo veré solito." Haciendo un puchero y cruzando los brazos con el semblante fruncido por el enojo del momento, enterneciendo a sus conocidos por su linda actitud algo infantil.

El recordar como todos lo rechazaban le hervía la sangre. ¿Es que acaso a nadie le gusta el circo? O sea, por favor, es el circo. ¿Quién no adora el circo? Solo un completo aburrido o al quién le dé miedo los payasos, aunque nadie juzga, se entiende. Bueno, tal vez sí se esté pasando un poquito. Pero es que no le tienen paciencia, hace mucho no iba a uno, y que mejor al nuevo circo de la ciudad. Tuvo que caminar varias cuadras y gastar como tres pasajes en bus, pero, sentía que valía la pena, no muchos circos aparecen en la ciudad, así de repente. 

Y ahora que lo pensaba, ya tenía idea por qué no dejaba de saltar. Quería ir al baño. Era tanta su emoción que no le prestaba atención a su vejiga. Miró la hora en el cartel de la entrada y la redirigió a su reloj. Solo faltaba media hora para que puedan ingresar. Tiempo suficiente.

Estiró el cuello y observó por todas partes antes de salir de la fila para distinguir a lo lejos una señal de donde se encontraban los benditos baños. Miró atrás de él para encontrarse a una señora y a su hijo jalándola del brazo en pleno berrinche para que se marcharan del lugar algo asustado, y al parecer no era el único. Tampoco digamos que son todos, otros como él ya querían entrar, algunos más pequeños encima de sus padres, con sus caritas pintadas, con alguna chuchería o un globo con helio, hasta juraba ver uno de esos globos escapar de las manos de una niña empezando a llorar también. Pero no tanto como otros. Ahora poco le importaba. No sabía si hablarle a la señora atrás suyo o no. Pero mejor lo hizo, su vejiga le pedía auxilio.

—Disculpe, señora —Ella lo miró, no comprendía, pero la mujer solo contaba con ojeras muy marcadas en su delicado rostro. Y al igual que la explicación de los pequeños, no era el único padre de familia así. Solo ignoró eso, mejor dicho, ignoró todo, cuando uno retiene mucho pipi, la mente se pone en blanco. El niño seguía de berrinchudo y no lo dejaba concentrar —Por favor, puede guardarme la fila, es que necesito ir a los servicios —Él apuntó a la dirección. La mujer solo asintió en gesto de afirmación, sin mostrar signos de querer hablar. Eso le bastó para ir corriendo a como le dan las piernas apretadas por la fuerza que ejercía en ellas. 

No había fila para el baño, tampoco era para tanto, cualquier persona prefería aguantar antes que entrar a un portátil una vez los vio algo descuidados. Que decía descuidado, eran la entrada al mismo infierno. ¿No se suponía que este era un circo nuevo? Por lo menos los baños deberían estar lo suficientemente cuidados y limpios. El caso era que su nariz gritaba. Pero nada peor que sus pobres ganas de orinar.

Como pudo, aguantó la respiración y se dirigió a uno de los cubículos azules. Descargando y relajando los músculos, salió de ahí con las lágrimas al tope de querer escapar de una vez. El hedor era tanto, que salió corriendo antes de que le lleve el diablo, apretando su nariz y los ojos, agitando su mano libre cerca de su cara como señal de querer recibir aire fresco y limpio. En eso, no se percató cuando chocó accidentalmente con otra persona del lugar, cayendo al piso de trasero por el impacto repentino al perder el equilibrio.

Levantó la mirada extrañado, queriendo disculparse por su imprudencia, no era su intención querer chocar con el desconocido, solo quería regresar a la fila y huir de las puertas camino al abismo. Pero antes de querer siquiera abrir la boca, aquel tipo lo miraba con los ojos fulminantes en rabia. No mentía cuando presintió una corriente de miedo recorrer cada esquina de su cuerpo. 

—¿Quién eres tú? ¿Qué se supone que hace aquí?

—Ah, dis-disculpe, pero no lo comprendo. Solo quería usar los baños. —Apuntó en la dirección de donde vino y el cartel que lo direccionaba también ahí.

Aquel tipo de ropas viejas y rotas, de cabellera rubia y desordenada, solo atinó a agarrarse de sus mismos cabellos y rechistar frustrado, poniéndose de cuclillas de repente y quedando a la altura del pelinegro que lo veía raro. ¿Es que acaso no se podía utilizar el baño? ¿Se tenía que pagar antes? No podían culparlo, no podía aguantarse, estaría oliendo a miados todo el show. Y él no quería eso. 

—Nos estamos quedando sin poder, nos estamos quedando sin poder, vamos a morir, vamos a morir si no hago algo... —Bueno, ahora sí se estaba asustando. El sujeto empezó a balancearse en su lugar, con la cabeza agachada, aun sujetando sus mechones, repitiendo las mismas palabras en susurros, lo suficientemente audibles como un mantra, una y otra vez. Era de noche y el frío ya se había hecho más que presente. Podía ver el vapor salir de su interior cada vez que respiraba y el tipo no era la excepción. 

La luz blanca que se posiciona en lo alto, alumbraba directamente a su dirección, el contraluz del cuerpo inclinado delante de él le daba un aire de mucha tensión al ambiente. Su cuerpo temblaba, del frío y del miedo. Ya no quería estar ahí, quería estar en la fila y esperar lo poco que falta para entrar al circo, pero con la repentina presencia de ese tipo, lo dejó congelado en su sitio. La voz de aquel sujeto parecía distorsionada.

Reuniendo el valor que le quedaba, trataba de acercar su mano raspada por su caída al hombro de aquel chico. Pero antes de poder tocarlo, este levantó la mirada abruptamente. 

Bueno, si al principio tenía miedo, ahora se estaba cagando en los pantalones.

Aquel pulcro rostro y tensa mirada de un inicio, era solo una cara sin ninguna muestra de expresión, pero eso no era lo que realmente logró dejarlo perplejo y hacer que su corazón retumbe dentro de su pecho como si fuera a salirse de él en cualquier momento. Si no su ojo, que colgaba de la cuenca de este, sujetada por una especie de cuerda, y dos líneas bien marcadas y profundas se extendían por las comisuras de sus labios. La textura de su piel se secaba rápido como madera, mostrando el paso de los años, arrugado y viejo, y al parecer estaba llorando, ya que un camino de lágrimas estaba estampado en sus pómulos.

Si los baños no eran el producto de sus ganas de vomitar, sin duda era este.

—¿Sigues aquí?... —Sus labios se movían de arriba hacia abajo como un cascanueces y su cabeza se inclinó hacia el suelo de un momento a otro crujiendo por el repentino movimiento. Extendió el brazo hacia arriba por encima de la cabeza y volvió a agarrar su cabello tirando de ellos, acomodando su postura para poder alzarla y volver a enfocar su mirada al pobre chico aún tirado en el suelo expectante de todo —¿Sabes?... —Su voz distorsionada se acentuaba conjunto a su rostro demacrado, sacó su lengua y lamió sus labios al estilo Heath Ledger interpretando al Joker, pero en este caso, remarcando más sus acciones, como disgustando a su presa ya en su paladar —Yo que tú empiezo a correr, no querrás perderte de nuestro show —Extendió las últimas palabras, distorsionando aún más su voz agudamente en la oración e inclinando la cabeza hacia un lado, soltando ahora una chirriante risa al ver al pobre chico arrastrarse hacia atrás con la ayuda de sus codos. 

Jungkook no necesitaba nada más, en todo momento no se dio cuenta de que había mantenido su respiración atrapada en sus pulmones. Como pudo, trató de levantarse y salir corriendo del lugar y así como él, aquel rubio con cara de muñeco también lo hacía, con más dificultades, tronando cada parte de su cuerpo, incrementando la risa y manteniendo el equilibrio.

No quería escucharlo y empezó a correr, yendo por el mismo camino por donde vino en un inicio. Solo por un segundo giró la cabeza por si lo perseguía. Grave error. Sí lo hacía. 
Sus piernas estaban chuecas y trastabillaba a cada instante, pero eso no lo detenía mientras aún sostenía su cabeza y remarcaba sus dientes en un intento de sonrisa cuadrada.  

No se había dado cuenta, cuando otra vez, chocó con otra persona cayendo nuevamente al suelo, percatándose que había regresado al lugar donde las personas se amontonaban, la fila incrementada y donde las serpentinas y decoración iluminaban el lugar. Por suerte para él, esta vez con el que chocó, sí era alguien conocido para el gusto de sus ojos y su estabilidad mental, a la vez acompañado de otra persona más.

—¡Kookie! Al fin te encontramos —Sonrío una chica al ver a su compañero de clase. 
Antes de poder saludar, regresó la vista por donde apareció rápidamente, calmando su respiración y pulsaciones al ver que no había nada. Relajando sus temblores repentinos y ganas de echarse a llorar por el miedo comiendo cada parte de su ser.

Una vez que volvió a su posición inicial, una mano extendida lo estaba esperando, seguido de una sonrisa perfecta y amistosa de su mejor amigo, Eunwoo, y junto a él, su novia Dahyun. No lo pensó dos veces para sostenerla y poder levantarse. Aún seguía con el impacto y miedo de lo que vivió hace apenas un momento, pero esta vez estaba más relajado. ¿Qué demonios fue eso? ¿Qué mierda era esa cosa? ¿A qué carajos se refería? Definitivamente no quería averiguarlo, solo quería irse. 

—¿Dónde rayos te metiste, Jungkook? Estábamos buscándote por todos lados —Le dijo su amigo con falsa molestia en su voz.

—Yo... 

—No te preocupes, por suerte apareciste en el momento justo, solo faltan 10 minutos para entrar —Interrumpió la chica.

Jungkook se volvió a tensar —Chicos, yo creo que mejor...

—Hombre, por favor, ¿No me digas que ya te arrepentiste? Desde la mañana estabas insistiendo de querer venir —Advirtió el otro. 

—Además, ¿Sabes cuánto nos costó llegar? Este lugar está casi a las afueras de la ciudad —Remarcó la novia de su amigo. 

Y es que tenían razón, no paraba de insistir en querer venir, y ahora, solo quería ir a su casa, meterse a su cama y pensar que nada de eso pasó. Que solo fue una jodida pesadilla por atormentar a sus amigos en sus reclamos por no pasarla bien un rato. Cualquiera diría ir a un bar, un parque de atracciones, una discoteca, pero no, el circo era en lo único en lo que pensaba. Ahora estaba completamente arrepentido. 

Qué curioso, su antes alegría de la niñez arruinado por un tipo mitad muñeco diabólico. Genial, otro trauma a la lista, perfecto. Solo falta que los cangrejos se coman los dedos de sus pies entrando al mar o un tiburón arranque su cabeza. Gracias Steven Spielberg, por marca a una generación y formar parte de la historia del cine.

Pero en ese instante estaba envuelto en pánico, sus amigos ahora son los que quieren entrar, por algo aquel tipo quiere que vean la función. Si solo ellos hubiesen visto lo que él vio, estarían como él. ¿Qué hacer en estas situaciones? ¿Hacer como si nada pasó y entrar? ¿O contarles lo que vio y correr como gallina mientras lo tachaban de loco miedoso? En definitiva, su orgullo sigue presente. 

Regresó al lugar donde le pidió a la mujer se lo aparte, al parecer su hijo ya estaba más calmado que desde un inicio, pero con otra actitud, apretando con fuerza la mano de su madre perdiendo su mirada en el horizonte.

Agradeció a la señora, regresando a su posición con sus amigos, solo recibiendo un asentimiento por parte de ella. Forzando una sonrisa, regresó su atención a sus conocidos, que, a comparación de él, parecían más entusiasmados y animados. Dahyun, refunfuñando porque olvidó comprar algo para comer mientras mira el show y Eunwoo prometiéndole comprar algo en el camino de regreso a casa. Querían integrar a Jungkook en la conversación, pero él solo tenía la cabeza en otra cosa, ese maldito muñeco.

Las personas empezaron a avanzar, dejando su entrada en un torniquete para ingresar a la carpa. Algunos niños saltaban por la emoción, mientras que sus padres se manejaban como robots, otros arrastrando a sus hijos que aún hacían fuerza para no ingresar, mientras que algunos eran iguales a los adultos, como si algo controlara sus cerebros. Ya no lo estaba tomando bien, ¿Qué está pasando? Contra todo pronóstico, de alguna manera lo descubriría.

Por fin era su turno de ingresar, sus amigos estaban primero y luego le tocó a él. Pasó por el telón de franjas rojas y crema. Se imaginaba lo peor, un lugar tétrico, viejo, sin nada de gracia y chiste. Mantuvo los ojos cerrados por un momento, preparándose mentalmente de cualquier cosa, para de un momento a otro, maravillarse por el lugar.

No era justo como se lo pensó, era mejor. Por un segundo se había olvidado porque no quería estar ahí.

Había pasado tanto tiempo que ya no recordaba cómo era estar dentro de un circo. El sitio era muy espacioso, con las gradas perfectamente acomodadas, los reflectores yendo de un lugar a otro, iluminando a la gente que se acomodaba en sus respectivos asientos, acentuando más los rojos, azules y amarillos para darle un toque más mágico y brillante. El techo era tan alto, el centro grande y espacioso para los actos. Era como regresar a su niñez. 

Se aproximó a sus amigos, dejándole su respectivo lugar. Ya no estaba como en un inicio, se sentía relajado, respirando esa atmósfera de diversión y risas. Los niños que antes lloraban por el miedo, al igual que él, ahora estaban calmados. Tal vez se equivocó, de que lo que vio solo fue producto de su imaginación o alguna alucinación por todo ese hedor nocivo de esos baños. Sí, tal vez solo fue eso, nada que sacar de contexto; aún le inquietaba, eso sí, nadie le quitaría el susto de su vida.

Lo dejaría pasar. Otra jodida vez.

Los reflectores disminuían su fuerza, dejando el lugar solo iluminando el centro del escenario.

La función está a punto de iniciar. 

Todos aplaudían al compás de cómo un hombre bonachón y rellenito se acercaba al centro del escenario. Vestía un brillante y llamativo traje con una chaqueta de frac rojo y un ribete dorado, pantalones negros y sus botas, y en su cabeza, descansaba un elegante sombrero de copa. El Maestro de Ceremonia, con un gran porte, anunciaba la bienvenida del público presente con la típica frase —Señoras y señores, niños y niñas de todas las edades... —Y con su increíble hipérbole anunciaba cada número que se iba a presentar esa noche. 

Por el momento no había nada raro, solo la vibrante atmósfera acomodada con el inicio del show, el Maestro de Ceremonia seguía nombrando los números hasta llegar al final. Al momento de concluir retira su sombrero y se inclina hacia adelante como su breve despedida. Aun en su posición recibe el aplauso de la gente, mientras su sombrero es nuevamente colocado en su lugar, elevó su rostro disimuladamente y la luz del reflector oscureció considerablemente su mirada. Jungkook por un momento imaginó sentir aquellos ojos en su dirección, penetrando cada poro de su piel, haciéndolo sudar frío, y no tuvo de otras más que apartar la vista por un segundo para calmar su corazón atormentado. Quería pensar que no fue así, que solo su mente le vuelve a jugar cosas. 

Al momento de que el hombre volvió a retirarse, empezó a tranquilizarse nuevamente. Pasando a otras ideas, y lo que dijo aquel tipo era de creer, cada palabra que había dicho, era alucinante. 

Los payasos aparecían, hacían su acto, pero las risas no eran, cómo decirlo, las más convencionales, él sí lo hacía, reía por cada tontería, calmaba sus músculos y se sostenía la barriga de tantas ocurrencias, algunos tragaban sables, para después su compañero aparecer y sacarla de su garganta, empezando una actuación donde parecía que se moría por el daño de sacar aquel artilugio, pasando así a otros payasos que lo reanimaban, tirándolo de la camilla, regándolo de agua, hacer como que su pulso estuviera en la planta de pie. Risas y más risas de sus payasadas. Pero no, algo no estaba del todo bien, si veía a personas reír, como otros apuntaban el escenario, pero era diferente, más mecánico que natural. Sus amigos estaban bien, reían junto a él, pero poco a poco parecían incómodos. 

No pasó mucho tiempo cuando los trapecistas aparecieron, su acto era tan riesgoso como impresionante, no había red, solo sus trapecios y su fuerza. Sus vueltas eran maravillosas y perfectas, suspendidos en el aire, sujetándose por los empeines y pasando el uno y el otro.

Wow, lo único que podía pronunciar. De un momento a otro creía que nada más podría pasar, pero sus nervios explotaron al ver que un trapecio descolgaba de un lado y el trapecista tenía que pasar por ahí. El horror en su rostro estaba presente, al verlo saltar yéndose a sujetar, pero ya era de esperarse que caería. Tapó sus ojos al momento que lo vio caer, no quería ver y llevarse más horrores. Pero nada pasó, no oyó gritos, o el sentir que la gente se paraba para irse del lugar. Destapó sus ojos, para llevarse con la sorpresa de que el trapecio estaba bien sujeto en su lugar y los trapecistas estaban a punto de terminar su acto.

¡¿Qué demonios?! Él lo vio, esa cosa estaba suelta, era evidente que se iba a caer y morir. 

¿Qué está sucediendo? Maldijo por sus adentros, giró la cabeza para ver a sus amigos. Ellos estaban normales, mirando hacia arriba, como lo había hecho él también. No tenían un semblante tenso, más bien calmado. Como si nada hubiera pasado, porque así parecía, nada ocurrió, pero él estaba seguro, él lo vio muy claramente. Solo esperaba que esto ya termine de una vez. Ya no le gustaba cómo estaba yendo la noche. 

Con el acróbata no tenía mucho que decir, más de lo agraciado que se veía flotando en el aire, mostraba su gran habilidad, agilidad y flexibilidad, tomaba impulso para ser uno con la gran y fina tela, sujetaba bien sus brazos, y tras una pequeña marcha saltaba y se colgaba arriba de todo el público.

Caminaba en el aire. Pero ¿Por qué todo parecía correr mal? De un segundo a otro, se veía claramente como el brazo de esa persona se torcía de manera antinatural mientras se suspendía, y una vez llegando al centro, cae por la tela, pero casi llegando al suelo, se detiene abruptamente. No se movía, parecía que no iba a reaccionar. Todo estaba en silencio. Ya está, esto es lo último que presenciará. Estaba por advertir a sus amigos para irse, pero no, de la nada, el acróbata levantó la cabeza con una sonrisa de oreja a oreja, recibiendo los aplausos de la gente y bajando por completo hasta tocar el suelo.

Y es que... ¡¿Acaso la gente estaba ciega o qué?! Su brazo no estaba en su posición. El acróbata parecía no tomarle importancia, saludó al público feliz con el brazo chueco, hizo una reverencia y se fue tras bastidores acomodando su extremidad tras su ida. "Eso es asqueroso", pensó, hasta donde estaba sentado, creyó oír esas articulaciones acomodarse. 

El mago ni se diga, ya suponía que se prendería fuego, por tanto humo que desprendía el escenario por su presencia. Hizo los típicos trucos convencionales. Y, con el pasar de los minutos, recordaba por qué de todo el circo, odiaba al mago. Sus trucos eran muy predecibles, desde las cartas, hasta los aros, desde la caja que te desaparece, hasta la que te corta por la mitad. Pero ahora, esa fue la peor de todas.

Pareciera que su asistente no era muy competente, el mago no parecía estar listo para empezar, pero se veía claramente como lo cortaban por la mitad, literalmente. Por un segundo creyó que tal vez si era parte del espectáculo, pero ver la sangre brotar y salpicar con la sierra eléctrica al público de la primera fila, es otra cosa. Ese tipo estaba gritando, pero su asistente parecía que no lo oía, seguía con su sonrisa inocente cortando al mago por la mitad.

No había de otra, tenía que salir de ahí ¡Ya! ¿Este era una clase del circo del terror o qué? Trataba de llamar a sus amigos, el grito de ese hombre era muy desgarrador, pero ellos no le hacían caso.

—¡Eunwoo! ¡Dahyun! Hay que irnos de aquí, ¡Chicos! —Pero ellos ni lo escuchaban, se quedaban mirando como desprendían a ese hombre, su expresión era neutra, no les importaba, no parecían tener miedo —¡Maldición! ¿Qué les pasa? Hay que... — Silencio, los gritos del mago desaparecieron, los demás del público estaban igual que sus amigos, solo expectantes, sin expresión, como si no les importara como cercenaban a un hombre ante sus ojos. Fijó la vista al frente, esperando lo peor, temblando con cada fibra de su cuerpo. Se abrazó así mismo, el sudor regresó, sentía sus dedos congelados por el miedo. Creyó que estaba a punto de vomitar, no obstante, el mago salió ileso de su lugar después de estar pegado nuevamente. La sangre aún se veía salpicar de la caja, pero tal vez y solo tal vez, parecía que esto sí era parte del acto. Pero aun así, cómo explicaba ese gran corte en el abdomen de ese tipo y la ropa arrancada por la mitad. La gente aplaudía el acto. Pensó que ya se estaba por desmayar. En eso, los reflectores se apagan por completo, encendiéndose nuevamente con el lugar impecable. Más mierdas.

Seguía el domador.

¿No se suponía que los animales estaban prohibidos? Pues al parecer este circo era la excepción a la regla. Y no sabía qué hacer para no presenciar lo que sucedería en ese momento. Taparse los oídos y cerrar los ojos no era suficiente. 

Hasta este ligero punto, te preguntarás ¿Por qué no salía? ¿Por qué no tomaba esa poca cordura que le quedaba y se iba del lugar? Fácil, no podía moverse. Sus piernas no reaccionaban antes de que llegara el acróbata, lo intento, pero no, era imposible, además, no podía dejar a sus amigos. Muerto de miedo, pero no traicionero.

No entendía nada, quería llorar, gritar, pedir ayuda, trató de buscar su celular, llamar a la policía y que los saquen de ahí, pero al parecer lo perdió cuando chocó con aquel muñeco. "Todo mal Jungkook, eres un completo idiota."

Desde lo alto se veía como una reja bajaba hasta el centro del lugar. ¿En que momento colocaron esa cosa? Un hombre, con látigo y sin protección atravesaba las rejas y se quedaba a la espera de la bestia que estaba por aparecer. Vio a lo lejos como los payasos picaban a un tigre. Jungkook sentía el corazón en los pies y la boca del estómago apretarse con fuerza. Ese animal era grande, la gente ni se sorprendía como él. Lo único que se escuchaba eran los ruidos del tigre y la música de viento animando el lugar. Que de animado no tenía nada, si su propósito era dar tensión al ambiente, pues, lo estaba logrando.

El domador, empezó con el látigo, ordenando al animal a ponerse entre sus patas delanteras, el aplauso automático no se hizo esperar, sus amigos igual estaban como los demás, controlados por alguna especie de fuerza desconocida.

Se quería morir de los nervios. Se escuchó otro latigazo, para que esta vez el pobre animal se sostenga perfectamente en una especie de escalera con las patas completamente juntas.

El domador pedía aplausos, ovaciones, cosa que recibió, pero no midió la extensión del látigo que el impacto le terminó cayendo justo en el hocico del tigre. No pasó más de que el animal saltó encima de él.

El grito de Jungkook fue el único que se escuchó. 

Ya no podía, esta era la gota que derramó el vaso, a como podía, juntó toda la fuerza que pudo reunir y trato de levantarse una, y otra, y otra vez.

No, no, no, ya no podía quedarse ni un minuto más. Buscaría ayuda, y así tal vez podría ayudar a todos ahí, controlados por lo que sea. Y con lo último que pudo lo logró apenas, cayendo en el piso de la grada, y así, se arrastraba con los brazos hasta las escaleras.

Fijo su vista nuevamente al frente, el tipo se sujetaba de las rejas viendo a su dirección, pedía ayuda con los ojos bien abiertos por el dolor y los ataques —¡Por favor! Sácame de aquí, sé que me escuchas —Otro zarpazo —¡Te lo suplico chico! ¡Ayuda! —Desgarraba la garganta, pero nadie hacía algo para detener al tigre, este seguía rasgando su espalda y mordiendo su brazo. —¡Ya no quiero estar aquí! —Trataba de sostenerse de la reja justo en su dirección, lo veía directamente, gritaba con otro zarpazo, justo cayendo este en su pierna arrastrándolo por el lugar, dejando una gran mancha en su camino, mientras extendía la mano mirándolo directo a los ojos y gritando otro tramo más. Un nuevo y maldito silencio sepulcral apareció. 

No lo pensó más y siguió su camino —Dios, sácame de aquí —No pareció haber otra cosa más y se dejó caer por las escaleras, impactando muy fuerte hasta llegar a la planta baja, su cuerpo perdía fuerza, pero ya era capaz de levantarse. Y así empezó a gritarle a la gente que aún se mantenía como estatua.

Sujetó el rostro de un señor, lo golpeó lo suficientemente fuerte, pero este no reaccionó, solo levantó la mirada, conectando ahora la suya con la de él, para después regresar nuevamente al centro del lugar, ¿Por qué era el único en esta situación? —¡Hombre, por favor, reaccione! —Sujetó el rostro de otro joven, pálido, como muerto en vida, volvió hacer lo mismo. 
Nada. Ni una simple reacción.

Estaba solo en esto.

Se encontró a la señora de un inicio, pero estaba peor a como la vio afuera en la fila, tenía las ojeras más marcadas y su hijo al parecer estaba en las mismas condiciones. Se lamentaba, tenía que haberlo previsto antes, respetar las señales, no dejarse llevar tan fácilmente, decirles a sus amigos que era una mala idea. Lo que sucedió en los baños debió ser lo único que lo motivaría para no ingresar, llamar a la policía o a quien sea para saber qué estaba sucediendo. 

Unos tambores empezaron a tocar a la espera de algo más. Se alarmó. Los reflectores se apagaron, dejando el lugar a oscuras totalmente, como pudo, se arrastró debajo de las gradas, empujando las piernas de las personas unas con otras. De repente, una luz proyectaba el centro del escenario, las rejas no estaban y toda la sangre había desaparecido otra vez. Pudo divisar a una persona ingresar al lugar por tras bastidores sujetando una maleta consigo, elevó la mano y los aplausos empezaron nuevamente. La luz se volvía en un rojo intenso al momento que aquel sujeto llegó al centro haciendo una reverencia mientras los aplausos poco a poco se detenían.

Uno de los payasos, encima de un monociclo apareció de repente, sonando una corneta con una mano, mientras que con la otra aproximaba un banco de madera para dejarla en el centro.

Los aplausos cesaron completamente, no podía ver bien de quien se trataba, pero muy obvio, no era algo bueno. —En mis años de existencia, nunca había visto a alguien como tú —Empezó a hablar con una voz fuerte y profunda, mientras remarcaba sus pasos para sentarse en aquella silla —De hecho, es un poco cómico comparado con mi fuerza —Dejó la maleta en el suelo mientras desprendía los broches que la mantenían cerrada —Bueno, tampoco digamos que me he vuelto débil, dime —Fijó su vista en el payaso —¿Me veo débil? Hmmm... Mejor no me respondas —Sonó nuevamente la corneta —Te dije que no me respondas, ¡Lárgate! —El payaso se fue por donde apareció. Se escuchó un carraspeo —¿Por dónde iba? A sí, querido amigo, sé que me estás escuchando —Dios, era su fin —No tienes por qué ocultarte, tuve suerte con el trapecista, pero mi domador quedó sin extremidades por tu culpa ¡Asume la responsabilidad!

Sacaba algo de la maleta, un muñeco, el mismo del cartel. Era el Titiritero.

¡Oh por un carajo! Ahora sí lo reconocía. El mismo que se encontró en un principio en el cartel y los baños, solo que se veía diferente. Era un muchacho joven, bien agraciado y fino, con traje nuevo y corbata, peinado y arreglado. Estaba sereno, mientras acomodaba su muñeco en su pierna para arreglarlo. Ahora Jungkook lo tenía más claro, mientras aquel arreglaba la ropa y el sombrero del muñeco con una sonrisa.

Tenía que salir de ahí. 

Miro por toda dirección, pero por un segundo que volteó y regresó la vista al escenario, el muñeco no estaba —¿Sabes? —Susurraron en su oreja —Es típico que en este tipo de situaciones la persona sienta miedo —El muñeco estaba a su lado. Soltó un gran grito de solo pensar que lo tenía a un costado.

Los hilos se enrollaron en su cuerpo y lo arrastraron fuera de su escondite. Gritaba y forcejeaba, mientras el muñeco se reía de él. Lo atrajo con fuerza hacia el escenario, golpeándolo con las sillas o con lo que sea que esté en su camino. Los hilos cortaban la ropa y su carne, pero no lo atravesaba hasta el punto de querer matarlo. El dolor era insufrible, llegando justo a los pies de aquel maniático. 

—Mátame.

—Vaya, ¿De dónde tanta valentía? —Tiene razón, él no quería morir, solo lo dijo por la adrenalina. 

—¿Qué qui-quieres de mí? —Tembló un poco al verlo levantarse de su lugar.

—¿Qué quiero de ti? —Repetía mientras caminaba alrededor suyo juntando las manos en su espalda —Bueno, es una buena pregunta —Aquel pequeño muñeco se sentó encima de su pecho y el tipo empezó a reír —Esta bien, está bien, no insistas más, te lo diré —A este punto se encontraba a un extremo del escenario, chasqueo los dedos y nuevamente Jungkook estaba siendo arrastrado hasta su posición deteniendo su andar con un pie, elevándolo con solo un simple movimiento de dedo, acercándolo hasta su rostro —Por si aún no te das cuenta —Chasqueo los dedos nuevamente, incrementando la fuerza en los hilos, sacándole un quejido —Con un simple chasquido, podría acabar con tu vida y me ahorraría horas de tortura, pero no es divertido, puedo aguantar un poquito más hasta drenarte por completo.

—No-no lo entiendo ¿Qué quieres?

El Titiritero bufó más que molesto —¡Tu energía vital muchacho! —Lo sujetó de sus mejillas apretándole con fuerza, haciéndolo llorar por el repentino dolor y terror—Aquella que desprendes por cada poro de tu cuerpo justo ahora —Y expectante a su aterrada y exquisita expresión, sacó su lengua lamiendo un lado de su mejilla, degustando en el proceso aquellas lágrimas que salían a cada instante. 

Jungkook sentía el asco crecer por su pecho, miedo y horror —Déjeme, yo no sé de qué habla, por favor.

—Sssh —Aquel tipo colocó su índice en sus labios, mientras él respiraba con dificultad —Cállate, eso no será posible amiguito, tú sacaste de su pequeño trance a mis muñecos, ¡Ahora por tu culpa voy a tener que conseguir unos nuevos! —Golpeó su mejilla —El domador era un poco idiota, la situación es que no todos lo eran y gracias a esa energía tuya, pudo librarlos temporalmente, al igual que sus espectáculos, todo estaba perfecto al inicio de cada número, pero ¡Nooo! Su maldita hambre los segó, ¡Acaso no se podrían controlar un poco más, animales! —Gritó a los vientos, empujándolo y haciendo que se caiga fuertemente en el suelo boca abajo —¡Ohh! ¿Te dolió? —Hizo un puchero —Pues eso es lo poco que mis títeres han sentido. Yo los he cuidado durante muchísimo tiempo, cerciorando que nada les ocurra. Pero ahora...

—Por favor, no me haga daño —Suplicaba, ese tipo estaba loco, tenía una mirada macabra, lo asustaba con cada cosa que salía de su boca. No lo entendía ¿Energía? ¿Sus muñecos? ¿Hambre? Esto cada vez perdía más y más sentido. 

—¡Te dije que te calles! —Pateo su abdomen con fuerza, sacándole el aire de repente. El Titiritero acomodó sus cabellos y se puso casi a la altura del chico para estar más cómodo agarrando su cabeza para que lo vea claramente. Volvió a reír —No estoy loco, soy una buena persona —Se apuntaba al pecho marcando una sonrisa cuadrada —Pero esto cada vez se ponía más difícil, no habíamos comido en más de una década ¡Mi fuerza se desgastaba! ¡Todos aquí íbamos a morir si yo no hacía algo al respecto! —Solo mantenía una conversación consigo mismo, mientras gritaba cada palabra a la cara del otro. Movió la cabeza en negación y suspiró con fuerza. —Sé que me entiendes.

En un nuevo trinar de dedos, vio a lo lejos como dos personas se levantaban de su lugar, fijo bien su vista al notar como se aproximaban. Para entrar después en una desesperación abismal —No, por favor ¡No! ¡¿Qué vas a hacer con ellos?! —Eunwoo y Dahyun aparecieron justo en el escenario, controlados, idos de su mente.

—Ya te lo dije, me quedé sin domador, pero también sin un mago, así que... — Sonrió.

—No, no, ¡No! —Se removía, sintiendo los hilos apretar.

—Sí, sí, ¡Sí! —Se burlaba, y se colocó atrás de ambos chicos apoyándose en ellos con cada brazo a sus costados —Ahora, ya tengo suficiente energía como para regresar todo a la "normalidad" —Extendió sus dedos entre comillas —¿Ves a todas esas personas de allá? —Dirigió su mirada al público —Su energía es escasa, pero si reúnes una gran cantidad de ellos, se llena una gran fuente de alimento para mí y mis muñecos, los niños más que todo al ser algo más abundante, por eso es un poco difícil manipularlos al inicio. Y ya sé porque contigo fue imposible —Decía mientras acomodaba el cabello de Dahyun. 

—¡No la toques! —Sus lágrimas no eran de miedo, ahora eran de rabia. 

—Uy, pero que molesto llegas a ser, en serio —Con un movimiento de manos, ordenó a su muñeco picar al chico con una pequeña daga en la parte de su espalda.

—¡Ahg, suéltame! —El Titiritero solo seguía riendo por su dolor, y es que en estos momentos ¿Qué podía hacer? La desesperación lo segaba y la pequeña cuchilla solo lo llevaba cada vez más a la frustración e ira.

—¡Eres tan divertido, mocoso! Y solo por eso, quiero que veas algo —Llamó su atención ordenando a su muñeco a detenerse —¡Fija tu vista al frente y dime qué es lo que ves! —Le ordenó dramatizando su voz. Chasqueo otra vez los dedos.

Esto, debía ser una broma. Esto se ponía cada vez más difícil de creer. El circo, solo era una pantalla a como verdaderamente era, la carpa estaba toda vieja y rota, las partículas de polvo se veían por todos lados, las gradas eran solo tablones de madera podrida a punto de romperse, telarañas en las esquinas, partes rotas, oxidadas y viejas. Dirigió su vista al titiritero, era igual a como lo vio en los baños, le daba un repentino miedo junto a un gran asco —¿Y bien? —Otra vez esa demacrada voz —Todos están siendo controlados por mí, obvio ya no los necesito, ya tengo lo que quería, pero ¿Y tus amigos? Y aún más importante ¿Y tú?... —Se relamió los labios, se aproximó a él y lo levanto con más fuerza esta vez —Mi muchacho, solo para que veas que sí soy bueno, te daré un par de opciones —Pico levemente su nariz con una de sus garras. Sí, garras. 

El tipo era verdaderamente un monstruo, con los ojos saltones, pero uno igual de caído por su cuenca hueca y vacía, la madera simulando ser su piel, podrida y vieja, la postura encorvada y las piernas chuecas, cabello sintético, sin brillo, alborotado por todos lados con puntos calvos y el mismo traje, pero desgastado y rasgado.  

Destruyó el banco de madera a su costado, agarrando una de las patas rotas donde la punta estaba afilada. —Es simple, una de ellas es que yo te asesine y me lleve toda esa energía que tienes, con eso estaré más que contento y libero a tus amigos —Caminaba de un lado a otro —La otra opción es que yo te libere a ti, pero tus amigos se quedan, aquí, conmigo, por el resto de sus vidas, no te preocupes por ellos, yo sabré cuidarlos bien.

—Estás loco si creer que los dejaré aquí.

—Adoró ese valor, piénsalo chico, te daré tu tiempo. 

Qué hacer, qué demonios hacer, en ambos casos el saldría perdiendo, pero si la única opción que tenía más favorable es librar a Eunwoo y Dahyun, obviamente que la tomaría. Pero no se quedaría con las ganas de enfrentar a ese desquiciado títere.

—¡Oye, tú! —Llamó su atención.

—Sip —Todo regresó a como era antes, el lugar volvía a ser bonito —Que rápido tomas tus decisiones, cada vez más me sorpren...

—Escúchame —Lo interrumpió, no le gustaba que lo interrumpieran, pero el Titiritero lo dejó pasar —Yo me quedaré a cambio de mis amigos, quédate con mi energía o sea lo que quieras de mí.

—Me parece bien —Sonrió relajado.

—Pero antes, libérame.

—¿Disculpa? —Se extrañó.

—Sí, ya me tienes, solo quiero despedirme de ellos.

—No creo que estés entendiendo las reglas, amigo —Lo apuntó con la vara.

—Créeme que lo hago —Miró a un lado suyo —Sin trucos, solo hazlo, por favor.

—Bueno, pero si te veo hacer un movimiento en falso, no dudes que te atravesaré con esto— Mostró amenazante aquella vara, regresando detrás de los dos jóvenes. 

—Tienes mi palabra —Los hilos fueron soltándose, al sentirse liberado por completo, se levantó con dificultad por el dolor de sus extremidades, y poco a poco como pudo, se aproximaba a Eunwoo y Dahyun. Verlos así, le dolía, no pensaba dejarlos atrás, abrazó a Eunwoo, aguantó las nuevas lágrimas próximas a salir y le susurró cerca de su oído —Tranquilos chicos, yo nos libraré a los tres de esta.

Y como última mirada, el Titiritero seguía en su lugar detrás de sus amigos, distraído.

Perfecto.

No lo pensó dos veces, cuando de un momento a otro se abalanzó contra él.

Antes de ser liberado, vio como ese loco estaba casi al filo del escenario, justo para que ambos cayeran de ahí, sujetando con fuerza la vara que los dividía solo un par de centímetros. 

El Titiritero se sorprendió, no se suponía que tendría tanta fuerza con esas heridas, lo subestimó. Atrajo a su muñeco a su rescate, sujetando el cuello del chico y alejarlo de encima de él. Se incorporó nuevamente, llamando a sus títeres para que lo ayuden.

El pequeño muñeco seguía en el cuello de Jungkook, pero no le bastó más que agarrar su cabeza y torcerla para que lo dejara respirar. Cuando de un momento a otro, se ve envuelto en otro problema. 

El acróbata, con el cuello ahora medio desprendido, y el trapecista principal, todo demacrado como si su cara hubiera sido golpeada en el piso varias veces. Se lo llevaron de ahí, sujetando sus brazos para alzarlo en el aire y hacerlo caer de varios metros del piso. O ese era el plan, no se dejó cargar tan fácil de ellos, gracias a que tenía puesta una chaqueta solo tuvo que soltarse de esta para, suerte solo de él, caer encima de la gente de la primera fila. Ya luego se disculparía con ellos. Para ver como esos tipos chocaban contra uno de los mástiles que sujetaba la carpa.

Los payasos no se hicieron esperar, con el maquillaje corrido, algunos quemados y otros desmembrados, trataban de atraparlo, él solo se escondía atrás de las personas. Esquivando a cada uno de ellos, su adrenalina estaba al tope. Pero no creía poder continuar con eso tanto tiempo, con una cuerda del telón, los atrajo a su llamado, y con ella enrollándolos con la fuerza que le quedaba para que no se salieran. 

A la asistente del mago, solo tuvo que patearle la cara cuando su cierra quedó atorada con una de las sillas vacías del lugar y dejar que el tigre se la comiera al ver que estaba por saltar encima suyo logrando esquivarlo a tiempo. 

Respiro hondo, en serio, si salía de ahí con vida, para la próxima salida iría a un bar —¡Ya basta de juegos, Titiritero¡ Esto ahora es entre tu y yo ¡Deja ir a estas personas, deja ir a mis amigos!

—¿Crees que es así de fácil? —Buscó de donde provenía la voz. Subió al escenario nuevamente. Un hilo fue a su dirección desprevenido, cortando su mejilla en el acto, después otro y otro, atravesando su piel cada vez que llegaba a tocarlo —Yo no puedo perder.

Jungkook no lo podía ver por ningún lado, pero cuando volvió su vista hacía al frente.

Muy tarde.

La vara de madera atravesó su abdomen rápidamente, perforándolo directamente y atravesándolo por un costado. Comenzaba a sentir como su sangre subía por su garganta, escupiéndola por su boca. Ya no le quedaban las fuerzas necesarias para mantenerse en pie, cayendo de rodillas delante de su atacante. 

—Como te dije, yo no pierdo —Se agachó hasta su oreja para susurrarle con gracia en su voz —Ahora tu vida ya no vale nada más que para mí alimento —Lo vio directamente a los ojos —Y por si lo preguntabas, sí, me quedaré con tus amigos.

Se río en su cara golpeteando nuevamente su rostro y viendo como el chico lo apartaba con odio. Le dio mucha gracia, para después pararse erguido, dándole la espalda para llamar al Maestro de Ceremonia, saquen a las personas y cierren el circo. Por si no lo notaron, amaba que las cosas salieran a la perfección, y ya sobrepasaron más de los 40 min el fin del show. 

Solo que no esperaba ser ahora él el que estaba siendo atravesado por la dichosa vara, justo en el centro de su pecho —Si vas... A matarme— Un escalofrío pasó por su ser —Por lo menos hazlo bien —Y sintió como lo incrustaba con más fuerza. 

Su cuerpo comenzó a convulsionar de a poco, todo el lugar ahora estaba iluminado por los reflectores, el Titiritero se desplomó en el suelo de rodillas, sujetando el lugar donde estaba la vara.

El circo poco a poco se envejecía como lo vio antes. Jungkook sujetó con fuerza su herida, aún estaba sangrando, pero tenía que despertar a todos de una vez o el lugar pronto colapsaría. Vio al Maestro de Ceremonia, estático, sin una pizca de querer moverse de su lugar. Con dificultad llegó hasta él, lo pateó, lo jaloneo, pero nada. Regresó su vista al Titiritero, nuevamente era aquella bestia horrenda, aun así no era momento de jactarse. Tal vez si lo convencía de hacerlo moverse funcionaría, pero un pedazo del mástil del circo aplastó al Maestro de Ceremonias en su delante.

No había solución.

Regresó junto al Titiritero, se colocó al frente de él, y una vez cerca sostuvo su rostro con sus manos manchadas de su sangre y lo vio directo a su único ojo.

—Te gané, fin... Del juego —Respiraba pesado —Ahora dime, ¿Cómo liberó a las personas? ¡Dímelo!

—No queda de otra... ¿Verdad? —Jungkook negó con la cabeza. El Titiritero volvió a sonreír, solo que con más dificultad —La única forma es que tú... —Le apuntó el pecho —Tomes su lugar... Y no, no hay otra alternativa para poder sacar a todos de su trance —Se rio con sorna —¿Recuerdas... El comercial del principio? El Maestro de Ceremonia los trajo y el Maestro de Ceremonia es el único que puede liberarlos —Escupió eso último, burlándose del pobre chico —Pobre idiota ¿Creías hacerte el héroe? Pues ya... No te funcionó.

Finalmente, apartó su vista de aquel sujeto, llevándola a sus amigos y después al
resto de las personas, mirando sus rostro serenos y cansados. El lugar se caía de a poco a destrozos, no quedaba mucho tiempo para que todos quedaran sepultados ahí. Es verdad, no quedaba de otra. Estaba tan agotado, tanto mental como físicamente, que en cualquier momento él se vendría abajo y no tendría las suficientes fuerzas para levantarse otra vez.

Su herida le dolía a horrores y su mente se encontraba demasiado nublada como para pensar otro plan, otro que no sea de aquel lunático que solo se reía tirado en el piso. Sin embargo, no tuvo otra salida y, como si de un choque a todo su sistema se tratara, se escuchó así mismo llamarlo. 

Dio una última mirada a Eunwoo, a Dahyun, despegándola de inmediato, un sabor amargo se adueñaba de su boca junto a su sangre mientras veía como el Titiritero extendía su mano, como signo de sellar un trato. Todos sus recuerdos se mantienen ahora más claros y frescos de lo que vivió ese día. Se consideraba un cobarde y un miedoso, pero su orgullo y valor subieron en picada en cuestión de segundos. Mordió su labio, por un momento mostrándose indeciso sobre si hacerlo o no, pero ahí se encontraba, alzando el brazo en esa dirección, parecía como si estuviera encerrándose en su propia cáscara, asfixiado, incapaz de salir de allí una vez dentro.

Cerró los ojos, mientras sentía el contacto con la de aquel tipo y de cómo su mano era apretada. Tragaba pesadamente, con los nervios a flor de piel y una valentía que no conocía de sí mismo conjunto con todo lo que tuvo que hacer para llegar a ese momento en específico. 

Su corazón se acelera cada vez más y, como una ráfaga, sintió cómo su cuerpo era atravesado por unas corrientes demasiado delgadas y dolorosa de lo que se imaginó recorriendolo por completo, como si ya estuviera esperando ese momento toda su vida, una sincronización con todo el lugar. Ya no era más él. Ya no había más Jungkook. 

Todo pasó tan rápido, de un momento a otro Eunwoo y Dahyun se encontraban fuera del circo, mientras que sus ojos presenciaban cómo el lugar se desplomaba por todos lados. La gente corría despavorida del lugar y Jungkook no estaba con ellos. 

Desde ese día su cuerpo no fue encontrado por ningún lado en todos esos escombros, ni un rastro de que él estuvo presente en ese lugar. La gente ni siquiera podía reconocerlo, mejor dicho, no recordaban mucho de ese día. Como si su memoria hubiera sido borrada, ya que solo se presentaban lagunas mentales de todo lo ocurrido. 

Lo reconocían como un héroe porque tenían la idea de que ayudó a las personas salir del lugar. La gente, dueñas del circo, al parecer también murieron en el accidente. Ya que por lo menos sí se llegaron a encontrar algunos cuerpos. Sólo que no se encontraban sus nombres o alguna identificación de ellos por algún registro. Nada, todos ellos como totales desconocidos ante el mundo. Unos fantasmas.

Mientras tanto, ¿Y Jungkook?

¿Dónde está? 

¿Qué pasó con él? 

Solo esperaban, que sea donde esté ahora, sea en un lugar mejor. 

FIN

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