Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Prefacio



                    Julio 2013

No estaba realmente preparada para eso, pero necesitaba tomarlo, en verdad lo necesitaba. Fred estaba frente a ella leyendo aquél papel que, se suponía, eran los términos y condiciones para poder tomar un trabajo de medio tiempo en el lugar. No lo escuchaba realmente, por sus oídos solo entraban las voces de las personas que venían por un poco de cafeína por la mañana.

Bien recuerda esa mañana de julio en la cual su amigo de casi toda la vida que consideraba casi como su familia, trataba de conseguirle empleo; verano, calor y decenas de personas entrando por la puerta de un pequeño café no-Starbucks en el centro de Vancouver. No lo entendía por completo.

Fred tosió a propósito y le miró instantáneamente queriendo fingir su interés, el chico de cabellos rubios negó con su cabeza riendo y arrastró el papel por la mesa hasta ella. Le conocía, era el gerente y al parecer no se tomaba tan en serio su trabajo como para serlo.

—Tu papá me dijo los abandonaste — habló con una sonrisa que le quitaba la seriedad. Ella le devolvió aquella sonrisa traviesa, y él arqueó sus cejas indicándole que tomara el bolígrafo.

—Busco una vida más... libre —dijo después de encontrar la palabra —, no los abandoné, él lo sabía lo que quería desde que tenía quince. Además, entraré a la universidad en otoño.

—Vaya independencia que tu padre te consiga tu primer empleo — se burló.

—Cumplí diecisiete hace dos meses — le recordó —, desde entonces he buscado uno pero al parecer nadie contrata novatos por la zona, y mis ahorros no me durarán toda la vida — sonrió nuevamente, tomó el bolígrafo e hizo su firma en la parte baja, intentó verse profesional haciéndola aunque era la segunda vez que la trazaba oficialmente en toda su vida.

Fred respiró hondo tomando el contrato.

—Bienvenida, señorita Jeunett —usó su acento francés al decir el apellido guardando todo en una carpeta —. Deberías conseguir compañeros de piso, pagar todo tu sola es algo que no podrás.

—Pondré un anuncio en un muro de la universidad cuando entre — le aseguró.

—Creí que mi indirecta era clara — frunció el ceño, hizo una mueca y relajó su rostro —, Wesley y yo vivimos en un departamento de tres habitaciones. La chica que teníamos antes se convirtió en su novia así que ahora duermen juntos, hablamos sobre traer a alguien más y Claire quiere que haya otra chica, así que, ¿Quieres?

—¿En serio? Supongo que sería genial — admitió sin creer la oferta —, muchas gracias Fred.

El chico sonrió ampliamente después de eso. Lo conocía desde que tenía memoria, sus padres eran buenos amigos y fueron criados como primos desde el momento en el que nació, pero habían dejado de frecuentarse desde que él se fue de la ciudad para entrar a la universidad, y ahora ella estaba haciendo lo mismo, pidiéndole ayuda. Y la verdad era que le relajaba bastante tener un rostro conocido en la ciudad.

 Fred era el tipo de personas que puede llevarse bien con todos con tan solo una palabra, cosa que a ella le costaba a veces, o eso recordaba de él, pues siempre estaba rodeado de personas a donde fuera en Vernon. 

Pudo haberse negado a la oferta pero era realmente tentadora, necesitaba recortar sus gastos y compañía le vendría muy bien. Había visto a su amigo Wesley numerables veces en reuniones, era estudiante de leyes al igual que Fred en ese entonces, y el que haya otra chica dentro de ese departamento le dio un poco más de seguridad. Vivir con chicos mayores quizá no era tan mala idea.

—Comienzas mañana — se puso de pie —, seis en punto, abrimos a las siete pero necesito enseñarte a usar esas cosas — señaló detrás de ella las máquinas de café debajo del tablero donde estaba el menú —, ya después sabrás sobre postres y esas cosas, por lo pronto solo servirás el café.

—Uhm — mordió su labio asintiendo —, igual no parece tan difícil — rió—. Gracias — miró al chico de ojos verdes, tan verdes como un limón—, en verdad.

—No hay de qué — metió la silla de madera debajo de la mesa —, puedes pedir lo que sea, irá por mi cuenta — pasó por un lado y revolvió el cabello de Silver cuando lo hizo —. Oh, se me olvidaba.

Regresó rápidamente, tomó el bolígrafo que había olvidado y una servilleta de papel para escribir.

—La dirección del bar donde nos reuniremos esta noche, te esperaré afuera a las nueve en punto y hablaremos con ellos adentro, veremos a un amigo presentarse... — aclaró escribiendo el número de departamento por último y se lo cedió —. Bien te pude enviar esto por teléfono— dijo después y negó con su cabeza haciéndola reír—, buen día, Silver.

—Igualmente — tartamudeó tomándolo y leyendo. Asintió varias veces y le miró —, ahí estaré.

—Bueno, si me disculpas iré a ordenar los pagos — dijo con malicia, peinó su cabello hacia atrás y se fue.

Rió para sí misma ante eso, quizá el relacionarse con Fred no sería tan mala idea.

Debatió dentro de su mente entre pedir algo y beberlo tranquilamente o irse a lo que fue su casa en el último mes para ordenar sus cosas aunque no era completamente seguro que se mudara. Vio la hora en el reloj que su madre me había regalado cuando cumplí catorce; las diez de la mañana y no había mucho que hacer.

Respiró hondo; el olor a café y galletas recién hechas entraba por su nariz, las palabras de saludo llenas de felicidad por ser un viernes y las pláticas sobre el fin de semana eran lo principal. El sonido de una campana le distrajo de todo aquello cuando vio por la ventana a una chica que la tocaba desde su bicicleta al pasar frente al establecimiento. La siguió con la mirada aunque había personas que le estorbaban en las mesas de afuera, desapareció de su vista cuando el cristal de la enorme ventana se terminó y sus ojos se detuvieron en una masa de cabello desordenada y a la vez muy peinada hacia arriba.

Había un muchacho sentado en la mesa del extremo, en la acera, afuera, justo por donde caminó cuando llegó hace casi cuarenta minutos pero no recordaba haberlo visto.

Podía ver su perfil izquierdo, los escasos bellos adornar su quijada y los gruesos anteojos que estaban sobre su nariz. Usaba una chaqueta gris con el gorro de ésta puesto sobre su cabeza haciendo que lo rizado de su cabello saliera descontrolada y exageradamente hacia afuera. Lo creyó bastante tonto, ¿quién usaría una chaqueta así cuando estábamos a casi treinta y cinco grados?

Lo entendería si estuviera adentro, con el aire acondicionado del establecimiento, pero no, estaba afuera disfrutando del sol y el ruido de los autos pasar.

Su café humeante podía apreciarse desde su lugar, leía un descuidado cuaderno negro que estaba sobre la mesa mientras vertía un poco de crema en la pequeña taza blanca.

¿Sería un chico universitario como la mayoría de los que pasaban por éste lugar?

Él revolvió con cuidado su café, le dio un corto trago y dejó caer su espalda sobre el asiento como si pensara. Ahí fue cuando se dio cuenta de que el café no era lo único que humeaba; golpeó el cigarrillo en algo sobre la mesa y lo llevo a su boca para después dejar salir todo hacia arriba, y ahí se quedó, con la mirada en el tejado.

El letrero de no fumar estaba pegado en el cristal de la entrada.

—¿Pediste algo? — escuchó la voz de Fred nuevamente, pestañeó repetidas veces quitando su atención del chico y buscó los ojos verdes de quien le hablaba. Estaba parado a su lado, sosteniendo varios sobres en sus manos.

Silver negó con la cabeza aun perdida, se puse de pie dispuesta a ir al mostrador.

—Deberías, Jennifer hace galletas de chocolate que hacen querer quedarme con todas — intentó animarla.

—Creo que pediré algunas para llevar — aceptó. Fred asintió orgulloso y regresó de donde venía perdiéndose entre los demás quienes estaban repletos de estrés por haber tirado una pequeña bolsa de café granulado.

—Fred me dijo que trabajarás aquí — una sonriente morena le dijo en cuanto se paró frente a ella, leí su nombre en su ropa; Jennifer.

—Si — fue lo único que dijo y leyó los letreros en mi mente —, me uniré a su familia — intentó bromear y le sorprendió que ella haya reído.

—Necesitamos más camareras — habló después—, ¿qué se te antoja?

—Mocha — dijo firmemente —, mediano y algunas galletas de esa que dice Fred que ama.

—Oh — rió —, es un exagerado — rodó los ojos mientras escribía el pedido. Se lo entregó a alguien más y se dedicó a meter las galletas en una bolsa —. Espero te gusten — las puso sobre el mostrador —, son cuatro dólares — leyó en la caja registradora.

Silver buscó dentro del bolsillo de sus jeans y sacó todos aquellos billetes mal doblados y arrugados que guardaba ahí, rehusándose a tomar la palabra de Fred de que él pagaría. Escuchó a Jennifer reír ante eso más no se avergonzó de ello, en cambio le dio una sonrisa cómplice y comenzó a contar el dinero.

—Cuatro — juntó tres billetes y lo demás en monedas dejándolo a un lado de la bolsa de galletas. La chica tomó el dinero guardándolo en la caja registradora y justo cuando lo hizo llegó la otra chica con mi vaso de café.

—Provecho...

—Silver— terminó.

—Silver — repitió —, un gusto — le dio una sonrisa enorme como costumbre. 

Se preguntó si tendría que actuar así todo el tiempo cuando comenzara a trabajar.

—Igualmente — le imitó, tomó todo y se dio media vuelta dándole lugar a la chica detrás que esperaba su turno, fue a la salida y con cada paso que daba su sonrisa se iba.

Abrió la puerta con algo de esfuerzo, se quedó ahí decidiendo qué hacer y su mirada fue de nuevo al chico de hace unos momentos. Seguía en la misma posición y pudo jurar que ese cigarrillo era eterno. Decidió caminar hasta la parada de autobús, pasó entre las mesas de la acera y justo al lado de él; no era difícil darse cuenta de la manera en la que él ignoraba todo lo que pasaba a su alrededor.

Siguió con sus pasos llegando a la parada de autobuses que estaba a un costado del lugar; por alguna razón, sintió una pesada mirada sobre ella y aunque revisara a su alrededor no podía conseguir a alguien haciéndolo. Ni siquiera él, que seguía más interesado en lo que su cuaderno decía.

Lo observó de reojo y sin pena por varios minutos; su ceño fruncido y el juego que hacían sus labios con el cigarro en ellos, le hizo recordar a un recorte que su abuela tenía en sus pertenencias, la imagen de James Dean llegó a su mente.

Se preguntó si era cliente frecuente y si podría encontrarlo al menos una vez a la semana en ese lugar. Pero no, después de ese día, él ya no volvió.




NA: Esto sucede la mañana del capítulo cinco de "Todo lo que quiero" jeje Cuando Silver apareció por primera vez en el bar junto con Fred (:

PD: Todos odian a Félix pero pocos saben que Fred hace una mención de él en UNMCP, aunque claro, es algo que solo puedo entender yo jaja

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro