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Capítulo uno | Ophelia



Podía sentir la presión de la azulada mirada de Claire sobre ella, intentaba lidiar con ello pero con cada cucharada que comía de su cereal solo se volvía más pesado, sumergiéndola en una desesperación de la cual no sabía cómo era posible que la rubia pudiese hacer con tan solo verle.

Comenzó a jugar con la cuchara, golpeándola contra el tazón con el mismo ritmo que tenían sus piernas deseando con todas sus fuerzas que Claire se marchara y la dejara en paz.

No entendía por qué el interés... o tal vez sí, pero Silver siempre pensó que su manera de enfrentar las cosas era tan silenciosa que a veces costaba creer que tuviese sentimientos de verdad. No lloraba muy seguido, tal vez la última vez que lloró de verdad fue cuando su madre murió; las lágrimas huérfanas que soltaba para enfrentar sus problemas no significaban mucho para ella así que no las contaba. Ni los problemas con Brad ni sus problemas con Oliver.

Se estremeció al pensar en esos nombres y buscó en su muñeca derecha aquella marca de dedos que eran constantes con Brad. Ya se habían esfumado pero su cerebro aun no podía eliminarlo a él.

—Ya déjala en paz—la voz de Fred cambió el clima de la habitación, Silver miró al rubio en pijama y sonrió por ser su salida.

Con la nariz enrojecida y un pañuelo en su mano probablemente repleto de gérmenes, Fred arrastró sus pies hasta la cocina mientras mascullaba la falta de café en su organismo. Lo escucharon estornudar.

Silver arqueó sus cejas hacia Claire. La rubia rodó los ojos guardando el cereal en su caja mientras negaba con su cabeza; lucía cansada, con su cabello mal atado y la máscara de pestañas corrida marcando más sus ojeras. Recién llegaba de una guardia pero parecía que todo su físico engañaba pues la energía en su voz no se marchaba.

—Te dije que te quedaras en cama—regañó ahora a Fred.

—Sue llegará con Eleanor en cualquier momento—salió él, con una taza de café negro en sus manos y muy sonriente por ello.

—Deja que yo me ocupe de Eleanor—se cruzó de brazos.

Silver sonrió detrás, imaginando que pasaría a segundo plano pero Claire lo notó al instante y le devolvió la mirada de hace minutos atrás.

—Tú no cantes victoria—amenazó—. Fred—volteó hacia él—, no debes acercarte a esa niña con tantos gérmenes contigo.

—Tengo que cuidarla, los sábados me toca antes de la universidad—estornudó y se cubrió con el pañuelo—: Le diré que jugaremos a las escondidillas y la dejaré esconderse y fingiré no encontrarla, así se mantiene lejos de mí.

Claire resopló—: Solo ve a dormir—insistió.

—No es mala idea—Silver se encogió de hombros llamando la atención de la rubia, nuevamente—. ¿Qué? —rio.

—Descubriste que el chico con el que salías también salía con otras tres chicas más, ¿segura que no quieres hablar? —arrastró la silla para sentarse en ella—. ¿Por qué estás tan tranquila? No te guardes todo solo para ti.

—No sé si te has dado cuenta pero... soy de las que sufren en secreto. No esperaba la gran cosa de él, en verdad no esperaba nada.

—Pero te veías tan... emocionada—Claire hizo un puchero—. Lo lamento.

—Era demasiado bueno para ser cierto—intentó reír.

—¿En verdad no quieres hablar?

—¿Quieres que comience a llorar y a comer helado? No, gracias.

—Me siento culpable.

—Deja de sentirte culpable por lo que hacen los demás—enarcó una ceja.

—Haré galletas, especiales para ti.

—Wow, eso es mejor.

Claire había comenzado a actuar como su madre, casi todo el tiempo, y no entendía realmente porqué pero estaba tan acostumbrada que ya no le molestaba. Pero tampoco entendía el alboroto que la rubia quería que hiciera.

Sí, había terminado una relación —si a eso se le podía llamar como tal— con un interno del hospital que Claire le presentó hace casi cinco meses; todo porque descubrió que no era la única que creía aquello. En cuanto se enteró, lo enfrentó, y no hubo más que hacer más que terminar. De todas maneras, Silver no se sentía tan interesada en él y tampoco veía un gran futuro. Quizá algo mientras pasa algo más grande.

—Le haré la vida imposible—Claire refunfuñó.

—No es que no me importe la plática principal, pero creo que debo recordarte que faltan diez minutos para que entres a trabajar—Fred susurró, temblando.

—¡Fred!

—¿Qué? Me interesa más que traiga dinero para el alquiler que si sale con un chico estúpido que no sabe lo que quiere—arrugó su nariz.

—Gracias—Silver titubeó cuando encontró el aparato en el bolsillo de su pantalón de pijama, su celular marcaba las seis cuarenta y cinco de la mañana. Se levantó rápidamente y salió de ahí.

Fue a su habitación maldiciendo el tiempo. La noche anterior no había podido dormir temprano pensando en el poco interés que le dio Tom al perderla, pero sentía que estaban a mano porque tampoco le importó demasiado. Cuando le pidió que hablaran creyó que él sentiría algo tras pronunciar esas palabras que harían que se separaran definitivamente, pero no, aceptó su culpa y con una media sonrisa se retiró agradeciéndole por su tiempo. Pero a pesar de eso no le pidió perdón, probablemente, lo único que a Silver le dolió.

Tomó la ropa que había dejado sobre la silla de su escritorio, le dio un último vistazo a sus planos sobre él queriendo encontrar algún error pero todo ese revoltijo en sus entrañas evitaba que se concentrase. Se colocó su uniforme lo más rápido que pudo y salió de nuevo; escuchando como otro par de voces llenaban el departamento.

—Insisto.

—También insisto.

—Fred...

—Sue...

—Te estás muriendo, no puedes cuidar a Eleanor hoy. Puedo llevarla al trabajo, solo trabajaré medio tiempo, tú ve a dormir.

—No soy un bebé—frunció el ceño.

—No quiero ir a tu oficina, no me dejan correr ahí—la niña comenzó a saltar en el sofá—. Hola, tía Sil—saludó alegre con su mano.

—Hola, cariño—Silver caminó hasta el perchero para tomar su abrigo—¿Cuál es el problema? —les miró.

—Fred está enfermo—la morena bajita tomó el brazo de Eleanor, ordenándole con la mirada que se detuviera y la pequeña lo hizo—. Ten cuidado—le dijo—. Podemos ir después por pizza o alguna crepa—intentó convencerla.

—¿Cómo aquellas crepas rellenas de chocolate y fresa que me compró Park? —casi gritó, emocionándose.

—¿Qué, Park... crepas... qué? —Fred abandonó su postura de muerto viviente y miró a Sue como si hubiese usado la ofensa más fea contra él—. ¿Por qué ese hombre le compra comida a mi hija?

—¿Eso es importante ahora? —Silver rio.

—Tú cállate—Fred arrugó su nariz y la chica simplemente borró su sonrisa.

—A veces, mi novio decide compartir con mi hija—Sue dijo, sin ningún gesto de pena en sus palabras—. ¿Hay algún problema? —le retó.

Fred sonrió.

—No, claro que no. Así que, ¿podrías dejar a mi hija aquí? Es mi tiempo con ella y acordamos no violar esas cosas por nada en el mundo.

—Pero yo quiero crepas—Eleanor hizo una mueca—. ¿Me comprarás crepas?

—Oh, sí, te compraré crepas—Fred le sonrió.

—No se trata de competir, Fred—Claire canturreó desde el comedor mientras intentaba desayunar, harta de la discusión.

—¿Quién está compitiendo? —bufó—: Es un postre cualquiera.

—Sue—llamó Silver interrumpiendo la pequeña discusión—. ¿Crees que vaya a llover? —cambió el tema, tomando el paraguas azul que Oliver le había obsequiado la Navidad pasada.

Envuelto en papel de regalo dándole la misma forma que tenía sin él.

—Parece que sí, el cielo está muy oscuro para el norte.

—¿Para el Polo Norte? ¿Con Santa? —preguntó la pequeña.

—Sí, claro—se aceró Sue a ella, para llenarle el rostro de besos como despedida y dejó la mochila de la niña en el sofá—. Pórtate bien—le dijo.

—Yo me porto bien—rio.

—No te digo a ti, le digo a tu papá—miró a Fred de forma acusatoria.

El rubio abrió la boca fingiendo ofenderse pero abandonó aquello cuando todas comenzaron a reírse.

—Ya, adiós—refunfuñó regresando a la cocina para poder servirse un poco más de café.

—Me voy contigo—Silver se apresuró para salir junto con Sue quien parecía muy divertida ante la actitud de Fred—. Adiós a todos—dijo rápidamente.

—Nos vemos, Clay—Sue se despidió de su amiga quien solo lo hizo con su mano mientras iba hacia Eleanor muy feliz.

—No dejes que Fred use a Eleanor contra ti y Park—dijo Silver una vez que cerraron la puerta y comenzaron a caminar por el corredor.

—No lo dejo—la morena frunció el ceño y sonrió—, me parece tierno, a decir verdad. Cuando él se consiga a alguien lo entenderá, porque le haré lo mismo.

Comenzaron a bajar las escaleras.

—¿En serio?

—No—le miró con seriedad—. Solo le molesta porque no le gusta Park, si fuese cualquier otro hombre estaría bien para él.

—Claire intenta que salga con mujeres, le presentó a Paula, ¿recuerdas a Paula?

—Sí, ¿ella fue obra de Claire?

—Ajá, pero Fred no parece interesado...

—Creo que es bueno, digo, ya no basa su vida en estar persiguiendo el amor. Tiene cosas más interesantes en las cuales pensar.

—Oh—Silver rio, burlándose de ella misma—. Debería hacer eso también.

—No me digas que terminaste con Tom.

—Anoche.

Sue le miró, hizo una mueca y negó con su cabeza.

—¿Quieres hablar sobre eso?

—Estoy bien.

—¿Estás segura?

—Muy segura.

—¿Fue tu decisión o hubo participación de terceros?

—Un poco de ambas.

—¿Oliver? —enarcó una ceja.

—Oliver no tiene nada que ver aquí—dijo rápidamente, se detuvo en la puerta principal del edificio tras bajar todas las escaleras y respiró hondo—. No he hablado con él en semanas—aseguró—, además, creo que terminar es algo sensato cuando descubres que tu novio tiene otras parejas además de ti y no lo sabías—abrió.

—Wow, lo siento—Sue se vio apenada y Silver se encogió de hombros—. ¿Quieres ir a cenar un día? Invitemos a Claire.

—¿Y a Camille?

—Creo que sería una bomba de tiempo—hizo una mueca—. Mejor solo tú y yo—le dio un fuerte abrazo—. Terminar es mejor que soportar, ¿no? —dijo al separarse.

—Lo aprendí por las malas—le dio una sonrisa de lado.

—A veces es necesario—concluyó, y con un beso en la mejilla se despidió.

Sue salió del edificio con una dirección contraria a la que ella tomaría, sino la acompañaría. Resopló y miró el cielo nublado que el inicio de otoño les daba y después a sus pies; era el mismo lugar en el que varios meses atrás confesó querer a la persona que le regaló el paraguas que tenía en su mano, creyendo que con eso sería el inicio de todo, que esa persona se quedaría. Pero no, esa persona ya no estaba más y, aun así, no tenía ningún remordimiento por sus palabras.





           

—¿Dónde está Eleanor? —Claire preguntó, al ver que Fred cepillaba sus dientes en el baño, muy tranquilo aunque su cuerpo dijera que pertenecía a la cama.

—Debajo de la mesa—dijo, en voz baja,

—¿Por qué?

—Se supone que la estoy buscando.

—¿Desde cuándo?

—Hace como media hora.

—Eres malo con ella.

—Necesitaba darme un baño—se encogió de hombros—. Iremos al café.

—¿Por una crepa?

—Oye, si Park le va a comprar postres a mi hija, debo tomar ventaja—se excusó.

Claire rodó los ojos.

—Iré a sacarla de ahí.

—No hagas mucho ruido.

—¿Por qué?

Fred trató de enjuagar su boca para poder hablar.

—Wesley está dormido—dijo después.

—¿Wesley? —enarcó la ceja.

—Le dije que tomara una siesta de media hora entre el trabajo y su casa. A veces me da lástima—secó su rostro con una toalla—. Los gemelos no lo dejan dormir y sus minutos aquí son sus momentos de paz.

—Ah, bien...—no quiso decir más y se alejó de él para buscar a Eleanor.

Encontró a la niña recostada en el piso debajo de la mesa, dormida boca abajo aun esperando ser encontrada por su padre. Claire se sentó en el suelo frente a la mesa y negó con su cabeza pero no pudo evitar reír por la ternura que emanaba de la pequeña quien al parecer no tenía la intención de dormir debido a su posición.

Normalmente Eleanor solía ser más lista que su mejor amigo si se trataba de juegos mentales, pero aún tenía la suficiente inocencia como para creer ciegamente en Fred.

Claire se arrastró un poco para llegar a ella y le tocó la nariz para despertarla.

—El—pronunció en susurro—: Te encontré.

—Shh—la pequeña rubia colocó su dedo índice sobre sus labios, aun con los ojos cerrados—. Vas a despertar a tío Wes—dijo con cuidado.

—Este no es un hotel—Claire bromeó, Eleanor rio abriendo sus ojos y después tapó su boca para evitarlo—. Sal de ahí—la chica se alejó de ella y se puso de pie lo más rápido que pudo, la pequeña la imitó pero rápidamente fue hasta el sofá.

—Le dibujé un gato en la mejilla—susurró señalando la mejilla visible de Wes, quien parecía no percatarse de nada de lo que sucedía alrededor.

Claire rio, pues era la cara de un gato dibujada con tinta negra de un bolígrafo que había caído del bolsillo del castaño y quien al parecer estaba tan cansado que los ruidos del ambiente eran lo de menos.

La rubia mayor se sentó en la mesa de café y atrajo a Eleanor a sus piernas haciéndola reír también, pues aquello merecía un momento de apreciación más largo. Wesley parecía haber caído sin pensarlo mucho, usaba su abrigo como almohada, su mano colgaba del sofá y su teléfono celular vibraba en el suelo sin parar.

—¿Por qué un gato?

—Es Ganímedes—respondió, obvia, señalando el dibujo en la mejilla—. Tiene su oreja de al revés, como cuando escucha que tío Wes llega—argumentó.

—Ah...—hizo una mueca—. Es cierto—abrazó a la niña.

—¿Por qué tío Wes no se casó contigo? —cuestionó, repleta de inocencia y con mucha emoción de que aquello fuese verdad. Volteó hacia la mayor y ésta frunció el ceño queriendo mostrarse extrañada y a la vez despreocupada por la pregunta.

Eleanor nunca los conoció juntos, ni siquiera se mencionaba aquello frente a ella. Es más, Eleanor ni siquiera había cumplido un año cuando Wesley dejó de vivir con ellos.

—¿Quién te dijo eso?

—Papá.

—¿Por qué?

—¿Por qué? —se preguntó a si misma—. No sé—se encogió de hombros.

—Bueno—suspiró—, yo no quise casarme—sonrió—. Quería hacer otras cosas, pero decidimos ser amigos.

—¿Así como mamá y papá?

—Sí, más o menos—aclaró su garganta—, pero ahora tu tío Wes es feliz, y eso es lo que cuenta—quiso darle fin a la charla.

—¿Y tú eres feliz?

—Claro, ¿no me veo feliz ahora mismo? —intento reír.

—¡Eleanor! —el grito de Fred las sobresaltó, Wesley abrió sus ojos casi al instante y la niña corrió en cuanto notó eso—. Tenemos que irnos—apareció. La pequeña abrazó sus piernas y él tomó sus abrigos rápidamente.

—¿Tenías que gritar?— Wesley se quejó, tapando sus ojos con su antebrazo.

— Estás en mi casa—se excusó, le colocó el abrigo a Eleanor rápidamente y sonrió complacido por poder lograrlo al primer intento porque siempre fallaba con el orden de los botones—. Regresamos en un par de horas.

—Creí que te sentías muy mal—Claire inquirió.

— Necesitaba un baño—guardó sus llaves en el bolsillo de su pantalón y cargó a Eleanor como si de un costal de papas se tratara antes de salir, causando las carcajadas de la niña, combinadas con quejas sobre la sangre en su cerebro —. Nos vemos en un par de horas— dicho esto, salió lo más rápido que pudo.

— Con que... el que sea feliz es lo que cuenta, ¿eh?

— ¿Escuchaste todo el tiempo?—enarcó una ceja, poniéndose de pie dispuesta a irse también—. No deberías espiar a las personas.

— Tampoco debía dejar que una niña de cuatro años me dibujara un gato en la mejilla pero creo que aprendí a dejar de quejarme desde que Travis me vomitó en la cara una vez.

— Así que... ¿ya eres inmune al ruido?

Wesley rio, quitando el brazo de su rostro y quedándose callado en cuanto se convenció de que el techo parecía interesante. Claire no dijo más, esperó, pues era lo que Wes siempre hacía al despertar; perderse un poco hasta que su cerebro funcione sino se pone de malas.

Pero no, el castaño simplemente sonrió y le miró detenidamente. Quería que terminara para poder irse de ahí, pero él parecía disfrutar de esa interacción privada como si fuese cualquier otra persona... o tal vez sí, ya lo era.

—Imagina dormir y que un bebé llore, y que después ese llanto despierte a otro bebé...— bostezó—. Y cuando digo otro bebé me refiero a mí—bromeó.

Claire rio—: No quiero imaginarlo. ¿Hay un gemelo bueno y uno malo? Creo que Nigel es más revoltoso a la hora de comer.

—Mmh... Creo lo mismo, tengo que cuidarme de él.

Intentaron reír pero el chiste no daba mucho para prolongarlo, haciendo que el silencio incómodo los atacara por primera vez en mucho tiempo. Aunque Claire podía decir que era la única que lo sentía, pues Wesley se veía normal; interesado en los detalles de su camisa mal doblada y en encontrar su teléfono. Pero ella no podía dejar de verlo a él.

—En el suelo—le ayudó.

—Ah, claro—se levantó del sofá dispuesto a buscarlo ahí—. Hoy cumplen seis meses—sonrió, tomando el teléfono y revisando todos sus mensajes—; el tiempo vuela. ¿Vendrán a la cena?

—¿Me debo poner algo elegante?

—Es para un par de bebés, no lo creo.

— Lo pensaré.

Asintió repetidas veces queriendo sonar convincente ante los ojos de Wesley quien seguía sonriendo como si nada le preocupara a esas alturas. Claire hizo un ademán de irse y él de inmediato se puso de pie, tal vez para despedirse o para evitar que lo hiciera. Se paró en seco y solo se limitó a tomar sus cosas dándole a entender que no molestaría más ahí.

— Nos vemos—levantó su mano por impulso, llevándola a la cabeza de Claire, deteniéndose antes de tocarla. La rubia se alejó un poco viendo como la mano de Wes pretendía revolver su cabello pero, antes de que él quisiera bajarla, ahorró la vergüenza chocando cinco. Ambos rieron.

—No llevaré un obsequio —añadió.

— Tienen seis meses —comenzó a ponerse el abrigo—, ellos no lo recordarán.









           

—Creí que estabas enfermo—Silver se detuvo justo detrás de Jennifer en cuanto vio a Fred frente a la caja registradora—. ¿Y tus clases?

—Si estoy enfermo para ellas—sonrió y después miró a Jennifer quien esperaba el pedido con un gesto aburrido tras bostezar—. Me das una crepa con fresas y chocolate, grande—dijo.

—Aquí no vendemos eso—Silver rio, acercándose más a ellos y recargándose en el mostrador para poder ver a la pequeña que Fred traía de la mano—. Dile a tu padre que deje de exagerar.

—Pa...—Eleanor jaló del brazo de Fred.

—¿Qué? ¿Cómo qué no? Vendemos pancakes, solo utilicen la mezcla, hagan la capa más delgada y pongan fresas y jarabe de chocolate en ella, ¿qué tan difícil es?

—¿Por qué no lo haces tú? —Jennifer se cruzó de brazos.

—Oh, por favor—tomó a Eleanor en sus brazos—. ¿Le van a negar un postre a esta carita? —la miró—. El...—pronunció ante la sonrisa de la niña.

—Ah—la pequeña rubia de inmediato hizo un puchero.

—No estoy de humor, nena—Jennifer le dijo—. Pancakes, tómalo o déjalo.

—Me gustan más los pancakes, papi—hizo una mueca, algo harta del asunto y arrepentida de mencionar el otro postre que tenía que ver con Park.

—Pancakes serán—Fred sonrió bastante satisfecho de escuchar a su hija decir aquello.

—No vendemos pancakes después de las once—Silver ahogó una risa—. ¿Por qué no preparaste en casa?

—A mí me quedan del asco.

—Papá es mal cocinero—Eleanor se metió.

—Bien—Sil suspiró, miró a Jennifer y arqueó sus cejas—. Yo los prepararé.

—Bien—la otra chica suspiró cobrando el pedido, haciéndolo pasar por otra cosa equivalente en precio—. ¿Sabes? Extraño que seas mi jefe—tomó el billete que Fred le daba y buscó el cambio.

—¿Por qué? —sonrió éste.

—Porque ahora la jefa soy yo, y es estresante—rodó los ojos, dándole una nota—. Sil, te encargas ahora de la caja, iré atrás—se alejó.

—Irá a tomar una siesta—Silver dijo entre dientes aceptando el puesto que le había dado—. Oh, no—cerró sus ojos, viendo detrás de Fred y Eleanor.

—¿Qué? —Fred intentó voltear pero la chica de inmediato lo tomó de la camisa para evitarlo.

Silver miró de reojo de nuevo para asegurarse, y sí, el chico con el que había terminado la noche anterior estaba ahí, buscando un lugar donde sentarse junto a sus amigos mientras decían bromas como si fuese el mejor lugar del planeta.

—Tom está aquí—le respondió.

—¿Qué le pasa? —Fred frunció el ceño, molesto y con ganas de girarse—, sabe que trabajas aquí.

—Quizá se le olvidó, así como también se olvidó de mí—intentó no tomarle importancia.

—Puedo ir a correrlo—sonrió ampliamente pero Silver simplemente negó.

—No vale la pena, por favor, no hagas nada—insistió, conociendo todos los dramas en los que solía estar envuelto; Fred era el candidato perfecto para crear ambientes incómodos si se lo proponía.

El rubio levantó la palma de su mano mostrando inocencia y sonrió aceptando lo que ella le pedía.

—Mis pancakes—le recordó.

Silver se quedó sumida en lo que veía más allá de amigo: Tom reía y reía con sus amigos acompañándole como si no hubiese perdido nada la noche anterior, como si esos pequeños momentos que llegaron a compartir hubiesen significado nada.  Por más que no lo quisiera, comenzó a sentirse nada; y no era tanto por Tom, sino por todo.

Silver llegaba a pensar que ella podía cambiar a las personas pero hasta la fecha nunca había podido. No había podido con Brad, no había podido con Oliver y mucho menos lo hizo con Tom, tras semanas de fingir que no sabía que existían otras chicas además de ella, todo porque quería lograr algo que ni ella sabía que era.

Quería que la mirara, en verdad lo quería. Quería que notara que ella también estaba continuando con su vida y que él tampoco había significado mucho. O tal vez solo mirarla, acercarse y pedirle perdón, pero tampoco lo hizo.

Suspiró cansada pensando que tal vez Claire tenía razón, tal vez llorar y desahogarse sería bueno. Porque ahorrarse todo eso no la haría más fuerte ni mejor; pero nada salía.

Intentó cambiar la dirección de sus ojos para prestar atención otro lugar, su mirada se detuvo en el fuego de un encendedor que hizo arder la punta de un cigarrillo en una de las mesas del centro. De inmediato abandonó esa cierta nostalgia que la abrumó y se quitó de la caja para poder salir e ir hasta esa persona.

—Tía, mis pancakes...—Eleanor dijo al ver como se alejaba de ellos.

—Disculpe—llamó al chico del cigarrillo, pero él no se inmutó. El olor a tabaco le entró por la nariz y frustrada decidió ponerse frene a él para llamar su atención.

Su cabello era un poco rizado y estaba peinado hacia arriba, susurraba cosas para sí mismo mientras movía un bolígrafo sobre la mesa, de un lado a otro como si la desesperación le comiera vivo.

—Disculpe, no puede fumar aquí dentro, debo pedirle que lo apague o salga de aquí a terminarlo afuera—su tono de voz fue dura y molesta.

Él levantó su rostro. Confundido, arqueó sus cejas analizando las palabras de Silver y por un momento se sintió intimidada cuando los oscuros ojos de ese hombre se incrustaron en los de ella. Era el mismo cuaderno y las mismas gafas que lo acompañaban años atrás; la misma barbilla y la misma mirada que hace algún tiempo no le dio. Era como si los años no hubiesen pasado para él, como si la misma imagen del día en el que pidió ese empleo ahí se estuviese repitiendo pero, ésta vez, la había notado.

Quiso quitarse esos pensamientos y repetir lo que había dicho, relamió sus labios mostrándose nefasta pero él la interrumpió:

—¿Ophelia?


Ophelia - The lumineers

NA: ¿Algún día terminó? Sip :(

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