Capítulo nueve | Chlorine/Don't go away
—Solo su nombre—insistió él.
—Ya lo sabes—canturreó moviendo un par de disfraces del almacén.
—Completo.
—Fred—sentenció con la mirada dejando las prendas. Se cruzó de brazos rehusándose a reír pero por el gesto del rubio de desesperación, no lo pudo soportar—: No lo considero correcto—Silver hizo una mueca y siguió buscando.
—¿Por qué no? —casi gritó, llamando la atención de más de una persona en la tienda que buscaba un disfraz de último momento, así como ellos. Fred dejó caer sus brazos sin gentileza y respiró hondo tratando de recobrar su calma—. Juro que no te pediré nada más en la vida.
—Me arrastraste a buscar el disfraz de bruja de Eleanor aun cuando te dije que tenía tarea que hacer, no me hables de favores a la fuerza.
—Edad, dime la edad—le señaló.
—¿Cuál es la prisa? ¿Eh?
—Decido entrar a comprar un café y cuando salgo estás en la calle charlando con una de las mujeres más hermosas que he visto en toda mi vida y no quieres decirme nada sobre ella, ¿por qué no? ¿Por qué me haces esto a mí?
—Angela es una persona muy respetable.
—¿Y quién dijo que le voy a faltar al respeto? —bufó.
—Bien, fue mi maestra en la universidad, en mi primer año.
—¿Maestra? —enarcó una ceja—. Genial, no tenemos tanto en común, pero estamos en el mundo del diseño.
—En realidad me enseñó matemática, ella es ingeniero.
—Oh... Una mujer de números, debe ser un genio.
—Cuánto más avanzas en matemáticas menos números hay, y saber de eso no significa que seas un genio... Bueno, ella lo es, pero no siempre es así—dejó caer sus brazos, harta—. No te conseguiré una cita.
—No te estoy pidiendo una cita, esa pienso conseguirla yo mismo—dijo obvio—. Ahora dime, ¿es casada? ¿comprometida? ¿soltera? Necesito información, ¿podrías darme más información?
—No tengo información, no investigo la vida privada de mis maestros.
—¿Quién no hace eso? Siempre es una duda existencial.
—Por Dios Fred, ¿podríamos enfocarnos en el disfraz de Eleanor?
—Apuesto a que es soltera y desaprueba todo lo que tenga que ver con el matrimonio, yo hago eso también—se señaló a sí mismo.
—No, no es cierto—arrugó su nariz.
—Su apellido, solo su apellido.
Silver rodó los ojos y se giró de nuevo a los disfraces—: Boutella.
—Wow, mira qué refinada.
—¿Quieres que te recuerde lo pretencioso que es todo tu nombre?
—Ya, ya—sonrió feliz—. Angela Boutella, ¿es de aquí?
—Eso creo—se encogió de hombros—. ¿Ya podemos buscar el disfraz de tu hija?
—Apuesto que tiene un excelente departamento de soltera, tal vez tenga un perro y una genial estación de café...
—Fred...
—¿Por qué? ¿Por qué no puedo conocer personas así de interesantes? —le dio un sorbo a su vaso de café—. ¿De qué tanto charlaron cuando no estuve? ¿De qué puedes hablar con tu maestra de matemáticas?
—Ah, ella tiene una pequeña empresa de construcción, me invitó a visitarla.
—Oh, dime que me llevarás.
—No, no te llevaré.
—¿Qué tengo que hacer para que me brindes un poco de tu comprensión?
—Tenía tarea qué hacer y en media hora tengo que reunirme con alguien, y tú me arrastraste aquí, no sé cómo me pides comprensión, Fred.
—¿Con quién te reunirás? —rió, pero de inmediato calló—. Ah, no me digas que con ese tipo que llevaste en Acción de gracias.
—¿Algún problema?
—Tu manera de elegir pretendientes. Es tan mala, no sé cómo atraes a personas así.
Silver frunció el ceño—. No lo conoces, no sabes cómo es en realidad.
—Se le nota a kilómetros, tiene una vibra extraña y yo nunca me equivoco con eso. Te lo advertí con Tom, te lo dije con Brad y ni hablar de Oliver—canturreó para después beber de nuevo de su café.
—No te burles de mí.
—No me burlo—frunció el ceño—. Es solo que me asombra saber que eres brillante y que dejas que te resten eso con tanta facilidad.
—Créeme, no sé qué responder a eso, quizá tengo cara de chica a la que puedes tratar como tu centro de rehabilitación.
Fred rió por lo bajo y le dio otro trago a su café—: ¿Me contarás cualquier cosa que pase ésta vez?
—Siempre te cuento todo.
—No es cierto. No tienes que enfrentar las cosas solas, a veces no se puede y debes aceptar eso—se encogió de hombros—. Mira—miró hacia afuera del establecimiento—, llegaron—Fred señaló.
Feliz de ver a Wesley caminar por la acera empujando un cochecito doble mientras que Camille caminaba detrás de él hablando algo que, deduciendo por el rostro de pocos amigos que su mejor amigo tenía, no era precisamente una anécdota graciosa.
—¿Les dijiste que estaríamos aquí? —Silver frunció el ceño al no esperarse aquello.
—Sí, le dije que buscaría el disfraz de Eleanor esta mañana y después me dijo que quería uno para los gemelos y pues, aquí están—sonrió en grande, viéndolos entrar.
—Genial. ¿De que los disfrazarán? Creí que Cosa 1 y Cosa 2, eran algo serio.
—¿Sabes? Fingiré que no dijiste algo en la última media hora—oyeron que Wesley dijo al llegar con ellos.
—Vaya, que maduro para enfrentar las cosas—Camille respondió.
—Lo enfrenté, no quieres escuchar, así que mejor lo ignoro—respiró hondo viendo a sus amigos—. Hola, ¿encontraron algo?
—¿Pasa algo? —Silver preguntó sin cuidado, bajando un poco y quedando en cuclillas para poder ver a los pequeños que se encontraban en el cochecito—. Cada vez que los miro, son más grandes—pellizcó con suavidad sus mejillas. Uno de ellos dormía mientras que el otro solo se limitaba a morder su juguete especial para eso.
—Fred—Camille comenzó tomando la delantera—. Esta mañana, mientras estábamos en el supermercado un hombre se acercó porque vio a los gemelos y le fascinó que fuesen tan idénticos y me ofreció llevarlos a una audición para un programa de televisión, eso es algo normal, ¿no? La televisión utiliza gemelos idénticos todo el tiempo.
—No quiero que lucres con mis hijos—Wesley replicó de inmediato recargándose en el cochecito y mirando a su esposa de manera amenazante.
—Bueno, quizá en un futuro nos lo agradezcan.
—Ni siquiera sabes cómo se llama ese tipo, quizá solo quería engañarte.
—Se llama Winston... Algo... Lo investigué, me dio su tarjeta—comenzó a buscar en su abrigo—, es director de casting.
—No lo haré, Camille—Wesley negó con su cabeza y miró a su mejor amigo pidiendo ayuda.
—Tu mamá hizo eso una vez, ¿no? —el rubio hizo una mueca tratando de recordar—. Con tus hermanos, para un comercial. Reproducen ese comercial casi cada Navidad para burlarse de ellos y sus traseros.
—¿Ves? —rió—. No estoy loca.
—Mi madre lo está—Wes mantuvo su palabra—. No quiero que la gente se burle de ellos años después por mostrar sus traseros en televisión.
—¿Y si se trata de algún programa y no solo comerciales? —Silver habló.
—¿De qué lado están? —el castaño les riñó. —Camille, si los llevas sin decirme, créeme que no te lo perdonaré jamás.
—Como si te fueses a dar cuenta.
—Créeme que reconocería sus traseros de entre 100 bebés. —bufó.
—¿Tenemos que estar presentes? —Silver se puso de pie nuevamente. Intercambió miradas con Fred, pero el rubio parecía muy divertido ante la situación.
—¿Por qué todo lo que hago te parece mal? —Camille pronunció con un vago intento de imitar su voz, ignorando por completo la incomodidad que Silver expresó.
—Creo que es pura coincidencia—Wes murmuró sacando el teléfono celular de su bolsillo en cuanto la llamada entrante calmó el ambiente—. Ahora vengo—avisó, lo colocó en su oreja—: Hey—solo dijo en cuanto comenzó a alejarse.
—¿Acaso está tan mal? —Camille les preguntó viendo a su esposo irse.
—Déjalo con su amargura—Fred bromeó—, y si sabes de alguna audición para Eleanor, avísame—susurró.
—No creo que Sue te lo permita—inclinó su cabeza viéndolo fijamente y negó con ella después confirmándolo por la reacción de Fred—. Pero tenemos gemelos aquí, ¿qué probabilidad hay de que encuentren otros gemelos idénticos así de lindos en la ciudad? —Camille corrió la visera del cochecito para que éstos pudiesen verse mejor.
El de la derecha seguía dormido y el otro intentaba quitarse su gorro pero sonrió en cuanto vio al par de personas frente a él. Tenía sus ojos enrojecidos en señal de que había llorado hace poco pero notando el incesante mordisqueo que le daba a su juguete, se deducía que era por la molestia con la salida de sus primeros dientes.
—Se nota que no son solo hijos de Wes, gracias—Fred rió, encorvándose y tratando de peinar el poco cabello oscuro que tenía el pequeño, pues había logrado quitarse el gorro con su otra mano—. ¿Quién eres tú? ¿Ah?
—Travis—respondió Camille.
—No, es Nigel—llegó Wesley, terminando la llamada.
—Claro que no. Los vestí esta mañana, el gorro azul es de Travis.
—Si es el que lloró en el auto, es Nigel.
—¿Y eso cómo se deduce? Los dos lloran.
—A Travis nunca le importa que Nigel llore, solo sigue durmiendo.
—¿Cuál es el método infalible para reconocerlos? —Silver señaló.
Wesley y Camille intercambiaron miradas.
—Nigel tiene un lunar en su cuello—ella respondió.
—Travis tiene su ojo derecho más azul que gris—dijo él después.
—Veamos—Silver lo revisó, el pequeño apenas si se molestó—. No hay lunar y si hay diferencia notable en sus ojos, ¿contentos? —miró a Travis—: Lo siento mucho por tus padres—le dio un corto beso en la cabeza—. Miren la hora que es—señaló el reloj de su muñeca —, tengo que irme.
—Dijiste que me ayudarías con el disfraz—Fred reclamó.
—Sí, pero ya tienes ayuda de sobra. Además te conté sobre Angela, es mi llave a la libertad. Adiós, los amo—dijo rápidamente antes de que el rubio pudiese decir algo más y corrió a la salida
—¿Cuánto tiempo llevan ahí? —cerró la cortina rápidamente al ver como una de las personas esperando afuera notaban su presencia dentro de la casa. Silver dio un paso hacia atrás y después volteó hacia él.
Oliver estaba recostado en su cama, jugando a lanzar una almohada hacia arriba; éste hizo una mueca respecto a la pregunta y después un gesto que le restaba importancia a la realidad.
—Dos días, quizá. No me fijo realmente, no he salido de ésta casa, solo a terapia, y quien sale no le prestan atención; los ignoran, les pedí que hicieran eso.
—Tu hermana me dijo que corriera a la entrada.
—Te concocen, supongo—se levantó, quedándose sentado.
Con un aspecto más lúcido y al mismo tiempo somnoliento, Oliver mantenía una sonrisa serena hacia Silver esperando cualquier cosa que ella quisiera con su visita. Y en realidad ella no lo sabía, recién llegaba de haber acompañado a Fred a comprar el disfraz de bruja de Eleanor; la noche anterior ayudó a Claire a preparar un pastel de despedida para Oliver sin contarle que tenía planeado visitarlo a solas.
Después del incidente de Acción de gracias no supo de él y quizá para su paz eso estaba bien, pero no quería que él se fuese al otro lado del océano y dejara esa imagen que le quedó grabada en la mente de esa noche.
No tenía el gusto de conocer a la familia de Oliver, no a fondo, pero parecían personas agradables; la invitaron a almorzar e intentaban que todo fuese ameno ignorando por completo lo mal que la habían pasado últimamente. En definitiva no eran malas personas, aunque ciertamente conservadoras y eso le causaba mucha confusión a la hora de entender por qué Oliver es como es. Y también el hecho de que no tuvieran problema con que en ese momento estuviesen solos en su habitación.
Oliver rió con cierta naturalidad por el silencio y Silver regresó su mente a la situación: No, ya no era una chica de 17 años con hormonas alborotadas que buscaría cualquier momento a solas con él como si en verdad lo necesitara.
—¿Qué? —rió de la misma manera.
Oliver se puso de pie, haciendo que su camisa negra con la frase "Let the devil dress in black" se leyera mejor. Acomodó el gorro en su cabeza que aplastaba su cabello haciendo que éste se mantuviera en su frente y talló su nariz con el dorso de su mano.
—Es extraño tenerte en mi vieja habitación—se encogió de hombros.
—Sí... Supongo que si—miró a su alrededor.
Siempre la imaginó como un desastre digno de retratar pero en realidad había tan pocas cosas en ella que costaba llamar desorden a su vago intento de empacar que se encontraba en el suelo.
—Creí que tendrías pósters por doquier—señaló a las paredes—, juguetes viejos y basura de comida en el suelo—hizo lo mismo con el piso.
—Había pero mamá se encargó de desaparecer cualquier rastro de mí—frunció el ceño—, se convirtió en la habitación de invitados.
—¿Por cuánto tiempo te irás? —espetó, colocando sus manos en sus bolsillos traseros evitando caer en la seriedad.
—Aún no lo sé. No es mi idea, todos creen saber que es lo mejor para mí y he llegado a un punto en el que quiero dejar que decidan por mí—bostezó—. Mi tío Ezra es... no lo sé, solo lo he visto una vez en mi vida; cuando estuve es Londres y él también, nos encontramos. Es músico, pero es director de orquestas... En realidad no sabía que mi familia podía ser genial.
—¿Y él te invitó a ir con él?
—Su esposo falleció el verano pasado, está tomándose un tiempo y quiere que haga lo mismo. Tiene una hija, es pequeña, será... Divertido, eso quiero creer. Volveré cuando esté completo.
—No te hace falta nada, solo te perdiste un poco...
—No trates que todo esto suene bonito, Sil—le interrumpió—. Porque créeme, no es bonito—enarcó una ceja—, todo esto de la desintoxicación y la abstinencia es estresante, estoy harto de vomitar y que todos sientan lástima por mí—regresó a la cama y volvió a sentarse—. En verdad creí que iba a morir, hubiese sido interesante.
—No habrías sabido qué tan interesante fue porque estarías muerto.
Oliver rió—: Seguro que sí. No morí y hay personas afuera esperando algo—talló su rostro con ambas manos y respiró hondo—: Cuando me reanimaban y comencé a ver las luces del techo del hospital mientras me llevaban en una camilla, realmente sentí como si naciera de nuevo.
—No tenemos que hablar de esto, Oliver—Silver se acercó, lentamente y tomó asiento en la cama justo a su lado izquierdo.
—Pero yo quiero hablar—frunció el ceño confundido—, por primera vez quiero hablar de esto y no me están obligando a hacerlo.
—Bien—suspiró—. Sentiste que naciste nuevamente...
—Pero aun así no lograba estar tranquilo. Después estuve dormido por mucho tiempo en una habitación del hospital en otro país, ¿qué tan raro es eso? Ni siquiera yo me lo esperaba.
—Para serte sincera, yo sí.
Oliver rió—: Que bueno que nunca aposté contigo.
—¿Por qué todo es una broma para ti? —preguntó, pero no salió como un regaño sino como una verdadera duda de la cual no lograba deshacerse.
Él se encogió de hombros.
—¿Qué más puedo hacer?
Silver le miró con atención tratando de deducir lo que en realidad quiso decir, pero él sonreía como si hubiese dicho la cosa más sensata del mundo. Su aspecto realmente había mejorado, ya no eran tan delgado ni ojeroso, y hasta podías creer que la siniestra sonrisa que lo caracterizaba estaba hecha de felicidad pura.
—¿En realidad te has sentido bien?
—Quitando ciertas alucinaciones, las náuseas, la intranquilidad y temblores que me llega por las noches, que ya no se me antoja la pizza y los episodios de tristeza que parecen interminables... Creo que podría estar peor—respiró hondo de nuevo y soltó con cansancio—. Dicen que me he recuperado rápido, tampoco fue para tanto. Ahora tomo drogas controladas para alejarme de las que me controlan a mí—bufó—. Qué lógico todo.
Silver quiso quedarse con el sabor de la última broma así que decidió reír por lo bajo. Palmeó la pierna del chico tratando de darle ánimos.
—Estarás bien.
—Quiero estar bien.
—Deberías quedarte a vivir con tus padres cuando regreses de Essex.
—No creo que eso pase.
—¿Por qué no? Parecen buenas personas.
—No digo que no lo sea... Pero ésta no es mi hogar, ya no. Estando aquí—se dejó caer hacia atrás—, me hace sentir como un muerto. Tampoco me siento realmente bienvenido, no me siento parte de ellos.
—¿Y cuál es tu hogar? —Silver imitó la acción, quedando a su lado, ambos contemplando el techo.
—No tengo uno.
—Mmh... Creo que siento lo mismo.
—¿Y si creamos el nuestro? Salgamos por la puerta trasera, robemos el auto de papá y vayámonos lejos. Tendrás que conducir tú porque me quitaron mi permiso... Vayamos a cualquier lugar, no importa, solo aceleramos y dejamos que nuestro sentido de la orientación nos lleve; podríamos ser más felices o... Podría ser que un autobús choque contra nosotros —rió—, to die by your side is such a heavenly way to die*—cantó.
—Cállate—Silver hizo lo mismo y le golpeó el brazo—. Vamos abajo—se levantó rápidamente de la cama.
—Creí que querías despedirte de mí.
—Tengo que irme, vendré en Halloween con los demás—fue hasta la ventana y revisó si las personas que aguardaban afuera seguían ahí.
—Hey—él llamó, sentándose de nuevo—, lamento lo de la noche de acción de gracias.
—No me lo recuerdes—masculló.
—Sil, te voy a extrañar.
—No te irás por mucho tiempo—se giró, dejando en paz la cortina cortando de nuevo la luz—, ¿O sí? Si me permites decirlo, yo ya estoy acostumbrada a dejar de verte—sonrió nerviosa—, ibas y venías todo el tiempo, no siento esto como un adiós definitivo.
—Bueno, tenía que hacerlo.
—Pero no tenías que hacer todo esto solo.
—Si quieres una explicación del porqué hice las cosas que hice—bufó—, no hay, solo comienzas y no puedes parar, porque se siente genial al principio... Estuviste en lo que pudiste, y siempre lo agradeceré.
—Vamos, Oliver—se acercó a él, tratando de olvidar el momento; le tomó del brazo e intentó ponerlo de pie—, ya deberías haberte quitado la pijama—dijo con dificultad por culpa del esfuerzo ya que él no cooperaba.
—¿Cómo puedo ser un drogadicto en abstinencia si no puedo parecer uno? —bromeó.
—No te llames así, además solo pareces el hijo consentido que no quiere irse de su casa aunque ya no necesite a sus padres—logró que se levantara de ahí, él rió.
La rodeó tranquilamente con sus brazos y le besó la cabeza como si quisiese grabarse ese momento lo más rápido posible. Silver lo dudó un momento, pero sin previo aviso sus brazos hicieron lo mismo con él y terminó por pegarse a su pecho en busca de algo de calor ajeno.
—Parece que no aprendemos, nunca—murmuró ella.
—¿Para eso era tu visita?
—Creo...—frunció sus labios y deseó no decirlo—, creo que siempre te voy a querer—se separó de él sin esfuerzo, pues parecía que Oliver apenas si podía analizarlo. Ella se arrepintió e intentó reír para aminorar aquello buscando palabras para demostrar que solo era un sentimiento repleto de amistad.
—Te amo, Sil—pronunció él como si se tratase de un simple cumplido más-
Aquello le detuvo la mente y comenzó a buscar alguna manera de regresar el tiempo para no oírlo. Jugó con la pulsera con colgantes que Claire le regaló en su cumpleaños y le miró tímidamente como una niña con su primer novio.
—No respondas, no merezco una respuesta; que la incertidumbre me mate primero—Oliver sonrió, repleto de ternura pero al mismo tiempo tratando de ocultar la tristeza que le daba el hecho de que Silver no pudiese decir lo mismo.
—Todo está mal, no debería ser así.
—Pero lo es.
Silver respiró hondo, se acercó lo más que pudo a él y rápidamente tomó el gorro de su cabeza con ambas manos, bajándolo y cubriendo todo el rostro de Oliver. Intentó adivinar a qué altura quedarían sus labios y dejó un corto beso ahí, se alejó.
—Creo ambos merecemos... nada.
Chlorine - Twenty One Pilots
Don't go away - Oasis
(*) "Morir a tu lado es una manera celestial de morir" - There is a light that never goes out de The smiths
Dos capítulos en una semana, esto no pasa desde hace... mucho.
En fin, quería subir cuando unmcp llegara al millón pero me desespero jaja Probablemente ya tenga el millón mañana en la mañana, eso quiero creer. Así que cuando eso pase subiré mi mensaje de agradecimiento todo meloso al libro de uncmp, porque así de sentimental soy.
Los quiero mucho <3
Cambio y fuera.
pd1: Escribí esto mientras mis amigos creían que escribía mi tesina.
pd2: Ahora si despídanse de Oliver.
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