Capítulo dos | On Melancholy Hill
—¿O... Ophelia? —pronunció lentamente, confundida y con ganas de reír por lo nerviosa que se había puesto de repente. Dio ligeramente un paso hacia atrás en cuanto notó como él intentaba ponerse de pie con torpes movimientos que causaron que el cigarrillo cayera al suelo. Silver vio como este rodó algunos centímetros aun soltando el humo y, de nuevo, dio otro paso hacia atrás. Sintió sus codos golpear con alguien causando el ruido de trastos rozando entre sí, cosa que hizo callar a todos para después enfocar sus miradas en ella. — Lo siento—dijo rápidamente al ver que Caleb intentaba acomodar las tazas y platos sucios en la mesa que estaba justo al lado—, te ayudo—quiso reír de nuevo pero Caleb simplemente negó con su cabeza con una sonrisa tímida y terminó antes de que ella lograba acercarse lo suficiente—. Yo... está bien—dijo al ver que su compañero se marchaba.
Se sintió expuesta, sin saber qué hacer exactamente. Inconscientemente buscó a Tom entre la multitud, y lo encontró viéndola desde lejos; con una sonrisa de lado como si no quisiera que lo atrapara haciéndolo.
—No eres Ophelia—la voz profunda del chico que causó aquello la llamó de nuevo. Se lo decía a sí mismo, con una sonrisa que intentaba nublar su decepción. Lentamente, y avergonzado, tomó asiento pisando el cigarrillo con su pie.
—No sé de qué me habla—Silver habló, cuando sintió que todos ahí volvían a lo suyo poco a poco.
—Lamento lo del humo, a veces olvido donde estoy—frunció el ceño hacia su viejo y descuidado cuaderno como si le reclamara a él.
—¿Ordenará algo? —divagó, queriendo olvidar el incidente y mostrándose amable. Él alzó la mirada e indagó con sus cejas—, ¿comerá algo? —quiso decir más alto pues al parecer no lo había comprendido.
Negó con su cabeza.
—No tengo antojo de café hoy—volvió a su cuaderno, abriéndolo y hojeándolo hasta encontrar una página en blanco más allá de la mitad de éste.
—¿Vino a un café a no tomar café? —enarcó una ceja, acentuando cierta ironía que al parecer él no comprendía. Lo vio fruncir sus labios y asentir sin notarla; tomó su bolígrafo y presionó el botón para que la punta de éste saliera.
—Vine a tomar otras cosas—respondió.
—Bien...—susurró, no muy segura. Desvió sus ojos a lo lejos donde Fred le hacía señas con sus manos para que regresara, un tanto molesto y desesperado. Pero Silver continuó—: ¿Un postre?
Le miró de nuevo, como si analizara por segunda vez esa opción, parpadeó repetidas veces relajando esa extraña expresión que no le decía mucho y, como esperaba, terminó negando de nuevo.
Silver dejó caer sus manos, y asintió cansada de insistir. Regresó a su puesto ante los ojos curiosos del par de rubios que seguían frente a la caja; sonrió como si nada pasara y el mayor simplemente rio.
—¿Te comió la lengua?
—Haré los pancakes—aseguró.
—¿Segura que te encuentras bien? No parece que estés completa—se burló. Miró hacia el chico del cigarrillo aun con duda y después a Silver de nuevo—, ¿lo conoces?
—No—dijo firmemente.
—Bien... ¿Es por Tom?
—¿Por qué tiene que ser por él?
—Está por allá.
—Fred... No lo puedo evitar—susurró—, no se puede solo desaparecer algo de la noche a la mañana. Sé que no es mi culpa y debería estar enojada, pero una persona no puede simplemente desaparecer un sentimiento de este tipo. En verdad me gustaba—hizo una mueca.
—¿Quieres hacer una lista de las cosas malas en él?
—Ya no quiero que mis conversaciones tengan este rumbo—canturreó—, estoy trabajando, ¿recuerdas?
—Oh, vamos, no hay nadie en la fila.
—Yo quiero mis pancakes—Eleanor jaló de pantalón de Fred. El rubio la miró encontrándose con un falso puchero.
—Dale sus pancakes—rodó los ojos, pero eso la hizo reír.
—Ya van—dijo por último, dándole de nuevo un vistazo al chico del problema que estaba muy despreocupado con sus amigos y, ante sus ganas de ir a gritarle, decidió entrar a la cocina para avisar a Jennifer que regresara a la caja.
Quería deshacerse de él pero no podía dejar de pasar por su mente la expresión de su rostro cuando confesó aquello que le hizo. Y, al parecer, aquella extraña obsesión por ese pensamiento que lograba percibir no era por el hecho de estar enamorada de él; porque no, no lo estaba. Se trataba más sobre ella misma y cómo las personas no tenían miedo de perderla ni mucho menos de dañarla, realmente no lo entendía.
Pensaba seguido sobre eso y, ahora, solo podía oír a Tom decir que no tenía nada que perder aunque eso significara perderla a ella. Y ese ya era un episodio recurrente.
—Abuela...—cerró sus ojos apartando su teléfono celular de su cara—, maldición—susurró y regresó el artefacto para volver a hablar—, una persona normal no pueda tomar un avión de la nada e ir hasta el otro lado del mundo solo porque sí... Abuela—frunció sus labios, hizo puño su mano izquierda y golpeó su frente repetidas veces controlando sus ganas de gritar; frunció el ceño ofendiéndose tras escuchar la respuesta—: ¡Ya sé que no es el otro lado del mundo!
Sue miró el reloj en su muñeca. Fred tenía alrededor de media hora hablando por teléfono con su abuela quien lo tomó por sorpresa justo cuando iban a salir del departamento para ir a la cena en casa de Wes. Arqueó una ceja y vio como Claire cerraba sus ojos poco a poco en el sofá, amenazando con dormir en cualquier momento y no responder más; Eleanor ya había perdido esa batalla cuando decidió dibujar en la alfombra mientras esperaba a los más grandes. La pequeña dormía con su cabeza en la mesa de café.
—¿Cuánto más calculas? —preguntó a Fred, quien había dejado el teléfono en la mesa y se dirigía a la cocina.
—Veinte minutos más—respondió, regresando con un vaso de jugo de uva. Tomó el teléfono nuevamente y rodó los ojos—. Bien, es mi propuesta... ¿Vas a dejar de gritarme en algún momento? —reclamó, harto. Respiró hondo y le dio un sorbo al vaso—. Verano, tendré vacaciones y será tu cumpleaños... ¿Eleanor? —miró a Sue, alejó el teléfono—. ¿Puedo llevar a Eleanor a Cannes en verano? —preguntó.
—¿Cannes? —arqueó las cejas.
—Espera...—escuchó de nuevo—. Hey, estás invitada también—la señaló—, mi abuela paga.
—Cannes—repitió con un tono más convincente.
—Dice que sí, abuela—dijo rápidamente—. Iremos los tres, no te preocupes, estaremos ahí en tu cumpleaños solo deja de gritarme—se mordió el labio—. ¿Qué? Claro que no, tu esposo me cae bien, te mantiene relajada, ¿por qué habría de odiarlo? —frunció el ceño, alejándose más—. Abuela, yo odiaba a tu segundo marido, Alain, me agrada...—cerró sus ojos y comenzó a caminar de un lado a otro—. ¿Sabes qué? No es mi culpa que papá no te responda el teléfono y estés aburrida a las tres de la mañana... ¡No! —se detuvo—, ni se te ocurra mencionar eso.
—¿Se va a prolongar? —Claire tallaba sus ojos y bostezó, miró donde Sue; la morena se puso de pie y fue hasta Eleanor para poder levantarla de ahí.
—Creo que olvidó que teníamos algo que hacer—se encogió de hombros, cargando a Eleanor en sus brazos con cuidado de no despertarla y dejándola en el sofá junto a Claire. Comenzó a quitarle los zapatos y negó con su cabeza—. ¿Pedimos un taxi?
Claire suspiró—: Iré con Silver, llámanos cuando pare.
La rubia se levantó del sofá, esperó un par de segundos por Fred pero cuando vio que éste estaba cada vez más dentro en la discusión, decidió irse a donde dijo; sino hacía algo probablemente se quedaría dormida de verdad. Tocó gentilmente la puerta de la habitación y no esperó por una respuesta, simplemente la abrió y se encontró con Silver tratando de atar sus agujetas.
—Llegaremos tarde—dijo, yendo hasta la cama para dejarse caer en ella con mucho fastidio—. Necesito irme temprano de esa cena—habló con dificultad contra la almohada. Silver murmuró algo que no escuchó, pero pareció no molestar que eso pasara—. Tengo una idea.
—¿Sobre qué?
—Sobre mí.
—¿Y qué es? —la más alta se puso de pie y se estiró un poco, Claire se giró y le miró con algo de duda hasta que los ojos insistentes de Silver la regresaron—. ¿Qué es?
—¿Crees que sea tiempo de que viva sola?
—¿Sola?
—Sí, sin nadie más—dijo obvia.
—Ah—Sil dudó y después se cruzó de brazos—. ¿Eso quieres?
—Estaba pensando en opciones, creo que es un momento importante. Amo vivir con ustedes pero, a veces siento que necesito estar completamente sola para darme cuenta qué significa todo lo que estoy haciendo por mí.
—Morirás.
—Me alegra que tengas fe en mí.
—No, digo...—dejó caer sus brazos y tomó asiento en la cama nuevamente.
—Lo entiendo, pero supongo que tengo que sufrir más, ¿no crees? Probarme por primera vez, sin que esté alguien esperando cuando llegue a casa o sin que otra persona me brinde de su comida cuando yo ya no tenga... no lo sé. Siempre soñé en hacer algo así, buscarme un lugar solo para mí.
—Es tu decisión—Silver hizo una mueca—, pero no me gustaría que te fueras.
—Ah—Claire rio—, solo lo estoy considerando.
—Extrañaría contarte las cosas que me pasan.
—Extrañaría escuchar la dulce y graciosa sitcom que es tu vida—bromeó.
—¿Harás algo especial en Halloween?
—Roel quiere que salgamos.
—¿Otra vez Roel? —enarcó una ceja.
—Somos buenos amigos—rio.
—No creo que a eso se le pueda llamar amistad.
—Bueno, tal vez regresemos, no lo sé, Sil. No me interesa mucho en realidad—jugó con un hilo suelto que sus jeans tenía—. A veces siento que necesito algo diferente y otras veces me digo a mí misma que me quede como estoy, y Roel es un buen chico, no tengo quejas al respecto; el problema es que su vida y la mía no combinan, pero ahora que están en descanso de la banda por...—dudó—, creo que quiere pedirme que lo intentemos de nuevo.
—¿Y le dirás que sí?
—No tengo nada que perder, ¿o sí?
—¿Y el pediatra maduro?
Claire carcajeó.
—No dejará de verme como a una hija, nunca—se encogió de hombros—. He aprendido a no esperar nada de nadie, así que da igual.
Alguien tocó la puerta un par de veces, ambas se callaron al escuchar como intentaba abrir la puerta y vieron como Sue se asomaba con cuidado—: Pedí un auto, ¿vienen conmigo o esperan a que el drama queen deje de hablar con la drama queen?
—¿De qué hablan ahora? —preguntó Claire.
—Del cine experimental francés.
—Me marcho—la rubia se puso de pie rápidamente.
—No me gusta esa canción—Silver arrugó su nariz en cuanto las primeras notas de la melodía comenzaron a salir por los altavoces. Levantó su cabeza que estaba recostada en el cristal de la ventana del auto e intentó cambiarla; una mano la detuvo.
—No eres el DJ—Fred dijo molesto, sin dejar de ver el camino frente a él.
—Todos saben que el copiloto es el DJ, Fred.
—No, no en este auto—bufó, alejando la mano de Silver dejando que The Girl de City and Colour siguiera.
—¿Ves? Por eso no me gusta ir contigo a algún lugar: Significa llegar tarde y de malas.
—Debiste ir en Uber junto con Sue y Claire.
—Quería ser amable y no dejarte solo, ¿sabes? Muero de hambre y de seguro ya todos cenaron, y si no hay tarta de manzana cuando lleguemos, juro que te mataré.
—¿Qué es lo que hace la tarta de Camille que despierta tus instintos asesinos?
—No lo sé, seguramente es brujería, de esa que utilizó con Wesley.
—¿Por qué eres tan grosera hoy?
—¡No lo sé! —cerró sus ojos—. Solo... quítala—presionó el botón que Fred le había prohibido momentos antes para cambiar de canción, On Melancholy Hill de Gorillaz comenzó.
—Tranquila—rodó los ojos—. De seguro aún queda algo de tarta.
—Estoy algo estresada, perdón.
—¿La universidad?
—Sí—mintió—, tengo tantos proyectos que realizar y los dejé casi todos para último momento.
—Lo bueno de la universidad es que puedes llorar y nadie te juzga porque quieren hacer lo mismo.
—Ya quiero graduarme, estoy a un solo paso y el pensar en mi tesis me vuelve loca.
—No creo que la vida después de la universidad sea menos estresante.
—Como sea—se encogió de hombros—. Estas fechas me ponen nostálgica... algo melancólica—quiso reír, pues la palabra salió casi al mismo tiempo que en la canción.
—¿Mi tía Nancy? —preguntó, en voz baja y quitando un poco el aura de gracia que manejaba segundos atrás.
—Sí.
—Casi no te gusta hablar de eso, deberías hacerlo más, ¿no crees?
—No, no es mamá. Sino que visitar a papá el día de gracias y tener una cena solo nosotros dos, sigue siendo extraño. Él siempre está feliz, ¿sabes? Aun cuando días antes tuvo que ir a colocar flores a la lápida de mamá, él parecer haberlo superado con rapidez.
—Cinco años no son un segundo.
—Sí, pero... No, olvídalo—se retractó, negando con su cabeza y hundiéndose más en el asiento.
—¿No debería alegrarte que él es feliz?
—Me alegra—sonrió—, pero sé que lo hace por mí. Cuando me voy, ¿qué pasa? —enarcó una ceja—. No lo sé. No sé si aún llora por las noches o si mantiene la ropa de mamá en el armario o si ya sale con alguien más y me lo está ocultando... Papá es un libro abierto atiborrado de incógnitas.
—Tal vez no quiere preocuparte.
—Mmh... Me preocupa más que no hable de cómo se siente. Y si toda esa felicidad, con sus actividades fuera del trabajo y amistades con las que pasa excelentes tardes, son verdad, debería pasarme el truco de cómo lograrlo.
—¿Segura que no es solo el tiempo?
—No quiero esperar al tiempo.
—Dudo que al tiempo le importe eso.
—¿Has leído Hamlet?
—¿Tengo cara de haberlo hecho?
Silver frunció los labios pensando.
—Ophelia. Un chico me confundió hoy con una tal Ophelia.
—¿Por qué?
—No lo sé, no importa, pero de pronto me siento como ella, ¿sabes?
—Ophelia—dijo él, firmemente—. No lo comprendo.
—Ella es... Como un paradigma, paradigma de una mujer sin voluntad, inestable e insegura.
—Pero tú no eres así—le miró—, ¿de qué hablas?
Fred se mostró preocupado y más confundido de lo normal. Silver resopló queriendo olvidar lo que dijo y simplemente negó con su cabeza de nuevo para que el tema se quedara ahí. No tenía idea de dónde salió todo eso, ni siquiera lo pensó mucho al decirlo, pero al mismo tiempo sonaba tan claro que sentía la necesidad de intervenirse a sí misma para abandonar toda esa melancolía.
—¿Has hablado con Oliver? —preguntó, cuando Fred estacionó el auto justo frente al edificio del departamento de Wesley, después de algunos minutos en silencio en los cuales el rubio dejó de insistir que ella le explicara más.
—No—respondió, indiferente—. No he tenido la oportunidad—añadió—, le preguntaré a Wesley pero creo que ya nos habría dicho. —apagó el auto y suspiró—. ¿Qué hacemos con toda esa melancolía? ¿Eh?
—Tirarla a la basura—dijo, nefasta.
—Avísame si quiere regresar.
—¿Cómo lo lograste? Tan solo unos meses... Yo necesite dietas extremas y ejercicio todos los días porque Eleanor me convirtió en un elefante.
—Cuando digo que tomaron todo de mí...—Camille le miró—, me refiero a todo—articuló con cuidado—. Hasta comienzo a pensar que terminé mejor que cuando comencé. Llego a pensar que engendré vampiros que tomaron mi sangre por nueve meses y que salieron antes porque no les quedaba más, por eso casi morimos—concluyó, levantando su copa de vino tinto mientras se recargaba en la encimera de la cocina. Le dio un sorbo después de eso e hizo un gesto de desprecio por el líquido.
—Yo... yo comí alitas picantes hace dos días y la indigestión no me dejó dormir—Silver dijo, metiéndose a la boca el último bocado de su segunda porción de tarta.
—Eres una aspiradora—Claire rio a su lado.
—Y estoy orgullosa de eso.
—Camille, ¿dónde están mis discos? —Wesley entró a la cocina, de forma directa hacia ella quitándole la bebida de las manos sin mucha importancia como recuerdo de que no debía consumirlo. Sostenía en sus brazos a un bebé de seis meses que no paraba morder su propia mano con desespero.
—Donde siempre—frunció el ceño ante el gesto del vino y le miró con seriedad—, ¿por qué?
—No están, ¿los moviste de lugar?
—Ah—se golpeó la frente—, sí.
—¿Por qué?
—Necesitaba espacio para poder mover tu batería y los metí en el armario del pasillo. Estorbaban mucho ahí y me di cuenta de que los escuchas muy poco, ¿para qué tenerlos en un lugar donde solo acumulan polvo? Los cubrí con plástico y los guardé.
—¿Hiciste todo eso y aun así me dices que están donde siempre?
—La verdad es que no presté atención a qué preguntabas en un principio—sonrió hacia el bebé y lo tomó si pedirlo pues éste reclamaba sus brazos—. Están bien—rodó los ojos acomodando el gorro que el pequeño llevaba, dejando ver sus cortos mechones oscuros—, yo sé de conservación de esas cosas.
—¿Qué bebé es? —señaló Silver con su cabeza.
Wesley frunció el ceño y miró a Camille quien a su vez examinó al bebé.
—Usa verde—dijo ella—. ¿Travis?
El castaño revisó el cuello del pequeño, había un pequeño lunar ahí—: No, es Nigel.
—¿Para qué quieres tus discos ahora? —preguntó Sue.
—Queríamos averiguar algo que Fred discutió con su abuela sobre Pink Floyd... Aún me sorprende que esa anciana viva tanto.
—¿Por qué esa mujer habla tanto? —Claire inquirió.
—En persona es peor: Una vez fingió un ataque al corazón por venganza de una vez que le robamos puros cubanos de su maleta... lo cual estuvo mal pero no creo que nadie deba tener un susto de muerte como ese.
—¿Se hicieron en los pantalones? —Silver se burló—. Ojalá.
—Nunca subestimes a una anciana con dotes de actuación—la señaló.
—Ustedes se merecen eso y más, siempre me hacían bromas a mí.
—Es diferente, nunca fingimos que casi morimos.
—¿El cuerpo flotante en la piscina?
—Ese fue ocasión especial, era Halloween y no era una broma exacta para ti.
—¡Halloween! —Camille abrió los ojos recordándolo—. ¿Deberíamos hacer una fiesta de Halloween? Es la primera de los bebés, sería bonito que tuviesen un disfraz a juego.
—Ya va—Wesley aclaró su garganta y pensó, colocando sus manos en la cintura, algo exhausto de haber buscado por toda la habitación minutos antes, suspiró—: Cosa uno y cosa dos—concluyó.
—Puedes ser más original que eso—Silver comentó.
—No puedo pensar ahora, necesito encontrar mis discos.
—Sí, hazlo, así los colocas y tus hijos duermen temprano—Camille dijo con sarcasmo y alcanzó nuevamente la copa. Nigel intentó tocarla y ella la alejó.
—Nunca tienes nada bueno qué decir, ¿verdad?
—Es la costumbre—se encogió de hombros.
—Deberíamos planear Acción de Gracias, mejor—Silver dejó su plato en la encimera y suspiró—. No creo poder ir a casa este año.
—¿Mucha escuela? —Wes enarcó una ceja.
—Algo así—bostezó—. Es tarde—miró el reloj de su muñeca que señalaba poco más de las once.
—¿Segura que quieres pasarlo aquí? —Sue preguntó.
—No quiero pero debo, tengo muchas cosas qué hacer.
—No te preocupes—Claire le abrazó—, haremos un día de acción de gracias especial para ti. Intentaremos hace un buen pavo y Sue hará su puré de papas especial—le miró, y la morena simplemente asintió sin más—. Será casi tan familiar como al que estás acostumbrada.
—¿No irán con sus familias? —cuestionó algo crédula.
—Tengo turno esa mañana—dijo la rubia.
—Mi familia no festeja eso—Sue le recordó.
—Mmh... Yo trabajo pero creo que, si me invitan puedo ir a la cena—Wesley miró a Camille mientras ella intentaba beber lo que quedaba en la copa, después simplemente asintió mientras reacomodaba a Nigel en sus brazos ya que éste intentaba jalar su oreja.
—Te llevo una tarta—añadió después.
—Podemos ser tu segunda familia—Claire intentó sonar más convincente con su pequeño esfuerzo de hacerla sentir mejor.
Silver no sentía la necesidad de eso, ni tenía ánimos de festejar, pero no quiso matar los esfuerzos de sus amigos así que simplemente asintió. Sabía que ellos no lo preguntarían de todas maneras ni tocarían los temas delicados ya que solo bastaba con que alguien diera una idea mejor para que todos los demás se comunicaran telepáticamente y se organizaran sin la necesidad de hablar.
Le gustaba tenerlos en su vida pero no dejaba de pensar en el tiempo. Lo rápido que pasó, y lo rápido podría pasar. Porque ya no quedaba mucho de lo que eran cuando ella los conoció por primera vez. Cada uno tomó un rumbo diferente o tenía pensado algo qué hacer después, pero ella se sentía siempre caminando en el mismo hoyo haciéndolo más grande cada vez. Estaban creciendo pero ella parecía no hacerlo; aún perdida mientras veía como todos corrían con el tiempo cuando ella apenas si escuchó el disparo de salida.
—Wes, ¿tienes The Dark Side of the Moon? —preguntó, escapando de sus pensamientos tras recordar el tiempo. Sintió como Claire dejó de abrazarla y se enderezó.
—Ese buscaba—reaccionó él—. Queremos ponerlo al mismo tiempo que El Mago de Oz.
—Yo quiero—caminó hacia él.
—La luna es toda oscura—dijo Sue en tono de burla.
—El álbum se refiere a ese lado oscuro de nosotros, que es la locura. Todos lo tenemos pero no es visible—le respondió Claire, recordando una charla pasada sobre eso.
—Creo que todos somos cuerdos ahora porque sabemos ocultar nuestra oscuridad—Wesley sonrió, tomando la muñeca de Silver para poder escapar de ahí. Silver rio ante eso y quedó plantada en la sala de estar donde vio como Fred presionaba los botones coloridos de un león de plástico que soltaba canciones, acompañado de Travis y Eleanor en la alfombra.
—Ahora regreso—Wesley dijo, alejándose hacia las habitaciones.
—¿Te diviertes? —se burló.
Fred volteó, recargando su cabeza en el respaldo del sofá y sonrió.
—Así me quito la melancolía—bromeó.
—Tía, Sil, mira—Eleanor llamó, soplando burbujas frente a Travis quien no dejaba de reír—: Lo hago feliz.
—Qué bonito—se acercó—. ¿Ves? Y tú te aburres fácilmente.
—Mi cerebro es mejor que el suyo—respondió, algo molesta por eso pero no dejó de soplar burbujas—. Cuando eres bobo y pequeño, eres más feliz y todo es entretenido
—¿De dónde sacas esas cosas? —Fred frunció el ceño.
—No te estás riendo por las burbujas, papi—dijo obvia.
Fred suspiró—: Cumplirá cinco—miró a Silver algo preocupado.
—Al menos sabe cómo funciona la vida—se encogió de hombros.
—Espero que cuando tengas ocho puedas organizar mis cuentas.
—Ya sé sumar, mira: uno más uno, uno. Dos más uno, tres...
—¿Cuánto es nueve mil doscientos veinticuatro más trece mil trescientos cuarenta y dos? —le retó.
Eleanor hizo una mueca—: ¿Tú sabes?
—Mira niña—presionó otro botón del juguete—, tú sigue soplando burbujas.
—Amo como te humilla sin intentarlo si quiera—Silver suspiró.
—Hey, Sil—le llamó el rubio, ignorando su comentario—. Wesley dice que habló con él—susurró, muy bajo, sino fuese por su clara articulación no lo habría entendido.
La chica frunció sus cejas y le miró sorprendida, esperando a que dijera que es una broma. Fred lo dijo en voz baja, como si fuese un secreto el mencionarlo siquiera, como si se tratara de un tema que no quería traer de vuelta a sus vidas aunque era claro que todos tenían presente en sus mentes. A Silver no le gustaba ser obvia ni parecer intensa ante cualquier noticia que les llegara; intentaba fingir que su corazón no se aceleraba ni que su sonrisa se tallaba instantáneamente en su rostro ante cualquier pensamiento que tuviese que ver con él. No quería que fuese así pero era demasiado tarde como para negarse; Fred era el único que lo notaba y no parecía molesto ya con la idea, pues ahora solía alimentar aquel sentimiento él mismo como si antes no hubiese valido un par de golpes en la nariz.
—Gracias—susurró de vuelta.
On Melancholy Hill - Gorillaz
Siento que en este capítulo metía tantas referencias hacia muuuchas cosas, aaaaa
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