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Capítulo diez | Only love can hurt like this


—¿Vas a desayunar aquí? Hay comida en la cocina, saldré, comeré algo rápido por ahí.—habló tras un largo momento de silencio después de sus buenos días tras salir del baño; Roel estaba sentado en su lado de la cama mientras leía algo en su teléfono e intentaba secar su cabello con una toalla.

Claire, aun recostada y dándole la espalda, mantuvo su mirada sobre la lámpara de pie que había en la esquina de la habitación y que aún seguía encendida a pesar de la luz del día que inundaba todo el lugar gracias a una de las enormes ventanas que caracterizaban el departamento de su prometido.

—Es tarde, creo que en vez de desayunar, sería almorzar.—siguió él.

—No tengo hambre—pronunció en voz baja.

—¿Segura? No te creo eso—rió.

Ella sintió como se movía en la cama y después sus manos acariciarle la cintura, le dejó un sonoro beso en la mejilla. Ella sonrió.

—¿Pasa algo? —preguntó después tratando de deducir lo que ella miraba fijamente.

—Solo estoy cansada.

—No salgas hoy—se retiró nuevamente.

—Tengo guardia más tarde—suspiró, dándose por vencida en su intento de conciliar el sueño y se sentó sobre la cama para poder colocarse su bata de dormir—: Además, tengo que ir a buscar un obsequio para Fred y Eleanor; el cumpleaños de Fred es éste sábado.

—Ah—Roel frunció el ceño mientras iba hacia su armario, no muy convencido de eso y Claire no dejó de verle porque sabía que diría algo más—. ¿Siempre va a ser así?

—¿A qué te refieres? —cuestionó de inmediato poniéndose de pie, estirándose un poco y tomando su celular de la mesa de noche.

—Esto de ir al hospital—dudó por la forma en la que salió de su boca.

—¿Ah?

—Ya sabes, esto de pasarte horas ahí y...

—Es mi carrera—bufó.

—Y lo admiro pero—volteó, haciendo una mueca—, ¿crees que seguirá siendo necesario después de casarnos?

—Soy médico en formación, Roel, ¿qué no va a seguir siendo necesario?

—Bueno, esperaba que quisieras vivir conmigo, a mi ritmo. Antes no funcionaba porque estábamos lejos—tomó una camisa al azar—, creí que ahora estaríamos más juntos, que si tengo la necesidad de irme, tu podrías acompañarme.

—Yo no me quiero ir de aquí—le miró seriamente—, no voy a solo deshacerme de todos estos años, solo así—inquirió—. Además, la banda está en pausa; Oliver está en descanso, no quiero hablar de estas cosas ahora.

—Sí, Oliver está en descanso, nosotros no. Tenemos proyectos aunque él esté lejos, Claire, y si hablamos de esto ahora no será problema después.

—No voy a dejar mi carrera.—espetó ignorando todo lo que dijo, haciendo un doble nudo a su bata terminándolo con mucha fuerza para mostrar determinación.

—Solo piénsalo, ¿sí? —se acercó un poco y Claire simplemente negó con su cabeza diciéndole que mejor no lo hiciera, se detuvo—. A veces las giras son largas, estábamos a la mitad de una cuando lo de Oliver pasó y continuará cuando se recupere, el próximo año. Y cuando eso suceda, estaré lejos, por meses... Me gustaría que mi esposa viniera conmigo.

—¿Y si tenemos hijos? —arqueó ambas cejas y Roel bufó como si eso sonara absurdo. Claire resopló—: ¿Esperas que también vayan a dónde tu vayas?

—¿En serio estás pensando en hijos?—caminó, un tanto juguetón sintiendo como su prometida se relajaba—. ¿Acaso no quieres estar en Sydney un día y la siguiente semana despertar en Japón? No te preocupará nada de lo que haga en tu ausencia porque estarás conmigo.

—¿Me dejas pensarlo? —se alejó un poco en cuanto vio que Roel le quería tomar de los hombros, quizá para abrazarla o besarla, él le miró confundido por su abrupta manera de terminar la charla— Tengo que irme, me ducharé en casa—se giró para buscar su ropa rápidamente.

—¿Te molestaste? —enarcó una ceja y ella negó—. ¿Segura?

—Sí—comenzó a vestirse—. Tengo cosas que hacer.

—Solo son obsequios.

—Pero es diciembre, la gente se vuelve loca, además quedé con Sue y Silver para almorzar, decidiremos algunas cosas sobre mi vestido para la boda y después elegiremos la decoración—soltó rápidamente—. Ah y también iré a un hospital para pasar doce horas de pie aunque eso quizá no tenga trascendencia en mí—se colocó torpemente su reloj en la muñeca y maldijo en voz baja por fallar.

—Te enojaste—dijo él. Resopló y se vistió con la camisa—. No es necesario ponerse dramáticos.

—No, estoy bien—logró abrochar el reloj y suspiró mientras peinaba su cabello con los dedos, buscando su bolso por alguna parte—. Solo recuerda que mañana tenemos la cena de cumpleaños de Fred.

—Lleguemos tarde e inventemos una excusa.

—¿Por qué? —se detuvo.

Roel rió, incrédulo ante la pregunta y entró al baño sin cerrar la puerta. Buscó su cepillo dental evitando a toda costa la respuesta.

—Es el cumpleaños de Fred, no voy a faltar.

—Solo estoy harto de hacerme el tonto—se encogió de hombros.

—¿De qué hablas?

—De Wesley.

Claire carcajeó pero en cuanto vio la expresión de Roel, se detuvo—: ¿Qué?

—¿Tengo qué especificar?

—Fred es más importante que Wesley.

—Por eso no dije que no asistamos.

—Bien, entonces no vayas.

—Claire...

—No, no me hables de lo que debo o no debo hacer. Si no quieres ver a Wesley, no vayas —se encogió de hombros. Recordó que su bolso quedó en la sala de estar—. Yo no te obligaré a hacer algo que no quieras hacer—con pasos rápidos salió de la habitación, escuchando a sus espaldas pequeñas maldiciones de Roel que poco a poco se hacían más fuertes en señal de que la seguía.

—¿En verdad vamos a discutir por esto?

—Yo estaba bien—dijo obvia, tomando su bolso del sofá. Volteó hacia Roel y relamió sus labios. El castaño solo le miraba con desdén, como siempre que se enojaba por algo y con esperanza de que ella aceptara lo que él decía. Claire negó, rotundamente con su cabeza—, te llamo después—no se despidió.

—Te amo—soltó él viendo cómo iba a la puerta.

—Te amo—respondió ella sin mirarle.

—No suenas como si lo hicieras—intentó bromear él.

Claire se detuvo al tomar la perilla de la puerta y le miró con fastidio, después intentó sonreír como si no lo pudiese evitar—: No lo haces fácil, cariño—soltó como broma que continuó hasta varios pasos después de haber cerrado la puerta del departamento.

Fue hasta el elevador y presionó el botón para llamarlo.

Respiró hondo soportando sus ganas de volver y tratar de poner las cosas en orden pero una vocecita dentro de ella le dijo que no tendría caso traer de nuevo el tema de Wesley por segunda vez en el día. No era la primera vez que Roel decía algo como eso respecto a su círculo de amigos y no tenía mucho con qué defenderse si lo veía de una manera externa; pero sabía que el momento en el cual se casaran y comenzaran a vivir juntos, aquello ya no sería un problema.

—¿Quiere que...?—regresó la incógnita a su cerebro, después de haberlo digerido con atención pues buscó salir de ahí tan rápido que apenas si entendió su molestia. El elevador llegó, para su suerte solo y entró en él, mirándose en el espejo de la pared de éste para poder darse cuenta de lo mal que se veía al despertarse—. ¿Cómo se le ocurre? —se dijo de nuevo, tallando sus ojos para quitar cualquier rastro de maquillaje corrido en ellos.

Su teléfono comenzó a vibrar dentro del bolsillo de su pantalón, sin ver de quién se trataba respondió.

—¿Me confirmas asistencia? —la alegre voz de Silver fue lo primero que oyó.

—¿Asistencia para qué?

—Para la cena de Fred, haré la reservación y quiero saber para cuántas personas pediré la mesa—dijo obvia.

—Ah, si—respiró hondo—. Sí, iré.

—¿Roel?

—No, él no.

—¿Por qué no?

—No puede, tiene compromisos con personas más importantes—el elevador se detuvo en la recepción, las puertas se abrieron dejando entrar a un par de ancianos y Claire solo les sonrió para después salir—. Solo yo, si logra aparecerse más tarde, pedimos que traigan una silla y lo sentamos en alguna esquina—continuó.

—Está bien...—Silver sonó no muy convencida, sujetando el teléfono en su oreja con su hombro—. ¿Pelearon o algo así? —cerró la puerta del refrigerador con su pie y salió de la cocina con una botella soda y un platón de frituras.

—No, solo me molesté porque de último momento dijo que no podría ir—mintió.

—Ah—Silver dejó todo sobre la mesa de café de la sala y tomó el teléfono con su mano—. ¿Segura?

—Sí, llegaré en quince. ¿Me acompañas a comprar los obsequios de los Gainsbourg?

—Uhm, estoy terminando mi portafolio para mi trabajo y Félix vendrá a almorzar aquí.

—¿Más tarde?

—No lo sé.

—Bien, si no quieres dejar a tu novio temprano lo entenderé.

—No es mi novio.

—Claro. —dicho eso, terminó la llamada.

—Claro. —dijo no muy convencida, dejando su teléfono en el sofá y dejándose caer en él.

—¿Con quién hablabas? —Fred salió de su habitación, con un par de cajas de cartón; viejas y con polvo que intentaba soplar con disgusto—. ¿Por qué mi habitación es más propensa al polvo? —se quejó.

El timbre interrumpió su caminar, Silver le señaló que abriera y con fastidio fue hasta el botón de la cocina.

—¿Quién es?

—Debe ser Félix—respondió ella, más enfocada en su computadora tratando de organizar todos sus trabajos y proyectos de la universidad.

—¿Eres Félix? —preguntó por el micrófono presionando el botón.

—Ah... Si— escuchó por el altavoz—. Hola, Fred—saludó como si de repente aquello le causara gracia—, ¿podrías abri...?

—Ya—le interrumpió, presionando el botón que dejaba abrir la puerta principal del edificio y se retiró de ahí.

—Eres grosero—Silver rió.

—Ya deberías saber eso.

—¿Qué son las cajas?

—Decoraré el árbol—se acercó más al árbol de poco más de metro y medio que estaba en una esquina que tenía más de una semana en ese lugar—. Ya me da lástima porque Claire siempre dice que lo hará pero sabemos que no lo hará, nunca está aquí—dejó las cajas en el suelo y comenzó a abrirlas.

—Viene para acá ahora mismo.

—Genial, me ayudará lo que empecé por ella—comenzó a colgar esferas sin un orden en específico—. ¿A qué viene Félix? Son las dos de la tarde, ¿no tiene nada qué hacer?

—Es la hora de su almuerzo, se supone que comeríamos juntos pero estoy ocupada con esto—frunció el ceño—, ¿por qué tan hiriente?

—¿Para qué te esfuerzas? Es obvio que Angela te quiere en su estudio—miró de reojo a Silver y sonrió tratando de aminorar la manera en la que hablaba, ella aún parecía molesta—. ¿Qué con Félix? ¿Ah? —siguió con las esferas.

—Estoy casi segura que tienes que poner las luces primero—le señaló con una fritura de queso y después la metió a su boca—. ¿Qué con Félix? Es mi amigo.

—No es verdad, no hay un orden—dejó caer sus brazos observando bien su trabajo—. Y Silver, nadie quiere ser tu amigo—le miró, riendo.

—¿De qué hablas?

—¿Ya lo besaste? Estoy seguro que sí.

—No—dijo rápidamente.

—¿No?

—Una vez—agitó su cabeza de un lado a otro quitándose ese bochornoso recuerdo de la mente—. Pero estábamos algo ebrios, fue en el bar y fue algo sin trascendencia.

—Entonces tú lo besaste a él—se giró, evitando soltar una carcajada.

—Déjame en paz—se puso de pie y fue hasta él, quitándole la esfera de la mano y colocándola al otro lado del árbol, pues Fred solo estaba saturándolo en un solo espacio.

—¿Y qué hace?

—¿Te importa?

—Oye, si vas a traer extraños a mi casa me gustaría saber qué tipo de extraños son.

—¿Quieres que te diga cuantas veces Welsey me contó de las mujeres que traías cuando vivían solos? —enarcó una ceja, pero Fred sin miedo insistió en su punto. Silver resopló—. Trabaja en el Queen Elizabeth, ayuda en la programación y organización de todos los eventos—se encogió de hombros.

—¿Dejó la carrera de cine para eso?

—Tú dejaste la universidad también.

—Pero dejé la carrera de leyes, no algo que al parecer le gusta—enarcó una ceja.

—Oye, no los voy a juzgar por eso—le retó.

Fred frunció sus labios queriendo analizar aquello para sacar alguna deducción al respecto, pero tardó demasiado porque el timbre de la puerta del departamento solo avisó que el tiempo de hablar de Félix había terminado. Sil le dio una mirada de advertencia para que controlara sus comentarios y fue hasta la puerta.

—Las luces van primero—repitió antes de abrir.

—¡No hay un orden!

—Hola, Félix—saludó en cuanto lo vio. El chico asomó su cabeza repleto de intriga y sonrió al tratarse de Fred.

—Hola—saludó a ambos—. Afuera está helando—le entregó una bolsa plástica a Silver que contenía pollo frito en ella—, no sabía si te agradaba así que me arriesgué.

—Sí, me gusta el pollo de Kentucky, gracias.—rió alejándose de la puerta dejándolo pasar—, ponte cómodo. Traeré platos—dijo yendo a la cocina, dejando la comida en la mesa del comedor.

—¿No van las luces primero? —Félix señaló al árbol, Fred dejó caer la esfera en la caja junto a las demás dándose por vencido—. Lo siento...—dijo con duda, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta.

—No recuerdo que haya un orden—se quejó.

—Porque nunca ayudaste a decorar un árbol de Navidad en tu vida, Fred—Silver habló muy alto desde la cocina, salió de ahí y negó con su cabeza—. Solo deja que Claire lo haga cuando regrese.

—¿Por qué todos creen que pueden hacer las cosas mejor que yo?

—Nadie dijo eso.

—Pareciera que sí.

—Oh, vamos—Sil dejó los platos sobre la mesa y se cruzó de brazos—. ¿Pasa algo que te molesta? No has dejado de estar a la defensiva desde que despertaste.

—Mmh—el rubio vaciló un poco, tratando de encontrarle sentido a su actuar pero no pudo hacer nada más que darle la razón—: Eleanor me dijo que extraña a Park.

—Ay, no puede ser—Silver resopló, harta.

—¿Quién es Park? —Félix preguntó tras el silencio que se formó.

—Es el novio de Sue, está lejos por ahora, por trabajo—aclaro ella.

—¿Por qué mi hija debe extrañar a un hombre que no tiene nada que ver con ella?

—Es el novio de su mamá, Park ha sido bueno con ambas—dijo ella, con un tono obvio para que dejara atrás su molestia.

—¿Y qué? —insistió.

—Deja tus celos enfermizos, es tu hija.

—¿No crees que está mal? —preguntó Fred a Félix.

—Ah, creo que a veces no importa quién sea...

—Al diablo con eso—lo interrumpió—. Primero me dice que extraña a Oliver y ahora a Park, ¿qué le pasa a esa niña?

—Ella no entiende los problemas de los adultos y deberías dejar su inocencia así. A ti te expusieron a ellos siendo tan pequeño que ni decorar un árbol de navidad puedes—Silver replicó.

—¡Qué no hay orden!

—¡Es lógica Fred! Es como colocar la leche antes del cereal.

—Ya veremos—soltó, yendo hacia su habitación con pasos grandes mientras tecleaba algo en su teléfono.

—Es una persona peculiar—dijo Félix cuando se oyó la puerta cerrarse.

—Le gusta hacer dramas donde no debería haber—se burló, tomando lugar en una silla de la mesa dispuesta a solo reírse del momento, como siempre.

Félix no dijo más, solo compartió ese pequeño momento de risa y fue donde Silver para tomar asiento también. Pero poco a poco se convirtió en un silencio que ninguno de los dos se atrevía a romper. Él porque en lo más profundo de su cerebro se repetía constantemente lo fuera de lugar que se sentía ahí; si, Silver era agradable, era inteligente y podía mantener largas charlas con ella, pero después de aquel beso en el bar todo se sintió incómodo como si no tuvieran un camino qué seguir.

Había agradecido que ella no respondiera sus llamadas o mensajes después de eso, pero de la nada, una mañana, recibió un mensaje que lo invitaba a almorzar por ahí y por más que lo intentó, él no se pudo negar. Desde entonces, en el último mes, se veían para ese tipo de cosas, como una amistad que, ambos sabían, no era realmente necesaria.

Le gustaba de cierta manera, y no se culpaba pues, ¿a quién no? Eso se repetía siempre cuando la duda sobre hacer las cosas bien le atacaba por las noches. Y lo confirmaba en momentos como ese, que con tal de no cancelar su almuerzo de ese día, atravesó media ciudad desde su trabajo sin percatarse de que se arrepentiría en el primero momento que colocó un pie ahí.

Pero nuevamente, tras verle sonreír por culpa del puré de papa que cayó sobre su suéter, le hizo sentir que valió la pena.

Era más bonita de lo que recodaba.

—Oliver es muy importante para todos—pronunció en voz baja.

—¿Ah? —ella frunció el ceño mientras limpiaba su suéter—. ¿Oliver?

—Sí.

—Es un muy buen amigo y a todos nos afectó lo sucedido, como viste, incluso a la pequeña—dejó la servilleta a un lado y sonrió.

—¿Y a ti más?

Silver rió—: Oye, si en alguna parte escuchaste algo sobre Oliver y yo, déjame decirte que no—explicó, con calma—, solo... no.

—Bien, entiendo que no quieras hablar de eso.—Félix asintió con la misma tranquilidad.

—No han sido épocas bonitas en todo lo que se refiere a Oliver y a mí, así que prefiero solo dejar en mi mente que somos buenos amigos.

—Lamento oírlo.

—Está bien—se encogió de hombros—, ya quedó atrás.

—Tal vez solo es alguien que tenías que conocer pero no tener.

Silver dudó.

—No duele el no tener a alguien, duele más entregarte a alguien completamente y que ésta persona, teniéndote, se vaya dejándote vacía por completo.

—¿Y te sientes contigo ahora?

—Sí, siento que me tengo a mi misma ahora.

—Oye, Sil—Fred se oyó, dejando atrás cierta tensión creada durante pocos minutos. Ambos se sobresaltaron en sus asientos—. ¿Wesley confirmó? —preguntó, quizá asomaba su cabeza desde su puerta.

—No, llamé a su oficina pero dijeron que no fue a trabajar y en su celular me decía que estaba ocupado en otra llamada, así que le mandé un mensaje y no ha respondido.

—Bien—Fred resopló—. Lo haré yo.

El rubio cerró de nuevo la puerta, buscando el número de Wesley en su teléfono mientras se quitaba la camisa con la idea de ir a darse un baño. Por suerte no estaba ocupado y agradeció que fuese la hora de almorzar.

—¿Por qué no fuiste a trabajar? —preguntó rápidamente en cuanto escuchó a Wesley masticar al teléfono.

—¿Eh? —solo alcanzó a decir.

—Silver llamó a tu oficina y dicen que no fuiste.

Lo escuchó reír.

—¿Acaso eres mi esposa?

—Sería mejor.

—Camille está enferma, me quedé a trabajar desde casa porque no conseguí niñera. Es algo contagioso para los niños... Oh no—dijo.

—¿Qué?

—Espera...—apartó su teléfono de su oreja y dejó su tazón de comida dejándolo sobre el pequeño escritorio que tenía en una de las esquinas de la sala de estar y fue hasta el corral de bebé que estaba en medio, que colocó ahí para poder vigilarlos con atención—. ¿Podrían dejar comer a papá por solo cinco minutos? No tengo tanto tiempo para comer como ustedes que es lo único que hacen —dijo, quitándole uno de los juguetes de plástico que tocaba música y con el cual uno de ellos golpeaba la cabeza del otro.

—¿Si sabes que con ellos no puedes dialogar como si hablases conmigo?

—Trato de hablarles lo más que pueda para que aprendan rápido—se excusó, tomando el control de la televisión para subir el volumen de los videos de música para niños—. Te juro que estaba por responderle a Silver—regresó hasta el escritorio y de siguió con su comida.

—¿Qué estás comiendo? —Fred preguntó harto de escucharlo comer.

—Cereal.

—Gran almuerzo.

—Sí, iré a tu cena mañana—dijo rápidamente.

—¿Conseguirán niñera hoy?

—Camille debe estar en reposo, vendrá su hermano y es bueno con los gemelos así que creo que puedo confiárselos por al menos dos horas.

—Entonces serás solo tú.

—Ajá—pronunció masticando.

—Bien, como los viejos tiempos. Los buenos viejos tiempos.

—No, si fueran los buenos viejos tiempos serías tú con un ridículo disfraz de mono y una canción vulgar de fondo.

—¿Acaso alguna vez te dije como vivir tu vida?

—Sí, algunas veces.

—Soy buen amigo, deberías agradecérmelo más seguido.

—Te llamo luego, es hora del medicamento de Camille y recién lo compré, tengo que llevárselo—rio.

—Ojalá yo fuera tu esposa.

—Te recuerdo que ronco y soy desordenado, ¿seguro? —solo oyó como Fred reía y con eso se dio la oportunidad de terminar la llamada.

Dejó el teléfono en el escritorio y miró de nuevo a los gemelos que se movían de un lado a otro en ese lugar repleto de juguetes sin prestarle atención a la música pero que llorarían si a él se le ocurriese quitarla.

—Así que, los chicos estamos solos—metió otra cucharada de cereal en su boca—: ¿Qué quieren hacer?


Only love can hurt like this - Paloma Faith 



Me corté mal el fleco :(

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