Capítulo diecisiete | Strong
—Bien, lo tengo. —Félix levantó la mano con un par de hojas de papel en ella. Fue lo único que alcanzaba a ver Silver desde la cama, pues el chico se encontraba en el suelo tras buscar durante media hora en sus cosas viejas guardadas en cajas enormes.
Silver se arrastró por la cama de Félix y lo encontró boca abajo en el suelo, hojeando una vieja carpeta que podía adivinar, era de la universidad mientras mantenía un cigarrillo en su boca que no le ayudaba en nada para poder hablar. Sil tomó las hojas que él levantaba e intentó leer.
—Irina parece ser muy dulce—dijo ella después.
—Es un símbolo de lo que todos los hombres quieren en sus sueños húmedos—añadió él, poniéndose de pie y quitando el cigarrillo de sus labios. Fue hasta la ventana, corrió la cortina y después la abrió tirando las cenizas hacia su balcón—. Escribí esto a los diecisiete, no esperes una gran obra—leyó la copia que tenía en sus manos y que acababa de completar tras tener parte de la escena perdida entre sus cosas de la universidad que no revisaba hace años.
—¿Solo los sueños húmedos de un chico de diecisiete años? —bromeó, causando que Félix soltara una risa de aceptación. Sil bajó de la cama—. A veces creo que Claire es así, creo que cualquiera querría casarse con ella.
—¿Ah si? —le miró—. Claire me parece testaruda, claro, es dulce y tiene un gran humor que ayuda a que lo demás parezca poca cosa, pero en mi percepción tiene un sentido de terquedad, independencia y posesividad que volvería loco a cualquier hombre que quiere las cosas fáciles en una relación—metió de nuevo el cigarro a su boca—, y eso me parece genial.
—¿Tiendes a analizar a todo a quien conoces? —se cruzó de brazos. Félix simplemente se encogió de hombros y volvió a reír—. No es como que interactúes mucho con ella como para decir eso pero sé que tienes razón.
—Hablas mucho de ella—exhaló todo el humo hacia afuera—. Creo que esto de tomar las personalidades de los demás muy en serio se quedó en mí, es lo que pasa cuando intentas crear personajes en un mundo ficticio—agitó la parte de su libreto—: tomas cosas del real, es imposible no hacerlo.
—Bien... ¿Qué hago? —levantó sus manos tratando de ubicarse en la habitación dándole punto final a esa conversación.
—¿Dónde nos quedamos? —intentó leer de nuevo.
—Irina sale del baño, después de ducharse y encuentra a Alex esperándola—señaló a la cama.
—¿Puedo fingir que el armario es el baño?
—Haz lo que te parezca mejor.
—Ella está molesta—leyó, miró a Félix e hizo una mueca—. No sé actuar.
—Vamos, linda—rió, apagando el cigarrillo con la cornisa dejando la colilla ahí y yendo hacia ella—. Solo genera el sentimiento, recuerda qué haces cuando lo estás y sácalo—le tomó del hombro, encorvándose un poco para poder mirarle fijamente a los ojos quizá para ejercer cierta presión sobre ella.
—El guion no ayuda mucho.
—Porque es un guion técnico mal hecho, un actor de verdad trabaja en el personaje con ayuda de la visión del director... Ahora, dame una mirada de decepción.
—No creo ser la persona más expresiva del mundo, además, dice que Irina llora después—puso en alto el guion y rió—, no creo que eso pase.
—¿Qué? ¿Acaso el tienes miedo a llorar? —se retiró un poco de ella, aun retándole con la mirada pero Silver simplemente se encogió de hombros.
—No me sale con facilidad.
—Algo debe hacerte llorar.
—No soy actriz—insistió.
—¿Y crees que esto será una producción de verdad? —señaló el guion en sus manos y chistó—. Es solo un empalagoso guion de un chico que quería hacer la próxima gran historia de amor en película.
—No pareces ser alguien cursi.
—Te sorprendería todas las cosas que soy y no van con mi persona. Ahora—dio un par de pasos hacia atrás, sentándose en la cama esperando a que Silver tomara la posición que el guion decía.
—Tengo que estar justo en medio—señaló el umbral de la puerta del armario y se posicionó ahí—. Y la luz del baño es opacada por mí.
—Sí, porque ere la luz de mi vida, o sea, de Alex—bromeó—. Es simple lenguaje.
—¿Cómo la escena del museo con la obra que del negro se va degradando hasta que se queda en blanco? —sugirió, Félix asintió.
—Como la escena pasada en la que Alex tuvo una taza vacía en sus manos en medio de la discusión hasta que al final ella la llenó de café... Ahora, él viene por su perdón—dijo rápidamente e insistió en que ella prosiguiera.
—Yo no lo perdonaría.
—Sí, pero ya no eres Silver, ahora eres Irina.
—Mmh...—leyó de nuevo la línea y de la nada comenzó a reír.
—¿Qué? ¿Te asombra lo soso que es?
—Un poco—admitió—. No puedo meterme en papel, aquí dice que tengo que comenzar a sollozar en cuanto lo vea—insistió—, me causa gracia.
—Vamos, Sil—se recargó con sus brazos, en la cama y trató de reír también—, algo debe hacerte llorar.
Sil resopló.
—Creo que, la última vez que lloré fue cuando mamá murió—se encogió un poco notando incómoda la situación ante la incredulidad de Félix.
—Lo lamento, no lo sabía.
—No es algo que suelo decirle a las personas como un aspecto a destacar de mi personalidad—quiso bromear.
—¿Fue hace mucho tiempo? —ignoró lo que había dicho antes y Silver rogó porque aquello no se prolongara.
—Tenía diecisiete. Fue algo de salud, inesperado, eso es todo—quiso dar punto final.
—No te creo que no hayas llorado en cinco años. —espetó.
—Pues es así.
—¿Ni siquiera con una película? ¿Alguna canción? ¿Por otras persona?
—No creo que sea tan importante, Félix.
—Me hace pensar que eres de esas personas que se ahorra todo y no lo saca nunca—ladeó su cabeza, tratando de analizar más a fondo la posición que ella tenía ante el tema, era más evasiva que comprensiva consigo misma y aquello le causó un ruido que no pudo evitar.
—Solo no me dan ganas de llorar—chistó—, no es obligación.
Félix no podría decir mucho de sí mismo tampoco, pero Silver lucía como alguien con una vida fascinante a la cual él no había sido completamente invitado hasta ese momento. Era como si en el momento en el que estaban juntos, todo lo demás en Silver desapareciera y solo quisiera prestar atención a ellos con urgencia. Se restaba importancia y resultaba como un personaje vacío e idóneo para la vida de los demás, y él quería pensar que no era así.
—No te comprendo—él se puso de pie, fue hasta un pequeño banco de madera que se encontraba en el piso y con su pie lo arrastró hasta acercarlo lo suficiente a la cama. Metió la mano en el bolsillo de su pantalón y pensó—. Dime algo que no sepa de ti—le señaló la esquina del colchón para que ella tomara asiento ahí—, por no decir todo.
—¿Ahora será una entrevista? —enarcó una ceja haciendo lo que él le pidió. Félix se sentó en el banco quedando frente a ella.
—Quiero creer que no necesitaremos eso. No me malinterpretes, me agrada tu compañía y sea lo que sea que esté pasando aquí pero... siento que en ti no hay algo.
—¿Algo? —repitió ella con cuidado.
—¿Por qué actúas como si fueras nada? Es como si no fueras una persona.
—Discúlpame por ser muy normal y aburrida.
—No creo que seas aburrida en lo absoluto y la normalidad no es igual para todos. Si no confías en mí, eso también lo entiendo.
—Estoy a solas contigo, en tu casa, no creo que a eso le pueda llamar desconfianza.
—Me refiero a otro tipo de desconfianza.
—Bien—resopló—. Me gustan los videojuegos—fue lo único que se le ocurrió decir.
—¿Por qué?
—Papá los ama, crecí rodeada de ellos; jugando tardes enteras metida en mi casa, por eso no me sale mucho ser extrovertida.
—Pero si eres atrevida—Félix se recargó en sus piernas y Silver rió, quizá dándole la razón.
—No siempre, fui a escuelas para niñas hasta la preparatoria y fui reina del baile.
—No creo que alguien introvertido llegue a eso.
—Todos querían ser mis amigos porque salí en un comercial de ropa cuando tenía trece, desde entonces era modelo ocasional; me decían que podría tener futuro en eso porque soy flaca como un poste, mamá me llevaba siempre a audiciones de ese tipo pero la escuela de modelaje me aterraba. Papá siempre me decía que yo haría algo más.
—Suena a una buena infancia.
—No tengo hermanos, tuve buena atención y padres comprensivos, ¿qué más podía querer.
—¿Y las decepciones amorosas?
—¿Qué hay con ellas?
— Todos tienen al menos una.
—Tengo demasiadas. —chistó.
—Oh—Félix frunció el ceño, confundido—, lamento oír eso—expresó aunque la respuesta de Silver lo obligaba a reírse.
—Está bien, son cosas que pasan.
—Eres joven, decir demasiadas me hace pensar que no solo son cosas que pasan.
—Entonces ahí está el problema, todo comenzó conmigo.
—No creo que sea bueno culparte.
—Escucha—resopló—, toda mi vida he sido... —dudó como referirse a sí misma sin hacerle creer que aquello le enorgullecía—, pretendida—soltó no muy segura—, por muchas personas y admito que me hace sentir bien pero... he sido muy estúpida en mis decisiones, decisiones sobre a quienes dejo entrar a mi vida y a quienes no, y peor cuando es cuando no dejo ir a quienes se tienen que ir.
Félix dudó, no quiso opinar al respecto pues no tenía el deber de hacerlo, simplemente asintió demostrándole que aquello era un avance que le agradó. Silver, por su parte, solo se perdió en sus palabras analizándolas pues no las pensó en realidad antes de soltarlas. Cerró sus ojos y trató de convencerse de que aquello no había asustado al chico, iba a decir que lo olvidara cuando el timbre del departamento la hizo sobresaltarse pues el silencio de la intimidad le había inundado por completo.
—Mmmh—Félix miró hacia fuera de la habitación tratando de adivinar, pero el cerrojo de la puerta siendo forzado lo dedujo—, debe ser Rebecca—se puso de pie, saliendo de ahí.
Silver hizo lo mismo, pero no se atrevió a salir de la habitación por completo. El nerviosismo se adueñó de ella y la incertidumbre sobre la hermana de Félix la atacó: ¿Él querría que se conocieran? Tal vez si la hubiese invitado a salir con él, o regresara por ella. Decidió permanecer ahí.
—Sil—llamó él, asomándose en la puerta de la habitación—, te presentaré a alguien—sonrió, alejándose de nuevo.
Intentó peinarse un poco en el pequeño y solitario espejo de la pared frente a la cama, revisó su ropa poco planeada y su aliento contra su mano. Respiró hondo y con la sonrisa más sincera que pudo encontrar salió de la habitación recorriendo el pasillo hasta la cocina donde la charla de los hermanos se hizo más presente.
—¿Por qué nunca haces compras decentes? ¿Eh? —oyó la voz de una mujer, pero lo único que veía era a Félix riendo—. Siempre esperas a que algo te falte para ir a comprarlo, pero lo peor es que solo compras eso y no revisas qué más te puede hacer falta...—Silver llegó hasta él y la vio. Más baja que ella, incluso más que Claire, pensó. Eran tan similar a Félix que cualquiera podría deducir que eran hermanos, incluso gemelos si no lo sabías en verdad. Buscaba desesperada abriendo todas las puertas de la cocina y al mismo tiempo metía comida que ella misma traía—. En serio, no sé cómo no has muerto de hambre—habló de nuevo.
—No tuve una segunda oportunidad parar solo morir de hambre—respondió él.
Rebecca volteó, dispuesta a reñirle tras la mala broma pero su expresión cambió al notar a Silver a su lado. Fue sorpresa, demasiada para ser verdad. Ella simplemente calló, dejó las latas de sopa sobre la mesa y examinaba por completo la situación.
—Hola—Sil saludó, después de segundos que parecieron eternidad. Segundos en los que Rebecca parecía buscar alguna explicación de los labios de Félix como si no creyera que aquello estaba pasando.
—¡Hola! ¿Quién eres?—soltó, más animada después de regresar en sí. Silver notó su vientre de embarazada que parecía estar en sus últimos momentos pero no quiso decir nada al respecto.
—Rebecca, ella es Silver, ¿recuerdas que te hablé de ella? —se acercó más, tomando a Sil de la muñeca para invitarla a hacerlo también.
—Ah, si—extendió la mano hacia ella—. Soy Rebecca, su hermana y, como puedes ver, la única que tiene consideración por el mismo y por su estómago—rió.
—Creo que sé a lo que te refieres—rió también, tomando su mano como saludo que no duró mucho.
—¿Cómo que lo sabes? Te he cocinado—Félix habló.
—Sí, cocinas pero si no te trajera los ingredientes de vez en cuando morirías de hambre a menos que sepas cocina agua—retomó el tono de su voz pero su hermano siguió burlándose de aquello.
—Al menos sabe cocinar, yo no sé, tampoco organizar mis compras. Suerte que tengo a Claire y a Fred—dijo.
—¿Son tus hermanos?
—No, son amigos, vivo con ellos.
—Ah, ¿y vives por aquí?
—Si, a unas calles—fue Félix quien respondió—, trabaja en un café por este rumbo, ¿recuerdas aquel en el que mamá amo las galletas?
—Oh, si—exclamó recordando eso con gusto—, sé cuál es. Deberían pasarme las recetas de esas galletas—se dirigió a Sil.
—No soy la encargada de ello pero podría conseguirla—se encogió de hombros y se acercó—, ¿quieres ayuda a ordenar?
—Si, gracias—sonrió sin dejar de ver lo que hacía, y esa sonrisa después pasó a Félix—. Hermano, ¿puedo hablar contigo un momento?
—¿Ahora?
—Si, tengo que irme rápido, tengo cita con el médico—buscó su teléfono para mirar la hora—, ya es tarde.
—¿Qué hora es? —preguntó Sil.
—Casi las cuatro con quince.
—Oh—Sil miró a Félix—, tengo que encontrarme con Claire a las 4:30.
—Te acompaño, si eso se puede, claro—dijo él de inmediato.
—Está bien—fue lo único que pudo decir, pues Rebecca ya se había metido de la habitación a esperar a su hermano ahí para poder hablar de algo que obviamente no querían que Silver escuchara.
Y lo logró, porque a pesar del silencio que se vivía en ese departamento, las voces susurradas solo hacían que pudiese distinguir el tono y el sentimiento que tenían al decirlas. Rebecca sonaba preocupada y hablaba más rápido como si le pidiera alguna explicación que Félix solo daba en frases cortas y con la más mínima de importancia, pero aún así, la pesadez de ese ambiente la sofocó, metiéndola en un hoyo gigantesco en el que solo se preguntaba si ella tenía que ver en eso. Silver terminó de guardar lo que Rebecca comenzó, buscó su abrigo y, aun con la duda de esperar o no, se fue de ahí.
—¡Hubieras visto su cara! —se metió la galleta completa a la boca tras llamar la atención de más de una persona en la cafetería; negó con su cabeza aun con la mirada en su café con leche que apenas había tocado—. Me odió, yo lo sé—miró hacia arriba encontrándose con el gesto confundido de Fred quien acababa de llegar a la mesa—. Nunca he sabido que alguien me odia, no sé cómo sobrellevar esto—ésta vez miró a Claire a su lado, pero la rubia apenas si prestaba atención pues estaba en una fuerte llamada por teléfono—. ¿Soy alguien odiable? —cuestionó a Fred.
—No, linda, eres preciosa—Claire respondió a eso y sintió cómo palmeaba su mano como apoyo.
—No pregunté eso.
—En mi experiencia—Fred habló, quitándose su mochila de encima y tomando el asiento al otro lado de Silver. Suspiró exhausto y tomó una galleta del centro—, si te odian sin razón, dales la razón para que te odien más—la mordió.
—Eso tiene nuez—canturreó Claire despegándose de la llamada por medio segundo y Fred de inmediato escupió lo que tenía en su boca.
—No creo que te haya odiado de verdad—concluyó él después de dejar aquello sobre una servilleta—. Y, de ser así, es su hermana, hay hermanos sobreprotectores. Si es su hermana mayor, lo será toda la vida.
—Yo no sé de esas cosas Fred, no tengo hermanos—se cruzó de brazos.
—¿Recuerdas todas esas veces en las que te prohibí salir con chicos desde que tienes memoria? —tomó otra galleta diferente, de mantequilla que ya conocía—. Es lo mismo.
—¡Qué horror! Yo ni te tomaba en serio, ¿él debería de tomarla en serio?
—No suena a que la tomara en serio—le quitó el café y le dio un sorbo, Silver ni chistó—. ¿Qué te dijo después?
—Nada.
—¿Nada?
—Me fui de ahí.
—Te fuis... Silver... oh por dios—rodó los ojos terminándose la galleta, queriendo terminar con la charla por lo ridícula que le pareció.
—No lo sé, Fred, pareció buena idea. Me aterré.
—¿Y te ha llamado?
—No he respondido.
—¿Ves? El chico lo intenta y tú lo martirizas. No le doy la razón ni la bendición pero estar en su lugar no debe ser bonito: Haces que piense que hizo algo mal cuando no es así.
—Le dije que iba a reunirme con Claire, sabe que tenía que irme rápido—señaló a la rubia.
—¿Y qué tal la reunión?
Ambos miraron como Claire cerraba sus ojos como si lo que escuchaba al otro lado del teléfono no fuesen buenas noticias, al mismo tiempo que se mordía los labios, probablemente para no gritarle a esa persona que se las decía. Silver suspiró, volteó hacia Fred quien ya hacía lo mismo con ella y se encogió de hombros restándole importancia.
—Trato de verle lo bueno a los últimos momentos a solas que nos quedan antes de que se marche con Roel—bebió del café, Fred le dio la razón y siguió con las galletas—. Te veo muy tranquilo.
—¿No debería estarlo? Al fin pude entregar un pedido en el que trabajé semanas y me pagaron muy bien.
—Park regresó esta mañana.
—Lo sé, Eleanor me lo repitió durante tres días—bostezó—. Estaba muy emocionada.
—Creí que eso te tendría de malas, ya sabes, tus celos salen de una manera muy extraña.
—No eran celos, Sue ya es algo del pasado—frunció el ceño.
—No por Sue, sino por Eleanor.
—Ah—chistó—. No puedo controlar lo que ella quiere así que, ¿qué puedo hacer? Igual es bueno saber que Park es buena persona, digo, si quiere formar parte de la vida de mi hija de ésta manera creo que me alegro de que sea él. Si estuvo esperando a Sue tanto tiempo y respetó el espacio que ella le pidió, creo que no hay prueba más tangible que en verdad las quiere.
—Oh por dios, qué cursi.
—Cállate.
—Odio todo esto, maldita sea, ¿para qué le pago a la gente? —prestaron atención a Claire quien pataleó por debajo de la mesa tras terminar la llamada. Arrastró su taza de café a la mitad hacia el centro de la mesa y se cruzó de brazos indispuesta a explicar aunque se lo preguntaran.
—¿Muchos problemas? —Fred habló, desconociendo un poco el humor que manejaba la rubia cuando se molestaba de verdad, normalmente lo ignoraba. Silver a su lado le negó con la cabeza indicando que no siguiera y dejara que su amiga se sumiera en su enojo hasta que éste desapareciera poco a poco.
—Contrato a una organizadora para no tener que preocuparme y me preocupo por lo que ella debería preocuparse—se dejó cae en su asiento y poco a poco comenzó a resbalarse en él, hundiéndose hasta que apenas su cabeza podía verse.
—¿Pasó algo muy malo? —Silver preguntó esta vez notando que el enojo se fue y Claire parecía más consternada que con ganas de sacar fuego por la boca. Le acercó lo que quedaba de su tarta de limón y ella lo aceptó sin dudarlo.
—Cancelaron la recepción.
—¿Qué?
—Hubo un problema con el papeleo, el lugar que teníamos no tienen agendada nuestra fecha, y alguien más ya la tomó, así que...—tomó la cuchara y metió un bocado de la tarta a su boca, con resignación—, no tengo lugar para la fiesta. Podría cambiar la fecha o busca otro lugar, pero no tengo tiempo de visitar otros lugares—golpeó la mesa y miró al techo con ganas de gritar.
—Mmh, veamos—Silver se acercó a ella, tal vez para hacer tiempo y pensar en algo qué decirle para tranquilizarla o deseando que Sue estuviera ahí en ese momento para que dijese algo más coherente—. No creo que el lugar sea importante...
—¿Por qué no? —le miró seriamente como si esperara una respuesta que valiera la pena.
—Porque lo importante es que unirás tu vida con alguien que quieres, creo que no importa cómo se celebre eso. Es lo de menos, se arreglará, ni siquiera has enviado invitaciones aún.
—Oh por dios, qué cursi—canturreó Fred sin verles, con una cuchara limpia dispuesto a tomar algo de la tarta.
—Cállate—le dijo la rubia y miró a Silver—continúa. —siguió comiendo.
Sil suspiró.
—Además siempre quisiste una boda pequeña, tal vez es la señal del universo de que no debería ser así.
—Podrías cambiar la fecha de la fiesta—Fred habló—, y hacer una ceremonia pequeña y significativa para ambos si lo que importa es la fecha que ya tenían.
—¿Qué opina Roel?
—No lo sé, Roel no sabe nada... Nunca sabe nada—dejó su teléfono sobre la mesa con fuerza.
—Malo—canturreó Fred pasándose a la silla más cerca de Claire para seguir comiendo—. Eh, Sil—rió—, creo que te buscan—señaló a la entrada de la cafetería donde Félix estaba, prestando atención a cada una de las personas que comían ahí.
—Oh, no—Silver se dejó caer en su asiento quedando de la misma forma que Claire.
—Si sabes que puede verte, ¿verdad? —Fred le saludó de lejos, con su mano llamándolo. Félix hizo lo mismo pero no se movió de lugar—. Creo que quiere que vayas.
—¿Qué le digo?
—Lo que sentiste—dijo Claire.
—¿Cómo voy a hacer eso?
—¿Has intentado utilizar palabras? —la rubia bromeó.
—No, me refiero a que no sé cómo excusar mi exageración, quizá no tenía nada que ver conmigo, soy idiota.
—Y no lo sabrás si te escondes debajo de la mesa—Fred le señaló con la cuchara, Claire se la quitó prohibiéndole tocar la tarta y éste se quejó.
—Tal vez quiere disculparse por la actitud de su hermana—opinó el rubio después tomar del café de Silver nuevamente.
—Ese es el punto, no fue realmente grosera, solo lo sentí... Creo que ya ni me entiendo.
—¿Ah no? —Fred rió.
—Sil, deja de ser infantil y ve—Claire le pateó la pierna por debajo de la mesa pero el único que se quejó de dolor fue Fred quien le miró con enojo aun con el café en sus manos—. Ups—se fijó—, lo siento.
—Bien—Silver se sentó correctamente de nuevo—, iré solo porque no tengo escapatoria.
Lentamente se puso de pie, tomando solo su abrigo y dejando lo demás para tener un pretexto de regresar con el par. Vio a Félix confundido aun en la entrada del lugar, bastante afligido ante la tranquilidad que Silver expresaba al caminar hacia él. No le dejó hablar, Silver simplemente salió de ahí mientras se colocaba el abrigo, no tenía ánimos de que los demás adentro escucharan su charla y soportar el frío del invierno era más prudente que tener espectadores.
Ella no se detuvo, caminó por la acera segura de que Félix le seguía un par de metros atrás y se detuvo cerca de la parada de autobús. Le miró acercarse, ahora con una mirada más seria que le causó escalofríos por la pesadez que emanaba y, al mismo tiempo, le recordó aquel momento en el que lo vio por primera vez, en el lugar que acababan de dejar donde lo observó sin permiso más de la cuenta hasta que ella se tuvo que cuando el autobús llegó en esa misma parada. Curioso que nunca la notó entonces y, ahora, parecía no querer perderse nada de ella.
—¿Tengo que preguntar? —fue lo primero que dijo al pararse frente a ella.
Silver sonrió sin mostrar sus dientes, apenada y sin ánimos de explicar aquello por lo inútil e infantil que se sentía.
—Sentí que no le agradé a tu hermana—comenzó a decir.
—¿Por qué dices eso? —le interrumpió esperando una respuesta coherente.
—No lo sé... Creí que discutían, y eso pasó después de conocerme.
—No sabes lo que hablábamos, ¿por qué creer que se trata de ti?
—No lo sé.
Félix suspiró, le miró fijamente ahora pareciendo más gentil buscando a que ella hiciera lo mismo, pero después de la frase anterior parecía que evitaba a toda costa cruzar miradas con él.
—¿Está todo bien? —preguntó.
—No, creo que no. Hay algo que me aterra y no sé qué es.
—¿Sobre nosotros? Creí que te gustaba que todo fuese lento.
—No, no—quiso tranquilizarlo—, es sobre mí—ésta vez le miró, sintiéndose más tonta y ridícula por un momento vulnerable que no sabía de dónde llegó—: Ya no puedo controlar todo lo que hay dentro de mí, ya no sé qué es correcto sentir y lo de ésta tarde me hizo dar cuenta que solo espero a que todo esto marche bien, porque cualquier mínima señal que me diga que fracasará me hace sentir que debo huir antes de que ya no pueda hacerlo.
Ante el silencio del chico decidió dar un paso hacia atrás dispuesta a irse, con una pena enorme por estropear la oportunidad que tenía con el hombre más decente que había conocido en años. Y tal vez la inseguridad venía de la mano con Félix: parecía tan perfecto e ideal que le causaba ruido el hecho de no encontrar algo malo en lo que estaban pasando.
Félix asintió analizando aquello, acarició ambos brazos de Silver buscando una aprobación de su parte en un vago intento de trasmitirle algo de calor pues ella al parecer no sentía que no paraba de titiritar desde que salieron del local. Silver respiró hondo y notó cómo su corazón latía tan rápido por culpa de la adrenalina que le causó decir aquello.
—Si quieres estar conmigo—dijo él—, podemos hacer que no fracase—se acercó lo suficiente como para darle un abrazo, Silver se quedó quieta pero no tardó mucho en aceptarlo como algo reconfortante que no tenía desde hace tiempo—. Decir las cosas que sientes no te hace menos fuerte.
Silver suspiró, guardando silencio contra el pecho de Félix. Atónita y sin humor de excavar más en todo lo que le causaba aquello.
—Decirlas tampoco ha funcionado mucho.
Strong - London Grammar
meper donan?
Yo me creo psicóloga aunque nunca en mi vida haya leído un libro al respecto. Pero Oliver es el culpable de todo.
Respondo dudas aquí :D
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