Epílogo
Epílogo
Dos años y unos meses después
Emily:
Hacía un día espléndido: el sol brillaba con fuerza, los pájaros trinaban... y Elli temblaba como un flan. Había llegado el día, ¡por fin mi hermano y ella celebrarían una boda formal! Habían decidido casarse a principios de septiembre y el día no podía haber salido mejor.
—No creo que pueda hacerlo —dijo ella mordiéndose el labio inferior. Se quitó así de manera inconsciente un poco del pintalabios neutro que llevaba.
Miró con temor hacia la puerta. La conocía lo suficiente como para saber que estaba asustada. No porque no quisiera casarse con Derek (estaba segurísima de que lo amaba con locura, tal y como yo amaba a Landon), sino porque aquella celebración se había anunciado como la boda del año y todos los medios habían pagado una fortuna para televisarlo. Elli temía meter la pata.
—Claro que puedes.
Ella hizo un mohín.
—No, no puedo. Como me caiga...
—Si te caes, te levantas y sonríes.
Aquella rubita esbozó una sonrisa radiante al escuchar mis palabras. Se toqueteó el vestido con nerviosismo. En mi opinión, no debía de qué preocuparse. Todo saldría bien. Mi madre y la suya se habían encargado de ayudarla a organizarlo todo, a igual que sus amigas y yo.
—¿Sabes? Tu hermano me dijo eso una vez.
Sonreí. Era típico de mi hermano.
—Deja que te vea. Quiero asegurarme de que las horquillas no se te van a caer —le pedí. Como buena dama de honor que era quería asegurarme de que todo saldría a la perfección; quería que Elli tuviera su boda de ensueño.
Ella apartó la mirada del espejo y dio una vuelta alrededor de sí misma. Iba preciosa. Llevaba un vestido de princesa que le llegaba justo rozando el suelo. Era de un color blanco precioso. En la cintura llevaba un pequeño toque de pedrería, lo justo para que fuera elegante y nada vulgar. El escote en forma de corazón y en palabra de honor realzaba sus pechos voluptuosos.
—Estás hermosa.
Sus ojos brillaban con fuerza. Estaba tan emocionada como yo.
De pronto, la puerta se abrió y de ella entraron Winter, Genevieve y Nora. Las tres llevaban el mismo vestido que yo. Era de color azul eléctrico, con corte en A y escote en forma de V. La tela nos llegaba justo por encima de las rodillas. Era perfecto. Lo habíamos combinado con unos tacones en color nude lo suficientemente altos para que nos viésemos elegantes.
Winter corrió a darle un abrazo.
—¡Dios! Ese vestido te sienta genial —exclamó.
—Deja que te arregle esa horquilla —dijo, en cambio, Nora. Se acercó a ella y le retocó el peinado. Se había recogido el cabello en un moño muy elaborado y que le sentaba de miedo. Parecía una princesa de cuento de hadas.
—¿Es normal sentir estas horribles ganas de vomitar?
Todas le dimos un fuerte abrazo.
—Lo es. Estás nerviosa y solo quieres que todo salga bien —le contestó Genevieve.
—No deberías estarlo. No creo que el novio huya de la boda —añadió Winter.
Elli rió con fuerza.
—No creo que lo haga. No llegaría muy lejos. Sospecho que Landon le ha puesto un chip de seguimiento —bromeó ella.
Landon había estado tan nervioso aquellos últimos meses por la boda. Como buen padrino se había asegurado de que cada detalle estaba en orden. Quería lo mejor para Elli. Ella era muy importante en su vida, como él lo era para ella. A pesar del tiempo pasado y de lo poco que se habían visto en los últimos meses, siempre sacaban tiempo para hablar por Skype o por teléfono.
No os lo he dicho. ¡Elli se había vuelto famosa! Sí, famosa, en mayúsculas. Tras el éxito que tuvo Inesperado en el mercado había firmado con FosterWords para publicar una trilogía con ella. Había estado de gira por Latinoamérica e incluso había viajado a España para asistir a la Feria del Libro de Madrid en junio de aquel año.
Aquel sueño que creía tonto por fin se había hecho realidad y todos estábamos tan orgullosos de ella, de todo lo que había conseguido. Y pensar que había sido yo la que la había descubierto en aquella red social.
Hablando del trabajo... ¡Había conseguido un aumento! Sí, yo, Emily Foster, había conseguido demostrar que no era una niñita de papá, tonta y hueca. Tras el éxito de Elli, continué buscando talentos nuevos en Wattpad. Gracias a mi pequeño proyecto había encontrado a varios escritores cuyo talento para las letras era tan bueno que la editorial decidió darles una oportunidad. Dos de ellos ya habían publicado sus libros y la tercera en diciembre vería su poemario en librerías. A Margaret, mi jefa, le había gustado tanto mi trabajo que me había pedido que siguiera haciéndolo y, adivinad, ¡me pagaban un sueldo extra!
La editorial había crecido mucho desde el incidente. No solo eso, se pudo demostrar que Mackenzie fue la culpable del mismo y acabó entre rejas, junto a su querido primo Tyler. Porque entre los dos habían elaborado aquel plan tan macabro para acabar con la vida de Elli y con la reputación de Derek.
Un escalofrío me recorrió entera al recordar aquel episodio. Intenté alejar aquellos pensamientos y disfrutar del momento, de aquella boda de ensueño que estaba a punto de darse. Elli estaba nerviosa; Genevieve, Nora y Winter no paraban de ir de un lado al otro asegurándose que la novia estuviera perfecta; y yo me sentí en una nube.
Unos minutos después, mamá trajo a la pequeña Galatea. No me podía creer que ya tuviera dos añitos. En cuanto vio a su madre, soltó a su abuela y salió corriendo en su busca.
—¡Mami!
Elli se agachó y la cogió en brazos. Se le parecía muchísimo, aunque también tenía rasgos de mi hermano. Había heredado el cabello de Derek, si bien las ondulaciones y los reflejos rubios los había sacado de ella. Tenía sus mismos ojos y la nariz de Derek.
—Pequeñaja. —Elli la cubrió de besos mientras la niña reía a carcajadas. Era tan sonriente como su madre y sospechaba que de mayor sería tan tímida y dulce como ella, aunque esperaba que sacara un carácter intermedio.
La música hizo un cambio, anunciando la entrada de las damas de honor. Elli bajó a su hija al suelo y yo la tomé de la mano. Tras las damas de honor nos tocaba salir a Galatea y a mí. La niña llevaba en sus manos una cesta llena de pétalos de rosa y, como aún era bastante pequeña, yo la acompañaría para ayudarla a lanzar los pétalos.
—Nos toca —dije yo con mucha emoción.
Galatea me apretó la mano con fuerza y, antes de salir, le tiró un beso a su madre. Mi sobrina me derretía por dentro. Era tan adorable.
Empezamos a avanzar por el jardín. La boda se celebraría en casa de Derek y Elliana, en el jardín. Los invitados estaban sentados en sillas plegables. No había muchos; solo la familia más cercana y amigos. Había varios medios de televisión desperdigados por el recinto, televisándolo todo.
Habían creado un pequeño pasillo y allí habían puesto una alfombra roja por la que pasamos Galatea y yo. La ayudé a tirar los pétalos y cuando llegué al pequeño altar improvisado, me senté en mi lugar junto a Landon, con la niña sobre mis piernas. La pequeña señaló al frente, donde un Derek bastante nervioso e inquieto se hallaba.
—¡Papi!
Le revolví el pelo con dulzura.
—Sí, allí está papi. ¿A qué está muy guapo?
—Ti.
Cuando la música cambió y Elli entró en escena, Landon entrelazó nuestros dedos. La pobre temblaba un poco, pero en el momento en el que sus ojos se encontraron con los de mi hermano, pareció que todo a su alrededor se evaporaba, quedando solo ellos dos. Esbozó una sonrisa tan radiante como el sol y siguió avanzando. En ningún momento apartó la mirada de la de él, solo un instante para asegurarse que su hija estaba en buenas manos. Al llegar al altar, le dio el ramo a Winter, tal y como habíamos ensayado, y la ceremonia inició.
Mientras el cura soltaba su discurso, recorrí con la mirada a los invitados. Allí estaban las personas más importantes de las vidas de ambos. Vi cómo Winter, Genevieve y Nora lloraban de la emoción. Papá y mamá se cogía de la mano y sonreían llenos de orgullo. Justo al lado, los padres de la novia y Jasper, el padre de Landon, no se perdían detalle. Divisé también a Scarlett y a Abigail. Llevaban ya dos años de pareja y pretendían comprase su primera casa pronto.
Estaba tan feliz de que al final todo hubiese salido bien que incluso derramé alguna lágrima traicionera.
—Elliana, ¿aceptas a Derek para amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte os separe?
Ella ni pestañeó.
—Sí, quiero.
Ahora era el turno de mi hermano.
—Derek, ¿aceptas a Elliana para amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte os separe?
Él ni se lo pensó dos veces.
—Sí, quiero.
Los novios se pusieron los anillos. Los dos temblaban de la emoción y soltaron aquel discurso que habían memorizado con la voz temblorosa por los nervios y la emoción. Cuando por fin la ceremonia estaba a punto de culminar, el cura dijo:
—Yo os declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.
Derek acarició con ternura la mejilla de Elli y unió sus labios en un beso cargado de sentimientos. Mientras, los invitados empezamos a aplaudir y a vitorear a la feliz pareja. Cuando cruzaron el pasillo cogidos de la mano, todos les lanzamos puñaladas de arroz.
—¡Viva los novios! —gritamos.
La pareja feliz se dio otro beso y la pequeña Galatea hizo una mueca de lo más chistosa.
—¡Puaj!
Landon le revolvió el cabello con ternura y cuando se levantó, la cogió en volandas y la hizo girar. La niña gritaba y reía a carcajada limpia. Todos estábamos inmersos en una burbuja de alegría.
—¡Es el momento del ramo! —vociferó Genevieve.
La novia se situó unos metros más hacia delante. Se colocó mejor el vestido y esperó a que todas estuviésemos en nuestras posiciones. Elli hizo un amago de lanzar el ramo, pero se volvió y nos lanzó una sonrisa traviesa. Volvió a hacer un intento, pero no lo lanzó. Cuando creía que volvería a tomarnos el pelo, de pronto —sorprendiéndonos a todas—, se acercó a mí y me dio el ramo de flores blancas. La miré sin entender. ¿No se suponía que la novia debía lanzar el ramo y aquella mujer que lo cogiera sería la siguiente en casarse?
Pero aquello no fue lo que más me sorprendió, ni de lejos. En el mismo momento en el que tuve el ramo entre mis manos, Landon dio varios pasos al frente, situándose junto a la novia. Intercambiaron un par de miraditas cómplices antes de que el capullo de mi novio hiciera el siguiente movimiento.
Se puso de rodillas. La gente empezó a aplaudir y a vitorear. Me llevé las manos a la boca, totalmente sorprendida de ello. Ni siquiera en mis mejores sueños había esperado una pedida como aquella, delante de aquellas personas tan importantes para nosotros. De uno de los bolsillos internos de su chaqueta, sacó una cajita aterciopelada pequeña. La abrió, mostrando así aquel anillo de pedida. Era simplemente perfecto. De la marca Glamira, la mitad estaba bañado en oro rosa y la otra, en oro blanco. Dos pequeños corazones, uno en oro rosa y el otro en oro blanco, coronaban la joya, en cuyo centro había un pequeño diamante, uno azul y otro verde.
¿Eso me estaba pasando a mí?
Landon me cogió las manos con dulzura. Me sentía temblar. Estaba llorando de la emoción. Aquel momento era el mejor de toda mi vida, uno de los más felices.
—Emily, desde el primer instante en el que te conocí supe que había algo en ti que me fascinaba. Quería conocerte y aunque al principio me he comportado como un auténtico gilipollas...
—¡Landon! ¿Qué te he dicho de las palabrotas? Ni una sola palabra delante de Galatea, que luego las repite —lo regañó Elli, cortando su discurso.
Él se volvió hacia y ella y le lanzó un beso.
—Sí, mamá. —Cuando se volvió hacia mí, aún estaba poniendo los ojos en blanco—. ¿Por dónde iba? Ah, sí. Sé que nuestros comienzos no han sido los mejores, pero no cambiaría nada con tal de tenerte ahora en mi vida. Te has vuelto una parte fundamental de mí. Te quiero mucho, preciosa. Quiero que formemos juntos nuestro futuro y que vivamos el presente. Te quiero en los días buenos y en los no tan buenos, pero, sobre todo, quiero amarte toda la eternidad. —Alzó un poco la cajita de terciopelo azul—. ¿Me concederías el honor de convertirte en mi esposa?
Sentía las mejillas calientes y los sentimientos a flor de piel. A pesar de que al principio lo que sentíamos el uno por el otro lo veíamos como algo prohibido, como una mera atracción, los dos habíamos hecho un gran salto de fe, un salto al vacío, y nos habíamos arriesgado. No todo había sido tan fácil. Habíamos tenido nuestras discusiones y peleas de pareja, como todas, e incluso hubo un momento crítico. Mas, ahora, estaba completamente segura de que lo quería a mi lado siempre, de que él era el indicado. Me hacía sentir y experimentar cosas que nunca nadie había hecho. Cuando estaba con él me sentía yo misma, sin actuar, sin tapujos ni mentiras.
De cierta manera, estábamos destinados a encontrarnos.
Por eso, no lo dudé ni un segundo y pronuncié aquellas palabras que hicieron que mi corazón danzara con fuerza dentro de mi pecho.
—Sí, quiero.
Landon me colocó el anillo en el dedo corazón y me dio un gran beso. Me hizo girar y chillé de alegría. Estaba feliz.
Esto no era el final; era el comienzo de una de las mejores aventuras de mi vida.
FIN
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Nota de autora:
¡Feliz viernes, mis enredados y enredadas!
Aquí está, el final de Dulce Mirada y de la serie Amor Enredado. Espero que de verdad os haya gustado tanto como a mí escribirla. Voy a añorar a mis personajes.
Recordad que esto no es un adiós, es un hasta luego. Podréis leer Perfecta Sincronía a partir del 1 de octubre aquí, en Wattpad.
No sabéis lo mucho que me aportáis. Gracias por leer esta historia. Os quiero mucho. Un beso enorme.
Mis redes:
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