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Capítulo 8

Capítulo 8

Emily:

Ni en un millón de años pensé que la persona que viviría en mi mismo apartamento fuera el mismo hombre que me quitaba el aliento. No me lo esperaba. Pensaba que sería algún estudiante universitario que, como yo, se había independizado. Qué equivocada que estaba.

Mi intención inicial fue evitarle. Ya hacía esfuerzos sobrehumanos cuando estábamos en la misma mesa en la cafetería de la empresa por no ponerme roja o balbucear como una tonta, ¿y ahora tenía que aguantarle en casa también? ¿Por qué todo era tan injusto?

Estaba segura que escuchaba a la perfección mis latidos desenfrenados, cómo mi corazón bailaba cuando él estaba cerca de mí. Era tan guapo y tan inalcanzable para mí. Las chicas como yo no podíamos aspirar a un hombre tan perfecto. Porque ya había usado una de las palabras que me habían martirizado cuando era más joven. Friki. No lo dijo a malas, solo fue un estúpido comentario, pero aun así me dolió. Me recordó aquellos años de agonía y acoso escolar que sufrí.

Suspiré. Bufé. Miré por dónde se había ido Landon. Él no sabía nada de mi pasado, no conocía lo que tuve que afrontar en el colegio. Muchos a lo mejor se hubieran rendido y hubieran sucumbido a las bromas. Mas yo aguanté como toda una campeona. Aprendí a luchar como una leona, aunque eso fue algo que me costó muchos años de terapia. Al principio era muy parecida a Elli. Según lo que me había contado mi hermano, ella había estado sufriendo acoso laboral por parte de dos de sus compañeras y no había sido hasta hacía unos meses atrás que había empezado a defenderse. Me pasó lo mismo. Yo no me defendía, dejaba que se burlaran de mí y que me gastaran bromas pesadas. Sin embargo, un día dije <<¡Basta!>>. Aquel día dejé a la niñita buena en casa y saqué a mi guerrera interior.

Ahora era una mujer que no se mordía la lengua cada vez que alguien soltaba algún comentario hiriente. Había cambiado y estaba orgullosa de la mujer en la que me había convertido. Ya no dejaría que nadie me pisoteara jamás.

.   .   .

El domingo fue un día incómodo. No estaba acostumbrada a tener compañía las veinticuatro horas del día. Me había acostumbrado a la soledad y a la intimidad que me daba mi casa.

Me levanté temprano, sobre las ocho de la mañana. Me vestí con ropa deportiva y me calcé con mis playeras favoritas. Miré por la ventana. Hacía un día nuboso y si tenía suerte, puede que no lloviera. Saqué una sudadera rosa, pero no me la puse todavía. Quería desayunar algo antes de salir a correr y en casa hacía bastante calor por la calefacción.

Salí casi de puntillas de mi dormitorio para hacer el menor ruido posible y así no despertar a Landon. No veáis la sorpresa que me llevé cuando me lo encontré con las mismas pintas que yo desayunando en la barra del desayuno. Al principio nadie dijo nada, solo nos limitamos a mirarnos. Mientras él parecía analizarme con la mirada, yo hacía lo mismo. Incluso así vestido, con un chándal, se veía atractivo y atlético. Puede que fuera porque la camiseta de manga corta que llevaba le marcaba el torso.

—Buenos días —lo saludé.

—Buenas.

Caminé hasta la nevera y me puse una taza de leche. Mientras se calentaba en el microondas, saqué el bote de Colacao y saqué una cuchara del armario de los cubiertos. Cuando ya estuvo caliente, saque la taza y la llevé hasta la barra de desayuno. Dejé el espacio suficiente para no sentirme incómoda y empecé a echar un par de cucharadas del cacao en polvo bajo su atenta mirada.

—¿Por qué me miras? —pregunté con aparente inocencia.

Una sonrisa ladina se instaló en sus labios. Era tan apetecible.

—Solo estaba pensando.

—Ah, ¿que tú piensas? —lo vacilé.

Él alzó una ceja. Intentó mantenerse serio, pero una pequeña carcajada se escapó de su garganta.

—Sí, a veces me da por pensar.

Reí. El momento incómodo parecía haberse evaporado como el agua.

—¿En qué pensabas? —Mi vena chismosa había salido a flote.

Él se encogió de hombros.

—Se me hace raro que no tomes café.

Lo mire con una sonrisita.

—No me gusta. Es raro, porque sí que me gusta cómo huele. Pero odio su sabor.

Ahora él sonreía.

—La única persona que conocía a la que no le gustara el café era Elliana. Es extraño que no os guste. Qué raras sois.

Hice una mueca. Ahí estaba otra de las palabras que tanto me habían martirizado. Rara. ¿Ser diferente nos hacía raros? Porque yo estaba orgullosa de no seguir los estereotipos.

Landon pareció notar mi malestar, porque dijo:

—Te has quedado muy callada. ¿He dicho algo malo?

¿En qué momento me había puesto a mirar la pared? ¿Llevaría mucho rato sumida en mis pensamientos, en mis recuerdos? Lo miré. Fruncía el ceño y sus ojos mostraban una pizca de preocupación.

—No, tranquilo —mentí—. Son solo cosas mías.

—Ah.

Tomamos lo que quedaba del desayuno en silencio. Cuando terminé el Colacao, me puse un par de tostadas con mermelada. Le pregunté a Landon si quería, pero él las rechazó aludiendo que no solía desayunar fuerte.

Después de dejar todo en el lavavajillas, me coloqué la sudadera, fui al baño a peinarme, asearme y a hacer mis necesidades más básica, y salí al pasillo con la intención de marcharme. No obstante, Landon también estaba en la puerta. Me miró con sorpresa.

—¿Te vas?

Su pregunta adjuntada a aquel tono de voz de asombro me causó gracia.

—Sí. Voy a correr un rato.

Me miró de arriba a bajo. Por un momento, quise taparme con las manos. Su mirada me puso nerviosa y provocó que un escalofrío subiera por mi espalda.

—¿Te importa si te acompaño? Correr solo a veces es muy aburrido.

Lo miré como si hubiese dicho que el cielo era púrpura. Ostras, ¿en serio quería mi compañía? ¿Dónde estaba la cámara oculta?

Su expresión era tranquila, relajada. No parecía estar mintiendo, no parecía molestarle mi presencia, así que dije:

—Está bien. Pero desde ya te aviso que soy bastante lenta.

Él sonrió.

—Eso ya veremos.

.   .   .

Landon era un hombre muy atlético. Era rápido y ágil, y a mí me costó seguirle el ritmo. Al principio trotamos de manera suave por Central Park, pero a medida que la mañana avanzaba, su velocidad también lo hacía. Así que pronto me quedé rezagada. Le dije que no me importaba, que siguiera sin temor alguno. Y eso hizo.

Mientras se alejaba, pude apreciar ese buen culo que tenía. Fueron tan buenas las vistas que casi me daba de lleno contra una pareja que venía en mi contra. La sorteé justo por los pelos.

Seguí corriendo por el caminito de grava disfrutando de la mañana. Hacía bastante fresco, aunque yo apenas lo notaba. Llevaba más de una hora haciendo ejercicio y el sudor ya me cubría por entero. Como estaba sola, me puse los auriculares en las orejas y empecé a escuchar música motivadora, de esa atronadora que me impulsaba a seguir avanzando.

Decidí terminar mi sesión una hora más tarde. Llegué a mi edificio, me refresqué un poco y cogí la funda del arco. Como si me leyeran la mente, por el grupo de amigos me llegó un mensaje de Tarah.

<<¿Alguien se apunta a entrenar un rato?>>.

Antes de salir de casa, le respondí.

<<Justamente salía de casa para acercarme a Robin acher>>.

<<¡Ole!>>, fue su respuesta seguida del emoticono de la bailarina sevillana. Reí por lo bajo.

<<Hey, ¿pensáis ir sin mí, bellezas?>>, nos escribió Milo cuando yo ya estaba esperando a que viniera el metro. Tenía un trayecto de unos veinte minutos.

A modo de respuesta, le envié el emoji de los ojos en blanco. Él me tiró un beso.

<<Estoy lista para entrenar>>, escribió Amber.

Empecé a teclear en mi teléfono con rapidez justo cuando llegaba el metro.

<<Fenomenal, nos vemos allí. A ver si hacemos una buena serie>>.

Entré en el vagón y me senté en un asiento vacío. A esa hora no había mucha gente. Mejor. No era muy partidaria de viajar en metro en las denominadas horas puntas, cuando el vagón iba a rebosar de personas y apenas había sitio para respirar. Era agobiante y yo solía intentar no viajar en esas horas tan asfixiantes.

Durante el trayecto me metí en Wattpad, aquella red social de escritura y lectura a la que me había vuelto adicta. No podía evitarlo. Había muy buenas novelas allí dentro y autores increíbles. Fue una sorpresa descubrir que la autora que le recomendé a mi hermano era ni más ni menos que Elli. Joder, yo no tenía ni idea de que fuera tan buena. ¡Ni siquiera sabía que escribía!

Me había propuesto como trabajo extra buscar novelas con el potencial suficiente como para ser publicadas bajo el sello editorial. Tal y como había hecho con Inesperado (una novela que, por cierto, saldría dentro de unos meses), empecé a buscar una novela que en primer lugar me llamase la atención. Tenía ganas de leer un libro. Hacía un tiempo que había empezado a leer una historia muy buena en la plataforma, pero, por desgracia, no estaba acabada. Quería encontrar algo terminado, algo con potencial. Me ofusqué un poco cuando me di cuenta que había llegado a mi parada y que no había encontrado nada. Porque para mí una obra buena no era aquella que tuviese millones de visitas. Siendo sincera, había leído las más populares y ninguna me decía nada especial, no como lo había hecho la de Elli. Quería algo nuevo y fresco, algo que aunque fuese un cliché te mantuviera en vilo hasta el final. ¿Tan difícil era aquello?

No le había hablado a nadie de este proyecto, ni siquiera a Derek. Primero quería tener un par de obras candidatas para hablarlo con él. No es que no confiara en él, es que no estaba segura de encontrar la calidad que FosterWords buscaba. Quería estar a la altura.

Llegué al club pasadas las once de la mañana. Una fina llovizna caía y, tonta de mí, no había cogido un paraguas. Entré por la puerta principal y me sacudí un poco el agua de encima.

Los domingos eran los días más concurridos en el club por lo general. Al no haber clase y al no tener que ir a trabajar, la mayoría de mis compañeros aprovechaban para pasarse por allí. Aquel día no fue la excepción. Ya habían llegado Jules y Randy, dos hermanos muy majos que se habían unido al club este año. También estaba Ava, una mujer de cincuenta años que había empezado en tiro con arco aquel mes. Por supuesto, mis amigos ya habían llegado.

—¡Buenos días! —saludé con mucho entusiasmo. Entrenar siempre me ponía de muy buen humor.

—¡Hey! —Choqué las cinco con Milo y le di un abrazo amistoso. Tarah y Amber se unieron al abrazo—. ¿Qué tal la semana, nena?

Bufé.

—Algo estresante, la verdad. Necesito olvidarme de ella.

—Vaya, vaya, vaya. Alguien no está muy contenta —me picó Amber. Sus ojos brillaban con malicia.

Volví a bufar pensando en lo ocurrido las últimas horas.

—No tienes ni idea. ¿Sabéis?, tengo un nuevo compañero de piso. No sé si...

—Espera, espera, espera —me interrumpió Tarah. Llevaba el arco en la mano y el carcaj a un lado. Se había atado el cabello en una trenza pelirroja—. ¿He oído bien? ¿Compañero? —Subió y bajó las cejas con aire pícaro.

Milo bufó.

—Mujeres. Solo piensan en hombres guapos y en postres.

Reí por su comentario.

—¿Y? —Mis dos amigas me miraban con expectación—. ¿Es mono?

Pensé en él. Landon era mucho más que un chico mono. Tenía un atractivo que llamaba la atención de cualquiera. Ese pelazo marrón chocolate que tanto me gustaría acariciar, esos ojazos tan azules y profundos, esa sonrisa encantadora. Era un hombre con muchos atributos, muy deseable.

—¡Oh, Dios! ¡Te has puesto roja! —casi chilló Amber. En ocasiones no me importaría estrangularla con mis propias manos.

—Uy, parece que a alguien le gusta —me chinchó Tarah. De manera disimulada, ese par de mujeres chocaron las cinco.

Puse los ojos en blanco.

—Es muy guapo, sí. Y también es un compañero del trabajo y el mejor amigo de mi futura cuñada —me limité a decir.

Ahora tres pares de ojos me miraban como si me hubiese salido un cuerno en la frente.

—¡¿Qué?!

—¡Dios, tienes tanta suerte!

Abrí la boca para negarlo, pero por fortuna Ian, el entrenador, vino a mi rescate.

—¿Qué son esos gritos? Venga, si no vais a tirar, podéis iros a la sala de descanso. De lo contrario, Emily monta el arco. Quiero que hoy hagas un par de series aguantando hasta doce segundos antes de tirar.

Uf.

Los tres se pusieron en la línea de tiro mientras yo montaba el arco y, una vez listo, me puse con ellos. Sin embargo, me costó bastante concentrarme puesto que los ojos de Landon se habían colado en mi mente y no podía dejar de pensar en él.

Genial, simplemente genial.

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Nota de autora:

¡Feliz miércoles, mis enredados y enredadas!

Quiero contaros que... ¡Polos Opuestos ya está en físico! Podéis adquirir un ejemplar a través de Amazon. Estoy tan emocionada.

¿Qué os ha parecido el capítulo? Repasemos:

1. Tensión entre Landon y Emily.

2. Salida a correr.

3. Entrenamiento de arco.

4. ¡Emily no se puede quitar a Landon de la cabeza!

Espero que os haya gustado el capítulo. ¡Nos vemos el viernes! Besos.

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