Capítulo 34
Capítulo 34
Landon:
El sábado por la tarde quedé con Cooper y Declan. Hacía unas semanas que no quedábamos los tres juntos. Cooper había estado en una conferencia en Los Ángeles y Declan tenía que terminar de redactar un artículo muy importante para el periódico para el que trabajaba. Así que cuando el viernes a la hora de comer les llamé para hacer una salida de chicos no pudieron negarse.
Emily había quedado con sus amigas para hacer una sala de escape y, según tenía entendido, cenarían fuera también.
Llegué al bar en donde había quedado con ellos justo a la hora y como era esperar ninguno de los dos había llegado aún. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no torcer los ojos. La puntualidad no iba mucho con ellos y, la verdad, no sabía qué hacían para no llegar tarde a sus puestos de trabajo.
Tuve que esperar diez minutos pasando frío como un idiota antes de que viera a Cooper a lo lejos. Caminaba con toda la pachorra del mundo, sin prisa, como si yo no llevara esperando varios minutos. Cuando me vio, me saludó con la mano y al llegar a mi misma altura, chocamos los puños.
—Qué pasa, tío —me saludó él.
Poco tiempo después llegó Declan, aunque este parecía más ajetreado.
—Tío, te he estado llamando para decirte que el transporte público iba fatal. El metro iba a tope y con retraso. Siento llegar tan tarde.
Entramos en aquel bar al que solíamos ir casi siempre. Tenía muy buen ambiente y la música que sonaba era muy moderna, además de que ofrecía una gran variedad de cerveza. Habíamos quedado sobre las siete para ver el partido de fútbol americano que se emitía aquella misma tarde. ¿Qué mejor compañía que unas birras y mis amigos para pasar el rato?
Pedimos y nos sentamos en una de las mesas. El partido aún no había empezado, pero aun así el local estaba a rebosar de hombres que, como nosotros, habían quedado para verlo. Uno de ellos llamó mi atención. Era el gallito de la otra vez. Hacía unos meses Cooper y ese capullo iniciaron una pelea porque ese último se puso como una moto cuando mi mejor amigo le tiró sin querer la bebida al suelo. Tuvimos que separarlos y, por suerte, no hubo cargos de por medio.
Cuando nos trajeron la cerveza, le di un gran sorbo y dejé que el líquido amargo bajara por mi garganta. Hacía mucho que no tomaba una buena caña con mis amigos.
—¿Cómo está tu chica? —preguntó Cooper clavando en mí sus ojos grises. A su lado, Declan hizo un leve asentimiento con la cabeza, interesado en la conversación. Desde que había empezado a salir con Emily y, a posteriori, presentado los dos parecían muy interesados en mi vida amorosa.
—Emily está muy bien, aunque lleva una semana un poco rara —les confesé—. Dentro de poco termina la liga de tiro con arco y empiezan los nacionales. Ya os lo he contado, pero ella quiere participar allí y temo que se esté machacando más de lo normal.
—Es una mujer muy talentosa. Yo me quedé flipado cuando la vi con el arco. Te juro que pensé que me ensartaría una flecha en el pecho —habló Declan haciendo un gesto exageradamente dramático.
Reí. ¿Cómo olvidar la vez en la que los llevé a casa y nos encontramos a Emily en modo guerrera? No contaba con que estaría en casa, puesto que era un martes y todos los martes iba a entrenar. Mas aquel día el local en el que entrenaba se había inundado por las fuertes lluvias y mi chica no había podido entrenar. Pero eso no la paró. Se quedó en casa, armó el arco y empezó a hacer lo que ella denominaba "ejercicios para trabajar la técnica". Era una pasada verla tan concentrada en algo que para mí se me haría complicado o pesado.
Cuando llevé a mis amigos a casa y se encontraron a Emily con el arco tensado, los dos pusieron una expresión de terror tan chistosa que en estos momentos me estoy lamentando el no haberlo grabado con mi teléfono móvil. Os lo juro, se acojonaron y pensaron por un momento que vivía con una loca. No fue hasta que ella destensó la cuerda y bajó el arco que me acerqué a su lado y le di un beso delante de ellos.
Primero pensaron que me había vuelto loco, pero tras conocer el lado dulce y carismático de ella, enseguida supieron por qué yo me había sentido atraído por ella. Eso sí, Emily al principio se mostró un poco cohibida, puesto que estaba vestida con ropa deportiva y "nada favorecedora", según ella, aunque pronto se soltó e hizo aquellos comentarios que tanto me habían sorprendido al principio y que tanto sorprendieron a mis amigos.
Mereció la pena que la conocieran en su estado más natural.
—No creo que deba preocuparse por nada —declaró Cooper dándole un trago largo a su cerveza. Se había pedido una con sabor a cereza mientras que Declan y yo habíamos pedido la de toda la vida.
Me encogí de hombros.
—Eso mismo pienso yo. La he visto en varios campeonatos y he de confesar que tiene una puntería que asusta. No creo que tenga ningún problema. No sé por qué se preocupa tanto.
Declan hizo una mueca.
—Las mujeres son todas muy complicadas. Jamás las entenderé. Creo que tienen una forma de pensar muy rebuscada.
—No solo eso —se le unió Cooper dándole un codazo—, son tan difíciles de entender. Mi hermana siempre que le pregunto cómo está y me responde que está bien miente. Te lo digo en serio, cuando una mujer te dice eso es que le pasa de todo, pero en absoluto está bien.
Los miré de una forma un tanto extraña. No estaba de acuerdo. Había estado rodeado de chicas lo suficiente como para saber que eso eran solo estereotipos. Cada persona tenía su manera de pensar y de ser, fuera cual fuere su sexo. No era de los que pensara que las mujeres fueran los seres más complicados, porque los hombres también podríamos actuar como verdaderos gilipollas sin ningún tipo de explicación.
—No estoy de acuerdo —argüí yo—. No todas las mujeres son igual ni complicadas. Lo que os pasa es que lleváis mucho tiempo a dos velas que no me extraña que os haya dado por pensar así. Creedme, llevo viviendo bajo el mismo techo que Emily y no he notado nada raro en su comportamiento. Sin más, creo que solo está así porque anda estresada. Ya sabéis que se exige mucho a sí misma porque cree que sus compañeros piensan que solo está allí porque es la hija del anterior dueño y hermana del actual jefe.
Cooper arrugó el morro.
—Todavía recuerdo la vez en la se extendió ese rumor de que te habías acostado con no-sé-quién para conseguir el puesto de Willie, el anterior jefe de tu departamento. La gente que trabaja allí es muy mala. Hay demasiada competitividad en esa empresa, creo yo.
Reí.
—No me dices nada nuevo. El otro día, sin ir más lejos, tuve que parar una discusión bastante fuerte entre dos compañeros del mismo departamento de idiomas. Es muy triste. No sé cómo Elli y yo hemos hecho amigos allí dentro —refuté.
Declan chasqueó la lengua.
—Hablando de ella, ¿qué tal está?
Tal y como pasaba cada vez que mencionaban a mi mejor amiga, sonreí con orgullo.
—Está muy bien. Lleva de perlas el embarazo.
—Eso he visto. En las portadas aparece muy guapa. El embarazo le sienta muy bien.
—Además —agregó Declan—, parece otra. Desde que conoció a Derek tiene un brillo en la mirada que antes no tenía.
—¿Se sabe algo de la publicación de su libro?
Me encogí de hombros ante la pregunta de Cooper.
—¡Qué va! Lo último que sé es que le han enviado la tercera revisión y que está aprovechando la baja para revisarlo y pulir los últimos retoques.
—Me ha dicho mi hermana que quiere un ejemplar firmado.
Reí.
—Se lo diré. Seguro que le hace mucha ilusión. Creo que aún no ha asimilado que su novela verá la luz posiblemente el próximo año.
—No me puedo creer que Derek se fijase en su novela de entre las que había en la red social esa en la que estaba.
Cooper y Declan estaban puestos al día en lo que se refería a cómo fue que Elliana iba a publicar una de sus novelas. Les dejó patidifusos el saber que Derek había sido quien contactó con ella a través de Facebook y cómo reaccionó mi mejor amiga al saber que una de sus obras vería la luz de la mano de una de las editoriales más prestigiosas. Parecía todo un cuento de hadas, pero así había pasado.
—Créetelo. Por muy irreal que parezca, así ha pasado.
—Si ya te decía yo —convino Declan levantando su cerveza a modo de brindis—. Esa chica es una mujer con suerte.
Hice chin chin con él.
—Estoy de acuerdo.
La conversación fluyó y pronto nos vimos inmersos en el partido, quejándonos de las faltas injustas o simplemente disfrutando de la compañía de los otros. Hacía bastante que no quedábamos los tres y ya me hacía falta una tarde de chicos con los que reír, ver partidos o simplemente hablar de cualquier cosa.
Emily:
—No me puedo creer que hayamos pasado delante de la puerta como tontas —se quejó Skye.
Llevábamos dando vueltas en círculo, sin saber dónde estaba situada la sala de escape. Según Google Maps estaba a unos metros, pero no habíamos sabido ver que en realidad estaba delante de nuestras narices. No veáis la cara que se nos ha quedado cuando vimos el cartel más grande imposible que anunciaba la escape room.
—Entremos cuanto antes. Le he avisado al chicuelo que acabamos de encontrarla —habló con su característico desparpajo Evelyn.
En efecto, al ver que no encontraríamos la sala, decidimos ser cautas y escribirle al dueño del local que no la encontrábamos. El hombre había sido tan majo de indicarnos el camino y de decirnos que no pasaba nada si llegábamos tarde. Menos mal que habíamos salido con tiempo.
Llamamos a la puerta y lo primero que escuchamos fue:
—Contraseña.
Las cuatro nos miramos sin comprender, hasta que mi mirada se posó en un papel que había en en el buzón. Estaba doblado. Dentro ponía: "Clave: 0619". No me lo podía creer. No habíamos ni llegado y ya estábamos metidas en el juego. ¡Cómo molaba!
Leí el papel con rapidez, tanto que la persona que estaba al otro lado tuvo que pedirme que lo repitiera. Cuando por fin nos dejaron pasar, pensaba que entraríamos en una sala donde se nos explicaría el juego, pero no: estábamos en una habitación cuya puerta estaba cerrada con llave. En la pared había un mensaje que decía: "Para entrar necesitáis introducir la llave correcta". En el suelo había un sinfín de llaves de todas las clases, colores y tamaños.
Heather se frotó las manos.
—Esto ya pinta bien.
Empezamos a buscar aquella que serviría para abrir la puerta, aunque la verdad es que era muy sencillo: todas las llaves estaban bajo un cristal salvo una. Skye se encargó de cogerla del suelo e introducirla en la cerradura. Esta se abrió con un pequeño clic y en cuanto entramos, nos encontramos con un señor vestido con gabardina, totalmente caracterizado de inspector. ¿Nos sorprendió? Muchísimo. ¿Teníamos ganas de comenzar el juego? Por supuesto.
El hombre nos dio la bienvenida y nos explicó el juego ya metido en su personaje. Fue motivador que nada más entrar empezara el juego. Sentía la adrenalina disparada y tenía ganas de jugar y resolver el crimen, el que era el objetivo de aquella sala. Cuando nos dio el permiso de adentrarnos en la mansión, nos recordó que teníamos hora y media para resolver el crimen, encontrar el arma homicida y los motivos del asesinato. Nos recordó que nos comunicaríamos a través de la pantalla que había en el centro y cerró la puerta.
—¡Qué realista! —exclamé yo.
Al volverme, me quedé ojiplática al ver que no nos habíamos metido todavía en la supuesta mansión, sino que estábamos en el patio. A nuestra izquierda había un cobertizo que estaba cerrado con un candado. Heather intentó abrir la puerta principal, pero estaba cerrada con llave.
—¡Qué hacemos! —casi chilló Skye mirando a todos lados sin saber muy bien qué hacer.
Empecé a toquetear todo. Fue así cómo encontré dentro del buzón un sobre con una llave pequeña dentro de él.
—Eres un puto genio, amiga mía —dijo con soltura Evelyn mientras me arrancaba de las manos la llave y la metía en la cerradura, que, en efecto, se abrió.
Entramos las cuatro como un torbellino y empezamos a enredar en todo. Había un ordenador bloqueado por una clave y una pista pegada a la mesa que al comienzo no entendí para nada. Había un sofá de aire antiguo.
Los primeros minutos parecíamos un pollo sin cabeza, jurado. No teníamos ni idea de lo que hacer. Sin embargo, poco a poco y gracias a las pistas que nos daba el buen hombre, conseguimos avanzar, hasta tal punto que cuando nos quedaban cuarenta minutos encontré una varilla de metal escondida en la planta que había fuera.
—¿Para qué creéis que sirve?
—Uf, espero que no sea para lo que yo pienso que sirve.
—A lo mejor tenemos que buscar debajo del sofá.
Nos costó adivinar que servía para que pulsáramos un botón que estaba dentro un cuadro, que en realidad era una pintura que estaba metida en un hueco extralargo. Cuando le di al botón que había oculto, la pared de la biblioteca se movió a un lado.
—¡La hostia! —gritamos todas. Sentíamos un subidón de adrenalina, por lo menos yo sí. Skye se había encaramado a Heather como un mono por el susto, porque de verdad que no nos lo esperábamos.
La habitación secreta estaba llena de luces de neón. Nos moló muchísimo. Tuvimos que descifrar códigos, abrir candados, leer números romanos, etc. Allí encontramos la llave del famoso cobertizo y, dentro de él, estaba el arma homicida. Unos pocos minutos después dimos con el asesino y a poco menos de cinco minutos con el objetivo. Solo nos quedaba salir.
La última prueba fue la más difícil. Tuvimos que fijarnos muy bien en el vídeo que nos mostraba cómo salía el asesino de la casa. En él se veía el código, pero al revés. Nos costó darnos cuenta de nuestro error. Pudimos salir con escasos treinta segundos o eso pensamos. Al abrir la puerta nos encontramos con un hombre vestido de una manera terrorífica y cubierto de sangre. Me cagué de miedo y pegué tal bote y grito por el susto.
Al final, cuando logramos calmarnos, el hombre de la gabardina salió de nuevo de su escondite y nos felicitó por haber salido a tiempo. El caracterizado de asesino también nos dio la enhorabuena. Nos hicieron una foto tanto con una cámara de apariencia antigua como con el teléfono móvil de Skye.
Cuando salimos de allí todas íbamos con tal subidón de adrenalina que no se nos bajó ni siquiera cuando ya nos despedimos. Antes de marcharme, quedé con ellas en hacer otra de nuevo. Había sido una experiencia magnífica.
Me gustaba vivir aquellas experiencias y aventuras con mis amigas y esperaba en el futuro experimentar más. Al fin y al cabo, las amigas son las hermanas del alma.
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Nota de autora:
¡Feliz lunes, mis enredados y enredadas! ¿Qué tal el inicio de la semana?
Hoy toca un capítulo centrado en la amistad. Este capítulo lo planeé tras hacer mi primera sala de escape con mis amigas (nuestro grupo en Whatsapp se llama Las pepis). Para mí ellas son muy importantes y, si bien no hemos estado juntas desde pequeñas (este será nuestro cuarto año juntas las cuatro), las quiero como hermanas.
¿Qué os ha parecido? Repasemos:
1. Quedada de Landon con sus amigos.
2. Charla de chicos.
3. Quedada de Emily con sus amigas.
4. La sala de escape.
Espero que el capítulo os haya gustado mucho. ¡Nos vemos el miércoles! Un besito.
Mis redes:
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