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Capítulo 32

Capítulo 32

Emily:

—¿Has pensado en lo que te gustaría hacer el día de tu cumpleaños? —preguntó Heather mientras esperábamos la cola del cine.

Me encogí de hombros. La verdad es que no había pensado en ello.

—No sé. Quizás ver una película en mi casa o...

—¡Qué aburrido! —exclamó Evelyn—. Vas a cumplir veinticuatro años, mujer. ¿Por qué no hacemos algo divertido?

—Bueno, he pensado una cosita —dije con la voz melosa, en ese tono de voz que siempre utilizaba para pedir algo. Cuando vi que las dos me miraban con atención, sonreí como una niña buena.

—¿Qué cosita?

Las dos movieron las cejas arriba y abajo con aire insinuante y ese gesto me hizo reír por completo.

—Mmm... He pensando que podríamos hacer una escape room. Está muy de moda ahora y una amiga de una amiga me ha dicho que es una buena experiencia. ¿Qué os parece la idea?

Las dos se miraron la una a la otra, como si se estuviesen comunicando con la mirada.

—¿Qué te parece, anacleta? Le concedemos el deseo a la amiga —soltó con todo su desparpajo Evelyn.

—No sé yo, eh. ¿Se ha portado bien durante el año o ha sido una niña traviesa?

—Más bien lo segundo. Desde que está con ese bombón su lado salvaje sale más a flote.

Evelyn y Heather tenían la costumbre de ponerse a hablar entre ellas cuando yo estaba delante sin incluirme en la conversación solo para hacerme rabiar.

—Eso me recuerda... ¡Emily! ¿No tienes algo que contarnos? Llevas unos días muy contenta, con una aura que nunca antes te había visto. —Evelyn sonrió con maldad y yo me lamenté.

—No sé a qué te refie...

Heather alzó una ceja con aire inquisitivo y dio un golpe fuerte en el suelo.

—Vamos, tienes ese mismo aire que tuve yo cuando me tiré a ese bombonazo con el que ligué la semana pasada. ¿Hay algo que quieras decirnos al respecto?

Me puse roja e intenté ocultar el rubor con el cabello, en balde. Las dos se dieron cuenta en seguida de mis intenciones.

—¡Oh, Dios mío! ¡Lo has hecho! ¡Te has acostado con él! —gritaba Evelyn totalmente emocionada. Madre mía. Tierra, trágame.

Las personas que estaban alrededor de nosotras en la cola se volvieron para mirarnos como si estuviésemos locas de remate. No dudaba en absoluto que mis amigas lo estuvieran. Al fin y al cabo, eran las que me arrastraban a hacer locuras, como aquel viaje que hicimos por Europa con una mochila como único equipaje. La verdad es que sin ellas seguramente yo no habría sido capaz de experimentar la gran mayoría de las cosas que había probado.

—Evelyn, baja la voz —le pedí. Empecé a morderme la mejilla por dentro, nerviosa. No me gustaba ser el centro de atención y, por desgracia, gracias a esos comentarios lo estaba siendo. ¡Qué vergüenza!

—¿Cómo lo hace?

—¿Cómo ha sido tu primera vez?

—Ha sido fantástico, ¿verdad? ¿Te ha dado sexo oral?

—¿Te ha dolido?

Me llevé las manos a las orejas en un intento infantil por frenar el bombardeo masivo a preguntas que las que decían ser mis amigas me estaban haciendo. Las iba a matar. Me estaban avergonzando delante de los demás a propósito. ¿En qué momento habíamos sacado aquel tema de conversación? ¿No podrían haberme hecho aquel interrogatorio en mi casa o en cualquier otro sitio?

—Venga, Emily, no seas tímida. Estoy segura de que con él no lo has sido tanto. —Heather sonrió de manera malvada. Se recolocó un mechón castaño detrás de la oreja. Me encantaba su cabello liso como una tabla. Ni siquiera necesitaba alisárselo con la plancha, puesto que había nacido la muy condenada con un alisado natural.

—Eso, eh. Si has tenido las agallas de acostarte con él, ahora debes afrontar las consecuencias. ¡Queremos los detalles!

Las miré con horror y al ver cómo se lanzaban miradas cómplices supe que solo me estaban tomando el pelo. Cabronas.

—Ha sido mucho mejor de lo que esperaba —acabé soltando muy a regañadientes—. Landon ha sabido darme el máximo de placer y hacerme el mínimo de daño. La verdad es que pensaba que sería mucho más incómodo.

—El sexo no tiene que ser incómodo si se hace con la persona indicada. Ese chico parece estar muy enamorado de ti. Está atado a tus bragas, amiga mía. Solo hace falta ver cómo te mira cuando tú ni te inmutas para saberlo.

—Es un buen chico —agregó Heather mirándome con su mirada color chocolate—. Tiene mi aprobación para secuestrarte y hacerte todo lo que quiera.

—Concuerdo contigo, Heather. —Las dos chocaron las cinco—. Solo espero que ahora nuestra amiga no se vuelta una adicta al sexo, que no me importaría. Ya era hora de que se viniera al lado oscuro, ¿no crees?

—Solo le ha costado casi veinticuatro años —concordó Heather con Evelyn.

Puse los ojos en blanco. Aproveché que habían sacado a relucir mi casi edad para cambiar de tema.

—Hablando de eso, ¿al final os animáis? Skye está a favor de hacerla. He hablado con ella al mediodía ya que no podía venir al cine.

Las dos parecieron pensárselo detenidamente, como si la vida les fuera en ello. Al final, cuando volvieron a hablar, las dos sonreían de oreja a oreja.

—¡Cómo no íbamos a querer! —casi gritaron al mismo tiempo.

—Pero habrá que cogerla ya, ¿no? Tu cumpleaños es la semana que viene y no sé por qué me da que Landon te preparará algo especial. Tía, qué morro tienes de que tu cumpleaños sea el mismo día de San Valentín.

<<Sí, un morro que lo flipas>>, pensé para mis adentros.

Cogimos la entrada y, como teníamos casi una hora de espera, decidimos ir a una cafetería que había cerca. Mientras mis amigas se tomaban un café, yo degusté mi frappé de chocolate. Aprovechamos también para reservar la sala de escape y, entre todas las que había, decidimos ir a una que estaba ambientada en el futuro. Una vez hecha la reserva y terminada las bebidas, fuimos yendo poco a poco a la sala del cine. En el bar compramos unas palomitas extragrandes y unos refrescos.

Cuando llegué a casa unas horas después, sonreía. Hacía mucho tiempo que no quedaba con mis amigas. Lástima que Skye había estado ocupada esa tarde.

Landon no estaba en casa. Me había dejado un mensaje mientras estaba en el cine diciendo que había quedado con Elli para dar un paseo. Así que aproveché para darme una buena ducha y prepararme mentalmente para la competición del día siguiente. Porque ya solo quedaban cuatro para terminar la temporada estatal.

.   .   .

Estaba nerviosa. Sentía el pulso acelerado. Era el momento de darlo todo. Jade estaba haciendo una buena tirada y la muy condenada me había arrebatado la victoria aquella vez. Habíamos estado muy parejas y solo había dos puntos de diferencia entre su tirada y la mía. Era consciente de que las dos éramos muy buenas y que teníamos muchas posibilidades de conseguir un buen puesto en la competición nacional de tiro con arco si conseguíamos una buena puntuación en las estatales.

Cuando tiré la sexta flecha de la ronda y me cercioré de que esta había dado en la franja amarilla, aquella que más puntos daba, me tranquilicé. Al darme la vuelta para dejar el arco en su lugar, los ojos celestes de Landon atraparon los míos. Estaba en tensión, echado hacia delante. Parecía estar muy puesto en la competición.

Algo que me había sorprendido para bien de él era que desde aquella primera vez que vino, había querido acompañarme siempre para darme ánimos. Había estado allí cuando Jade había quedado por encima de mí hacía un mes y cuando ella se regodeó delante de todos, alegando que era mejor que el resto. Landon había ido a verme a los campeonatos cuando era plenamente consciente de que estos no eran tan interesantes como un partido de baloncesto o de fútbol.

—¿Cómo vas, preciosa?

Como siempre que me llamaba así, una sonrisa se instaló en mis labios y, por un momento, todo a mi alrededor desapareció y solo quedamos nosotros dos. Él, con su mirada de ensueño y su sonrisa coqueta. Yo, con mi corazón desbocado y mi sonrisa boba. Estaba muy pillada por él y el muy condenado era muy consciente de ello.

—Bien, mejor que la última vez —dije al mismo tiempo que intentaba recomponerme. Sus sonrisas hacían que todo mi mundo temblara y que sintiera las piernas débiles y temblorosas—. Jade y yo vamos muy parejas. Todo dependerá de las últimas tiradas.

Escuché cómo uno de los jueces hacía sonar el silbato tres veces, la señal de que deberíamos recoger nuestras flechas. Lanzándole una sonrisita, fui hacia mi parapeto. Allí ya estaban Milo, Amber y Julia, una chica de otro club que era la caña. Sonreí al ver que todas mis flechas estaban dentro de la zona amarilla y que de seis tiradas había tres de ellas que estaban en la zona del diez.

—Emily, eres la caña —me halagó Milo revolviéndome el cabello de forma cariñosa.

—Como sigas así —agregó Julia sonriendo. Tenía unos ojos verdes muy bonitos y un pelo rojizo que le daba un aire sexy—, Jade lo tendrá difícil.

—¿Cuál es tu secreto del éxito? —preguntó en broma Amber rehaciéndose la coleta, pues varios mechones rubios se habían escapado de ella.

Sonreí con maldad y le añadí un tono perverso cuando solté con todo mi desparpajo:

—Muy fácil, solo debes poner la cara de tu enemigo en el centro de la diana. Así las flechas irán solas. Fácil y rápido. —Me encogí de hombre.

Los tres se echaron una miradita antes de terminar tronchándose de la risa. Mientras tanto, yo fui apuntando la tirada de cada uno. Siendo sincera, todos habíamos tenido una puntuación muy alta. Milo había mejorado mucho aquel año y, para ser su segundo año tirando a dieciocho metros, lo estaba haciendo fenomenal.

Cuando volvimos, esperamos a que nos dieran el aviso de que podíamos tirar y volví a concentrarme. Tomé el arco entre las manos, sintiendo el metal pesado en mis dedos. Hice la prepuntería, me llevé la cuerda a los labios y apunté. Conté mentalmente hasta seis y, cuando todo estaba perfecto, solté y, durante unos segundos, me quedé quieta en mi sitio. Mantenerse inmóvil tras una tirada era fundamental, puesto que si te movías con rapidez, cabía la posibilidad de que desviases la flecha. Era un error de novato que yo había cometido bastantes veces.

Continué con la tanda y, pronto, ya estábamos en la última tirada. Me aseguré de que todo estaba en su lugar, de que la cuerda tocaba mis labios y mi nariz, antes de soltar y ver cómo había ido. Lo estaba haciendo de fábula y, cuando terminé e hice el recuento, me sorprendió ver lo cerca que había estado de superar mi récord personal.

—No está mal, nada mal —decía para mí misma mientras apuntaba el sumatorio.

Cuando todos hubimos firmado, les entregué la hoja a los jueces y me reuní con Milo. Él ya estaba empezando a desmontar el arco, un modelo muy parecido al mío. Sin embargo, el cuerpo en vez de rojo era azul y las palas brillaban con fuerza.

—Lo has hecho fenomenal —le felicité—. Solo he visto que has hecho un gesto raro en las dos últimas tiradas y puede que por eso se te haya escapado la última flecha.

—Puede ser. Llevo unos días sintiendo dolor en el hombro, pero, ya me conoces, quería venir igualmente.

Lo miré con asombro. Vaya, no tenía ni idea.

—Deberías hacértelo mirar. Solo por si acaso. No quiero que te lesiones para la temporada que se avecina. Además, en unos meses empezamos la tirada en bosque y sé lo mucho que te gusta.

Me mordí el labio inferior con preocupación. Lo último que quería es que le pasara lo mismo que el año pasado. Por una tontería como la de hacer el pino en Central Park se rompió la pierna derecha y estuvo sin poder entrenar unos cuantos meses.

—No te preocupes. Ya he pedido cita con el fisio.

Sonreí aliviada.

Iba a añadir algo más, pero sentí unos fuertes brazos rodeándome la cintura y en cuanto reconocí aquel perfume tan característico, sonreí. Me volví entre sus brazos y dejé que Landon me apretara contra su cuerpo. Sentirle era como viajar al mismísimo cielo, era como estrujar una nube esponjosa. Me sentía tan bien.

—Lo has hecho muy bien, preciosa —me susurró al oído.

Reí por lo bajo.

—Si ni siquiera te he dicho cuánto he hecho. —Le di un golpe juguetón en el pecho.

—Auch —se quejó él.

Me puse de puntillas y le di un tímido beso en los labios y, después, salí de su agarre para ponerme manos a la obra. Cuanto antes desmontara el arco, antes nos iríamos a casa y yo me moría por darme un buen baño. Hacía un frío en aquel polideportivo que se cagaba la perra. Madre mía, ya no me acordaba de la pulmonía que cogí el año pasado. Estuve una semana sin poder ir a la universidad.

—Venga, vámonos. Creo que no ha sido buena idea que vinieras solo con la sudadera del equipo. Tendríamos que haber traído el chaleco —se lamentó Landon. Yo tirité mientras recogía todo y, cuando tuve todo listo, dejé que él me arropara entre sus brazos y que su cuerpo caliente (porque el cabrón de él sí que había llevado una cazadora gorda) me reconfortara un poco.

Llegamos a casa y yo me encerré en el baño. Hacía un frío en casa también. Pronto lamenté el no haber puesto la calefacción. ¡Qué ilusa había sido! Mientras dejaba que la bañera se llenara, fui a mi habitación a por una camiseta larga, unas mallas de estar por casa y unas bragas. Cuando el agua estuvo en su punto, vertí una de las bombas de baño que Elli me había regalado hacía un par de semanas. Mmm, qué ganas tenía de meterme.

El agua estaba estupenda y el aroma a jazmines de la bomba era muy relajante y reconfortante. ¿Por qué no lo había hecho antes? ¿Por qué había esperado hasta casi morirme por congelación para darme un baño de los buenos, de esos que te dejan la piel tan arrugada como una pasa? Con lo gustito que se estaba.

Salí de allí completamente renovada y cuando fui a la cocina, Landon ya estaba terminando de cocinar. Olía de maravilla. Mientras cruzaba la estancia para meter en la lavadora la ropa sucia, olisqueé el ambiente. ¿Eso era queso? Con lo que me gustaba a mí, sobre todo si era de los fuertes.

Metí las prendas en la lavadora y me acerqué a Landon para saber qué estaría friendo en la sartén. Sonreí pensando en lo delicioso que debería estar esos filetes junto a la salsa de queso azul que estaba ya lista para ser servida. Sin que yo pudiera evitarlo, mi estómago empezó a rugir con fuerza.

—Vaya, vaya, vaya. Así que la señorita tiene hambre, eh —se burló él poniendo las manos en mi cintura y pegándome a su espalda. Tal y como yo había hecho, se había puesto ropa cómoda. Tenía la manía de no ponerse la camiseta y, por suerte para mí, estaba con el pecho descubierto.

Tal y como estaba, le acaricié la mandíbula con una mano mientras que con la otra le pasé los dedos por sus fuertes brazos. Me encantaba estar así con él, tranquila. Su presencia ya no me ponía tan nerviosa como al principio, aunque sí que hacía que mi corazón saltase con fuerza al vacío solo con verlo, incluso si llevaba pocos minutos sin hacerlo.

En un momento dado, él me hizo girar entre sus brazos y me acarició la mejilla con la mano. Esbozó una sonrisa ladina y enseguida supe por dónde irían los tiros.

—Veo que Heidi ha vuelto a resurgir.

Me puse mucho más colorada de lo que ya estaba.

—¡Landon! —Le di un golpe en el brazo a modo de regañina.

Echó la cabeza hacia atrás y soltó una gran serie de carcajadas. Yo fingí que me enfadaba. Desde el primer momento en el que vio lo que el agua caliente provocaba en mis mejillas, no dudó en ponerme ese estúpido mote. Secretamente estaba empezando a gustarme, pues había sido una de sus primeras bromas hacia mi persona.

—Vamos, sé que en el fondo te encanta que te llame así.

—Qué más quisieras —mentí yo como una bellaca.

No me dio tiempo a decir nada más. El muy condenado sabía muy bien cómo bajar mis defensas. Unió nuestros labios en un beso lento y dulce. El sabor de sus labios era tan adictivo, tan delicioso, que jamás me cansaría de ellos, de cómo se movían sobre los míos guiándolos. Dejé que mis manos se apoyaran en su pecho y alcé la barbilla para profundizar más. Necesitaba con urgencia que sus manos me tocaran y mi ruego silencio no tardó en cumplirse. Posó sus manos grandes en mis caderas y me atrajo a él todo lo posible.

Nos abandonamos a aquel beso y si no hubiese sido por el olor a quemado nos habríamos quedado así, en nuestra propia burbuja de amor, el resto del día.

Landon se separó de mí y corriendo quitó la sartén del fuego. Los filetes estaban totalmente calcinados. Hice una mueca cuando Landon los tiró a la basura.

—Tendré que estar más atento la próxima vez, aunque si estás tú delante me costará —dijo acariciándome los labios con los dedos. No pude evitar que sus palabras provocaran que mi corazón diera un brinco de alegría. Todavía me costaba asimilar que un hombre tan bueno como él quisiera estar con alguien tan poco especial como yo, porque sabía que mi yo podía ser muy aburrido en ocasiones.

Dejé que Landon hiciera el segundo intento con nuestro almuerzo y, mientras tanto, fui poniendo la mesa. Puse la salsa de queso sobre un bol pequeño para que cada uno se la sirviera a gusto propio y puse dos pares de cubiertos y vasos en la mesa. Cuando estaba colocando las servilletas sobre la mesa, Landon entró en la sala de estar con dos platos llenos de esa deliciosa carne de ternera. Tenía una pinta estupenda, la carne también.

Tras comer, nos pusimos a ver una película, mas no sé en qué momento me quedé dormida, puesto que cuando abrí los ojos, estaba en mi cama. Me levanté frotándome los ojos con las manos y saliendo de la habitación tras cerciorarme que tenía un buen aspecto. Landon estaba en la sala trabajando. No era la primera vez que lo veía en plena acción y estaba segura de que no sería la última. Solía hacerlo muy a menudo, sobre todo cuando creía que no había rendido bien durante sus jornadas.

Suspiré. Últimamente trabajaba demasiado. Él se excusaba diciendo que quería recuperar las horas perdidas.

Estuve observando cómo trabajaba desde mi rincón secreto hasta que creí que ya había trabajado demasiado. Además, era fin de semana. ¿Quién en su sano juicio querría trabajar un sábado por la tarde?

Me acerqué a él y me senté en su regazo sin vergüenza alguna. Enrosqué mis dedos en su cuello y sonreí como si fuera todo un angelito. Él tragó con fuerza y posó sus ojos en mí. Me apretó más contra él.

—No creas que no estoy viendo tus intenciones, porque esa sonrisa de niña buena no me engaña. Te conozco lo suficiente como para saber que eres de todo menos eso —dijo con picardía.

Solté una risita.

Me posó una mano en la mejilla y la otra, en la barbilla. Atrapó mis labios con suavidad y empezó a mover los suyos en una danza deliciosamente lenta. Sus dedos empezaron a recorrerme la espalda hasta clavárseme en las caderas. Me apretó aún más contra su cuerpo, hasta que sentí su erección en mi zona más íntima.

Sus labios fueron descendiendo por mi cuello hasta llegar a los lóbulos de mis orejas. Me dio unos cuantos mordisquitos en aquella zona que para mí era un mar de nervios que provocaron un sinfín de escalofríos. Cuando volvió de nuevo a la base de mi cuello, eché la cabeza hacia atrás para darle un mayor acceso y disfruté del contacto de sus labios en mi piel.

Sentía calor, mucho calor, como si en mi interior hubiese un incendio o una explosión. Me separé lo justo de él y me quité la camiseta. Él se deleitó con la mirada y, por unos instantes, no hizo ningún movimiento. Mas cuando le puse su mano en la base de mis pechos por encima del sujetador de algodón que llevaba, pasó a la acción.

Poco a poco me fue tumbando en el sofá, quedando él encima de mí. Empezó a rozar su sexo contra el mío, enviándome oleadas de calor por todo el cuerpo. Sus labios devoraron los míos con ansía, con anhelo, como si llevara días en el desierto y tuviera sed de mis besos. Sus manos se posaron en mi espalda y, a tientas, buscaron el cierre del sujetador. Cuando dio con él, se deshizo de la prenda con rapidez, como si necesitara sentirnos piel contra piel, sin ninguna prenda que estorbara de por medio.

—Eres tan guapa —murmuró con la voz teñida de deseo.

Claro, guapísima, más llevando ese pijama tan infantil. ¿En qué estaría pensando cuando lo compré? No es para nada atrevido ni sexy ni...

Los labios de Landon me hicieron perder el hilo de mis pensamientos. Su aliento cálido endureció al instante mis pezones, me tensé a la espera de que actuara y, cuando lo hizo, una dulce tortura me llevó al cielo. Lamió y mordisqueó mis pechos de tal manera que sentí cómo viajaba al mismísimo cielo y cómo después caía al infierno. Mientras él se daba un festín con ellos, yo gemía y jadeaba, clamándole.

Volvió atrapar mis labios con los suyos y mientras nuestras bocas batallaban por la pasión del momento, mis manos se deshicieron de su camiseta. Moví mi cadera en torno a su entrepierna. Sentía su erección clavaba muy cerca de mi sexo. Estaba tan listo para mí como yo lo estaba para él.

—Eres un demonio de la lujuria.

Jadeé cuando apretó mis pechos con suavidad. Dejó un último beso en mis labios y, a continuación, descendió al sur de mi cuerpo, llegando a aquella zona que palpitaba de anhelo. Puso las manos a ambos lados del elástico de las mallas y se deshizo de ellas sin ningún esfuerzo. Cuando sus ojos vieron mis braguitas, relucieron con fuerza.

—Nunca pensé que unas bragas que tuviesen un lacito me fueran a poner tan cachondo. Te ves tan inocente y tentadora así.

Me mordí el labio inferior conteniendo otro jadeo. Sus palabras estaban tan cargadas de intensidad que me pusieron más cachonda de lo que estaba.

—Por favor... —supliqué.

Él alzó una ceja, juguetón.

—Por favor, ¿qué?

Lo miré rogándole con la mirada.

—Por favor... —repetí entre jadeos.

No hizo falta que se lo pidiera más veces. Me quitó las bragas con destreza y, tras varios segundos, uno de sus dedos empezó a explorar mi feminidad. Gemí al sentirlo dentro de mí, haciendo círculos con otro en mi botón. Sentí escalofríos de placer, oleadas de gozo en mi interior. Solté un gritito cuando introdujo un segundo dedo y chillé al sentir su lengua sustituir sus dedos.

Enredé las manos en su cabello mientras él me hacía el amor con los labios. Jadeaba, gritaba y gemía sin ningún pudor, sin temor a verme patética ante él.

—Estás tan deliciosa, preciosa, y tan estrecha.

Eché la cabeza hacia atrás y agarré con fuerza la funda del sofá cuando volví a sentir su lengua dando lametazos en mi interior. Una explosión se estaba empezando a formar en mi interior y cuando Landon tocó un punto sensible dentro de mí, estallé en gritos. Dije su nombre una y mil veces con la mente nublada.

No me dio mucha tregua. Al ver que recuperaba un poco el aliento, salió corriendo hacia su dormitorio y volvió al mismo tiempo que se ponía un condón. Verlo hizo que mis mejillas se enrojecieran a pesar de que no era la primera vez que lo veía desnudo. Se volvió a tumbar sobre mí. Colocó la punta de su miembro en mi entrada resbaladiza y empujó con delicadeza. A medida que se iba adentrando en mi interior, nuestras manos, entrelazadas entre sí, se apretaban con fuerza. Siguiendo el vaivén de sus embestidas empezamos a besarnos con desenfreno.

Todo era tan jodidamente delicioso y lento. Empezó a ir cada vez más rápido y cuando me hizo alcanzar el cielo se dejó caer sobre mí. Respirábamos entrecortadamente aunque a ninguno parecía interesarle lo más mínimo. Sus manos se separaron de las mías y empezó a acariciarme el rostro con ternura. Sonreí y él hizo lo mismo.

Éramos felices con la compañía del otro. No necesitábamos nada más. A veces pienso que la felicidad solo es eso, un instante. Una sonrisa, una quedada con los amigos incluso una cita improvisada. No hacía falta más. Los mejores momentos eran aquellos que no estaban programados.

—¿Por qué me sonríes así? —preguntó él con la misma sonrisa que yo pintada en sus perfectos rasgos.

—Soy feliz.

Sus ojos se iluminaron y con solo eso consiguió que mi corazón se hinchara en mi pecho.

Me dio un beso casto en los labios que desembocó en otro y en otro y en otro.

—Yo también lo soy.

Volvimos a besarnos con ansia y con desesperación, como si aquel momento fuera el último, como si nunca más volviéramos a vernos. Aunque, siendo sincera, el simple hecho de perderlo me provocaba un miedo tremendo. Él lo era todo para mí y le quería con locura.

Pronto sus besos desembocaron en caricias y las caricias en el acto de amor. Me hizo gritar su nombre y me llevó a un paraíso que yo creía haber visitado ya.

Cuando cayó rendido sobre mí, cuando se quedó dormido a mi lado, no me importó que el sofá fuera muy pequeño para los dos ni que apenas tuviésemos espacio. Mientras miraba cómo dormía un fugaz pensamiento cruzó mi mente: él era mi hogar, la persona con la que quería crear recuerdos especiales.

Estaba loca por él.

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Nota de autora:

¡Feliz miércoles, mis enredados y enredadas!

Menudo capítulo más largo e intenso, ¿no creéis? Repasemos:

1. Charla en la cola del cine.

2. Competición de tiro con arco.

3. Landon y Emily acaramelados.

4. Momento de arrumacos, besos y caricias.

5. Momento de pasión.

6. ¡Se acerca el cumple de Emily! ¿Qué creéis que pasará?

Espero que el capítulo os haya gustado. Nos vemos el viernes. Un beso enorme.

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