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Capítulo 27

Capítulo 27

Landon:

—¿Cómo estás, bichillo?

La habitación de hospital era horrible. Las paredes, el suelo e incluso los muebles eran de un espantoso color blanco cegador. Mi amiga estaba tumbada en aquella cama de sábanas también blancas. Lo único de color era el camisón horrendo de hospital que le habían plantado a la pobre. Se la veía cansada, con bolsas bajo los ojos.

Por suerte, todo había quedado en un susto. De lo contrario, ya mismo me encargaría de darle la paliza de su vida a Lion. ¿Cómo se le ocurría jugar no solo con la vida de Elli, sino también con la de su bebé?

—Quitando el hecho de que me siento como si un camión me hubiese pasado por encima y que han intentado envenenarme... Bien, estoy bien.

Puse los ojos en blanco.

—El sarcasmo no te sienta nada bien.

Ella hizo una mueca que yo imité y, después, los dos estallamos en carcajadas. Ay, cómo había echado de menos esas muestras de cariño y complicidad que teníamos.

Me senté en la cama y le acaricié el pelo con las manos. Derek estaba fuera con Emily. Les había insistido que quería verla y estar con ella a solas. Parecía una tontería, pero yo también quería un poco de intimidad con mi mejor amiga. ¿Tan malo era eso?

—¿Me pasas el vaso de agua, por favor?

Esbocé una sonrisita burlona.

—Está bien, pero solo por que me lo has pedido por favor —la vacilé.

Le llené el vaso con bastante agua y la ayude a que bebiera. Cuando hubo saciado su sed, se reclinó de nuevo en la cama y yo me senté junto a ella. Le tomé las manos y les di un suave apretón. De pronto, Elli apartó la mirada y la posó en la ventada. Miraba los copos de nieve y el brillo de sus ojos extintos.

—¿Qué pasa? —Le apreté las manos con más fuerza.

Ella negó con la cabeza y apretó los labios. Un par de lágrimas rodaron por su mejilla. Me preocupé.

—¡Elli!

Se encogió de hombros y, tras tragar con fuerza, soltó:

—Me siento culpable de que os hayáis perdido el fin de semana y de que perdáis unos días de trabajo. No sé...

Me incliné sobre ella y le tomé la barbilla con los dedos para que me mirara en todo momento.

—No debes sentirte así. Además, los día que vamos a perder en la editorial los hemos cogido de esos día que nos debían por todo el trabajo que hacemos. Derek ya lo ha arreglado todo para que nos quedemos esta semana aquí. Así aprovecharé y les haré una visita a tus padres. —Le guiñé un ojo.

Ella esbozó una sonrisa radiante, aliviada.

—Te echan de menos, guapo. Me han dicho que en cuanto puedas, te pases por su pastelería. Están haciendo unas tartas y unos pasteles de rechupete.

Todavía recuerdo la primera vez que Elli me llevó al negocio de sus padres. Me presentó como amigo y, pese a eso, su hermano menor, que trabajaba allí por aquel entonces mientras estudiaba en el instituto, se acercó a mí y me intimidó con múltiples amenazas. A pesar de ser mucho más joven, me asusté que te cagas. Su mirada amenazadora me dio a entender que me haría la vida imposible si le hacía daño a su hermana.

Sus padres eran muy encantadores y desde el primer momento me acogieron como a uno más de la familia. Todavía recuerdo los descansos entre clase y clase con mi mejor amiga, cuando traía deliciosos bollos caseros para compartir conmigo o cuando en mi cumpleaños sus padres me hacían un tarta espectacular.

Desde el instante en el que Elli y yo decidimos ser mejores amigos empecé a pasar mucho tiempo en la pastelería de sus padres, esa que estaba en el centro de Phoenix y que tenía una clientela muy elevada. Solíamos hacer allí los deberes o los trabajos e incluso estudiábamos. A veces, invitaba a unos amigos para tener la excusa perfecta para verla cuando trabajaba. Ella se había vuelto una pieza fundamental de mi vida y en el instante en el que vi que su vida se apagaba, que estaba en peligro de muerte, me sentí morir por dentro. Me asusté muchísimo al ver que había sido envenenada con la única cosa que no podía comer: nueces. Por eso perdí tanto el control y estuve a punto de darle una paliza a ese gnomo de mierda.

—Diles que Emily y yo nos pasaremos esta semana. Quiero que pruebe en primera persona los dulces más famosos de Phoenix. Así tengo la excusa perfecta para visitar a tus padres, que hace mucho que no los veo.

Elli tenía que quedarse ingresada hasta el jueves de aquella semana para ver cómo reaccionaba al tratamiento que le habían administrado para contrarrestar los efectos de la alergia. Por lo general, no solía haber ningún efecto secundario. Sin embargo, al estar ella embaraza lo cambiaba todo y los médicos temían que la bebé saliera perjudicada. Derek se había encargado de todo y nos había dado a todos una semana libre. Además, debido a la tormenta de nieve, nuestro vuelo había sido cancelado también. El más temprano salía el domingo por la mañana.

—Ellos estarán encantados de conocer por fin a Emily. Derek no para de hablar de ella, de decir lo orgulloso que está de su hermanita. —Sonrió de aquella manera que le hacía que los ojos le brillaran con fuerza.

—No me extraña —dije sonriendo como un bobo—, es una gran chica.

Ahora su gesto se tornó pícaro y, por un momento, olvidé que estábamos en un hospital. Su mirada me dio miedo.

—¿Qué tal van las cosas entre vosotros? ¡Me alegro muchísimo de que hayáis dado el paso! Ya pensaba yo que tenía que intervenir a modo de Celestina. —Me guiñó un ojo con todo el desparpajo del mundo.

Reí con ganas. A los dos nos había costado un montón dar el paso. En mi defensa diré que pensaba que solo era un enamoramiento tonto, un deseo incontrolado, como el que creí sentir por Elli. Por suerte, ese deseo y esa atracción no se extinguieron con el tiempo pasado a su lado; es más, han incrementado y ahora sabía que la quería de verdad. Mi día a día era mucho más llevadero a su lado. Lo que había empezado siendo una convivencia obligada había acabado por ser una aventura mucho más intensa.

—La quiero, bichillo —confesé sintiendo un nudo en la garganta—. La quiero de verdad. Es completamente diferente a las chicas con las que he salido y eso me encanta. Es tan inteligente y tan buena que a veces pienso qué coño hace conmigo cuando podría estar con cualquiera.

Ella me tendió la mano y me la apretó con fuerza.

—Eso es porque ella te ha elegido a ti. No veas lo mucho que me alegro por vosotros dos. Hacéis una pareja muy bonita.

Sonreí. Elli había sido la primera en saber que los dos acabaríamos juntos. Tenía un sexto sentido que daba miedo. A veces era capaz de averiguar o intuir que algo malo pasaría y días u horas después ocurría. La primera vez que pasó no le creí y acabé con el pie roto debido a que un ciclista me arrolló mientras hacía mi rutina diaria.

—Si te digo la verdad, al principio pensaba que se me haría raro salir con la hermana de Derek, que quizás vería en ella a mi jefe. Si bien tienen un gran parecido, cuando la miro solo puedo verla a ella, tan guapa y tan especial. No te mentiré, me frustra que se menosprecie, que no se tenga tan buena estima. No consigo que no se avergüence de sus ojos, y eso que fueron los que me llamaron la atención de ella. Me encantan. Son tan preciosos y únicos como ella.

La sonrisa de Elli se amplió y, antes de que pudiera añadir más, sentí unos brazos rodearme. El perfume tan característico de Emily me inundó por completo y me dejó por un momento noqueado.

—Landon. —Estaba sin palabras. Los ojos estaban empañados de lágrimas y yo no supe cómo alejarlas de ella. Me levanté y la acerqué a mi pecho—. No sabía... no sabía que pensaras eso de mí. —Apartó la mirada, pero cuando la obligué a que me mirara, vi que estaba llorando. Joder, ya la había vuelto a liar parda—. Esas palabras son tan... —hipó—...bonitas. Nunca nadie me había dicho algo así.

Derek carraspeó para llamar nuestra atención y yo me separé de ella como si quemara.

—¿Gracias? Llevo diciéndote eso desde que éramos críos —objetó él.

Ella se volvió hacia su hermano mayor y le lanzó una miradita, supongo. No la vi, pero por cómo Derek reaccionó, poniendo los ojos en blanco, deduje que le había lanzado una de esas miraditas que tanto conocía ya. La convivencia con ella me había enseñado cuándo debía seguirle el juego y cuándo podría tomarle el pelo. En ese momento, estaba más que claro que ella no estaba para jueguecitos.

—Tú no cuentas y lo sabes. —Le sacó la lengua como si fuera una niña pequeña.

Reí por su reacción, más cuando Derek le devolvió el gesto de manera juguetona. Eran tal para cual. Normal que fueran hermanos.

—¡Eh, las manos donde pueda verlas! —Derek me lanzó una mirada fulminante cuando vio que intentaba volver a abrazarla. Levanté las manos en alto a modo de rendición, pero fui incapaz de ocultar una sonrisa. Me caía muy bien Derek, incluso ya lo consideraba un amigo. Era como de la familia.

Emily me rodeó la cintura con las manos y su hermano puso los ojos en blanco al verla.

—¡Ni soy yo! —me excusé en broma, riendo.

Derek bufó.

—Emily...

Ella lo miró con una sonrisita angelical de niña buena.

—¿Qué? Es mi novio —dijo con la voz melosa.

Él volvió a bufar.

—Déjala, hombretón. Ya es mayorcita —intervino entonces Elli mirando la escena con diversión.

—No puedo. Es mi hermana. No quiero imaginármelo a él tocándola.

Una risa diabólica salió de los labios de aquella rubia y, antes de que pudiera callarla, la muy descarada soltó:

—Seguramente ya la ha manoseado bastante. Te recuerdo que viven juntos.

Derek la miró con horror y Emily y yo reímos con ella. La pelinegra estaba roja de la vergüenza, pero aun así se unió a nosotros. Cómo me gustaba chinchar a Derek. Ay, si supiera lo mucho que deseaba tocar a su hermana, las ganas que tenía de sentirla bajo mi piel.

El pobre volvió a bufar y nosotros volvimos a reír.

Miré a Emily y entrelacé nuestras manos. Ver sus mejillas sonrosadas por la risa y los ojos brillantes de la emoción me llenaron por completo. Me gustaba verla así. Era una mezcla entre adorable y sexy. Su personalidad era diferente y fresca, como un soplo de aire frío.

. . .

El miércoles por la tarde fuimos a visitar a los padres de Elli. Tenía muchas ganas de que la conocieran. Desde que rompí con mi ex habían estado preocupados por mi vida amorosa, temiendo que me quedara soltero. Eran unos amores de personas y me sentía como parte de su familia.

La pastelería se encontraba en Fifth Avenue Shopping District, en una zona muy concurrida y céntrica de la ciudad. Les había costado lo suyo montar el negocio y, al principio, estaba en una callejuela muy poco transitada. Por suerte, al ver que el negocio iba en viento en popa, decidieron cerrar el pequeño local y abrir uno nuevo allí mismo. Llevaban más de veinte años regentándolo y era uno de los centros turísticos de Phoenix. Todo el mundo que nos visitaba pasaba por aquella tiendecita tan chula.

Por eso quise que uno de nuestros destinos fuera ese. Quería que mi chica probara en primera persona los deliciosos dulces que la madre de Elli creaba con mimo. No me extrañaba para nada que su hija les saliera golosa. Con una familia que se dedicaba en cuerpo y alma a los dulces era obvio que a sus hijos les pirrara lo dulce.

—Es preciosa —musitó Emily en cuanto entramos en el local. Se había quedado de piedra, helada en el sitio. Miraba cada pared, cada detalle con una chispa de deleite en los ojos. No era de extrañar. El local era bastante grande. Tenía las paredes recubiertas en tonalidades rosa pastel y menta a rayas. El suelo simulaba ser madera y las sillas era de un color menta brillante y hacían juego con todo. Los muebles eran de color blanco: las mesa, el mostrador, las estanterías... Todo era tan acogedor. Había una pequeña zona con libros que los clientes podían coger y leer mientras se tomaban algo. Era perfecto. Pero lo que más llamaba la atención era el mostrador repleto de toda clase de dulces: tartas caseras de todas las clases, deliciosos cupcakes y bollos, vasitos de tarta de queso...

—¿Te gusta?

Ella asintió con la cabeza, incapaz de emitir palabra alguna.

Le tomé la mano y la arrastré a través del mar de gente hacia la barra, en donde estaba una sonriente Marian. En cuanto nos vio, su sonrisa se ensanchó. Era tan buena y tan dulce como su hija.

—¡Landon! ¡Qué sorpresa verte! —exclamó la mujer. Salió de la barra y me dio un abrazo de esos que le dejan a uno sin respiración. Unos segundos después, me soltó y me pellizcó de la mejilla con ternura—. Mírate, estás muy guapo. ¿Has crecido en lo que llevo sin verte?

Sentí cómo me iba poniendo rojo de la vergüenza. Marian tenía la lengua muy suelta y casi siempre decía algún comentario que hacía que se me subieran los colores. Volvió a pellizcarme la mejilla. Intenté ocultar una mueca de dolor. No me gustaba mucho que andaran haciendo esas cosas. Me parecía molesto e incómodo. Ya había tenido que soportarlo cuando era un crío.

—¿Y tú? —preguntó la mujer centrando su atención por primera vez en Emily. Ella parecía estar pasándoselo bien a mi costa la muy canalla. Sonreía de lado, aunque cuando vio que la atención se centraba en ella, volvió a ponerse seria—. ¿Es ella? ¿Es tu chica? —indagó volviéndose hacia mí alzando la ceja de manera inquisitiva—. Eres muy guapa, niña.

Ahora la que estaba roja como un tomate era mi compañera. La pobre no sabía dónde meterse.

—Gra... gracias, se... señora Jones —tartamudeó ella algo cohibida por la situación.

—Nada de señora Jones. Soy Marian para los amigos.

Los hombros de Emily se destensaron. Parecía que se relajaba. Menos mal. Lo que menos quería es que la situación fuese incómoda. La acerqué a mí y la abracé por la cintura. Le deposité un beso cariñoso en la mejilla.

—Mucho gusto. Soy Emily Foster, la hermana de...

—Sí, sí. Eso ya lo sé. —De un momento a otro Marian tiró de ella y le dio un fuerte abrazo de bienvenida. Cuando se separaron, la miró a los ojos—. Te pareces mucho a Derek, aunque, a mi parecer, tú eres mucho más guapa. —Le guiñó un ojo y ella soltó una risita nerviosa.

Volví a abrazarla por la espalda y le di un pequeño beso en la coronilla. Olisqueé la fragancia que emanaba de ella, cautivado.

—A que sí, ¿verdad? Es preciosa.

Una sonrisilla pícara se instaló en sus labios y yo temí que soltara alguno de sus comentarios tan mordaces. Por fortuna, no lo hizo. Menos mal. Lo que menos quería era que Emily pensara que solo me juntaba con gente rara.

—¿Qué os pongo? —nos preguntó y, después, se dirigió exclusivamente a Emily—. Aquí todo lo hacemos casero, cariño, y con mucho mimo. Pedid lo que queráis. Invita la casa.

—No hace falta —se quejó aquella pelinegra y yo no pude evitar soltar una carcajada. Era tan propio de ella.

Marian la miró a ella y después a mí. Me dio una sonrisa que lo decía todo: había dado con un diamante en bruto.

—Insisto, cariño. No siempre se puede decir que tengo a dos famosos en mi tienda. —Y nos guiñó un ojo con complicidad.

No supe a qué se estaba refiriendo. Debí de hacer una mueca rara, porque Marian nos tendió una revista de cotilleos. Lo primero que vi fue mi imagen en portada. En ella aparecíamos Emily y yo sentados en la terraza de un restaurante. Ella reía mientras yo la miraba embelesado. ¿Siempre tenía esa expresión? El titular decía: <<El nuevo ligue de Emily Foster. ¿Será este el definitivo?>>. Alcé una ceja. ¿Pero qué narices estaba pasando?

—Pedid lo que queráis y os dejo que leáis el artículo.

Emily estaba callada. Su mirada se había apagado de pronto. Oh, no. La miré a los ojos y, para sacarle una sonrisa, le di un beso esquimal. Eso siempre funcionaba y funcionó en aquella ocasión. Una sonrisa magnífica le iluminó la mirada y aquel episodio de miedo se esfumó de su cara. Le acaricié el labio inferior con los dedos.

No sé cuánto tiempo estuvimos así, sumidos en nuestra propia burbuja. Solo sé que un carraspeo nos hizo salir de nuestra pompa.

—Perdona —dije aún más rojo—. ¿Qué vas a tomar, preciosa? —le pregunté a Emily.

Ella pareció pensárselo un poco mientras miraba la carta antes de decir:

—Quiero un batido de oreo. ¿Y tú?

—Otro. Que tengan mucha nata y, si es posible, alguno de esos adornos que siempre ponéis.

—Dalo por sentado. ¿Algo más?

—Sí. Un trozo de tarta red velvet, la especialidad de la casa. Emily no se puede ir de aquí sin probarla. Es la mejor.

La madre de Elli anotó todo en un papel y después de decir un <<oído cocina>>, se metió en la cocina. Llevé a Emily a una de las mesas vacías. Cuando nos sentamos, aproveché el tiempo de espera para leer qué mierda se había escrito de nosotros. El artículo decía:

<<Todo el mundo conoce a la señorita Foster, la hermana menor del gran empresario estadounidense. Esta jovencita de tan solo veintitrés años ha empezado a trabajar en la editorial que dirige Derek Foster y que antes pertenecía a su padre, según nos han informado diversas fuentes. Esta muchacha tan extravagante ha conseguido el empleo por enchufe. De lo contrario, no habría acudido a la empresa familiar y se habría buscado la vida por su cuenta.

Hace unos meses lo sospechábamos y hoy podemos decir que sí, Emily Foster está viviendo un amorío con un hombre que también trabaja en esa editorial. Dicho hombre se llama Landon Brooks, proveniente de Phoenix, Arizona. A esta pintoresca pareja se la ha visto pasear por las calles de Nueva York. ¿Será que van muy en serio? Se sospecha que ya viven en el mismo apartamento.

Desde que esta extraña mujer rompió con el señor Gabriel, no se la había vuelto a ver tan apegada a un hombre. Las muestras de cariño y las fotos adjuntas a este artículo confirman que la relación de ambos es ya muy profunda. La complicidad que hay entre ellos y las miraditas que se dan lo confirman. Acaba de formarse una nueva pareja.

¿Será un amor de pasada, un rollo pasajero, o el comienzo de una ardiente historia de amor? Recordemos que no solemos ver mucho a Emily en la prensa. Sin embargo, nos parecía esta una buena noticia y queríamos ser los primeros en compartir la primicia. ¿Qué opináis vosotros acerca de ellos? ¿Sois #TeamLandly?

A continuación, podéis ver las fotografías de ellos dos tomadas en las calles de Nueva York. ¿No creéis que hacen una buena pareja?>>

Un silencio un tanto perturbador nos envolvió mientras leíamos el artículo. Lo leí y lo releí varias veces. ¿Estábamos tontos? No me jodas. Cuando Elli decía que sentía agobio de la prensa no la tomé muy en serio. ¿En qué momento nos habían tomado esas fotos? En una de ellas aparecíamos en la Quinta Avenida y en otra, saliendo de un restaurante que había a unas manzanas de allí. Recordé ese día. Había sido hacía una semana, creo. Habíamos salido a almorzar un sábado aprovechando el buen tiempo que hacía. Después de comer dimos un paseo por la Quinta Avenida, entrando a alguna tienda y poniendo los ojos en blanco al ver los precios tan desorbitados de los productos más simples. Había sido una buena cita, una de las tantas que habíamos tenido. Habíamos acabado en Central Park, como bien se veía en otra imagen. ¡Qué perturbador! Me pregunté si en ese mismo momento nos estarían acechando, si la prensa sabría el altercado de la alergia de Elli. Sospechaba que no. De lo contrario, nos estarían acosando con preguntas incómodas, estaba seguro de ello.

—Estás muy callado —musitó Emily con la mirada apagada.

Levanté la vista de la revista y la observé. Parecía triste y preocupada. Arrugué el ceño. ¿A qué venía aquello?

—Estoy... sin palabras —dije. Era cierto. No sabía qué decir.

—Lo siento —murmuró alejando la mirada de mí. Oh, no.

La tomé de las manos y le di un suave apretón. Sus ojos, esos iris tan bonitos y únicos, se clavaron en los míos. Estaban vidriosos y sospechaba que si decía algo inapropiado la pobre se echaría a llorar y yo no quería eso. Se me rompía el corazón cuando la veía sufrir, más cuando lloraba. No estaba muy acostumbrado a consolar a mujeres.

—Emily, ¿qué pasa?

Ella negó con la cabeza y apretó los labios.

—¿Es por el artículo? ¿Ha sido eso? —seguí indagando. Tenía que ser eso. Se había apagado a medida que lo leía—. Ven aquí.

Tiré de ella. Coloqué su silla junto a la mía y la envolví entre mis brazos. Ella enterró la cara en mi cuello y al instante sentí cómo se humedecía por sus lágrimas. Estaba llorando. ¡Llorando! Joder. Volví a leer el artículo para saber qué podría haberla molestado tanto.

—La gente piensa que solo por se hija de un hombre rico consigo las cosas por enchufe —hipaba ella.

Le recorrí la espalda con los dedos con mimo mientras le susurraba al oído palabras tranquilizadoras. Recordaba perfectamente haber mantenido una conversación similar meses atrás. Aquello era algo que la molestaba muchísimo y era comprensible. Las personas criticaban sus logros porque pensaban que todo se lo habían dado en bandeja cuando ella se lo había tenido que currar para estar en donde estaba. Vivíamos en un mundo cruel y sin sentido.

Cuando noté que se había tranquilizado, la aparté de mí y le enjugué las pocas lágrimas que rodaban por su mejilla. Le di un beso tierno en cada párpado, otro en la mejilla y otro en la punta de la nariz que le sacó una pequeña risita que provocó un aleteo en mi corazón.

—¿Qué importa lo que la gente crea?

Ella apretó los labios de nuevo.

—Siempre he sido la niña rica, la niña mimada y consentida que lo tiene todo para la prensa. Estoy harta, cansada de ellos. ¿No ven que todos los gastos corren de mi parte? ¿Que no tengo una mansión ni un apartamento lujoso? ¿Dónde se quedan mis logros?

La apoyé contra mi pecho y le acaricié el brazo de arriba a abajo. Le di un beso en la coronilla.

—Yo siempre he sido el hijo de un hombre que fue abandonado por su mujer, un fracasado a ojos de los demás. Todos sentían pena por mí, porque la que es mi madre me había abandonado. ¿Sabes? Al principio la buscaba entre la multitud, pensando que quizás sería un error, que no nos había dejado. Con el tiempo me di cuenta que jamás volvería.

<<La gente es cruel por naturaleza y tiende a criticar aquello que desconoce. Mi padre a ojos de los demás era un fracasado. Para mí es un héroe. Logró salir adelante con tres niños pequeños y darnos una vida digna y una buena educación, logró salir de la espiral de mierda en la que se había sumido tras la pérdida de su mujer. Pero a ojos de las personas él sigue siendo un fracasado, incluso a día de hoy.

<<No debes preocuparte por el qué dirán. Pasa de ellos. Que crean lo que quieran y que eso no te afecte. Ese es el secreto de la felicidad.

Emily me miraba con una sonrisa pintada en esa boca tan apetecible.

—Vaya, tu consejo parece sacada de un manual de autoayuda o de una galleta china —se burló.

Reí y ella conmigo. Era muy buena señal. Parecía que la tristeza ya había sido sustituida por aquella felicidad. Mejor.

Nos quedamos así, disfrutando en silencio de la compañía del otro hasta que Marian vino con lo que habíamos pedido.

—Aquí tenéis: dos batidos de oreo con mucha nata y un trozo de tarta —dijo ella depositando todo en la mesa—. Os he añadido un trozo de tarta de chocolate y frutos del bosque como extra, que sé que es la favorita de este hombrecito. —Y volvió a pellizcarme la mejilla. A ese paso me quedaría sin ella.

Emily rió por la muestra de afecto de la mujer.

—¡Muchas gracias!

—Espero que os guste.

Cuando la mujer se alejó, empezamos a devorar todo con ansia. Estaba delicioso. De vez en cuando le daba pedazos de tarta en la boca y ella, riendo, me imitaba. En un momento dado, un poco de nata se le quedó pegado en los labios y, antes de que pudiera limpiarse, le di un beso.

—Mmm... Mi sabor favorito. —Le guiñé un ojo con descaro y ella se puso roja.

Reí y disfruté al máximo aquella salida. Porque todas y cada una de ellas eran especiales y únicas como lo era mi chica.

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Nota de autora:

¡Feliz lunes, mis enredados y enredadas!

He aquí un capítulo largo y lleno de emociones. ¿Qué os ha parecido? Repasemos:

1. Conversación entre Landon y Elli.

2. Derek en modo hermano mayor celoso.

3. Visita a los padres de Elli.

4. El artículo.

5. ¿Sois #TeamLandly?

Espero que este capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos! Un beso enorme.

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