Capítulo 21
Capítulo 21
Landon:
—¿Estás lista?
—¿Todavía estoy a tiempo para fingir una gripe?
Sonreí. Aquel lunes, tras llevar más de dos semanas saliendo en secreto, habíamos decidido dar el paso y contarle al mundo que éramos pareja. Emily estaba a mi lado temblando. Miraba a la gente entrar con los nervios a flor de piel. Se mordisqueaba el labio inferior con tanta intensidad que tuve que pedirle que parara. El día anterior hizo lo mismo y se hizo una pequeña herida que la hizo sangrar.
Agarré su mano con fuerza. Quería transmitirle tranquilidad y confianza.
—No te preocupes, todo saldrá bien.
Ella frunció el ceño mientras observaba a la gente entrar ajena a nosotros. Estaba tan preocupada por el qué dirán que no se estaba dando cuenta de que lo importante no era eso; éramos nosotros. No nos debía importar las opiniones ajenas e insustanciales.
Hinchó el pecho y dio una gran bocanada de aire en busca de valor.
—Vale. Estoy lista.
Entrelacé nuestros dedos y tiré de ella dentro del edificio. Saludamos a Anna con una sonrisa y continuamos con nuestro recorrido hasta los ascensores. Muchos de nuestros compañeros estaban allí, esperando a que uno de ellos los llevase a su puesto de trabajo. Mientras esperábamos, observé a Emily sin disimulo. Hoy iba muy guapa, como siempre. Se había recogido aquel pelo oscuro de infarto en un moño tirante. El vestido que llevaba, de un color vino tinto, le resaltaba cada una de sus curvas. Había bordado el conjunto con un abrigo del mismo color, llamativo. Muy pocas veces la veía así y las pocas veces que se lanzaba y llevaba ropa llamativa me encantaban.
—Sabes que si sacas una foto, durará más, ¿verdad? —se burló esbozando una sonrisa de lado. Me encantaba cuando su lado más payaso salía a flote. Su sentido del humor me atraía mucho, era todo lo que buscaba en una mujer: alguien que incluso en los días tristes me hiciese reír.
—Pero qué listilla eres. —Le saqué la lengua de manera juguetona y, en respuesta, ella me guiñó un ojo.
El viaje en los ascensores fue un poco incómodo. A parte de que iba a rebosar y de que apenas había espacio personal, sentirla tan cerca puso todos mis sentidos alerta. Emily estaba apretujada contra mi cuerpo y sus pechos se rozaban sin querer contra mi pecho. Eso en parte me estaba poniendo cachondo y no quería, joder. Bastante había tenido que aguantar que aquella misma mañana me despertara más empalmado que en toda mi vida tras haber soñado con ella, con le hacía el amor en una playa.
Quería darle su espacio. Sabía que ella era virgen y yo quería ir despacio. No quería precipitar las cosas. Lo haríamos cuando ella estuviese preparada. Yo podría esperar. Además, el sexo no lo era todo. Cada vez que me besaba, me sentía en las nubes. Aquellos labios carnosos eran una invitación a pecar. Había descubierto lo mucho que le gustaba que mordisqueara los lóbulos de sus orejas y me encantaba sentirla temblar cuando lamía aquel lunar que tenía detrás de su oreja izquierda.
Me gustaba que con ella pudiese hablar de cualquier tema sin que pensara que era aburrido. Me encantaba escucharla hablar y ver cómo le brillaban los ojos cada vez que me contaba algo que para ella había sido relevante, como cuando en un entrenamiento estuvo a punto de partir una flecha por la mitad.
Llegamos a su piso y nuestras miradas chocaron. Me pasé una mano por el pelo indeciso. ¿Qué hacía: la besaba o no? Quiero decir, por supuesto que quería darle un beso (¿quién no querría); pero, ¿ella lo deseaba? ¿Estaba lista para dar muestras de afecto en público?
Al final no la besé. Le dije un <<Hasta luego>> mientras le pellizcaba la mejilla con ternura, un gesto que aquellas dos semanas se estaba haciendo costumbre en mí.
En seguida la perdí de vista y pronto me vi centrado de lleno en mi trabajo. La jornada fue estresante e intensa. Tuve que reunirme con los jefes de cada subdepartamento para ponerme al día de todos los avances. Estuvimos inmersos más de dos horas mientras me contaban todo lo relacionado con las traducciones. Era de vital importancia que los encargados del idioma francés dieran lo mejor de sí mismos. Hacía apenas unas semanas se nos había encargado la traducción de un autor superventas francés. El libro lo estaba petando en Francia, por lo que Derek nos dio el visto bueno para empezar con la traducción cuanto antes.
—Quiero un informe con todos los avances para finales de esta semana —le pedí a Jeff, el encargado de aquel subdepartamento.
—Eso está hecho.
A eso de las doce di por terminada la reunión y, antes de ponerme de nuevo al lío, bajé a la cafetería a por un café bien cargado. Lo necesitaba si quería afrontar las horas que quedaban. Después de haber pasado todo el domingo sin hacer nada, acurrucado en el sofá con Emily mientras veíamos una serie en bucle, volver a la rutina se me hacía costoso. Lo único que quería era estar con ella. ¿Qué estaría haciendo? ¿Estaría pensando en mí de la misma forma que yo pensaba en ella?
Había pedido ya mi café y estaba esperando a que el camarero me lo sirviera cuando sentí la presencia de una mujer justo a mi lado. Un escalofrío me recorrió la espina dorsal en cuanto la identifiqué: Mackenzie. Aquella pesada me había estado acosando durante los días anteriores, coqueteando conmigo siempre que podía. Emily no sabía nada al respecto y esperaba que no se enterara nunca. Lo que menos quería era que se preocupara o que, en cambio, sintiera miedo de que la traicionase.
—¿Qué quieres? —Ni siquiera la saludé. Fui directo al grano. Mi tono de voz fue brusco y frío. Aquella mujer me causaba inquietud. Me recordaba en cierta manera a Ingrid. A todo esto, ella llevaba una semana sospechosamente callada. Debería estar alerta por si sucedía algún altercado. Ahora que Elli estaba embaraza y más suelta, ¿quién sabía lo que podría ocurrir?
—Sabes que no eres el rey del universo, ¿verdad? —respondió con un deje de ironía.
Sonreí con falsedad.
—Teniendo en cuenta que llevas más de una semana detrás de mí, no sé qué pensar.
Ella se encogió de hombros.
—Yo solo voy a por lo que quiero y, ¿sabes?, te quiero a ti —susurró eso último con los ojos azules llenos de intención.
Puse los ojos en blanco. Lo que me faltaba por escuchar.
—Mira, Mackenzie, eres una mujer estupenda, pero no eres mi tipo —dije con el mayor tacto posible. Ese tipo de cosas siempre se me habían dado mal y temía lastimarla. Que en mi adolescencia fuera un cabrón no implica que en ese momento lo fuera, ni de lejos. Mis años de mujeriego estaban enterrados en el pasado. Ahora solo era hombre de una sola mujer.
La mirada de aquella morenaza me puso la carne de gallina. Miedo me daba lo que saldría de aquella boquita.
—¿Cuál es tu tipo de mujer? ¿Los bichos raros?
Abrí los ojos por la sorpresa. ¿Cómo lo sabría? Si habíamos sido muy cuidadosos. No habíamos mostrado ningún afecto en público, menos en la editorial. ¿Cómo se habría enterado?
—¿Cómo...?
Una sonrisa diabólica se dibujó en sus labios. Parecía el mismísimo demonio hecho mujer.
—¿Acaso crees que no me he dado cuenta de cómo la miras? —Suspiró con desespero—. Tío, tienes muy mal gusto para las mujeres. ¿Qué le has podido ver a eso? No tiene nada de atractivo ese intento de mujer. Deberías fijarte más bien en mujeres que sí estén a tu altura.
Solté una carcajada amarga.
—¿Te refieres a mujeres como tú?
Movió la cabeza arriba y abajo con petulancia.
—Puede ser. Mujeres guapas y sexys, no como ella. Estoy segura de que es tan aburrida y que tiene tan poca gracia como en el pasado.
Me crucé de brazos y alcé una ceja. Era mi turno de atacar y defender a la mujer más buena y guapa que había tenido la oportunidad de conocer.
—No, gracias. Gracias por la oferta, pero paso. No eres mi tipo. No me gustan las personas que se creen superiores a las demás, que creen tener el mundo bajo sus pies. No quiero a una chica superficial. Las prefiero con personalidad y no intento barato de la Barbie. Hazte un favor y deja de ponerte en ridículo. Deja a Emily en paz.
Soltó una risa gutural propia del mismísimo rey de los demonios.
—Ni de coña. He venido aquí para ponérselo difícil.
Me acerqué peligrosamente a ella. Sus ojos y los míos chocaron en una mirada fulminante.
—Como me entere de que le has tocado un solo pelo, de que te has burlado de ella, pienso hacerte la vida imposible.
Y, cogiendo mi humeante café, la dejé allí, de pie, con la palabra en la boca.
. . .
Aquel mismo día, a la hora del almuerzo, casi me estampo con Emily. Los dos salíamos de los ascensores al mismo tiempo y, cuando iba a entrar en la zona del comedor, por poco no me como su espalda al pararse de golpe. Estuve tentado de posarle un brazo en la cadera y estamparle un beso en el cuello. Me encantaba sentir cómo su pulso se volvía loco solo con el contacto de mis labios.
Lo que sí hice fue agarrarle el brazo. Al sentirme, ella giró la cabeza a un lado, un tanto tensa, pero al verme se relajó. Una sonrisa se extendió por toda su cara y al instante sentí que la estancia estaba más iluminada. Era como si el sol se hubiese posado tras ella. Joder, estaba pillado por ella hasta las trancas.
—Ey, debes tener más cuidado —la saludé imitando su gesto—. He estado a punto de arrollarte.
Se puso un poco roja, de esa manera tan adorable.
—Lo siento. Iba distraída.
Reí.
—¿Cuándo no lo estás? —la vacilé yo.
Ella me sacó la lengua de manera juguetona y fue así, en ese ambiente tan relajado, cómo llegamos hasta la mesa en la que solíamos almorzar cargados con nuestra comida. Nuestros amigos ya estaban allí, sentados en la mesa y conversando animadamente; Derek y Elli también estaban. Antes de llegar del todo, la paré y volví a ponerme serio.
—¿Estás lista? —reiteré la misma pregunta que le había hecho aquella misma mañana.
Emily se puso algo pálida por los nervios y su labio inferior empezó a temblar. ¡Oh, no! ¿Se estaría echando para atrás? Esperaba que no. Lo único que deseaba era que el mundo supiera lo loco que estaba por ella.
Tomó una gran bocanada de aire y se echó el pelo (que ahora llevaba suelto) hacia un lado.
—Dame un segundo.
Le tomé la cara entre las manos y le dije:
—No hay prisa, ¿vale? Entiendo que no estés preparada, que no estés lista para decírselo a tu hermano...
Ahora fue ella la que me cogió la cara entre las manos.
—Estoy lista, tontorrón. Solo me pone un poco nerviosa. Temo cómo pueda reaccionar Derek. A veces es tan sobreprotector. ¿Te he contado ya la vez en la que le presenté a Milo, mi compañero de tiro con arco? Derek le hizo al pobre un interrogatorio de tercer grado. No sé cómo sigue siendo mi amigo después de las preguntas comprometedoras que le hizo.
Acaricié su mejilla con ternura.
—Te prometo que no me amedrentaré por lo que pueda decirme Derek. Además, ya lo tengo dominado. —Le guiñé un ojo con complicidad—. Te recuerdo que él es mi jefe.
Ella soltó una risita nerviosa y, acto seguido, tiró de mí hacia la mesa. Por fortuna, ninguno de los presentes se había dado cuenta de nuestro pequeño momento íntimo. Inspiré e inhalé varias veces antes de unirme a mis compañeros. Le di un beso estruendoso en la mejilla a Elli cuando me senté en la mesa, entre ella y Emily. La rubia dio un pequeño bote en el sitio y estuvo a punto de derramar el agua que estaba bebiendo de su botella.
—¡Joder, Landon! —exclamó—. No sé cuántas veces he de decirte que no me hagas esas cosas.
Sonreí con malicia.
—Sabes que me encanta asustarte. Además, te la debía por lo de la semana pasada.
Ella se hizo la inocente cuando todos sabíamos que no lo era.
—No sé de qué me hablas.
Sí, ya. Y yo me chupaba el dedo.
—¿Quizás de la broma que me gastaste? Eres todo un bicho cuando te lo propones. ¿Cómo conseguiste que mi secretaria te dejara pasar?
Su sonrisa se tornó endemoniada.
—Tengo mis contactos. —Y miró a Derek. Ambos se lanzaron una mirada de complicidad.
El martes pasado Elli me dio un susto de muerte. Mi secretaria me dijo que me había llegado un paquete a mi despacho y yo, ingenuo de la vida, quise saber de qué se trataba. Más que nada, porque no había hecho ningún encargo o compra por internet. Así que no veáis el susto que me llevé cuando Elli salió de la caja gritando <<¡Bu>>. Estuve a punto de mearme en los pantalones.
A mi lado, Emily soltó una tremenda carcajada.
—¡Eso se debería haber grabado! Me gustaría haber visto su cara de espanto.
Elli rió con ganas y, de un momento a otro, sacó su teléfono móvil y puso un vídeo. ¡La madre que la parió! Qué cabrona. Lo había grabado todo.
—¿Lo has grabado?
Mi amiga se encogió de hombros con aparente inocencia.
—Tenía que hacerlo. Nunca se saber si algún día me vendrá bien este vídeo.
Joder. Vi cómo todos reían ante mi grito de espanto en el momento en el que Elli salía de la caja chillando y tirándome unas serpentinas. No tenía gracia, oye. Tremendo susto el que me había llevado. Ya decía yo que aquella semana andaba un poco rara. En fin, ten amigos para que te traicionen de esa manera. Vi cómo Emily reía a carcajada limpia, cómo le brillaban los ojos. En un momento dado, sin que nadie la observara, levantó la mirada y me lanzó un guiño con descaro.
—¡No tiene gracia!
—Perdona, pero yo creo que sí la tiene —dijo Connor cuando ya todo el grupo se hubo calmado—. ¿Cómo has caído en algo así?
—No tengo ni idea. Debería de haberlo sospechado al no ver a esta rubia en el almuerzo. —Me volví hacia ella y le sonreí con malicia—. ¿Eres consciente de que ahora yo te la voy a devolver?
—A una mujer embarazada no se le puede hacer nada, ¿verdad, hombreton? —Le lanzó una miradita a su prometido, el que había estado todo el rato en silencio. Eso sí, se había reído con el resto también.
Derek levantó las manos.
—A mí no me mires, bella flor. Eres tú la que se ha metido en este lío y tendrás que ser tú solita la que asuma las consecuencias.
—Y las habrás —añadí—. Pienso aparecer en cualquier lugar y a cualquier hora, cuando menos te los esperes. Yo también tengo mis contactos.
Elli soltó un ruidito muy mono a modo de queja y eso me provocó que una pequeña risita se me escapara de los labios. Le di un suave beso en la frente con cariño.
Se hizo un breve silencio en el que lo único que se oía era el tintineo de los cubiertos. Sentí cómo Emily se iba tensando a medida que pasaba el tiempo. Apenas había probado bocado. Yo también me sentía algo nervioso, pero no tanto como para agobiarme. Le di un un suave apretón en la rodilla y le tiré una sonrisa de ánimo. Vocalicé un <<Es el momento>> y, tras un asentimiento por parte de ella, llamé la atención de nuestros amigos. Era el momento de decirles lo nuestro.
—Chicos, Emily y yo tenemos algo que deciros —empecé a decir. Le tomé la mano y entrelacé nuestros dedos. Me pareció que ese simple gesto la relajó y liberó parte de esa tensión que parecía haberse adueñado de ella.
Todas las miradas estaban puestas en nosotros, atentas ante nuestras palabras. No sé por qué la mirada de Elli me causó escalofríos y por un momento sospeché que ella ya sabía lo nuestro. Tenía mucho sentido. La muy condenada tenía un sexto sentido de la hostia y sabía adivinar muy bien los hechos.
—Veréis —agregué—, hace un tiempo que Emily y yo compartimos piso, pero desde antes nos hemos sentido atraídos el uno por el otro y...
—¡Lo sabía! —exclamó Elli—. Me debéis todos treinta dólares.
La miré con sorpresa. ¿Qué sabía o creía saber? A veces su sexto sentido me daba un miedo de la hostia.
—Oh, vamos, no me mires así, Landon —continuó hablando ella—. Se os notaba a los dos. Además, cierta personita me contó algo al respecto hace un tiempo. —Le lanzó una miradita a Emily, la que tenía la cabeza gacha. Estaba seguro de que se habría puesto roja como un tomate.
El resto se había quedado patidifuso. Nos miraban con la boca abierta, aunque pronto una sonrisa se extendió por su cara.
—¡Enhorabuena a los dos! —corearon y nos dieron un abrazo a cada uno.
—¿Desde cuándo lleváis saliendo? —preguntó Luke con curiosidad.
Por fin Emily volvió a alzar la mirada y la clavó en él. Sonreía llena de dicha. Parecía relajada. Mejor. No había por qué estar tensos.
—Dos semanas —le respondió sin borrar el gesto—. No os lo hemos dicho antes porque estábamos probando primero.
Luke y Connor me dieron una palmadita en el hombro.
—Ese es mi amigo. Te llevas un buen partido.
Derek estaba sospechosamente callado y su silencio me daba miedo. Era un hombre imponente y una de las razones que me llevaron a reprimirme fue que Emily era su hermana pequeña. Temía su reacción. Estaba serio, demasiado. Un escalofrío me recorrió por entero cuando sus ojos, verdes como las esmeraldas, se clavaron en mí. Echó la silla hacia atrás con un ruido estruendoso. Todas las miradas se clavaron en él, incluida la de mi amiga. Ella lo miraba con la preocupación reflejada en sus ojos.
—¿Estás bien, hombretón?
Él a modo de respuesta le dio un dulce beso en los labios y acarició con ternura su vientre aún plano.
—No te preocupes —habló él, serio. Acto seguido, volvió a mirarme y apretó la mandíbula—. Si me disculpáis, Landon y yo tenemos que hablar.
Tragué saliva con fuerza. Mierda. Sentí un sudor frío recorrerme la espalda. Me acojonaba lo que tendría que decirme, aunque sospechaba por dónde iban los tiros. Conociéndolo, me soltaría una charla de hermano mayor.
Asentí levemente con la cabeza y me levanté. Emily me miró preocupada, pero yo forcé una sonrisa. No quería que se sintiera así.
—Derek, no lo hagas, por favor —le suplicó su hermana.
Pero él no le hizo ni caso. Se limitó a caminar hacia los ascensores y yo lo seguí. Me guió en silencio hasta su despacho. Volví a tragar con fuerza. Cuando Derek se ponía en modo mandón, daba un miedo que te cagas. Por un momento temí por mi vida. A veces era tan serio que se te olvidaba lo majo que era.
Cuando se sentó en la silla, un silencio ensordecedor nos inundó. Sentí sus ojos clavos en mí, como si quisiera perforarme la cabeza solo con la mirada. Tenía el pulso a mil. ¿Qué se le estaría pasando por la cabeza a aquel hombre? Solo esperaba no cagarla por mi bien. Lo peor de todo es que estuvo callado durante varios minutos eternos y yo, pasado un tiempo, solté con desespero e incomodidad:
—¿Por qué me has traído aquí?
Silencio. Más silencio. Se quedó esperando por lo menos otros cinco minutos y yo, mientras tanto, no paraba de revolverme en el sitio. Me pasaba las manos por el pelo con nerviosismo e intentaba calmarme pensando que él no me haría nada porque era mi amigo.
Cuando por fin habló, sentí que el aire llenaba de nuevo mis pulmones.
—¿Sabes por qué estás aquí?
Negué con la cabeza.
—No.
Él se puso cómodo. Un brillo macabro se instaló en sus ojos y eso me puso más en alerta.
—Así que estás saliendo con mi hermana —dijo él con simpleza. Sus ojos adquirieron un brillo grotesco—. Pero qué calladito lo tenías, cabrón.
Me puse en estado de alerta.
—¿Qué hay de malo en ello? Emily es una chica fantástica.
Derek se inclinó hacia delante y me clavó los ojos. Le desafié con la mirada. No me iba a amedrentar, no con alguien como él. Era ahora o nunca. Debía demostrarle que lo mío era algo serio, no un rollo de una noche.
—Mira, Emily es una chica que ya ha sufrido bastante. No quiero que ningún imbécil le haga daño.
Me sentí ofendido.
—¿Acaso estás insinuando que solo la quiero para un revolcón? Porque no es así. Sabes que no soy un gilipollas y lo que yo busco es algo serio. Además, tu hermana es una mujer increíble. ¿Quién no querría salir con ella?
De pronto y sorprendiéndome de lleno, Derek se puso de pie y se acercó a mí de manera peligrosa. Yo hice lo mismo y volví a desafiarle con la mirada. Si pretendía que mostrara mi debilidad, no lo estaba consiguiendo. Lucharía por ella, porque lo merecía. Era una chica fantástica. ¿Quién sería el energúmeno que intentaría romperle el corazón con lo buena que era? Solo se merecía lo mejor.
—Te lo advierto, Landon. Me da igual que seas el mejor amigo de Elli. Como le rompas el corazón a mi hermana, como la hagas llorar —me amenazó. Su voz me dio escalofríos—, te juro que iré allá donde tú estés y te partiré los huevos en dos. Con la princesa de la casa nadie se mete. ¿Está claro?
Tragué saliva con fuerza. Joder, Derek cuando se las ingeniaba daba un miedo que te cagas.
—Más claro que el agua.
Y de un momento a otro, volviéndome a dejar patidifuso, Derek sonrió y sus rasgos se suavizaron. Pasó de dar pavor a parecer un tío muy majo.
—En ese caso, bienvenido a la familia.
Me dio un par de palmaditas en la espalda con toda la tranquilidad del mundo, como si aquel episodio no hubiese pasado. Pero yo estaba tan asombrado que me había quedado helado y tardé un poco en salir de ese estado.
Cuando volvimos a reunirnos con los demás, Emily me animó a sentarme a su lado y me regaló una sonrisa genuina, una sonrisa que alejó todos el miedo que había sentido con la amenaza de su hermano.
Ella me dio un suave beso en la mejilla con ternura y, cuando nos separamos, me encontré con la mirada amenazadora de Derek. Él no debía preocuparse, yo jamás la haría daño de manera intencionada. Era una de las mujeres que más apreciaba en el mundo. Me prometí mentalmente que me encargaría de ser el causante de todas sus sonrisas.
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Nota de autora:
¡Feliz lunes, mis enredados y enredadas!
No os podéis quejar, eh. Es un capítulo largo. Veamos qué ha pasado. Repasemos:
1. Emily está nerviosa sacar a la luz su relación con Landon.
2. Mackenzie tocando las narices y acosando a Landon.
3. La broma de Elli.
4. La confesión a sus amigos.
5. La amenaza de Derek.
6. Landon luchará por el amor de Emily.
Espero que el capítulo de hoy os haya gustado. ¡Nos vemos el lunes! Un beso enorme.
Mis redes:
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