Capítulo 20
Capítulo 20
Emily:
Nunca hubiese pensado que aquella tarde, tras la sesión de compras a la que Elli me obligó a ir, me encontraría con que Landon había organizado aquella cita. Por Dios, ese hombre era todo un bombón de chocolate. Las palabras que me dijo provocaron que una parte de mí se emocionara y esos besos que me dio me desarmaron por completo.
Aquel mes había intentado entender la confusión que reinaba en mi mente. De lo que me había dado cuenta era de que le quería. El no verle y apenas dirigirle la palabras me había provocado un dolor en mi pecho. Fue la decisión más tonta e infantil que había tomado. Aquel mes había sido todo un calvario para mí en lo que se refería a lo emocional. Por un lado, quería estar con él, quería besarlo y olvidarme de todo cuando sus manos tocaban mi cuerpo. No obstante, otra parte me decía que volvería a salir herida y me gritaba que huyera.
No podía huir de lo que sentía. Era mucho más fuerte que aquel miedo irracional.
Cuando le vi allí, vestido de aquella manera tan irresistible y tentadora, cuando me besó y me dijo aquellas palabras tan bonitas... Me conquistó y supe que él jamás me haría daño, no de manera intencionada. Él no buscaba de mí un solo revolcón; él quería conocerme y ser mi compañero. Lo supe porque en aquel tiempo me dio mi espacio y no insistió ni forzó la situación. Fue paciente y esperó todo el tiempo que creía conveniente.
Di media vuelta en la cama sin poder dormir. Mi cabeza era un hervidero de pensamientos y el culpable era la persona que dormía en frente. Tras nuestra sesión de besos y nuestra cena romántica, Landon había insistido en dar un paseo por los alrededores y, después, en casa, conversamos hasta casi la medianoche. Ahora yo era incapaz de conciliar el sueño. Lo único que quería era recorrer la poca distancia que nos separaba y darle un buen beso.
Di otra vuelta y me quedé de cara al techo. Solo esperaba que las cosas no fueran demasiado rápido y que no se cansara de mí. Sabía lo aburrida que podía llegar a ser.
Al final, como no podía pegar ojo, me levanté de la cama y fui a la cocina a por un vaso de agua. Encendí la luz y, tras coger el vaso, me serví un poco de agua. De pronto, sentí unas manos enroscándose en mi cintura y por un momento me tensé. Pero cuando la calidez de aquel pecho me inundó y aquel aroma tan conocido llenó mis fosas nasales, me relajé por completo y una sonrisa tonta se dibujó en mis labios.
Me giré entre sus brazos. Estaba en pijama. Landon dormía sin camiseta a pesar de que fuera hiciera un frío de la hostia. El calor que desprendía su cuerpo era como un imán para mí.
—¿No puedes dormir? —susurró él.
Negué con la cabeza.
—Qué va. ¿Y tú?
Imitó mi gesto.
—Tampoco.
Nos quedamos en silencio. Era plenamente consciente del contacto de sus manos en mi cintura y eso provocó que mi pulso se empezara a acelerar. No había ni rastro de vello en su pecho. Parecía que se ejercitaba muy a menudo y eso me gustó. Cómo me gustaría recorrer aquella tableta con los dedos deleitándome con su tacto.
—¿Te gustan las vistas, preciosa?
Volví a subir a su rostro. Una sonrisa torcida me dio la bienvenida. Le guiñé un ojo con descaro.
—Por supuesto —solté con todo el desparpajo del mundo—. Estás para comerte.
—Gracias por alimentar mi ego —bromeó.
—Alguien tendrá que hacerlo.
Reímos totalmente relajados, aunque cuando sus manos se posaron en mi mejilla de repente, me puse en alerta. Sentí que todo el calor de mi cuerpo se concentraba en el punto exacto en el que sus dedos hacían contacto con mi piel.
—¿Puedo darte un beso? —susurró muy cerca de mí. Su aliento cálido me calentó la piel.
Sonreí. Landon era tan bobo a veces.
—No tienes que pedir permiso.
Dicho y hecho. Su boca empezó a devorar la mía con devoción. Sus labios se movían bajo los míos a un ritmo lento, sin prisa. No la había. Yo me abandoné al beso y enrosqué las manos en su pelo para atraerlo más a mí. Quería sentirlo lo más cerca posible. Jadeé cuando empezó a darme mordisquitos en el labio inferior y cuando su boca mordisqueó el lóbulo de mi oreja. Fue tan sensual que me recorrió un sensación de placer de pies a cabeza.
Le volví a besar con frenesí, sin vergüenza alguna. Landon hizo que enroscara los pies en su cadera y me subió sobre la encimera. Mis manos recorrieron su pecho con deleite. Era suave bajo mi piel.
—Eso es... —jadeó él separándose de mí por unos instantes—. Tócame todo lo que quieras.
Me puse roja por el doble sentido de sus palabras y, cuando lo miré, supe por el brillo travieso de su mirada que lo había hecho a propósito.
Recorrí sus brazos musculosos con deleite. Acaricié cada trozo de piel expuesta. Bendito sea Landon y su manía de dormir sin camiseta. Llegué hasta los abdominales. Me encantaba ver cómo la respiración se le entrecortaba a medida que mis dedos seguían acariciándole.
Volví a besarle una y otra y otra vez y él volvió a besarme una y otra y otra vez. Nos besamos hasta que nuestros corazones amenazaban con salírsenos del pecho. Nos besamos hasta el cansancio, hasta casi desgastar nuestros labios.
. . .
Apenas pegué ojo aquella noche, más tras nuestra sesión nocturna de besos. Sentía cómo mi corazón danzaba contento dentro de mi pecho, cómo un mar de esperanza y amor me recorría por entero. Landon me daba la confianza suficiente como para confiar en él al completo, sin tapujos. Me sentía como una adolescente enamorada, con las hormonas revolucionadas. Aunque, si lo pensaba mejor, ¿quién no se sentiría así después de lo que había pasado no solo la tarde anterior? Esos besos que él me había dado, la manera en la que me había tocado como si fuese lo más preciado que tenía, me habían hecho sentir deseada y amada.
La mañana siguiente, al ser consciente de no dormiría mucho más, me levanté temprano. Era sábado, pero no me importó que apenas fueran las ocho cuando dejé la calidez de las sábanas. Había sido tantas las emociones vividas que sentía la adrenalina disparada. Como para no, oye. No me extrañaba que me sintiese en las nubes. Landon sí que sabía besar bien, sabía dónde debía tocarme exactamente para hacerme perder la cordura.
Me puse unos pantalones de yoga y una camiseta vieja y, tras desayunar, me puse a hacer mis ejercicios de elasticidad. Puse un programa en la televisión que había grabado aquella semana y, mientras se emitía, fui haciendo distintos ejercicios. La V, la pinza sentada, la mariposa... Así fue cómo se me fue pasando el tiempo, entre postura y postura. En un momento dado, estando haciendo la parada de codos, escuché unos pasos en el pasillo y, segundos después, un Landon medio adormilado entró en la sala.
—Buenos dí... —Pero se quedó mudo al verme en aquella posición. Tenía la cabeza echada hacia delante para poder ver la televisión.
Me apoyé en mis manos e hice una remontada para poder ponerme de pie de nuevo. Tenía la respiración agitada por el ejercicio y la cara llena de sudor. Cuando miré la hora, me sorprendió ver que habían pasado casi dos horas desde que había comenzado.
—Buenos días. ¿Has dormido bien? —le saludé con energía volviéndome hacia él. Fue adorable verlo mudo, congelado en el sitio. Me miró de arriba a abajo como si no se creyese que yo hubiera hecho lo que había estado haciendo. Solté una carcajada.
—Eres toda una caja de sorpresas —soltó al fin tras minutos de silencio. Dio un par de pasos hacia delante, acercándose a mí, y, cuando me tuvo a su altura, bajó la mirada y me dio un tierno beso en los labios sin importarle lo sudada que estaba—. Me gusta cada día descubrir de ti cosas nuevas.
Ay, sus palabras me derritieron. ¿Estaba sonriendo como una boba? Muy probablemente.
Enrosqué mis manos en su cuello y le di un pico en los labios. Sus manos estaban en mi espalda, acariciándola con suavidad y ternura.
—De pequeña —le empecé a explicar— mis padres me apuntaron a gimnasia artística. Creían que eso me ayudaría a integrarme y que, al mismo tiempo, inculcaría en mí un estilo de vida saludable. Recuerdo que de pequeña me encantaba aprender trucos difíciles. Pero, a medida que iba pasando el tiempo, esa pasión, esa llama, se fue extinguiendo. Fui dándome cuenta de cuál era mi verdadera pasión y la gimnasia no estaba dentro de mis planes. Decidí dejarlo a los quince años, si bien todavía hoy me gusta hacer algún que otro ejercicio por las mañanas. Me gusta mantener la elasticidad de antaño si bien soy consciente de que he perdido gran parte de mi técnica.
Sus dedos pasaron de estar en mi espalda a estar recorriéndome la mejilla. Su mirada estaba fija en la mía, atento a mis palabras, como si lo que tuviese que decir fuera lo más importante del universo.
—Cuéntame más cosas sobre ti —declaró.
Solté una risita nerviosa. Landon tiró de mí y nos llevó al sofá. Se sentó conmigo en su regazo y enredó los dedos en los mechones de mi cabello.
—¿Qué más cosas quieres saber? Mi vida no es tan interesante.
Sus ojos azules estaban cargados de intensidad cuando de sus labios brotaron las palabras:
—Todo. Lo quiero saber todo de ti. Tus gustos, tus miedos, tus cualidades, tus defectos...
Le di un beso en la punta de la nariz y aquel gesto provocó que las comisuras de sus labios tiraran hacia arriba. Estaba tan relajado, no como el Landon que veía entre semana. Este me gustaba más.
Recargué mi cabeza contra su hombro disfrutando de la suave caricia que me proporcionaban sus dedos sobre mi piel. Por un momento, cerré los ojos y dejé que el cosquilleo que me provocaba me transportara a otro lugar, a mi paraíso personal. Era tan agradable estar así de tranquilos, sin ningún problema de por media y nadie que nos molestara.
—Mi vida es tan aburrida —musité aún con los ojos cerrados.
—La mía sí que lo es —dijo él bufando—. He vivido toda mi vida en Phoenix para después ir a la Universidad Estatal de Arizona. De pequeño fui bastante empollón. Me gustaba leer y estudiar, sobre todo los idiomas. En el instituto sufrí mi etapa adolescente. No fui popular, pero tampoco se me llegó a catalogar como un empollón. En la universidad conocí a Elli y a Nora. Conocerlas ha sido lo mejor que me ha dado la vida, si bien en la etapa en la que las conocí me comportaba como un completo gilipollas. Te seré sincero, hubo un momento en el que creí estar enamorado de mi mejor amiga, pero, con el tiempo, nos dimos cuenta de que lo nuestro era una buena amistad.
Uf, qué intenso. Abrí los ojos en mitad de su relato y lo miré con avidez, con ganas de seguir sabiendo más cosas sobre él.
—Vaya, no tenía ni idea de eso. Si te soy sincera, he oído rumores acerca de que Elli y tú sois muy cercanos y que, de ella no estar con mi hermano, sería muy probable que estuvieseis juntos —confesé con sinceridad. Aquellos rumores llegaron a mis oídos los primeros días en FosterWords.
Puso los ojos en blanco.
—La gente de la editorial no tiene vida social. Se inventan unas cosas. Hubo un tiempo en el que se creía que ella y yo éramos follamigos solo por el simple hecho de que pasábamos mucho tiempo juntos. ¿Acaso un hombre y una mujer no pueden ser solo amigos sin que la gente piense que hay sentimientos de por medio? Es tan frustrante.
Landon se pasó las manos por aquel cabello que tan loca me volvía y tiró de él con fuerza.
—Más, quiero saber más.
Una sonrisa torcida se instaló en sus labios.
—Es tu turno, preciosa. Ahora debes contarme algo sobre ti. ¿Qué te parece? Tú me cuentas algo y luego yo.
Esbocé una sonrisita.
—¡Qué listitllo que eres! —exclamé poniéndome derecha. Le di un suave golpe juguetón en su brazo—. Está bien. Te contaré algunas cositas sobre mí. —Crucé una pierna sobre la otra y jugueteé con el dobladillo de mi camiseta extragrande—. He vivido siempre en Nueva York. Soy la pequeña de la familia y, por eso, papá y Derek me han mimado en todo. Derek siempre me ha protegido de las personas que intentaban herirme, aunque no pudo evitar el acoso que viví en la secundaría.
A mi mente vinieron los recuerdos de antaño, los días de sufrimiento, el tener que aguantar las constantes burlas y bromas pesadas. Recordé los motes crueles que me ponían los compañeros y las noches que pasaba encerrada en mi habitación llorando. Fue la peor etapa de mi vida y tener en la empresa a Mackenzie, la chica que más tortura me había infringido, me ponía en parte nerviosa. Lo que menos deseaba era volver a sufrirlo. Había aprendido a defenderme, a luchar por las injusticias, pero ¿sería eso suficiente como pararlo?
La mano de Landon acarició mi mejilla y de nuevo volví a enfocar mi mirada en la de él. ¿Cuánto tiempo llevaría perdida en mis pensamientos? Sus dedos enjugaron varias lágrimas que había derramado sin ser yo consciente de ello.
—No llores, Emily. Ellos no merecen tus lágrimas. Eres una mujer muy fuerte y muy valiente por afrontar algo así.
Sus palabras hicieron que mi corazón latiese con fuerza y borraron todas las ganas que tenía de llorar.
—¿Tú crees? —Hipé parpadeando con fuerza.
Sus manos se posaron a ambos lados de mi rostro, rozándolo levemente con las yemas de sus dedos. Estaba serio, muy serio.
—Nunca antes había estado más seguro.
Una sonrisa tiró de mis labios y no pude reprimir las ganas de darle un beso suave sobre los labios.
—Gracias.
Él me abrazó con fuerza durante unos instantes antes de separarse de mí de nuevo. Me miró con la misma seriedad de antes y, con una mano, me apartó un mechón de cabello que se me había escapado del moño. Su mirada era tan intensa, tan penetrante, que me empecé a sonrojar. ¿Qué era aquello que tanto lo atraía de mí?
—Mi madre nos abandonó a mi padre, a mis hermanos y a mí cuando yo tenía tres años —susurró de pronto y sus palabras calaron en mí muy profundamente. Lo dijo con tal sequedad que fue lo mismo que sentir cómo te clavaban en el pecho una daga—. Papá hizo todo lo posible para que los tres, Phoenix, Axel y yo, saliéramos adelante. Gracias a su sueldo de entrenador pudo brindarnos una buena educación y pagarnos la universidad, aunque yo tuve que pedir una beca en todos mis años universitarios. Es más, cuando me hice lo suficientemente mayor como para tener un empleo, empecé a dar clases particulares para pagarme mis propios caprichos.
Una lágrima descendió por su mejilla y yo la borré con mis labios.
—No es culpa tuya.
Él apretó los labios, tensó la mandíbula y negó con la cabeza.
—Cuando tenía quince años me enteré que mi madre era mi tutora en el instituto y que se había casado con un hombre rico. Todo tenía sentido para mí, por fin comprendía por qué parecía que la mujer me tenía manía. La mujer que nos dio la vida nunca nos quiso y, en cuanto tuvo la oportunidad, se largó y nos dejó.
Landon tragó saliva con fuerza. Empecé a acariciarle el dorso de las manos con ternura, en un intento por animarle, por transmitirle que podía confiar en mí.
<<Fue duro y me enteré de pura casualidad. Desde el momento en que nos dejó, papá guardó todas las fotografías de ella en el ático. Yo siempre me había negado a verlas, al igual que mis hermanos. Sin embargo, un día decidí que necesitaba saber cómo era ella y, cuando vi su cara, aquel pelo tan rubio como el trigo, esos ojos del mismo color que el chocolate derretido y aquel rostro tan angelical, cuando supe que era la misma persona que mi tutora, estallé. A la mañana siguiente la encaré, le conté que sabía todo, pero ella me negó los hechos. Me dijo de forma cruel que ella nunca jamás había tenido hijos como nosotros.
<<Estuve un tiempo sin confiar en las mujeres, creyendo que todas me abandonarían como lo hizo mi madre. Al principio solo buscaba sexo sin ataduras, sin sentimientos. Porque los sentimientos siempre lo joden todo, siempre te hacen débil. Mas pasado un tiempo, cuando ya estaba en la universidad, me di cuenta que lo que yo necesitaba era a una mujer que me quisiese tal y como era. Por eso, cuando conocí a Elli y vi lo cercana que era pensé que ella sería la indica. Pero no lo fue.
Se quedó callado, con la mirada puesta en mí. Yo lloraba en silencio. Debió de ser tan duro vivir lo que él tuvo que vivir cuando solo era un crío. Él si que era fuerte, valiente.
—Algún día encontrarás a la indicada.
Una sonrisa suavizó sus rasgos. Borró con mimo todo rastro de lágrimas.
—Creo que ya he dado con ella. —Sin borrar el gesto, me guiñó un ojo y aquello provocó que mi pulso se acelerara. Sentía de nuevo las mejillas calientes.
Me llevé las manos al pecho.
—¿Yo?
Asintió con la cabeza.
—Tú.
Me agarró las manos y se las llevó al corazón, donde este latía con frenesí.
—Nunca antes me he sentido así por nadie, solo contigo. Estoy seguro de que eres la otra pieza de mi puzzle, mi media naranja. Te quiero y eso me asusta. Temo ir demasiado rápido para ti. Solo quiero hace las cosas bien y...
Pero lo callé con un beso cargado de promesas. Enredé mis manos en su cuello y dejé que su lengua acariciara la mía con desespero. Dejé que me besara hasta que perdiera la cordura, hasta que le suplica por más. Me dejé llevar y cuando se separó de mí, no pude evitar que de mis labios saliera:
—Yo también te quiero.
Él sonrió. Yo sonreí. Y me besó hasta que nuestros labios se desgastaron.
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Nota de autora:
¡Feliz viernes, mis enredados y enredadas!
¡Capítulo sorpresa! Sé que os dije que hasta el lunes no habría capítulo nuevo, pero he hecho una paradita en mi casa. Así que he aprovechado. ¿Qué os ha parecido? Yo estoy in love con este capítulo, ¿y vosotros? Repasemos:
1. Emily está encantada con la cita.
2. Sesión de besos nocturna.
3. Confesiones.
4. ¡Emily es la indicada!
Espero que os haya gustado el capítulo. ¡Nos vemos el lunes! Un beso enorme.
Mis redes:
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