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Capítulo 2

Capítulo 2

Landon:

Menudo día más engorroso. Había estado liado toda la mañana. Entre los informes y las reuniones, apenas había tenido un respiro. En ocasiones mi trabajo era un tanto agobiante y sentía que la presión podría conmigo. Me sentía halagado de estar en el puesto que estaba, no os voy a mentir. De entre todas las personas que había en el departamento, justamente era yo el elegido. Me sentía orgulloso.

La última reunión se había extendido más de la cuenta y, por ende, se había comido parte del almuerzo. Había bajado a toda pastilla a pillar algo de picar antes de tener que volver a mi puesto. Porque no había una cosa que odiara más que llegar tarde. Me consideraba un hombre eficiente y muy perfeccionista. Me gustaba que mi trabajo fuera impecable. Puede que por eso Elli me llamara en ocasiones <<Don perfecto>>.

Me senté en el único lugar libre que había, que casualmente quedaba enfrente de Emily. Digo casualmente con ironía. Era sabedor de cómo se había extendido un pequeño rumor en nuestra mesa, un rumor que no me gustaba. Según este, a mí me gustaba Emily.

A ver, me parecía mona, pero ¿gustarme? Eso era ya pasarse un poco.

Mientras tomaba mi almuerzo, la miré de reojo. Llevaba el pelo sujeto en un moño, pero varios mechones oscuros se le habían escapado. Tenía el pelo negro y me encantaba. Quiero decir, estaba acostumbrado al pelo rubio y marrón por mis amigas, pero aquel color me era tan peculiar. Su cara era bastante paliducha. Un leve rastro de pecas se le notaba en el puente de la nariz. Ahora que me fijaba mejor, tenía un lunar muy sensual encima de su oreja izquierda y fantaseé con la idea de lamerlo.

¡Para ya, joder! ¿Por qué mi mente tenía que ser tan pervertida? ¿Por qué no podía dejar de pensar en ella?

En un momento dado, los ojos de Emily me captaron mirándola y una mirada de duda se instaló en sus ojos. Era adorable. Nunca, jamás, había visto a una mujer tan dulce e inocente. Tenía ese aura angelical muy característico de las niñas buenas. Me encantaría llevarla al lado oscuro.

Jooooder.

Aparté la mirada y la posé en un punto lejano.

—Chicos, tengo que daros una gran noticia. —La voz de Abigail me trajo de vuelta al presente. Dirigí mi mirada a ella y la miré con curiosidad—. Tengo que contaros un bomba. —Agrandó mucho sus ojos marrones y gesticulaba de manera exagerada—. ¡Tengo una cita esta tarde!

Por un momento, se hizo silencio en la mesa. La miramos con una cara de asombro total.

—¡¿Qué?!

—¿Quién es el afortunado? —preguntó Luke. Estaba en modo cotilla, como todos.

Ella chasqueó la lengua.

—La afortunada —corrigió.

¡Ostras! No tenía ni idea de que a Abigail le fueran más las mujeres. Aunque, si lo pensaba bien, todo tenía sentido. Ahora entendía por qué aquella noche no buscó en ningún momento liarse conmigo cuando estaba claro que yo era un gran partido.

—¡Joder!

—La virgen santa.

Todos estábamos que no nos lo podíamos creer, todos menos Emily. Ella miraba la escena con una bonita sonrisa dibujada en sus carnosos labios. Una chispa que no supe identificar brillaba en sus ojos.

—¡Enhorabuena! —exclamó ella y le dio un abrazo—. ¿Quién es la afortunada?

Abigail se empezó a poner roja como un tomate y yo no pude evitar sonreír de lado de manera pícara.

—Uy, uy, uy. ¿Qué tenemos aquí? Parece que nuestra Abigail está muy enganchada de esa misteriosa mujer —me burlé.

Ella me fulminó con la mirada.

—¡Cállate!

Yo le tiré un beso.

—Yo también te quiero, bombón. Pero, ahora, desembucha. ¿Quién es la mujer que te ha robado el corazón? ¿A quién tengo que hacerle un interrogatorio de tercer grado?

Todos los ojos estaban puestos en ella. En mi mente sonaba un redoble de tambores, muy característico de los concursos de la televisión.

—Scarlett.

En cuanto soltó ese nombre, mi sonrisa se ensanchó.

—Scarlett, ¿nuestra Scarlett? ¿Scarlett White? ¿La famosa diseñadora de moda?

—¡Dios mío, eres una mujer con suerte! —casi gritó Connor muerto de la felicidad.

Se puso aún más roja.

—Esa misma.

—¿Cómo es que la conoces? —inquirió Anna elevando una ceja.

Abigail se encogió de hombros.

—¿Te acuerdas del desfile de moda de Winter, una de las amigas de Landon? —Esperó un poco hasta vernos asentir un tanto confusos. Lo recuerdo muy bien. Emily estaba muy sexy y se movió por el escenario con una soltura que me dejó babeando. No pude quitarle los ojos de encima y no paré de devorarla con la mirada. Lo sé, soy muy patético—. Veréis, en la fiesta posterior Elli me la presentó y desde entonces hemos estado viéndonos de vez en cuando, pero nada oficial. Bueno, hasta ahora. ¡Y no veáis lo nerviosa que estoy! Me ha dicho que me viene a buscar, que ha quedado antes con Derek y Elli para hablar de no-sé-qué cosas.

Reí por su comentario. Era tan típico en ella que no se enterara casi ni de misa y media. En parte, era normal. Según nos había contado, ella había nacido con una discapacidad auditiva. Al poco tiempo de nacer, nos dijo, la implantaron. Es decir, le pusieron un aparato que le permitía escuchar, si bien también decidió aprender el lenguaje de signos.

Por cierto, desde que Abigail era parte del grupo nos había enseñado un poco de lengua de señas. A mí me parecía muy interesante de aprender y, por eso, yo había sido el primero en apuntarse a sus clases. Si bien yo era algo torpe, poco a poco iba cogiendo destreza. Elliana era una fiera. No le costó mucho encontrarle el tranquillo y, ahora, era capaz de mantener una pequeña conversación básica con Abigail. Si es que mi amiga a veces daba asco.

—¡Eso es grandioso, amiga mía! Te felicito —Anna se levantó y rodeó la mesa para poder darle un abrazo. Lo mismo hizo Emily. La siguieron todos los de la mesa, incluido yo.

—Estoy tan contento por ti. Espero que te lo pases de fábula y, cuando vuelvas, queremos todos los detalles. ¡Todos! Incluso los que no son para menores de edad. —Moví las cejas arriba y abajo con aire insinuante y pícaro.

Ella soltó una risita nerviosa.

Cuando ya todos terminamos de comer, cada uno volvió a su puesto de trabajo. Lamenté mucho tener que despedirme demasiado pronto de Emily, aunque lo compensé con una mirada rápida a su trasero.

A quién quería engañar. Estaba pillado hasta las trancas por esa mujer.

. . .

La semana fue todo un torbellino. Tuve muchísimo trabajo que hacer, trabajo que en su mayoría tuve que llevarme a casa. Por lo general, me gustaba, pero a veces no podía evitar detestarlo un poco. Tanto trabajo me provocaba estrés.

El sábado por la noche, al volver de una fiesta en la que me había dedicado a beber, me encontré con una sorpresita que no me gustó para nada. Ya al venir por la calle en taxi me había encontrado la calle cortada. Pero, ¿qué demonios estaba pasando?

Pronto hallé la respuesta y, ¡joder!, me dejó estupefacto.

—¿Qué hostias...?

El edificio en el que vivía estaba en llamas. ¡En llamas! Joder. Veía cómo las lenguas anaranjadas lamían y devoraban todo a su paso. ¡Mis pertenencias! Me cago en todo. ¡Tenía todo en mi casa! ¿Dónde viviría ahora? ¿Qué haría?

Corrí por la calle hasta acercarme a mis vecinos. La gran mayoría estaba en pijama. Les había pillado en el quinto sueño.

—¿Qué ha pasado? —le pregunté al señor Crown, mi vecino de en frente.

El hombre me miró con pesar. Su mujer, la que en muchas ocasiones me había preparado deliciosos platos de comida, me miró con el ceño fruncido. Llevaba en brazos a Joey, el pequeño al que a veces cuidaba cuando los dos debían trabajar hasta tarde.

—Ha habido un cortocircuito en el sexto y eso ha ocasionado el incendio —respondió el señor Crown.

—¡Menudo susto me he llevado! —chilló la señora Crown. Estaba histérica. Joey se revolvió un poco. Estaba llorando el pobre—. Ya está, pequeño —lo arrulló su madre—. Ya pasó. Solo ha sido un susto.

Yo aún seguí en shock. Miré de nuevo el edificio en llamas. Menuda putada y menuda suerte la mía, joder. ¿Qué haría ahora? Solo se me ocurría una solución: vivir con mi hermano mayor Phoenix (sí, a papá le gustaba tanto la ciudad que le dio el mismo nombre a mi hermano), su mujer y su hijo; claro, si pudieran acogerme durante unos días. Porque solo necesitaba eso. Un par de días para poder buscarme otro piso de alquiler asequible.

La policía no nos dejó avanzar mucho y nos pidió de manera educada que nos fuésemos. ¡Claro! Como si fuera tan fácil. En mi caso, sí lo era. Phoenix también se había mudado a Nueva York, pero puede que la mayoría de mis vecinos tuviesen que buscarse un hotel para pasar la noche.

Me alejé de la zona. Los bomberos intentaban apagar el fuego con brío y la sirena era demasiado molesta. El llanto de los niños pequeños tampoco ayudaba mucho. Sentía mi corazón brincar y, a pesar del alcohol que corría por mis venas, fui plenamente consciente de la situación.

Cogí mi teléfono e hice una llamada.

—¿Sí? —la voz adormilada de mi hermano sonó desde el otro lado de la línea. Un <<¿Quién es?>> se oyó a lo lejos y no pude evitar sonreír al imaginarme Ever a su lado.

—Hola, Phoenix. Soy yo, Landon. Necesito que me hagas un favor enorme.

En seguida se puso en alerta.

—¿Qué pasa, campeón?

Hice una mueca. No me gustaba mucho aquel mote. Cometí el error de decírselo en mi infancia y, como buen hermano mayor, no dejó de llamarme así. Con el tiempo, me fui acostumbrando a él, aunque eso no quiere decir que se me hiciera menos detestable.

—Mi edificio se ha incendiado.

—¡¿Qué?!

—Lo que oyes. ¿Podríais acogerme en vuestra casa? Sé que es una putada, pero he pensado...

Phoenix me cortó.

—¿Estás de coña? Eres mi hermano. ¡Claro que puedes quedarte!

Sonreí aliviado. Menos mal.

—Te prometo que solo será por un par de días. En cuanto encuentre un piso, me marcharé. Lo juro.

A pesar de no verle, supe que estaba sonriendo. Le conocía muy bien. Por eso era mi hermano mayor, mi héroe de la infancia.

—Quédate el tiempo que necesites. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. Tú me has ayudado bastante ya con ese problemilla que tuvimos.

Cierto. Hace un par de años tuvieron un problema de dinero y, como yo no tiendo a derrochar, les presté parte de mis ahorros para que pudieran salir de aquel bache. Unos meses después, me lo devolvieron.

—Gracias, tío. No veas el favorazo que me vas a hacer.

—Para eso están los hermanos. Ven cuando quieras. Tienes una copia debajo del tiesto, ya lo sabes. Solo te pido que no hagas mucho ruido. Nos ha costado que Mark se quedara dormido. Ha tenido una noche de pesadillas.

Sonreí como un bobo. Adoraba a mi sobrinito de dos años. Era precioso.

—Muchas gracias, hermano.

Cuando colgué, sonreí con alivio. Pero, ¿quién diría lo que aquel episodio ocasionaría? ¿Quién se esperaba que cuando me mudara a mi nuevo hogar, toda mi vida se vería envuelta en un caos?

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Nota de autora:

¡Feliz lunes!

Segundo capítulo recién salido del horno. Se pone interesante, ¿no creéis? Repasemos:

1. Conocemos un poco más a Landon.

2. El incendio.

3. En busca de un nuevo apartamento.

Espero que este capítulo os haya gustado. Nos vemos en el siguiente. Besos.

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