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Capítulo 19

Capítulo 19

Landon:

Era una persona que si se marcaba un objetivo, lo cumplía a rajatabla. Mi objetivo actual era conquistarla y hacer que confiara en mí. Haría lo que fuera. ¿Era normal que mi corazón se desbocara como si hubiera corrido la mayor de las maratones cuando la veía? Una mirada suya y una sonrisa bastaban para dejarme KO. Me gustaba todo de ella, incluso cuando se pasaba la mano por la base de la nariz cuando estaba frustrada. Era un gesto muy mono y que repetía muy a menudo.

Emily tenía algo que me atraía. No era como las demás mujeres. Era única, especial, y ese algo provocaba en mí un interés que jamás había sentido por otra persona. Quería saber todo de ella, besarla hasta gastar sus labios, hacerla rabiar. Deseaba estar con ella como nunca antes había deseado algo, ni siquiera cuando de pequeño le pedí a Santa Claus aquel juego que tanto ansiaba.

Por eso y mucho más fui paciente y le dejé su espacio. O bien me quedaba en el despacho una o dos horas más adelantando trabajo o bien me encerraba en mi habitación cuando llegaba al apartamento y solo salía cuando era completamente consciente de que ella se había marchado.

Esperé una, dos semanas, incluso tres. Pero nada. No hubo un gran avance entre nosotros. Emily en la empresa se comportaba con normalidad, como si aquel beso no hubiese pasado, y eso a mí me estaba consumiendo. ¿Cómo podía actuar con aquella normalidad cuando yo me estaba muriendo por besarla de nuevo? Desde el momento en que probé aquellos labios supe que estaba perdido. Había caído en sus redes y estaba completamente a su merced. Ella era mi perdición.

La cuarta semana ya no fui capaz de aguantarlo más. Ya le había dado su espacio. Ya era hora de pasar a la acción, de lanzarme de lleno a la piscina y ganarme su corazón. Ella me había robado el mío desde el primer momento que la vi. Puede que os parezca una tontería, pero ahora estoy seguro de que lo nuestro fue amor a primera vista. Desde aquel momento supe que mi vida daría un giro inesperado, que aquella mujer con cara de ángel revolucionaría mi mundo para bien o para mal.

En aquellas semanas me di cuenta de que no solo me gustaba Emily. No. Estaba perdida e irremediablemente enamorado de ella. Su ausencia me dolía, que me ignorara me dejaba un mal gusto en la boca. Así que decidí pasar a la acción. Aproveché que saldría con Elli para organizar todo. ¿Quería hechos? Allí los tendría.

Organicé una cena romántica, típica en las películas y en los libros. Puse un mantel en la mesa de la sala con adornos elegantes que había comprado el martes, saqué una de las mejores botellas de vino que tenía y puse dos copas en la mesa. Cociné su plato favorito y, mientras se cocía, puse algún que otro pétalo de rosa en el suelo del pasillo hasta llegar a la sala, a modo de camino. En cierta manera, aquello me recordó a mi sueño, el primer sueño subido de tono que tuve con ella. Desde aquel momento supe que no podría resistirme a sus encantos por mucho tiempo y, tal y como había temido al principio, había caído bajo su embrujo.

Ella se merecía lo mejor de lo mejor, por eso me estaba esforzando tanto. Incluso les había pedido consejo a mis amigos.

Encendí unas velas para crear un ambiente más cálido y acogedor y apagué las luces. Me había puesto ropa informal, aunque por encima de la camiseta llevaba una americana que me daba un aire mas elegante. Quería verme guapo para ella. Quería que me deseara tanto como yo lo hacía. Joder, aquel mes sin sus besos y sus caricias había sido una completa tortura.

Me puse alerta cuando escuché la cerradura y la puerta se abrió. Escuché la risa de ella y un <<Pero qué bobo eres>>. Al instante, sentí cómo en mi interior se removía algo. Eran celos, estaba celoso y, al mismo tiempo, temía haberme dormido en los laureles y haberla perdido. Mas, cuando me vio, colgó la llamada. Llevaba un par de bolsas colgadas en las manos que soltó nada más verme. Su mirada era de confusión.

—¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué está todo tan oscuro?

Miraba todo con sorpresa y asombro. Avancé hasta ella y en el momento en el que sus ojos hicieron contacto con los míos, mi corazón dio un vuelco, mi pulso se aceleró y un enjambre de abejas asesinas revoloteó en mi interior. Todo provocado por la mujer de la dulce mirada.

Me acerqué a ella lo suficiente como para que nuestros labios se rozaran.

—Esto —susurré en su boca— es mi manera de luchar por ti, de demostrarte cuánto me importas. Puedes tomarlo como una cita si quieres. Para mí lo será.

Tragó saliva con fuerza.

—¿Eres real? —musitó con la voz ronca.

Sonreí de lado. Le cogí las manos y, al ver que no se quejaba ni se resistía, jugueteé con sus dedos.

—Muy real. —La miré con intensidad—. Pienso demostrarte que merezco la pena y que no soy un capullo sin escrúpulos. Landon Brooks no fue educado para romper corazones.

Una sonrisa se extendió por su cara. La tensión de sus hombros se evaporó. Aquella mueca provocó que un brillo especial le surcara los ojos, aquellos que tan enamorado y cautivado me tenían. Según me había contado y según había podido observar, mucha gente rehuía de ella por tener heteocromía. ¿Qué os voy a decir? Aquella anomalía genética la hacía lucirse más guapa y misteriosa. Las personas podemos llegar a ser unas verdaderas hijas de puta con las personas que creemos diferentes. Lo que ellos no sabían era que todos, en cierta medida, somos diferentes. No hay dos personas iguales, ni siquiera los gemelos idénticos. Siempre habrá algún rasgo, físico o de personalidad, que los haga diferenciarse del resto. A Emily le había tocado tener heterocromía. ¿Y qué? No había nada de malo en ello.

Riendo como un bobo, tiré de sus manos y la llevé a la sala. Cuando vio todo lo que había preparado para ella, se quedó anclada en el sitio. Miró todo con verdadera ansiedad, sonriendo y sin llegar a creérselo del todo.

—¿Esto es para mí?

Le di un beso en la mejilla.

—Te mereces esto y mucho más. —Le guiñé un ojo con picardía.

Ella se empezó a poner roja como un tomate, una reacción que me encantaba de ella. Ver cómo sus mejillas iban colorándose era tan tierno de admirar. Intentó tapar el rubor con el pelo, lo que habría sido una buena estrategia si yo no se lo hubiera apartado después. Quería admirarla todos los días, ver sus reacciones ante todas las sorpresas que pensaba planearle hasta que quisiera ser mi pareja. Porque de lo que estaba seguro era de quería que ella fuese mi novia.

—¿Lo que hay en el suelo son pétalos de rosa? —preguntó con incredulidad. Se agachó y tomó uno entre sus dedos—. ¡Lo son! Dios mío, Landon, te habrás tenido que gastar una fortuna.

Sonreí. Todo había merecido la pena. Ella estaba tan contenta. Estaba trasteando la mesa, desde el mantel hasta las velas. No se lo esperaba y, por extraño que pareciera, me molestó un poco. ¿Acaso no había recibido antes aquellas muestras de romanticismo? Quiero decir, aquella mujer era toda una joya y merecía ser tratada como una reina. Si los hombres no eran capaces de ver eso, peor para ellos y mejor para mí.

Cuando Emily se volvió, pude ver lo mucho que le brillaban los ojos y que estos estabas surcados en lágrimas. Lloraba y yo no estaba seguro de si eso era bueno o no.

—Gracias... —Se aclaró la garganta—... Gracias por hacerme sentir especial, por tomarte la molestia de organizar algo así. ¡Me encanta!

Avancé un par de pasos y me pegué a ella. Borré con mis dedos aquellas lágrimas traicioneras y en el momento en el que mis manos hicieron contacto con su piel, una descarga eléctrica me recorrió por completo. Ella también pareció sentirlo, puesto que un estremecimiento la hizo temblar levemente. Era como si estuviésemos conectados, destinados a estar juntos. ¿Sería ella mi media naranja, la persona conectada a mi hilo rojo?

—¿Alguna vez te han dicho que tienes una mirada muy dulce? —murmuré muy cerca suyo. Sus labios me pedían a gritos que los besara. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para controlarme, para no devorarla por completo. Porque toda ella era una invitación al pecado y a la lujuria.

Intentó apartar la mirada, pero yo no la dejé. La obligué a que mantuviera sus ojos conectados con los míos.

—No debes avergonzarte de ellos, preciosa. Tienes una mirada espectacular.

Sus labios carnosos se abrieron y formaron una perfecta <<O>> que me sacó una sonrisa. Acaricié con la yema de mis dedos sus mejillas, las que estaban algo sonrosadas por mis palabras.

—No mientas —dijo tras pasar casi un minuto en silencio.

La miré con seriedad.

—Créeme, si estuviese mintiendo, me crecería la nariz como a Pinocho y no es el caso. Me encanta que tengas un ojo de cada color. Este —Señalé el derecho— es tan azul como el cielo en un día despejado. Me transmite calma, recordándome esos días de verano de mi infancia en Phoenix. Y este —Señalé el izquierdo— es tan intenso como las esmeraldas. Me hace recordar a los partidos amistosos de fútbol en mi escuela. —La miré con los ojos brillantes de la emoción —. Eres hermosa, Emily, y que no lo veas me parece una pena. Cualquier mujer debería sentir celos de ti.

La mano que no tenía en su mejilla se enredó en sus dedos. Mi mirada estaba posada en la suya, aunque de vez en cuando bajaba a sus labios. Tenía muchas ganas de volver a saborearlos.

—No sé qué decir. —Esbozó una sonrisa tímida—. Me has dejado sin palabras.

Apreté sus dedos con suavidad.

—No hace falta que digas nada.

Lo siguiente que pasó me dejó por un momento fuera de juego. Me besó, aquella mujer despampanante me besó. Acortó la poca distancia que nos separaba y unió nuestros labios. Durante unos instantes me quedé quieto, sin hacer ni un solo movimiento. Aquella boca y aquellos labios que tanto quería volver a devorar se movían con una experiencia y soltura deliciosa. Pronto, mi cuerpo volvió a hacerle caso a mi cerebro y empezó a reaccionar a las caricias que ella me daba en el cuello con la mano que tenía libre. En ningún momento soltó aquella que tenía entrelazada con la mía.

La pegué más a mí. Toqué cada parte de su cuerpo con devoción mientras dejaba que el beso se tornara más profundo. Acaricié su espalda, recorrí su mejilla y terminé en su cintura, atrayéndola a mi cuerpo todo lo posible. Sus manos jugaban con mi pelo de una manera muy sensual. Descubrí en aquel instante que me ponía mucho sentir cómo tiraba suavemente de las hebras de mi pelo, porque eso me hacía ver lo mucho que le gustaba.

Tuve que parar por el bien de los dos. De lo contrario, los dos acabaríamos jadeantes encima el uno del otro, desnudos, y sabía que aún ella no estaba preparada. Quería darle tiempo, que se acostumbrara a todo lo que nos estaba pasando. No quería que se sintiera presionada. Pasaría cuando tuviese que pasar y por mí no habría prisa. Había pasado sin sexo más de dos años. No me iba a morir si tenía que esperar un poco más.

—¿Quieres ser mi novia? —murmuré con la respiración agitada por el beso. Fue tal la intensidad que me fijé que los labios de Emily estaban hinchados.

Una sonrisa le iluminó la cara. Acaricié con mis dedos sus mejillas sonrosadas.

—¿Eres real? —volvió a preguntar con incredulidad—. ¿Esto me está pasando a mí?

Era tan tierna y tan dulce que no pude caer el la tentación de darle un suave beso en los labios, que desembocó en otro y en otro más. Jamás me cansaría de ella.

—Es real. —La miré con seriedad. Era hora de dejar las cosas claras—. Emily, quiero que seas mi pareja. Esto que siento por ti es muy grande y no puedo evitar sentirlo. Cuando estás cerca de mí, un huracán de sentimientos y sensaciones se desencadena. ¿Es eso normal?

Una gran sonrisa se extendió por su cara. Entrelazó nuestras manos.

—Me gustas muchísimo, Landon. No te haces a la idea de lo nerviosa que me pongo cuando estoy a tu lado. Siento si te he estado evitando este último mes. Solo quería aclarar mi mente confusa —dijo ella sin apartar aquellos ojazos de los míos. Sus pupilas estaban dilatadas por la intensidad del beso—. Me he dado cuenta de que estoy actuando como una niña. Esto que siento por ti es tan grande que temo que sea solo una ilusión.

—Créeme si te digo que lo que siento por ti es muy grande.

—Temo que te canses de mí con facilidad, que te des cuenta de lo aburrida que soy.

Arrugué el ceño. Coloqué las manos en su barbilla para que en todo momento estuviera atenta a mis palabras.

—Escúchame atentamente, porque lo que te voy a decir es muy importante. Nunca, ni en un millón de años, me cansaría de ti y menos te encontraría aburrida. Eres extraordinaria. ¿Acaso no lo ves? Eres todo un brillante en bruto.

Puso los ojos en blanco. Se pasó la mano por la base de la nariz, sobre el mostacho, de esa manera que tanto me gustaba. No sé si lo hacía de forma consciente o no, pero me encantaba cuando lo hacía.

—No digas tontería. Soy una mujer común y corriente.

Negué con la cabeza. Ay, qué ingenua era.

—Qué va. Eres peculiar y, ¿sabes?, eso es lo mejor de todo. Lo común es aburrido —dije con un encogimiento de hombres.

Emily parecía que no me creía. Me pasé las manos por el pelo con frustración. ¿Qué tenía que hacer para que ella se viera tal cual la veía yo?

—Yo no...

Ya está bien. La hostia.

La callé con un beso en los labios, apenas una roce.

—Eres perfecta para mí. —Le guiñé un ojo con descaro.

Entre la cara de asombro y lo roja que se estaba poniendo, me estaban entrando unas ganas de soltar una tremenda carcajada. Al final, me contuve. No quería joderlo todo y hacerla enfadar, con lo que me había costado tenerla en aquel mismo lugar y organizar aquella cita. Incluso le había tenido que pedir a Elli que sacara a Emily de casa durante unas horas para prepararlo todo.

—Quiero que seas mi novia —repetí—. ¿Lo serías?

La miré con expectación, a la espera de su respuesta. La muy condenada se hizo la interesante. Fingió que pensaba la respuesta durante unos minutos que se me hicieron eternos. Mientras, retorcí los dedos con impaciencia. Lo que más deseaba era mantener una relación sería con ella, porque, que sepáis, los líos de una noche no eran lo mío. Ya no. No era ningún golfo.

—¿Tú y yo? —preguntó la condenada. Sonreía de forma ladina—. ¿Dices ser novio y novia? —Me revolví en mi lugar y me sacudí con impaciencia. Se quedó callada por unos instantes y eso me estaba matando. Mas, cuando volvió a hablar, las palabras que salieron de sus labios fueron las más bonitas que había escuchado—. Claro que sí, bobo.

Sonreí. En ese momento volví a respirar. Ni siquiera me había dado cuenta de que había estado conteniendo la respiración hasta aquel momento. La atraje hacia mí le di un beso cargado de promesas.

—Gracias, gracias, gracias.

Reí de felicidad y ella hizo lo mismo. Sin poder contenerme más, la subí entre mis brazos y giré en torno a nosotros. Ella gritó de júbilo mientras que de su garganta seguían escapándose carcajadas.

Estaba feliz, contento. Solo esperaba que todo no fuera un sueño dulce del que pronto despertaría.

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Nota de autora:

¡Feliz lunes, mis enredados y enredadas!

Como ya os he avisado, esta semana solo subiré un capítulo, el de hoy, porque me voy de vacaciones a Mallorca unos días y, después, a Jaca, una ciudad que pertenece a la provincia Huesca. Estaré de vuelta el 25 de agosto. Os aviso que no podré contestar a vuestros comentarios, pero lo haré en cuanto regrese. Ya sabéis lo que me encantan las cositas que escribís.

Menudo capítulo más bonito y bueno para comenzar la semana, ¿no creéis? Repasemos:

1. Landon le da el espacio que necesita a Emily.

2. La cita sorpresa.

3. La pedida.

4. ¡#Landly ya es oficial!

Espero que os haya gustado el capítulo. ¡Nos vemos el lunes! Besos.

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