Capítulo 17
Capítulo 17
Emily:
Una de las cosas que me alegraron de terminar el instituto era que por fin iba a dejar de sufrir las constantes burlas de mis compañeros. Siempre había sido la marginada, el bicho raro, aquella chica rara con la que nadie quería estar. Sufrí constantes burlas y bromas pesadas por parte de mis compañeros, en especial de ella, de Mackenzie. Ella era la típica chica popular. Era guapa, inteligente y muy sociable. ¿Quién no quería ser amigo de semejante mujer? Hubo un tiempo en el que quise serlo, hasta que comprendí que personas como ella no merecían la pena.
Así que verla ahora, tras cuatro años de descanso, fue como una patada en las partes más nobles de una mujer. La pesadilla de mi infancia y adolescencia estaba en la empresa, esperando uno de los ascensores. ¿Qué hacía allí? Según tenía entendido, había estudiado Traducción e Interpretación en la universidad... ¡Un momento! No me jodas que iba a trabajar en el departamento de traducción. Genial, simplemente genial.
—Esto, Emily, si quieres llegar a tiempo a tu puesto, muévete —escuché que decía Landon. Todo a mi alrededor se había detenido. Sentía su voz lejana y distorsionada.
Tragué el gran nudo de lágrimas que amenazaba con salir. No podía mostrarme débil ante ella. Quería que viera cuánto había cambiado, que la Emily del pasado había sido sustituida por una versión mucho más potente y mejorada.
Mas la sorpresa había provocado en mí un millar de sensaciones. No podía moverme, o eso sentía. Estaba pegada al suelo, como si hubiesen echado un gran chorro de pegamento. Escuchaba el latir de mi corazón en el oído. Estaba asustada. Temía que aquella mujer bonita me hiciera de nuevo la vida imposible. Lo había pasado tan mal bajo su reinado en el instituto que temía lo que me haría ahora. Solo esperaba que se hubiese olvidado de mí.
—¿Emily? —volvió a intentarlo de nuevo Landon. Sentía su aliento muy cerca de mi oreja. Vi cómo seguía la dirección de mi mirada y al comprobar qué me había dejado tan alterada, se volvió hacía mí de nuevo—. ¿La conoces?
Afirmé con la cabeza.
—Estudiamos juntas. —<<Por desgracia>>, pensé, pero no lo dije.
Landon movió la cabeza en un gesto comprensivo. Sin embargo, ¿cómo iba a entender algo así? Estaba claro que él no había sufrido acoso escolar en su infancia. Vamos. Solo había que mirarlo. Era más bien del tipo de chico popular, de esos que rompen corazones. Pertenecía a la clase de hombre con el que saldría una mujer como Mackenzie.
Aquel moreno me dio un suave empujón que me devolvió la movilidad.
—Vamos. No sé quién es ella ni lo que te ha hecho, pero te diré lo mismo que le dije a Elli en una ocasión. Muéstrale de qué pasta estás hecha. Alza la cabeza y demuéstrale lo valiente que eres.
Lo miré con duda. Poco a poco nos íbamos acercando a esa zona y temía lo que pudiese pasar.
—No sé yo...
—Venga. No debes temerla. Eres una mujer increíble y si se mete contigo es solo porque sentirá celos de ti.
Lo miré sin comprender.
—¿Celos de mí? Si ella es preciosa. ¿Quién no querría salir con ella?
—Yo. —Lo miré como si hubiese dicho la mayor barbaridad de la historia—. No me van las abusonas. No son mi tipo. Prefiero a las mujeres tímidas, porque he aprendido que al final son las mejores y las más traviesas.
Su mirada era tan intensa. Uf. ¿Se estaba refiriendo a mí? Emily se pondría roja en tres, dos, uno.
Llegamos al área de los ascensores. Había seis y eso era un puntazo. La empresa de papá era enorme y al tener tantos trabajadores era conveniente que tuviese tantos. De lo contrario, muchas personas llegarían tarde a sus puestos.
Landon y yo continuamos hablando y por un momento pensé que no pasaría nada, que Mackenzie o bien no me había visto o bien había preferido ignorarme. Mas cuando su mirada azulada se posó en mí, un escalofrío me recorrió por entero poniéndome alerta al instante. Una sonrisa ladina se formó en sus labios tan bien pintados de carmín. Le dijo algo a la persona con la que iba y se alejó de ella.
¡Oh, no! Se estaba acercando. Aquella mirada me puso los pelos de punta. ¿Qué maquinaba aquella mujer? Por puro instinto, di un paso hacia atrás cohibida.
—Vaya, vaya, vaya. Pero si es Emily Foster —dijo con un tono de sorpresa en la voz. Me recorrió por entero, de arriba a abajo. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no temblar de miedo, porque aquella mujer me daba mucho miedo, sobre todo por lo mal que me había tratado en el pasado—. ¿Qué haces aquí?
Tomé una gran inhalación y me encogí de hombros.
—Trabajo aquí.
Una chispa de maldad relampagueó en su mirada.
—¿Ah, sí? ¡Qué bien! —Mackenzie era muy falsa, siempre lo había sido. De pronto, se percató de la presencia de Landon y se volvió hacia él con una sonrisa coqueta. Joder, allí estábamos de nuevo. Recordé cómo ligaba con todos los chicos guapos del instituto y cómo consiguió salir con uno que a mí también me gustaba y que me había rechazado. Ojalá tuviera su soltura. Porque cuando sus ojos recorrieron el cuerpo de mi compañero de piso con deseo, supe que no tenía nada que hacer—. ¿Y tú quién eres, guapetón?
Landon le extendió la mano de manera educada.
—Soy Landon Brooks —se presentó él.
Mackenzie pasó de su apretón de manos y le dio sin ningún pudor dos besos en la mejilla. Al instante, sentí cómo mi interior se revolvía. Eran celos, estaba celosa de ella aún sabiendo que muy probablemente Landon no saldría con ella, según sus palabras. Aunque siendo ella tan atractiva y tan sexy era muy probable que pasara todo lo contrario.
—Encantada. Me llamo Mackenzie Payne y hoy empiezo a trabajar en el departamento de traducción.
Mierda. ¿Por qué, de todos los departamentos justamente tenían que trabajar en el mismo?
—Vaya, qué casualidad. Yo soy el jefe de ese departamento.
Los ojos de aquella mujer de pelo castaño y rizado brillaron con fuerza.
—¿No me digas? Qué bien.
Joder, yo me sentía tan tensa. No podía evitar sentirme así, como si ella fuera a decir de un momento a otro cualquier cosa hiriente sobre mi persona. Si os soy sincera, una parte de mí se esperaba que me atacara. Pero, por fortuna, no lo hizo. Gracias al cielo, se subió en el siguiente ascensor, mientras que nosotros esperamos a que viniera otro. Mejor. Las perras cuanto más lejos, mejor.
—Es encantadora. No sé por qué le tenías tanto miedo —comentó Landon.
Lo miré como si estuviera jugando conmigo, como si se estuviera quedando conmigo. ¿Iba en serio? Porque Mackenzie era de todo menos encantadora. Yo lo sabía muy bien.
—No sabes nada de ella —solté con frialdad.
Me sentía una completa idiota. Con lo que nos había costado llegar hasta ese punto y yo ahora iba y me mostraba como toda una borde. El día que la sensatez fue dada, falté a la escuela. Genial, simplemente genial.
Me llevé las manos a la cabeza, totalmente frustrada, pero no dije nada más. Landon tampoco. Mejor, no estaba de humor para soportar cualquier comentario tonto. Mi cabeza le daba vueltas al asunto y al final llegué a la siguiente conclusión: cabía la posibilidad de que Mackenzie hubiera cambiado o que se hubiera tranquilizado con respecto a mi persona.
Podía ser.
Aunque pronto descubriría que me equivocaba.
Landon:
No entendía la reacción tan exagerada de Emily con respecto a Mackenzie. Por un momento pensé que aquella mujer de pelo castaño la haría trizas solo por cómo se había comportado Emily. No obstante, al ver cómo Mackenzie nos había saludado di por hecho que solo había exagerado.
Mackenzie era una mujer muy eficiente, por lo que pude ver en el trabajo. En seguida se puso a currar y se integró muy bien en el grupo. La había asignado en el subdepartamento de alemán. Según su currículum, tenía el perfil más alto y lo hablaba como si fuera una nativa. Estaba seguro de que sería una gran incorporación para la empresa.
A la hora del almuerzo, la invité a que se sentara con nosotros. Así que bajó conmigo. Era muy amable y divertida. No entendía por qué Emily le tenía tanto miedo si era un encanto de mujer.
—Una pregunta curiosa. ¿De qué os conocéis Emily y tú? —quiso saber ella mientras esperábamos a que viniera el ascensor.
En el momento en que aquella pelinegra fue mencionada, no pude evitar sonreír. Evoqué esos preciosos ojos multicolor y esa mirada dulce y risueña.
—Somos compañeros de piso y amigos.
—Oh, qué suerte.
—¿Tú de qué la conoces?
—Fue mi compañera en el colegio y en el instituto —respondió con indiferencia.
Llegamos a la primera planta dos minutos más tarde. Estaba a rebosar de gente. A medida que nos íbamos acercando, fui estirando el cuello en busca de mis amigos. No tardé mucho en dar con ellos. Todos ya estaban allí, incluso Elli. Parecía que había pasado una eternidad desde que habíamos comido por última vez todos juntos.
—¡Qué grande es todo esto! —exclamó Mackenzie mirando todo con avidez.
—Es enorme, sí. Allí esta la zona del bufete —le fui explicando mientras caminábamos hacia el lugar—, y tras esa puerta está la cafetería. No está nada mal si quieres tomar un café. Además, sirven unos zumos variados que te cagas.
—Wow.
Tras coger nuestro almuerzo, la llevé a la mesa en donde estaban mis amigos. Los saludé con un <<¡Hola, hola!>> muy alegre y me senté al lado de mi mejor amiga. Mackenzie se quedó de pie, quizás sintiéndose un poco fuera de lugar.
—Os presento a Mackenzie Payne. Es nueva en la editorial.
Todos le dieron una buena bienvenida. Anna le hizo sitio a su lado. No se me pasó por alto la expresión avinagrada de Emily. Ella estaba sentada enfrente y en cuanto vio a Mackenzie, arrugó el morro con desagrado, un gesto apenas imperceptible. ¿Qué demonios le pasaba?
Al principio, nos sumimos en una conversación muy alegre.
—Dime, Emily, ¿qué tal vas con el tiro con arco? —le preguntó Elli.
A ella se le iluminó la cara y por un momento olvidó que Mackenzie estaba sentada en la misma mesa.
—De fábula. Los entrenamientos están siendo muy potentes. El entrenador es estricto, pero me gusta mucho cómo da las clases.
—¿Sigues haciendo tiro con arco? —le preguntó Mackenzie. Emily se puso tensa al escuchar su voz—. Es un deporte para frikis, aunque, teniendo en cuenta que lo eras en el instituto, no me extraña que sigas practicándolo.
Silencio. Todos mirábamos de la una a la otra. Emily agachó la cabeza e intentó esconder con su pelo su cara.
—No es un deporte para frikis —la defendí—. He ido a una de sus competiciones y he de decirte que es muy buena. Me dejó flipando.
—Es un deporte para personas sin vida social como ella. ¿O acaso no sabíais que ella era el bicho raro de la clase? Esos ojos que tiene dan un repelús.
—Tú tienes un vocabulario de mierda y no te digo nada —la atacó Emily sin que se le moviera un pelo.
La miré de hito en hito. A pesar de haberla visto defenderse por sí sola, todavía me costaba creer que una mujer con esa cara tan angelical tuviese una fierecilla dentro de ella. Um, quería que fuera mi fierecilla.
—Mide tus palabras, niña mimada. —Mackenzie la miró con una cara amenazante—. Eres tan patética. ¿Sabes?, por un momento he pensado que él —dijo señalándome con el dedo— era tu novio. No veas el alivio que he sentido al saber que solo sois amigos. ¿Quién querría salir con una mujer como tú, con un error de la naturaleza?
Los ojos de Emily estaban teñidos de lágrimas. Se estaba conteniendo y yo me sentía un capullo integral por no haberla creído, por haber pensado que solo exageraba con respecto a Mackenzie. Pero, joder, esa mujer era todo un demonio andante.
Emily se levantó de la mesa.
—¿Sabes? No estoy aquí para aguantarte. Tengo mejores cosas que hacer.
Y se largó.
—¡Huye de aquí, friki! Siempre has sido una cobarde —se burló de ella.
Apreté los puños.
—¡Ya basta! Si te he traído aquí es para que te sintieras incluida, no para que insultes a mi amiga.
—Ese bicho no merece ser tratado de amiga. —Se encogió de hombros con indiferencia. Flipaba. ¿Iba enserio aquella mujer? Qué frustrante.
—¿Sabes una cosa? Que te den.
Y salí de ahí para buscarla.
. . .
La estuve buscando en todo el edificio, pero no la encontré. Fui a su piso por si hubiese vuelto a su puesto de trabajo, pero no estaba. Fui hacia la decimoctava planta, aquella en donde estaba el despacho de su hermano, pero tampoco estaba. No la encontré ni en la entrada, ni en la sala del material, ni en ningún otro lugar. ¿Dónde se habría metido esa mujer?
De vuelta al comedor escuché un llanto amortiguado proveniente de los baños femenino. Eureka, allí estaba. Me acerqué con temor y entré sin tocar, sin pudor alguno. No era la primera vez que entraba en unos aseos femeninos para rescatar a alguna de mis chicas, como la vez en la que Elli sufrió un gran ataque por parte de Ingrid y esta se escondió en los servicios de su planta.
Allí estaba Emily, con la cara inundada en lágrimas. Estaba acurrucada en una esquina, oculta tras un lavabo. Se había llevado las rodillas hacia el pecho, en un gesto de protección. Temblaba. Hipó por el llanto. Verla así me rompió el corazón y me hizo sentir culpable. Porque era mi culpa que ella estuviese así en aquel momento, tan fuera de sí y tan triste. Sentí un nudo en la garganta e impotencia. Dios, era gilipollas. Debería haberle hecho caso, debería haberla escuchado. ¿Qué clase de amigo era? Si bien lo pensaba, yo no quería ser solo su amigo, aunque por el momento me bastara.
—Emily, ¿estás bien? —pregunté al mismo tiempo que me acercaba a ella.
Alzó la mirada y verla así de destrozada me partió por entero. Me sentía el ser más ruin de la historia.
—Estoy estupendamente —soltó con sarcasmos. Di un paso más hacia ella, pero ella casi gritó—: ¡Vete! Quiero estar sola.
Ni de coña la iba a dejar así.
Llegué hasta donde estaba ella y me senté a su lado. Había vuelto a llorar, esa vez con más fuerza. La atraje hacia mí y dejé que se descargara sobre mi hombro. No me importó que mi camisa se mojara por sus lágrimas. Me sentía culpable, porque que ella estuviera así en aquel momento era solo por mi culpa.
Permanecimos así, callados y en silencio, bastante rato. Dejé que ella llorara y, mientras tanto, recorría con mis dedos su espalda en un intento de tranquilizarla. Pasaron los minutos y cada vez sentía que aquel silencio me estaba ahogando. Necesitaba decir algo, sentía que debía hacerlo después de haberla cagado tanto con ella. ¿Qué clase de amigo era si no creía sus palabras? Normal que se pusiera así. Si Elli o cualquier otro amigo mío no me creyera algo que sabía que era cierto, yo también me pondría de esa manera.
—Lo siento —me disculpé cuando noté que Emily había dejado de llorar. Seguía con la cara oculta en mi hombro. Mis manos estaban enredadas en su pelo. Poco a poco la separé de mí e hice que me mirara a los ojos. Los suyos estaban rojos e hinchados por las lágrimas—. Siento ser un gilipollas y no haberte escuchado. Debería de haber sabido que Mackenzie iría a por ti.
Ella se pasó las manos por la cara en un intento por borrar todo rastro del llanto. No dijo nada y su silencio ensordecedor me estaba matando.
—Por favor, no te enfades conmigo. Yo solo... Yo solo...
—Mackenzie Payne es el ser más despreciable que he conocido en mi vida —dijo con la voz ronca—. En el instituto ella era la abeja reina y siempre se metía con aquellas personas a las que que no consideraba un igual y, por desgracia, yo estaba en su lista negra.
Emily volvió a llevarse las piernas al pecho. Enroscó las manos en las rodillas y empezó a mirar al infinito.
<<Nunca fui aceptada del todo en el entorno escolar. Mis amigas, Heather, Skye y Evelyn, siempre intentaron hacerme ver que la popularidad no lo era todo. No sé cómo ellas quisieron estar con alguien como yo si podían haber sido parte de aquel grupo con facilidad. —Cuando habló de ellas, sonrió—. Gracias a ellas he aprendido que no necesito la aprobación de nadie para ser feliz.
<<De pequeña llegué a odiarme a mí misma, llegue a odiar aquella parte de mí que me hacía especial. Mamá, papá y Derek intentaron hacerme entender que no pasaba nada por tener una anomalía genética, que eso solo me hacía especial. Pero ellos no saben lo que es tener que aguantar las constantes burlas de mis compañeros, las bromas pesadas, que me señalaran con el dedo y me dijeran bicho raro.
Varias lágrimas empezaron a volver a escapársele de los ojos. Con mis dedos se las fui enjugando. Aquel relato me estaba matando, pero en parte agradecía que Emily se estuviese abriendo a mí, que después de lo que había pasado confiara en mí tanto como para contármelo.
<<Siempre me he sentido, en cierta manera, excluida del grupo social. Si bien cuento con el apoyo de mis amigas y mi familia, hay veces en las que creo que no pertenezco a ningún grupo, que no encajo en ningún lugar. ¿Y si es cierto lo que ellos dicen? ¿Y si soy realmente un bicho raro?
La abracé con fuerza contra mi pecho, sintiendo cómo se convulsionaba por el llanto. Verla así de triste, rota, me provocó una sensación amarga en la boca. Lo que menos quería era que ella sufriera, porque no se lo merecía. Era una gran mujer. No se merecía ser tratada como una basura. Se merecía mucho más que eso.
Apoyé mi cabeza en la suya y le di un beso en la frente. Esperé a que dejara de llorar o, al menos, a que se tranquilizara un poco. Estaba fuera de control, fuera de sí. Lo que menos quería era ver cómo esos hermosos ojos se bañaban en lágrimas, sentirla sufrir por un pasado que aún la atormentaba; porque estaba claro que aún no lo había superado.
—No eres un bicho raro ni un error de la naturaleza ni nada de esas cosas horribles que decían los subnormales de tus compañeros —susurré en su oído. Sus manos se aferraban con fuerza a mi cuerpo en busca de protección y seguridad y eso me pareció una muy buena señal. La separé un poco, pues quería que me mirara a los ojos—. Eres la mujer más maravillosa que jamás he conocido. Eres...
—No digas mentiras —me interrumpió ella frunciendo el ceño—. Soy un desastre andante. La gran mayoría de las personas que conozco huyen de mí, aunque no me extraña. ¿Quién querría estar con la chica de los ojos raros?
La miré. Yo, yo quería estar con ella.
—Emily...
Me empujó y me alejó de ella.
—No. Déjame en paz.
Ni de coña.
Me levanté y me crucé de brazos.
—No.
Bufó y yo la imité.
—Eres un cansino, un petardo, un pesado...
Ya no lo pude aguantar más. Se estaba infravalorando. Vamos, una mujer tan guapa como ella no debería de pensar así de sí misma. Era preciosa, perfecta tal y como era.
Así que me agaché de nuevo y la acallé con un beso. Al principio no hizo ningún movimiento, solo se quedó helada. Poco a poco me siguió el beso, moviendo los labios de manera experta. Con timidez, enroscó las manos en mi cuello y se dejó llevar. Mientras, en mi interior se libró una batalla de sensaciones que jamás había sentido antes. Sentía la emoción y la adrenalina de ese primer beso, así como un torbellino en mi estómago. Sus manos enredadas en mi cuello provocaron un sinfín de escalofríos y aquellos labios tan jugosos moviéndose y bailando con los míos me dieron el mayor de los placeres. Nunca antes había sentido un beso tan intenso.
Nos separamos un poco con las respiraciones agitadas. Emily apoyó su frente en la mía, jadeante. Parecía que todo aquel sufrimiento y dolor había sido sustituido por una felicidad pura. Sus ojos ahora ya no brillaban por las lágrimas.
No hicieron falta las palabras. De un momento a otro nuestras bocas volvieron a estar unidas en un beso mucho más pasional que el anterior. Mis manos volaron hasta su cadera y apreté con fuerza su cintura. Mordisqueé su labio inferior en un intento por pedirle permiso. Cuando jadeó en mi boca, aproveché la oportunidad para invadirla con mi lengua. En seguida nuestras lenguas empezaron una danza.
Las manos de ella estaban en mi pelo, tirando de él. Nadie sabía lo mucho que me gustaba aquello, más cuando tiré de ella para tenerla completamente sobre mí. A aquel beso le precedió otro y otro más. Hasta que al final Emily se separó lo justo de mí. Sonreía como nunca y eso hizo que mi corazón brincara con fuerza. Apoyó la cabeza en mi pecho y, mientras tanto, yo le acariciaba el pelo con ternura. Aún respirábamos agitadamente debido a nuestra sesión de besos. Nos quedamos callados, disfrutando de la compañía del otro en silencio.
—Gracias —la oí murmurar bajito. Bajé la mirada a ella y me vi perdido en aquellos ojos tan peculiares y llamativos, en aquella mirada tan dulce.
—¿Por?
Le pasé las yemas de los dedos por la espalda, acariciándosela con suavidad. Sentía el palpitar acelerado de su corazón en mi pecho.
—Por todo. Por venir aquí, por preocuparte por mí... por el beso.
Sonreí.
—Siento si ha sido una molestia —agregó y yo borré mi sonrisa.
La miré con seriedad, intentando transmitirle cómo me sentía. Le cogí las manos y me las llevé al pecho, allí donde descansaba mi corazón.
—¿Sientes cómo se mueve? ¿Sientes lo rápido que va? —Las mejillas de aquella mujer se empezaron a teñir de un rosa adorable—. Es por ti. Eres la única que provoca que todos mis sentidos se alboroten —le confesé al fin—. Llevo... Llevo varias semanas siendo todo un capullo contigo porque no puedo quitarte de la cabeza, no puedo dejar de pensar en ti. Te has metido en mi sistema desde el primer día que te vi en la editorial, desde el día en que estos ojitos tan bonitos se clavaron en mí.
Le acaricié la mejilla con la mirada clavada en esos ojazos que tanto me impresionaban.
—Landon...
—Solo no digas nada. Eres preciosa y yo... yo estoy loco por ti. —Y para afirmarlo, le di un beso casto sobre los labios que la dejó aún más patidifusa de lo que estaba.
—Yo... Tú... —balbuceaba—. ¿Te... Te gusto?
Sonreí. Era adorable verla así. ¿Por qué tenía la sensación de que no creía mis palabras?
—Me gustas mucho —confesé apartando por un momento la mirada de ella.
Una sonrisa tímida empezó a formársele en los labios, seguida de una risita.
—¿Te gusto? —volvió a repetir la mar de feliz.
—Mucho mucho.
—¿Por eso te has comportado como un imbécil conmigo las últimas semanas?
Afirmé con la cabeza.
—Sí.
—No entiendo por qué. —Se rascó la cabeza sin comprender.
Volví a sonreír. Se me olvidaba lo inocente que era.
—Porque eres una mujer inalcanzable para mí y sé que es difícil que tú sientas lo mismo, más si te llevas tan bien con ese chico que te trajo el otro día del entrenamiento.
Una sonrisa ladina tiró de su boca.
—Milo. ¿Estás celoso de él?
—Un poco.
Rió. La miré flipando. ¿Iba en serio? ¿Yo le confesaba mis sentimientos y ella se reía de mí? ¡Qué injusticia!
—No debes estarlo. Para tu información, es solo mi amigo. No hay nada más entre nosotros, solo una buena amistad. Además, a mí me gusta mucho otro hombre.
Bufé. Genial, más competidores.
—Ajá.
—Tú lo conoces muy bien. Se llama Landon y vive en nuestro mismo edificio. Tiene tu edad y yo diría que se te parece un poco —dijo con picardía.
La miré de hito en hito, sin creer del todo lo que me estaba diciendo.
—¿Yo te gusto? —pregunté en un susurro.
Ahora fue ella la que se llevó mis manos al corazón. Latía con fuerza, desbocado. Como el mío.
—Desde el primer momento. Por eso suelo ser más tímida contigo.
Se mordió el labio inferior con nerviosismo.
¡Oh, por Dios! ¿Estaba en el paraíso? ¿Había muerto y estaba en el cielo? Porque escuchar de ella que yo le gustaba no era algo que me esperase. Joder, era un gilipollas con suerte.
—Te gusto —repetí como un idiota.
—Y yo a ti.
Sonreí y la alcé para dar vueltas juntos. Reímos a carcajadas y volvimos a besarnos para sellar el trato.
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Nota de autora:
¡Feliz miércoles, mis enredados y enredadas!
Menudo capítulo. Ha sido intenso. Muchas lo esperabais desde hace mucho. Repasemos:
1. La llegada de Mackenzie.
2. Emily está celosa y se siente amenazada.
3. Mackenzie ataca a Emily.
4. Landon va tras Emily.
5. Landon consuela a Emily.
6. Confesiones.
7. ¡Ha habido beso!
Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el viernes! Un beso enorme.
Mis redes:
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