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Capítulo 12

Capítulo 12

Landon:

Llegamos al polideportivo de Union City diez minutos antes de la hora. En cuanto aparqué, Emily salió disparada fuera del coche. Cogió la mochila azul donde guardaba el arco del maletero y bloqueé el vehículo. Por el camino de gravilla observé cómo más personas vestidas con ropa deportiva y cargada con bolsas de diferentes clases se unían a nosotros. Varios saludaron a Emily con cariño, como si la conocieran.

Llegamos al polideportivo, un edificio bastante grande de fachada gris tristón. Al entrar, la recepcionista nos señaló el camino que nos llevaría hacia la sala en la que tirarían. Tuvimos que bajar unas escaleras hasta dar con ella y, al entrar, lo primero que noté fue la rasca que hacía. Emily no exageró aquella mañana al decirme que me abrigara. Gracias a ella había cogido un abrigo gordo. Lo segundo que noté es que había muchas personas allí, de todas las razas y edades. Me sorprendió el hecho de ver a niños de seis años allí. ¡Si ni siquiera parecía que pudieran con el arco!

Emily se separó de mí y fue a mirar unas listas que estaban pegadas en una columna. Las gradas estaban a un nivel superior. Antes de subir, me acerqué a Emily.

—¡Mucha suerte, aunque sé que no la necesitas! —le deseé guiñándole un ojo.

Ella se sonrojó, pero esbozó una sonrisa grandiosa.

—Muchas gracias. —Agarró con más fuerza las tiras de la mochila—. Sé que esto puede llegar a ser muy aburrido para las personas que ven el deporte desde fuera. Te explico un poco la dinámica. Primero hacemos una ronda de calentamiento. No suele durar mucho, tres o cuatro tandas de tres minutos cada una. Lo segundo que viene es la disputa del título estatal, en la que yo participo. Son tres rondas de otros tres minutos. Por último, viene la tirada gorda. Son diez rondas. —Señaló una de las dianas que estaba a una distancia increíblemente lejos. Apenas veía las tres tiras de papel que había—. Yo estoy en esa. —Rió al ver mi cara de gilipollas—. ¡No es para tanto, Landon! He tirado a distancias mayores.

Qué os iba a contar yo. Me sentía fuera de lugar. No entendía el deporte, aunque me pareció en cierta medida fascinante. Miré de nuevo a Emily y, no sé por qué cojones lo hice, pero le di un beso en la mejilla.

—Mucha mierda.

Me despedí de ella y subí a las gradas. Había muy poca gente. Un par de familias y alguna que otra pareja. Desde mi posición podía ver con precisión a cada arquero. Me situé de tal manera que tenía a Emily frente a mí. Observé cómo empezaba a montar el arco como si fuera un mueble. Un chico se acercó a ella y le dio un abrazo. No sé por qué, pero aquel gesto me provocó un retortijón de estómago. El chico en cuestión era muy guapo y parecía que había muy buena química entre ellos. ¿Sería su novio?

Sentí otro retortijón en el estómago, mucho más fuerte que el anterior. Sabía lo que eran, lo que sentía. Estaba celoso y no entendía por qué. A ver, ella me gustaba, pero no éramos nada. No me gustaba para nada ver lo cariñoso que se mostraba él con ella y lo feliz que se la veía.

Un silbato sonó con fuerza.

—¡Revisión del material! —se escuchó desde los altavoces. Acto seguido, todos los arqueros fueron al lugar en el que estaban dos jueces, supuse que serían jueces, y esperaron a su turno.

Emily se unió a la cola en cuanto tuvo todo listo. Aquella mañana estaba muy guapa. Se había recogido el pelo en un peinado que a mí me volvía loco. La parte de arriba lo tenía recogido en dos trenzas, pero al llegar a la parte inferior se había puesto dos gomas de pelo para que le quedaran dos coletas. Le sentaba de miedo.

Cuando se puso en la fila de espera, mi mirada estaba posada en su trasero. Era muy respingón y me dieron muchas ganas de estrujarlo.

Uf, enseguida tuve que frenar mis pensamientos.

Tardaron una media hora en arrancar con el entrenamiento. Las primeras flechas de Emily eran un poco torpes, pero ninguna se salía fuera de la diana. A medida que el entrenamiento iba avanzando ella iba mejorando hasta que en la última ronda llegó a meterlas todas en la franja amarilla, la que más puntuaba. Cuando volvió de recoger las flechas, la veía feliz y relajada. Estaba en su salsa.

Entonces empezó la disputa del título estatal, en la que solo participaban dos arqueros de cada modalidad. A ver, esto lo aprendí más tarde. Al parecer, había más de una modalidad, dependiendo del tipo de arco. Como Emily tenía un arco olímpico pertenecía a la modalidad B. Por cierto, su arco me molaba la hostia. El cuerpo rojo brillante era increíble.

Los arqueros esperaron a que el primer silbato sonara, aquel que les ordenaba a situarse en la línea de tiro. Cuando se escuchó el segundo silbato, todos cargaron. Vi cómo Emily se tomaba su tiempo en apuntar y lanzar. Soltó la cuerda con maestría y yo me fijé en dónde estaba la flecha. La diana era tan pequeña que no se veía, lo único que sabía era que estaba dentro de lo amarillo. Repitió el gesto otras cinco veces y, al terminar, esperó a que el tercer silbato sonara para así poder ir a recoger sus flechas. Cuando regresó, vi que en su marcador había muy buenos puntos y que estaba muy cerca de su oponente si bien no llegaba a alcanzarle.

En la siguiente ronda se puso a su altura. Quedaron empatadas ellas dos y en la tercera, Emily consiguió superar a su oponente. Aplaudí cuando le dieron el título de campeona estatal. La chica que había perdido miraba a Emily con rabia y odio.

—¡Comenzamos la segunda ronda de la liga! —vociferaron los jueces por el megáfono.

Las primeras rondas estuvieron bien, emocionantes. Mas a medida que pasaba el tiempo más me iba aburriendo. Así que cogí mi tablet y me puse a trastear en ella. De vez en cuando alzaba la mirada para ver qué tal le iba la cosa a Emily. Se la veía a gusto y muy cómoda. Veía lo bien que se llevaba con sus compañeros. De reojo, aprecié cómo la misma chica a la que le había arrebatado el título la fulminaba con la mirada. Vaya, vaya, vaya. Había alguien que no sabía aceptar una derrota.

Cuando la última ronda terminó, estuve a punto de saltar de alegría. Incluso en mi cabeza escuchaba a un coro de ángeles cantando <<Aleluya>>. Menos mal. Al principio la cosa estaba bien, pero después todo se volvía aburrido y constante.

Ya los arqueros estaban haciendo el sumatorio de sus puntuaciones. Emily tenía la planilla en las manos y parecía ser la encargada de apuntar. El mismo hombre que la había abrazado estaba a su lado calculando la suma total. Cuando por fin terminaron, cada uno de ellos firmó y entregaron los resultados a los jueces.

Por fin ella vino a mi encuentro. Sonreía y su gesto se amplió al verme. Por alguna razón desconocida para mí, aquello me provocó un mar de emociones placenteras.

—Ey, ¿qué tal la tirada?

Sus ojos brillaron con fuerza. Sus mejillas estaban algo ruborizadas.

—¡Ha sido una pasada! —exclamó más contenta que unas castañuelas—. ¡He superado mi récord personal y he ganado de nuevo el título estatal! Aunque ha estado reñido, Jade ha tirado que te cagas. Por suerte, al final la última flecha de ella se le ha ido fuera de la diana. Si no fuera por eso, estoy segura de que me habría ganado.

Empezó a recoger todo. Desmontó el arco como si fuese un juguete de la marca LEGO. Yo no entendía el funcionamiento ni cómo se llamaban las piezas que componían aquel arma. Molaba. Si bien al principio me había parecido un deporte un tanto friki, debía admitir que me había picado la curiosidad.

—Gracias por traerme —repitió por sexta vez en el día Emily. Cerró la mochila tras guardar todo en su lugar con mimo—. Sin ti no habría podido venir y habría sido una pena.

Le toqué una de las coletas con mimo. Tenía un pelo precioso y muy suave.

—Ha estado bien.

—¿Te has aburrido mucho? —Sus ojos grandes me miraban con expectación.

Me encogí de hombros con indiferencia.

—No mucho, la verdad. En las primeras tiradas estaba atento a lo que pasaba, aunque admito que a medida que pasaba el tiempo sí que me he puesto a hacer mis cosas.

—Es normal. Es un deporte aburrido de ver.

Empezamos a salir del edificio. Vi cómo Emily se fue despidiendo de sus compañeros. Sin embargo, uno de ellos, el mismo chico de antes, vino a su altura y le dio un gran abrazo. Joder, yo quería un abrazo así de ella; yo quería tener esa confianza.

—¡Lo has hecho de puta madre, mujer! Recuérdame que nunca te haga enfadar —bromeó él, haciendo que Emily se riera a carcajada limpia.

—Qué payaso eres, Milo.

—¿Qué? Solo digo la verdad. Tienes una puntería que da miedo.

Miré al hombre con detenimiento. Era muy atractivo y bastante musculoso. Tenía unos ojos muy bonitos, del mismo color de la miel. El pelo marrón como el chocolate estaba algo revuelto. Tenía la piel tostada y un par de lunares en la cara. Parecía muy simpático y yo sabía que no podía odiarlo simplemente por sentir celos de él.

—Milo, él es Landon —nos presentó ella.

Ahora fue él el que me analizó de arriba a abajo. Una sonrisita que no me gustó para nada se instaló en sus labios.

—Encantado de conocerte. ¡Por fin conozco al famoso Landon!

Y me estrechó la mano. Yo estaba flipando. No entendía qué cojones pasaba y a qué venía aquello. ¿De verdad Emily le había hablado de mí? La miré y descubrí que estaba mucho más roja que el día anterior al salir de la ducha.

—¡Milo! —lo recriminó.

Él le tiró un beso en un gesto de complicidad.

—Bueno, he de irme. Mis padres me esperan. —Los señaló con un gesto de la cabeza—. Ha sido un placer conocerte. Nena, nos vemos el martes en el entrenamiento. Vendrás, ¿verdad?

Ella le dio un abrazo de despedida y, al separarse, exclamó:

—Por supuesto. ¿Acaso lo dudabas?

Él rió y le dio un beso en la mejilla cariñoso a modo de despedida. Soltó un <<¡Nos vemos!>> y se marchó.

Suspiré con alivio.

Pensé que ya podríamos marcharnos a casa, pero no. Una mujer muy guapa, más o menos de mi edad, se acercó a nosotros. Tenía el pelo de un color castaño muy bonito y unos espectaculares ojos azules. Piel tostada, nariz recta y un cuerpo de envidia. Enseguida la reconocí. Era la misma chica a la que Emily había derrotado. No traía cara de buenos amigos.

—¿A dónde te crees que vas? —fue lo primero que salió de sus labios cuando la tuvimos cara a cara. Era bastante más alta que Emily y eso que ella era alta de por sí. La llevaría cinco centímetros de diferencia como mucho.

—A mi casa —soltó la pelinegra con indiferencia.

Los ojos azules de la mujer empezaron a chispear con fuerza. Daba miedo. Era como si odiara a mi compañera de piso.

—¿Te crees la mejor solo porque me has ganado un par de veces? —la atacó.

Emily la miró de arriba a abajo sin interés.

—No, no me creo la mejor. Soy buena y esta vez he sido mejor que tú y punto.

Emily hablaba con sequedad. Notaba cómo el ambiente se tornaba tenso, era tanto que casi podría cortarse con un cuchillo o unas tijeras. Por la mirada de odio de la mujer supe que no le caía bien Emily. A Emily parecía caerle igual.

—Qué patética.

—¿A qué has venido, Jade?

—Te aviso que en la siguiente no me ganarás. Por algo soy la mejor tiradora del país —alardeó ella.

—Querrás decir que eras la mejor. Vamos, has flaqueado en tu técnica. Si practicaras más tiempo, podrías lograr superarme. Pero como no lo haces...

—Mira, zorra de mierda —la cortó echando fuego por la boca—. No eres más que una niña rica. Seguro que les has pagado a los jueces para que me ganes.

La miré con mosqueo. ¿Quién se creía para insultarla de esa manera? Iba a decirle unas cuantas palabras, pero Emily se adelantó. Tenía mucho desparpajo y no se cortaba ni media. Mejor.

—Lo primero, que mis padres tengan dinero no me convierte en ninguna niñita mimada y tonta. Segundo, cierra ese pozo de mierda que tienes por boca si no quieres acabar muy mal. Tercero, es tan triste que una mujer como tú, con tanto talento, se desperdicie por unos celos.

Miré a aquella mujer de mirada dulce de hito en hito. ¿Desde cuándo aquel angelito se había convertido en un demonio? Joder, es cierto que las apariencias engañan.

Jade se empezó a poner roja de rabia y por un momento temí que le diera una bofetada a Emily. Sin embargo, en vez de eso le dijo unas palabras que fueron más dolorosas que una puñalada en el pecho. Porque, de pronto, pareció notar mi presencia a su lado y empezó a mirarme con descaro.

—¿Y este hombre tan guapo quién es? ¿Es tu novio? Ay, no, que nadie quiere estar con un bicho raro como tú. Nadie querría mantener una relación contigo. Esos ojos que tienes te hacen tan fea. Eres un error de la naturaleza.

—¿Cómo... —Carraspeé—... Cómo se te ocurre decir algo así? Eres un bicho, Jade. —Me volví hacia Emily, pero no estaba. Había salido corriendo hacia el coche—. Esto no va a quedar así.

—¿Quién te crees que eres para hablarme así?

Mis palabras salieron de mis labios antes de que mi cerebro las procesara.

—Su novio.

Y me alejé de ella dejándola con una cara de gilipollas.

Lo único que me importaba era consolar a Emily, porque sabía que las palabras de esa arpía le habían hecho mucho daño. Nadie se merecía que la trataran así, mucho menos ella. Era el ser más dulce que había conocido y yo estaba colado hasta las trancas por ella.

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Nota de autora:

¡Feliz miércoles,mis enredados y enredadas!

Esto está que arde. Ya se nota la atracción que sienten el uno por el otro. Repasemos:

1. La competición.

2. Los celos de Landon.

3. El encuentro con Jade.

4. ¡Landon diciendo que es el novio de Emily! Yo también estoy así:

Espero que os haya gustado el capítulo. ¡Nos vemos el viernes! Un beso enorme. Os quiero.

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