Capítulo 14-Empieza a salir el sol
Estoy abriendo el bar, como cada mañana desde la última semana. Dulceida, no me ha contestado al mensaje. He intentado llamarla, pero me ha salido el buzón. Menos mal, que no me han puesto pegas y he podido firmar el contrato y estoy de nuevo dado de alta en la Seguridad Social. He ido al banco y se están pensando eso de darme el préstamo, porque como no es un contrato indefinido, que es por obra, o sea por tiempo limitado aún lo están barajando. En los años que llevo en este mundo, casi no he parado de trabajar y eso debería de ser una ventaja, a la hora de que me lo concedan.
Sigo sirviendo desayunos, ya que es hora punta y la verdad, que esto de ser camarero no se me da nada mal. Esta semana, solo en propinas, ya tengo poco más de cien euros y eso me satisface.
—Señorita, le pongo lo de siempre. Le digo a Lara, una mujer que ya es clienta habitual, desde que estoy aquí.
—Si ya sabes—dice Lara guiñándome un ojo, mientras sigue ojeando una revista.
Yo le preparo su tostada con tomate y su café con leche de soja, mientras sigo atendiendo a otras mesas. Estoy ajetreado porque solo somos dos y aún quedan un par de mesas sin atender. Solo la terraza, ya cuenta con veinte mesas y otras tantas dentro del bar.
He aprendido a hacer dibujos con la crema de la leche, en mis ratos libres y la gente se muestra contenta por mi logro, en tan poco tiempo. Le llevo el desayuno a Lara y me paga la cuenta al momento, con un billete de diez euros.
—Espere un momento, que ahora mismo le traigo su vuelta—le digo a ella.
—No hace falta, Dani. Quédate con la vuelta—me dice, mientras me hace una caída de ojos.
—Gracias Lara, es usted muy amable—le digo contento.
—Las que tú tienes mi amor—dice ella sonriente, mientras yo me sonrojo un poco, porque no estoy acostumbrado a ese tipo de piropos.
Yo voy hacia la caja, para coger el cambio y poder echarlo en mi bote de las propinas, cuando veo que hay una nota dentro del billete. Cuando la leo, me quedo a cuadros. Dentro está el número de Lara y pretende que la llame uno de estos días, para tener una cita. No me vendría nada mal desahogarme un poco, después del estrés que tengo, pero de momento lo voy a dejar estar. Ya es la segunda vez que una chica me da su número de teléfono. Estoy en racha, aunque viendo que últimamente estoy a dos velas, no lo descarto, pero de momento, lo voy a dejar estar. Quiero pasar más tiempo con Dalia, ahora que ya está mejor de ánimo y ha salido del hospital.
Puede hacer vida normal y después de hablar con el instituto seleccionado, puede empezar mañana sin ningún problema. Espero que esté a gusto y que no me mienta, a la hora de explicarme sus nuevas sensaciones.
Esta tarde, la llevaré a comer una hamburguesa y a dar un paseo por las inmediaciones del parque. Por allí hay un bonito paseo y le viene bien respirar aire puro, después de pasar unos días en el hospital y de estar encerrada en casa. Quiero que se vuelva a enamorar de la vida y que empiece de nuevo. Se que no será fácil, pero es algo que tiene que hacer y yo estaré a su lado para hacerle su camino más llevadero.
Sigo trabajando de camarero, ya llevo unos cuantos días aquí y cada vez estoy más acostumbrado a este trabajo y a madrugar. Horas después de empezar una nueva jornada, me llegan mis diez minutos de descanso. Tengo que aprovechar este momento que no hay mucha gente, para que mi compañera esté al mando sin estar agobiada, ya que Benito hace un par de días que no aparece por aquí.
Me hago un café y me siento en la parte de atrás del almacén, a trastear un poco con el móvil, mientras descanso y hago un poco de tiempo.
Al poco rato, recibo una llamada de un número oculto. Lo cojo pensando que pueden ser los del banco por lo del préstamo, pero cuando contesto, al otro lado de la línea no contesta nadie. Después de varios intentos para que hablen, cuelgo, cansado de esperar. Me tomo el café y me levanto porque ya se me ha acabado el tiempo de descanso. Sigo así un par de horas. Limpio los baños porque hoy me toca a mí y saludo a Andrea, la chica que entra en el turno de tarde. Ella me saluda efusivamente y después de contarle un par de anécdotas, me voy hacia casa, ya que estoy muy cansado.
Al llegar a casa, me doy una ducha rápida y hago algo rápido para comer, para que Dalia, me acompañe. Así que, voy hacia su habitación y cuando llego lo que veo me deja impactado. Ante mí, hay miles de bocetos de chicas con ropa de millones de estilos. La verdad que son muy buenos. No sabía yo que Dalia, tuviese gusto por la moda.
—¿Y estos bocetos los has hecho tú? —pregunto impresionado.
—Si, aunque aún los tengo que perfeccionar ¿Te gustan? —pregunta esperanzada.
—¿Qué si me gustan? ¡Me encantan! Nunca he visto nada igual. Parecen chicas reales, no bocetos hechos en papel. ¿Cómo has conseguido plasmarlo así? —digo atontado.
—Pues fijándome mucho en los detalles e imaginándome que soy diseñadora de verdad, supongo—dice avergonzada.
—Pues he de decirte hermanita, que tienes mucho talento. Es bueno que pienses cuanto antes lo de retomar los estudios en serio, para centrarte en esta carrera y trabajar en lo que te gusta. En cuanto termines la carrera, seguro que te lloverán ofertas, cuando observen tus magníficos bocetos —digo orgulloso de ella.
Dalia se levanta de su escritorio y me da un abrazo.
—Gracias Dani. Por todo lo que estás haciendo, por estar a mi lado y por comprender mi situación como lo hiciste, después de habértela ocultado durante años. Nunca lo olvidaré—dice Dalia, derramando algunas lágrimas.
—No tienes nada que agradecerme, tonta. Para eso estoy aquí. Soy tu hermano, quién te iba a apoyar si no. Espero que ahora confíes en mí y me cuentes siempre toda la verdad, sobre todo si se vuelven a meter contigo—explico emocionado.
—Tenlo por seguro. ¿Qué te parece si aviso en el nuevo instituto y empiezo mañana mis clases? Mi psicóloga dice que ya estoy preparada, para enfrentarme a mis demonios—dice entusiasmada.
—¡Me parece estupendo! ¿Te gustaría, para celebrarlo, que nos vayamos esta tarde de compras? Así podrás renovar parte de tu vestuario, luego podemos ir a dar un paseo por el parque y rematar la tarde, comiéndonos una hamburguesa, como los viejos tiempos—digo ilusionado.
—¡Sí, me parece perfecto! —exclama ella entusiasmada.
—Pues venga, vamos a comer algo, que ya se nos hace tarde y se va a enfriar lo que he preparado—le digo, mientras salgo de su habitación preocupado, después de que ella se haya sincerado conmigo y yo no haya sido capaz de hacerlo.
Estoy hecho polvo, sobre todo por haberle ocultado lo del nuevo trabajo y el costoso tratamiento. Debería de saberlo, pero es que no la quiero preocupar ahora, sobre todo ahora, que empiezo a notarle ese brillo en sus ojos. Lo haré más adelante, cuando esté cómoda en su entorno y en su nuevo instituto.
Después de comer, nos relajamos un poco en el sofá, mirando una película. "El diario de Noa", a pesar de que las películas románticas no me gustan, ésta tiene un bonito argumento. Parece una historia muy creíble y llena de amor. Me agrada que su marido, por la enfermedad de su mujer, vaya cada día a visitarla a esa residencia, a pesar de que ella no se acuerde ni de quién es. Me parece muy tierno, cómo le cuenta cada día su historia, aunque al día siguiente se olvide de nuevo. Lo que no me esperaba es el final y después de mirar a Dalia, llorar, reconozco que se me ha escapado alguna lagrimita.
Recogemos todo el desastre que tenemos en casa y nos vamos de compras, para cumplir la promesa que le prometí. Aún tengo algo ahorrado de lo que cobre en la revista, no es mucho, pero mi hermana merece ser feliz. Para ello, le ayudará cambiar su vestuario, ya que ahora, se lo importante que es para ella la moda. Después de dos horas de compras y de haberse comprado todas las novedades, vamos cargados con sus bolsas y recorremos las calles dando un paseo. Luego decidimos ir a comer la hamburguesa que tanto codiciamos, ahora que estamos hambrientos. Me he dado cuenta, durante toda la tarde, después de observarla en las mismas calles que hemos transitado, que una persona estaba observándonos desde lejos, atenta a todos nuestros movimientos. No le he comentado nada a Dalia, para no preocuparla. Puede que sean imaginaciones mías, porque tampoco he sabido distinguir si era hombre o mujer. Quizá haya sido una coincidencia, pero por si acaso, estaré alerta en los próximos días, ya que a mí estas cosas me ponen muy nervioso.
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