Capítulo 1 - Mi vida antes del suceso
Antes de contaros cómo es mi vida actual, quiero que sepáis un poco cómo me ha ido hasta ahora, para que entendáis la situación por la que estoy pasando.
Mi nombre es Daniel, tengo treinta y dos años y trabajo en una multinacional que se dedica a la publicidad, como becario. Llevo diez años trabajando para esa empresa, no es mi trabajo soñado, porque me gustaría implicarme más y llegar a un puesto más alto, para poder demostrar mi talento, pero al menos me ayuda a pagar mis facturas.
Mis padres me tuvieron unos meses después de casarse, porque mi madre ya estaba embarazada de mí. A los dos años de nacer yo, mi madre volvió a quedarse embarazada. Llegó de nuevo la ilusión a la casa, ya que me darían un hermanito/a. Pero la alegría nos duró poco, pues a los cuatro meses, lo perdió al caerse por unas escaleras. A raíz de eso, mi madre entró en una profunda depresión y se echaba la culpa de todo. Yo me sentía impotente, porque no sabía muy bien, como hacer para consolarla y aliviar su dolor. Esos meses todo fue un caos, porque no solo sufrimos la pérdida de un bebé, sino, que la tuvieron que operar de urgencia, porque con el aborto había perdido mucha sangre y había quedado muy débil. Ese día le dijeron que probablemente por lo que le había pasado, no podía volver a quedarse embarazada, porque las trompas de Falopio le habían quedado bastante dañadas.
Desde ese día, mi madre pasaba la mayor parte del tiempo sumida en sí misma. Yo no sabía cómo hacer para llamar su atención. Quería decirle que tenía que seguir para adelante por todos porque nos hacía mucha falta. Reconozco que tampoco fui capaz de expresar el miedo que tenía a perderla, estaba en plena fase preadolescente y tampoco quería darme cuenta de las cosas.
Doy gracias a Dios, que con el tiempo y mucha terapia, mi madre fue resurgiendo como un ave fénix. Poco a poco, fue siendo la que era y los dos nos alegramos por ello. Empezó a valorarse más y a preocuparse de nuevo por mí. Estaba tan pendiente que me llevaba: a cumpleaños, me recogía de las actividades y venía a mis partidos de fútbol de nuevo. En ese tiempo reconozco que me llegó a agobiar un poco, porque estaba muy pendiente de mí con su incansable protección, pero tampoco la culpaba, porque sabía que lo ha había pasado mal con su pérdida. De hecho, lo habíamos hecho todos.
Pasaron los años y yo empecé el instituto y ya me fui acostumbrando a ser hijo único y el mimado de mamá.
Me matriculé en la universidad para estudiar publicidad y marketing. Ese año empecé a conocer a muchas chicas como cualquier adolescente en esa edad. Hasta conseguí mi primera novia.
De un momento para otro, hubo una noticia inesperada en casa y de nuevo volvía la alegría. Mi madre en un chequeo rutinario que se había hecho, le habían dicho que volvía a estar embarazada ¿Cómo? Aun no lo sé, pero estaba contento de que el destino nos tuviese esa grata sorpresa guardada. Fue una alegría para todos. No nos lo podíamos creer, sobre todo de lo que le habían dicho los médicos, después de perder el bebé unos años antes.
El embarazo no lo llevo nada bien y he de decir que yo tampoco porque me había acostumbrado demasiado a ser hijo único.
Tuvo que quedarse en reposo los últimos meses. Era un embarazo de alto riesgo, porque ya rondaba la edad media para concebir. Además, era un riesgo dar a luz con su historial, porque había perdido mucha sangre. Yo en esos días estaba demasiado callado, porque me moría de miedo de que le pasase algo a alguno de ellos. No se supo el sexo del bebé hasta el último mes, no se dejaba ver y eso a mi madre le traía de cabeza. Cuando supo por fin que sería una niña, se puso muy contenta, alegando que tendría la parejita y que era muy feliz por ello. Yo, por el contrario, hubiese preferido un niño, lo prefería porque así, cuando fuese más grande, podría jugar a algún deporte con él. Todo esto implicaría mucho sacrificio por parte de todos, por mi parte dejaría de lado a mis amigos y eso para mí a esa edad, era un fastidio.
Cuando nació y vi esa carita de ángel y ver también lo mal que lo pasó mi madre en el parto (fue muy duro porque casi se muere desangrada de nuevo), prometí empezar a quererla y juré que intentaría cuidarla como fuera. Una cosa así requeriría de mi ayuda y se la iba a dar.
Mi madre en aquella época al dar a luz, se tuvo que quedar más tiempo del esperado en el hospital porque estaba muy débil y nos tocó a mi padre y a mí ocuparnos de ella. Teníamos que cuidar del bebé las veinticuatro horas del día y era un trastorno para todos. Días después, mi padre volvió al trabajo marchándose varios días de casa y es entonces cuando me tuve que quedar con mis vecinas de toda la vida. Lola y Patri.
Al principio, tuve mucho miedo de cogerla en brazos y de estar pendiente de sus cuidados, pero poco a poco con su sonrisa y su dócil carácter, la experiencia fue siendo más llevadera.
Días después, mi madre volvió del hospital y todo volvió a la normalidad. Yo cada vez quería más a esa criatura y todos juntos fuimos formando un hermoso vínculo.
Cinco años más tarde, llegaría el gran palo de nuestra vida, cuando nuestros padres, mueren en un accidente de avión, después de unas merecidas vacaciones. He decir que ese día fue uno de los más terribles de mi vida y con ello también el miedo a volar.
Toda mi vida dio un giro de ciento ochenta grados, cuando me tocó cuidar de mi hermana pequeña, porque tuve que pedir su custodia, al no tener parientes cercanos de mi familia.
Reconozco que no me llevaba del todo bien al principio. Imaginaos mi situación con toda una vida y tener que sacar solo adelante a una niña y no tenía ni idea de cómo hacerlo. La diferencia de edad era notable. Los dos pasábamos fases diferentes de la vida, nos llevábamos veinte años y eso hacía que a veces nos irritáramos estando juntos. Necesitaba sacarla adelante y gracias a mis adorables vecinas eso fue un hecho desde entonces.
Todo parecía estar tranquilo. Yo tenía un trabajo, ganaba un sueldo, y mientras Patri y Lola se quedaban con ella mientras yo estaba trabajando. Hay que tener claro que las desgracias no vienen solas y a mi hermana hace tres años, le diagnosticaron una extraña enfermedad en la sangre. Me sentí devastado ante esa terrible noticia. ¿Es que el destino no iba a parar de ponerme tantas piedras en el camino? Gracias a mis vecinas, pude ver las cosas de otra manera y cambiar el chip, para poder ayudar a mi hermana a ser positivos, a pesar de que habíamos tenido varios palos en nuestra vida. Mis vecinas…no sé qué habría hecho sin ellas todos estos años. Han sido un pilar fundamental a la hora de cuidar de Dalia, que así se llama mi hermana y me han seguido dando fuerzas para seguir adelante.
Patri es viuda desde hace muchos años y Lola a pesar de ser la más salerosa de las dos, nunca ha llegado a casarse. Son mujeres de armas tomar, porque tienen su carácter, pero son muy buenas personas, solo hay ver cómo nos han acogido en sus vidas, siempre intentando ayudarnos en lo que puedan.
Dalia en la actualidad, ya tiene doce años y ahora recién empezó el instituto. Es una chica muy risueña. Se parece mucho a mi madre, sobre todo en su sonrisa y se ve que ha heredado su belleza. Tiene el pelo negro azabache, sus ojos son azules y tiene la piel algo pálida. Todo lo contrario de mí, que heredé los genes de mi padre; el pelo rizado en tono castaño y los ojos verdes.
Siempre me he preocupado por ella y no pensé que llegaría a quererla tanto. Es la luz que guían mis días de soledad. Siempre tiene una sonrisa para dar y eso es digno de agradecer, sobre todo por lo que está pasando y ha tenido que pasar. Desde que le diagnosticaron la enfermedad, estamos más unidos si cabe. No puedo concebir la idea de no tenerla cerca. Nos llevamos genial y eso me llena de dicha porque significa que no lo estoy haciendo tan mal.
Cada cierto tiempo, tengo que ir con ella para pasar un día entero en el hospital a hacer transfusiones de sangre y eso ocurre cada mes más o menos. Es un trastorno, pero no nos queda otra hasta que se conozca otro método. Ella a medida de esto, ha madurado muchísimo, sobre todo a los sufrimientos a los que nos vimos sometidos a lo largo de nuestra vida, de hecho, lo hemos hecho los dos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro