Arianne
Mamá cumple su palabra de traerme a un restaurante para la cena. Sirve para distraerme de la información que mi mente almacena acerca de New Hope. Estoy obsesionada con ese espantoso pueblo. Me resulta irreal que no hayan atrapado al responsable de las muertes atroces que ocurren a diario.
Mujeres descuartizadas, niños desaparecidos y familias destruidas. ¿Qué dicen las autoridades? Ataque de animal, por supuesto. No me sorprendería que la justicia oculte al asesino. Mierda... perderé la cordura.
—¿Arianne? —pregunta mamá —. Tu hamburguesa se enfría. ¿No tienes apetito?
Traigo una papa frita bien hecha a mi boca. Es raro que mamá decidiera sacarme de la casa cuando casi toda su vida fue paranoica. Ella desconfía hasta de su propia sombra. Dice que hay peligro en cada rincón del mundo. ¿Por qué cambió de opinión esta noche?
No quiero perderte a ti también...
—Claro que sí —respondo —. Solo estaba pensando.
Me mira con dudas en sus ojos verdes iguales a los míos. Las pocas personas con quiénes interactuamos juran que somos muy parecidas físicamente. La diferencia se encuentra en nuestras actitudes. Mamá es pacífica y yo soy muy impulsiva.
—¿En qué, cariño?
Me encojo de hombros.
—Mi padre —susurro —. ¿Por qué nunca me hablas de él? ¿Nos amó alguna vez?
Mamá agacha la cabeza.
—Sabes cómo me siento cuando hablo de él.
Mi sonrisa es fría.
—Lo olvidaba —Le doy una mordida a la hamburguesa y trago —. Fue una completa basura que ni siquiera se dignó a buscarnos cuando desapareció Theo, aunque me resulta curioso saber que porto su maldito apellido.
Algunas personas en el restaurante miran disimuladamente hacia nuestra dirección cuando elevo la voz. Me da igual. Que se jodan.
—Hay cosas que no lo entenderías.
—Entonces explícame —Empujo el plato a medio terminar, mi apetito acaba de esfumarse —. ¿Te amó realmente? ¿O fuiste una simple aventura para él?
Los ojos de mi madre se llenan de lágrimas y sacude la cabeza. Mi corazón detiene sus latidos al ver el dolor en su rostro. ¿Por qué tuve que arruinar este pequeño momento de tranquilidad? Sí, mis miedos e impaciencia. Estoy cansada de los secretos. Hay aspectos de mi vida que no comprendo y mamá se niega a explicármelo. Siento que está aterrada y huye de alguien. ¿Quién la atormenta?
—Tu padre me ama —dice.
Un aliento conmocionado brota de mis labios por su respuesta.
—Está vivo.
—Sí y también te adora.
Parpadeo con furia e indignada por su declaración. ¿Me ama? Es la mentira más grande que ha dicho.
—¿Por qué no está con nosotras si así fuera?
La conversación es interrumpida cuando un hombre se acerca a nosotras y mamá se paraliza en la silla. Sus ojos se agrandan, el terror resplandece en sus facciones. Es un milagro que siga respirando por la forma que palidece.
—Ha pasado mucho tiempo, Aimeé —masculla el desconocido. Una sonrisa asoma sus labios.
Ronda alrededor de cuarenta años. Trae puesto un traje oscuro y sus ojos son dorados. Algunas canas son visibles en su cabello bien peinado. ¿Quién es este tipo?
—¿Lo conoces de algún lado? —Le pregunto a mamá.
Ella sale de su trance, deposita varios fajos de dinero en la mesa y me agarra la mano para obligarme a levantarme. ¿Qué demonios sucede?
—Es hora de irnos, Arianne.
Miro confundida al hombre quién mantiene su sonrisa. Es escalofriante y los vellos de mis brazos se erizan como una advertencia. Si mamá está asustada significa algo muy grave.
—¿Pensaste que la mantendrías oculta por mucho tiempo? —ríe el tipo —. Tu hija se parece mucho a ella. Está muy orgullosa.
Y luego se arma un escándalo cuando mamá lo empuja bruscamente para que retroceda. Wow. No pensé que tendría este tipo de fuerza. Sus puños tiemblan y la furia contrae sus labios. Nunca la había visto tan enojada.
—Aléjate de nosotras o te mato —amenaza —. Nunca vuelvas a dirigirnos la palabra.
¿Qué...? En medio del pánico la observo aturdida. Es la primera vez que la oigo hablar así. Las personas miran, murmuran entre ellos, pero el desconocido no se inmuta. Es más, la situación parece divertirle bastante. ¿Cuál es su problema? ¿De dónde conoce a mi madre?
—Adelante, huye lo que quieras —manifiesta —. Ella te encontrará a dónde sea que vayas.
—¿Mamá?
—Vámonos.
Me aprieta la mano y me arrastra fuera del restaurante. Sus pasos son apresurados, se tambalea un segundo, pero llegamos al auto. Pido explicaciones y ella no ofrece ninguna.
—Mamá...
—Ahora no, Arianne.
Me empuja dentro del auto. Empiezo a abrir la boca, pero cierra la puerta en mi cara. Las cosas están muy tensas. Durante el camino a casa no me dirige la palabra. Conduce a toda velocidad mientras mi mente reproduce lo que acaba de ocurrir.
«Adelante, huye lo que quieras. Ella te encontrará a dónde sea que vayas»
—No entiendo qué sucede —murmuro.
Sus nudillos se vuelven blancos mientras sostiene el volante.
—La respuesta no es muy complicada —contesta, su voz temblorosa —. No quiero que nunca te acerques a él. ¿Entiendes?
Trago saliva.
—¿Por qué no?
—Porque él es peligroso —dice agitada —. Me lastimó de formas que no podrías imaginarte. Me hizo muchísimo daño.
Un repentino dolor de cabeza me aborda.
—Lo siento.
Su mano busca a tientas la mía y une nuestros dedos.
—La próxima vez que lo veas prométeme que correrás, Arianne. Huye, no vuelvas a hablarle —suplica —. Nunca lo hagas. Él quiere arruinar tu vida como lo hizo conmigo.
El sufrimiento trepa por mi garganta y me pica los ojos. El terror en su voz me rompe el corazón. Está aterrorizada y desesperada.
—Está bien —susurro con la garganta seca.
Sus hombros tensos se relajan y se limpia el borde de los ojos. Desvío mi enfoque hacia el bosque y me froto los brazos para apartar los escalofríos que me recorren. Le creo a mamá, pero mi curiosidad es inmensa, más cuando no está dispuesta a compartir información.
¿Quién es ese sujeto ¿Por qué presiento que podría darme las respuestas que busco?
🌙
Ha pasado una semana desde ese episodio en el restaurante y mamá se encerró en su habitación. Está evitándome. Come muy poco, apenas hablamos y despertó llorando dos noches. La consolé por horas, abrazándola y prometiéndole que todo estará bien.
Ver a ese hombre le afectó en formas terribles.
Me encargué de limpiar la cabaña, regué sus plantas del jardín que construyó y corté leñas para la chimenea. Jamás he sido buena en la cocina, pero hago el intento de preparar algo decente o moriremos de hambre.
Mi madre está más que deprimida.
—¿Mamá? —pregunto en la silenciosa cabaña —. ¿Quieres algo?
No hay respuesta.
Me dirijo a su habitación con un suspiro, pero algo al final de los pasillos me llama la atención. Es el sótano. No entré desde que nos mudamos a esta solitaria casa. Solo sé que mamá guarda algunas cosas ahí. Mmm... curioso. Encuentro a mamá acostada en la cama y mi corazón punza. Ojalá tuviera los mismos dones de Edward Cullen para leer sus pensamientos. Sería más fácil entenderla.
—¿Pasa algo?
Agita la cabeza sin mirarme.
—Estoy indispuesta, pero me pondré bien.
Me siento al borde de la cama y toco su hombro. Puedo sentir lo caliente que está su piel a través de la tela y sus huesos. Ha perdido peso. La depresión la consume.
—¿Quién es ese hombre? —inquiero.
Se tensa.
—Arianne...
—Por favor, mamá, necesito entenderte. Por favor.
Mi desesperación la convence. Hace una pausa y su voz se vuelve nostálgica.
—Cuando llegué a este país era joven e ingenua. No conocía a nadie —empieza —. Todo era nuevo para mí. Sus tradiciones, la cultura y las cosas más simples. Me sentía perdida, sin familia y sin amigos. Quería comenzar de nuevo.
Me imagino a una pequeña Aimeé Lane desamparada en Estados Unidos. Mamá salió adelante sola y la admiro por eso. Es un ejemplo a seguir. Sus raíces irlandesas siempre me gustaron, sobre todo, cuando les reza a los dioses.
—Él apareció y se ofreció a ser mi amigo. Me tendió una mano, puso un techo sobre mi cabeza y comida en mi boca. Creí que era un ángel, ¿sabes? —Los hombros de mamá se hunden —. Lamentablemente me di cuenta demasiado tarde que todo fue por conveniencia. Quiso utilizarme para sus juegos retorcidos. Él rompió mi corazón, Arianne.
La abrazo porque no puedo contenerme. Hay tanto que saber sobre mi madre. No la presiono para saber el nombre del desconocido. Me lo dirá a su tiempo.
—Lo siento.
Acaricia mi cabello.
—Fue al restaurante porque quiere llegar a ti para dañarme. No permitas que lo logre, cariño —tiembla tan fuerte que me asusta —. No respires el mismo aire que ese monstruo. Promételo, Arianne.
Frunzo el ceño desconcertada en busca de más explicaciones, pero mamá no las da. Me aclaro la garganta mientras le sostengo la mirada. Necesito mostrarme calmada o ella se alterará. Su salud mental ha estado frágil.
—Lo juro —beso su mejilla —. A mí también me dio muy mala espina así que no te preocupes. No seré amable si vuelve a acercarse.
Su respiración es más estable, el alivio evidente en ella.
—Todo lo hago por tu bien. Me duele tanto no ser capaz de decirte la verdad —Se quiebra —. Duele como un cuchillo rebanándome el corazón. Lo siento, pero no estoy lista, cielo.
Reconozco la tristeza, el agotamiento y la culpa en sus ojos. Está disculpándose.
—Lo sé, mamá. Te adoro por poner mi bienestar como prioridad —Le dedico una sonrisa dulce.
—Eres una buena hija.
Mi corazón se retuerce.
—Y tú eres una gran madre —musito.
—Tengo algo para ti —masculla. Se quita el collar que cuelga en su cuello. Es un extraño amuleto con un símbolo que puedo reconocer como celta. Lo ha tenido puesto desde siempre.
—Mamá...
—Shh... —Me interrumpe—. Es un amuleto de protección. Ha llegado la hora de que lo conserves.
¿Un amuleto de protección? ¿Por qué me daría eso?
—Es tuyo, no puedo aceptarlo.
Sus ojos verdes me miran con ternura y no puedo negarme.
—Sí vas a aceptarlo, tómalo como un regalo de mi parte —sonríe —. Será mejor que lo conserves. Nunca te lo quites, Arianne.
Acepto el collar y lo deslizo alrededor de mi cuello. Mamá me dedica una sonrisa cálida. Pocas veces tengo el gusto de verla feliz.
—No te preocupes por mí. Estaré bien.
—Por favor, no permitas que ella te lastime.
«¿Ella?» Antes de que pueda preguntar a qué se refiere, me da la espalda y cierra los ojos. Sí, definitivamente no la conozco.
🌙
Miro la pared y veo a las manecillas del reloj detenidas a las 13:00. No hay rastros de mamá en la cocina o la sala. Decido buscarla en su habitación y la encuentro acurrucada en su cama. Tiene los ojos cerrados y una manta cubre su delgado cuerpo. ¿Sigue dormida? ¿Cuándo despertará?
—¿Mamá?
Se remueve en la cama, pero no contesta. El dolor que me provoca ese gesto trae lágrimas a mis ojos. Quiero que nuestra vida mejore. Será posible cuando cerremos las grietas que ha dejado la muerte de Theo.
—Háblame si necesitas algo —musito —. Estaré cerca.
No hay respuesta.
Cierro lentamente la puerta y camino por los pasillos. Cuando una idea entra a mi cabeza es difícil sacármela. Debo calcular los siguientes movimientos sin que salga perjudicada. El objetivo principal es terminar con este ciclo y después tener un nuevo comienzo sin remordimientos.
Solo los dioses saben si lo lograré.
Me acerco a mi habitación de ir a descansar, pero me detengo en seco cuando oigo el suave chirrido de una puerta que me dirige al lugar que prometí fisgonear.
El sótano.
La alfombra absorbe mis pisadas mientras voy directamente a dónde quiero. Las cortinas de una ventana abierta se mecen contra el viento y los vellos de mis brazos se levantan. Miro sobre mi hombro para asegurarme de que mamá no esté viéndome. Siento que estoy invadiendo su privacidad y no entiendo la razón.
¿Qué podría haber en el sótano? Probablemente cosas viejas e inservibles.
Desciendo con cuidado los escalones ya que el lugar húmedo se encuentra en el segundo piso de la casa. Encuentro un interruptor en la pared y lo enciendo. No hay mucho como imaginé. Muebles con polvo, telarañas y mohos.
Un estante con varios cajones llama mi atención. Mi corazón se detiene un segundo cuando intento abrirlos, pero no lo consigo. Al parecer es necesario una llave. ¿Dónde lo consigo? Empiezo a buscarlos en cualquier rincón, bajo la alfombra, cerca de la ventana, las escaleras, etc.
Mis ojos se posan en un viejo espejo que muestra mi reflejo.
La chica que me devuelve la mirada luce cansada, abatida y estresada. Tengo el cabello castaño despeinado, grandes ojos verdes que lucen como si no hubiera dormido en días y luzco más delgada de lo normal.
Cerca del marco noto algo brillante en forma de medialuna. Sospechosamente coincide con las cerraduras de los cajones. No lo hubiera visto si no me fijara en el espejo. Extiendo la mano para tirar de él y abro los cajones antes de que me arrepienta.
Me toma varios segundos, pero lo consigo. ¡Sí! Todos se abren al mismo tiempo porque están conectados de alguna manera. Con las manos sudadas y el corazón acelerado, verifico lo que hay en el primer cajón. Me sorprende encontrar varios fajos de billetes. No me refiero a una cantidad mínima, hablo de miles. Podría apostar que aquí hay cerca de cien mil dólares.
Una corriente de sudor recorre mi frente. ¿De dónde salió tanto dinero? Ahora entiendo como mamá nos mantiene a pesar de no tener trabajo. Ella aseguró que los planes del gobierno nos han ayudado, pero no me lo creo. La pregunta es... ¿Quién se las envió?
Olvido el dinero y compruebo el segundo cajón. Hay fotografías estilo polaroid de él y mamá.
Mis padres.
La emoción obstruye mi garganta mientras las lágrimas de impotencia me pican los ojos. Mamá y papá lucen tan felices en la imagen. Puedo verlos abrazados en la fotografía, sonriéndoles a la cámara.
La siguiente foto muestra la cara de mi padre y debo admitir que luce muy guapo. Un hombre con más de cuarenta años, pero su cuerpo es fuerte. Tiene el cabello castaño y unos increíbles ojos azules.
Los mismos ojos de mi hermano Theo.
Pudimos ser una hermosa familia feliz, pero por cosas del destino no sucedió. Deposito las fotografías en su lugar y analizo una carpeta con documentos. Se trata de mi partida de nacimiento. También la licencia de conducir que conseguí cuando cumplí diecisiete años.
Arianne Evangeline Laroux Lane.
Fui reconocida con el apellido de mis dos padres. ¿Por qué me emociona? Sé que fui muy amada antes de nacer. Mis padres se amaban, mamá lo dijo. Encuentro notas de periódicos que hablan sobre New Hope y lo sucedido con Theo.
Estoy nerviosa ahora, mis músculos están rígidos por la tensión cuando leo artículos que me dejan muda. Hay declaraciones de las personas que perdieron familiares en el pueblo, noticias de protestas y más. Mamá también investigó y no me dijo nada. Encuentro un libro muy antiguo de tapa dura, páginas amarillas y la portada enseña el símbolo que conserva mi amuleto. El título es sencillo con la palabra «Druidas»
Mi madre está muy metida en el tema.
El tercer cajón es toda una sorpresa. Mis dedos hacen contacto con una pila de sobres marrones sellados y me veo en la obligación de romperlos para averiguar qué son. Hago una pausa, mi aliento frena por el suspenso y la anticipación.
Tomo una respiración profunda y chequeo.
Son cartas.
Cartas escritas en una caligrafía perfecta. Me cuesta encontrar el valor para leerlas.
Mi querida y dulce Aimeé...
Esta es otra noche solitaria dónde me siento más solo y triste que nunca. Juro que intento no pensar en ti, pero fracaso miserablemente. Me pregunto una vez más como serían nuestras vidas si estuviéramos juntos. Supongo que muy felices. Fuimos almas gemelas, aunque nos vimos en la obligación de renunciar al otro.
Dejarte ir fue la decisión más difícil que tomé en toda mi existencia. Me repito que era lo mejor, pero también hay días dónde mi cabeza me tortura por no haber luchado suficiente.
Yo... no luché por ti.
Cuando cierro los ojos es imposible no imaginar escenarios donde estamos los tres juntos.
Tú, yo y la pequeña Arianne.
Cubro mi boca para reprimir los sollozos que detonan a través de mí como explosiones y sacuden mi cuerpo.
La pequeña Arianne...
Leo con mucha dificultad las siguientes líneas:
Sé que no debo acercarme a ti de nuevo, ese fue el acuerdo, pero te amo, Aimeé. Te amo como el primer día. Tengo miedo, ¿sabes? Miedo de que tal vez haya sido la peor decisión de mi vida. Mantengo mi mente concentrada en el trabajo y me recuerdo que esto por ella y su futuro.
Un futuro dónde no vivirá escondida a causa de quién es. Confío en que tú la protegerás como se debe y harás un excelente trabajo por los dos. Si algún día necesitas algo no dudes en llamarme. Estaré para ti a pesar de la distancia.
Con amor.
Josh.
Horror se asienta en mis poros, goteando en mis venas como una inyección de agua helada. De nuevo la mención de que soy algo más, ¿pero qué? Paso a la siguiente carta, deseosa de más información. Leo una que fue enviada hace dos años.
Rompimos todas nuestras promesas a pesar de que juramos que no volvería a suceder. ¿El resultado? Un hermoso niño. ¿Acaso no notas cuan poderoso es nuestro lazo a pesar de haberlo roto? Es magia, Aimeé. No importa cuánto intentemos alejarnos.
Siempre encontramos la forma de volver a reunirnos.
Tuvimos conversaciones, hicimos un pacto, pero cada día me convenzo de que juntos somos un mejor equipo. Arianne me necesitará cuando cumpla la mayoría de edad. No podrás reprimir su naturaleza para siempre.
La luna te delatará.
Me detengo con las manos temblorosas. Y por primera vez en mucho tiempo siento frío. Estoy helada, tan malditamente congelada. Mi padre sabe quién soy. En la carta intenta convencer a mi madre de que también sea sincera.
¿Por qué rayos ella no quiere?
Encontraremos una forma de salir adelante. Yo te protegeré, a mi lado no tienes nada que temer. Confía en mí, Aimeé. Por favor... Entiendo que no desees decírselo por miedo a su reacción y piensas que te odiará. Lo hará si continúas con la idea de que las mentiras son la protección indicada. ¿A dónde te ha llevado?
Una oscuridad sin fin del cuál no has podido salir desde esa noche en el bosque.
La noche en que murió nuestro hijo.
Mi visión se vuelve borrosa y me derrumbo. Me deslizo hasta caer al suelo con un sollozo que desgarra mi corazón. Incluso mi padre sabe que hay detrás del asesinato de Theo y yo no. Nunca lo sabré si no tomo las riendas de la situación y me embarque en búsquedas de respuestas.
Odio esto.
Odio los secretos.
Agarro las cartas con mis puños y me muerdo el labio para no gritar de cólera.
Decisión tomada.
Iré a New Hope sin importar las consecuencias.
🌙
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