•IBALLA GONZÁLEZ•
-Déjame ser algo que recuerdes para siempre -murmura

Se acerca lentamente a mis labios, nuestras respiraciones se aceleran y se mezclan los aromas.

Cuando está a la distancia correcta de mis labios, roza dulcemente mi comisura con los suyos y acaricia mis mejillas al ritmo de su acercamiento.

Une nuestros labios en un cálido beso y me sorprendo a mí misma, nunca me había atrevido a besar a nadie hasta hoy.

-Jesús, n...no soy como tú crees -agacho la cabeza

-Eso es lo que tú crees -sonríe- eres una niña mimada lo suficientemente frágil para que alguien más se convierta en el pilar fundamental de tu vida, y ese quiero ser yo -me mira con esos increíbles ojos- por favor, déjame intentarlo -agarra mis manos

Mi mirada se ilumina, mis ojos brillan y me siento bien, pero de repente ese dulce brillo se oscurece.

-No puedo Jesús -rompo en llanto y me marcho corriendo- no estoy hecha para ti Jesús Oviedo -digo mirando atrás- ni para ti ni para nadie

Entro en casa y subo directamente a mi habitación sin ni siquiera saludar a mis padres. Al momento tocan la puerta y entra mi padre que al verme llorando se acerca rápidamente.

-¿Me explicas qué te pasa y el porqué de tus lágrimas? -pregunta

-No lo entenderías -digo entre lágrimas

-Quizás lo entienda más de lo que crees, cuéntame qué te pasa -me quedo en silencio- déjame adivinar, ¿te gusta un chico? -le miro sorprendida- sabía que era eso -suspira- sabes que tu madre y yo no estamos del todo de acuerdo con que te relaciones con chicos, no por nada malo sino que no queremos que abandones la carrera por una aventura pasajera

-¿Y por qué tiene que ser una aventura pasajera? -grito

-No me levantes la voz -dice alzando la suya

-Tengo 18 años, soy mayor de edad, necesito cariño, amor, alguien que me comprenda. Lo único que les pido es que se den cuenta de que ya no soy esa niña pequeña que adoptasteis, que tengo derecho a relacionarme, a tener amigos, a divertirme y si algún día llega el momento adecuado, a enamorarme, ¿es mucho pedir? Nunca les he pedido nada, siempre he obedecido en todo para haceros felices, pero ya no aguanto más papá, ya no -me sincero

Me levanto de la cama y abro la puerta indicándole que se marche. Lo hace y cierro de un portazo de la impotencia.

-Nunca aceptarán que me vea contigo -digo susurrando

Me doy una ducha para despejar mi mente, y al salir escucho mi móvil sonar continuadas veces.