Especial: Dos conejitos, una niñera
Era un día soleado en el parque donde se encontraban un par de enamorados tocando su instrumento favorito creando hermosas melodías totalmente compenetrados. Se lanzaban miradas coquetas y compartían alguna que otra risilla.
- Jo~... Maestro, no me sale este acorde...- se quejaba el chico de morados cabellos.
- Jajaja, espera, conejito, déjame ayudarte...- dijo el más alto de los dos, colocándose detrás de su novio para así poder agarrar el instrumento con mayor facilidad, así como para mantener al pelimorado sobre sus piernas.
- Es este acorde- le decía el otro enseñándole la partitura, estirando su cuello para así poder reposar la cabeza sobre el hombro ajeno.
- Ah, ya veo... ese es un poco complicado... mira, es así- dijo el peliazul tomando delicadamente la mano del de piel pálida, posando su barbilla sobre el hueco entre el cuello y el hombro del otro, para luego posicionarla bien en el mástil de la guitarra, así como colocando la otra sobre las cuerdas-. Ahora pones los dedos así...- le indicó cómo poner los dedos sobre las cuerdas-... y ahora tocas- y así Bonnie siguió sus instrucciones y logró tocar aquel dichoso sonido.
- ¡Vaya! Cada día me sorprendes más, maestro- dijo el chico para luego besar su mejilla.
- ¿En serio? Porque algo me dice que ya sabías hacer ese acorde... o...- abrazó la cintura del más bajo y le besó el cuello, era una suerte para el peliazul que ese día no llevaba camiseta de cuello alto-... ¿acaso era una excusa para que te diera más mimitos~?
- Jijiji, creo que me has pillado~- le dijo coqueto el otro, dándose la vuelta para quedar cara a cara con su novio.
- Jaja, no tienes remedio, conejito, te conozco demasiado bien- rió el peliazul acariciando suavemente la mejilla pálida del otro, para así acercarse y darle un beso dulce en los labios.
Bonnie disfrutaba de los besos que su maestro le daba. Eran como una bomba de sensaciones que recorrían su cuerpo rápidamente y a la vez explorando cada rincón que hallaban. Era algo cálido... tierno... protector... tal como describía a Bon. No pudo resistirse a seguir aquel delicioso toque entre sus finos y suaves labios, por lo que llevó su mano derecha a su cabeza, acariciando con ternura sus cabellos suaves y cortos, y con su mano izquierda apretando ligeramente la camiseta del otro, al punto de rozar con sus dedos el pecho ajeno. Bon lo abrazó por la cintura y su mano libre subió a su cuello, para acariciarlo suavemente. Ambos amaban los labios del otro, y seguían haciendo simplemente movimientos lentos, sonriendo entre su beso. No querían forzarlo, sólo se dejaban llevar, pegando sus labios creando un gesto tierno e inocente. Pronto el aire se agotó, y ambos se quedaron a pocos centímetros de sus caras, aún con una sonrisa boba en sus labios y un notable color carmín en sus mejillas.
- Mmm... ¿gomitas de moras?- le preguntó juguetón el peliazul, notando el dulce toque de los labios de su novio, y ese sabor era inconfundible.
- Las de siempre... ¿patatas fritas?- le siguió el juego el pelimorado, relamiendo sus propios labios.
- Ya deberías saberlo- rieron los dos para luego abrazarse y darse otro besito, un poco más corto que el anterior.
Decidieron dejar de practicar durante el día, recogieron sus instrumentos junto con las partituras y se fueron a casa tomados de las manos. Ambos eran realmente felices el uno al lado del otro. Siempre se complementaban a la perfección. Bonnie siempre lograba sacarle una hermosa sonrisa a Bon, y este siempre conseguía lo que el otro quería. Digamos que su suerte dio un cambio radical en cuanto volvió a estar con su conejito. Aún no podían imaginarse que lograron confesar sus sentimientos por medio de uno de los experimentos de la científica lo... digo, de Irene. Es cierto que, muy en el fondo, estaban agradecidos.
Una vez llegaron a casa, fueron recibidos por Roselya, la mamá de Bon, y dejaron las guitarras en el cuarto del peliazul, aunque técnicamente dormían juntos, para luego volver a salir para dar un paseo más calmados. Se lanzaban discretas miradas tímidas, y alguna que otra risueña risita salía de sus gargantas. Los sonrojos tampoco salían desapercibidos, y eran lo que hacía que ellos se sintieran más unidos que nunca. Se miraron un momento a los ojos, y Bon tomó las manos de su novio, acariciando ligeramente sus nudillos y seguidamente besarlos, para luego acercarse a su rostro y darle un "beso esquimal", haciendo reír al pelimorado. Se aproximo a su oído, susurrándole un "te amo" cargado de ternura y sinceridad. Notó un ligero besito en su mejilla, producido por los pequeños y rosados labios del más bajo. Con una sonrisa imborrable, se acercaba cada vez más a su dulce y sonrojada carita, mientras el otro posaba sus manos en el pecho del moreno, notando sus fuertes latidos, esperando aquel delicioso toque entre sus labios... pero el sonido de sus móviles los interrumpió. Ambos parecían un poco molestos por la interrupción y miraron con desgana la pantalla de sus respectivos aparatos, pero no esperaron que el mensaje fuera el mismo para ambos.
- Bon, ¿tú has recibido un WhatsApp de Irene?- le preguntó el pelimorado.
- Ajá- dijo el otro mirando la pantalla de su móvil.
- ¿Y en el tuyo pone "S.O.S"?
- Exacto.
- ¿Deberíamos ir a verla?
- Seguramente...
Se miraron un momento a los ojos para luego tomarse de las manos y correr hacia la casa de la castaña. Sabían que a veces Irene podía ser... un poquito exagerada... pero aún así era su amiga y no iban a dejarla sola. Llegaron a la casa de la científica en menos de 10 minutos, y en eso escucharon la voz de la castaña.
- ¡Venga, vamos! Se te está haciendo tarde, Nito- Irene salió de la casa empujando a su hermana.
- ¿Por qué tienes tanta prisa para que salga de casa?- le preguntó confundida la mayor, mientras trataba de parar con sus pies el desplazamiento que su hermanita le provocaba, con mucha facilidad debido a la poca fuerza de la pequeña.
- ¡Eso no importa! ¡Papá y mamá te están esperando!- le gritó por última vez la castaña antes de cerrar la puerta- ¡Buen fin de semana! ¡Recuerdos a la familia!
Se despidió de la mayor mientras veía cómo se subía al coche con sus padres y se alejaban lentamente. Suspiró la chica y sonrió al estar por fin sola durante todo el fin de semana... o bueno... no estaría tan sola...
- Vale, chicos, ya podéis salir- dijo la de gafas cruzándose de brazos y sonriendo al ver a la pareja salir de entre los arbustos de la entrada de la casa.
- ¿A qué venía eso?- preguntó aún un poco desconcertado el peliazul, mientras salía del seto y ayudaba a su pareja a salir igualmente.
- Jaja, perdón, pero es que no esperaba que llegarais tan deprisa- rió la chica un poco nerviosa.
- Bueno, si mandas un mensaje diciendo "Ayuda" en código morse, digo yo que lo normal es venir lo más pronto posible- le contestó Bonnie quitándose algunas ramitas de su pelo.
- Ya... creo que me equivoqué de código... jejeje... en realidad sólo quería preguntaros si os querías quedar aquí el fin de semana, ya que mis padres se han ido con mi hermana a ver a la familia a otra ciudad, y por no quedarme sola decidí avisaros por si querías quedaros... y como no hay un código para eso, decidí poner "S.O.S" para que vinierais. ¿Te sirve eso como explicación, Bonnie?
- ... Aceptable...- respondió este poniendo un semblante"serio", casi como la postura del mayordomo de su amigo dorado, acabando por ser una divertida risa, contagiando a los otros dos.
Tras un momento en el que rieron, la castaña dejó pasar a los chicos dentro de la casa. Estaba totalmente ordenada, como casi siempre, salvo por el hecho de que las cortinas del salón seguían algo chamuscadas, producto de la travesura de Golden ya hace un año. Sus padres querían deshacerse de ellas, pero Irene prefería dejarlas como recuerdo, así que se lo permitieron. Una sonrisa se formó en la cara de ambos adolescentes varones, eran buenos tiempos aquellos, cuando el peliazul cuidaba a su pequeño conejito... no le importaría regresar a esos tiempos. A Bonnie tampoco le molestaba mucho la idea de ser cuidado por su cariñoso maestro, se notaba que lo quería mucho y no dudaba en que eso duraría mucho tiempo.
En un momento dado ambos notaron un pequeño jalón en sus cabezas, pero casi no lo notaron. Solo se llevaron cada uno un brazo a su cabello, pero no notaron nada raro. No notaron cuando la joven castaña les empezó a hablar.
- Bien, chicos, podéis ir a cualquier parte de la casa, menos a la habitación de mi hermana y la de mis padres... pero sobre todo- los miró fijamente-, tenéis, terminantemente, PROHIBIDO entrar en mi laboratorio, ¿está claro?- su mirada era muy parecida a la de Chica, así que, con una gotita sobre la cabeza, ambos chicos asintieron con la cabeza varias veces-. ¡Bien, que disfrutéis de la estancia!
- G-gracias...- respondió Bon aún un poco asustado por la advertencia de su amiga, mientras notaba a su conejito aferrado a su brazo, temblando un poco por el miedo.
Así que decidieron pasar el resto de la tarde en el cuarto de la chica, ya que esta les dijo que tenía que terminar un proyecto en el que estaba trabajando. Estuvieron hablando un poco sobre sus amigos y los planes para el verano, que se acercaba a gran velocidad. Bonnie se sentó en la cama de la chica, mientras Bon lo seguía y lo imitaba, y ambos miraron la habitación detenidamente. Era de paredes azules, al igual que la cama. Tenía un armario dentro de la pared, al lado de la puerta, un par de estanterías, en medio un escritorio un poco desordenado. En las paredes habían muchas fotos de ellos juntos, todos los momentos felices que habían pasado. La verdad es que parecía un poco enfermo... pero bueno, la obesesión de la joven científica era muy grande y, al parecer, incapaz de ser cambiada.
Hubo un momento en el que Bonnie empezaba a aburrirse, así que se recostó en el hombro de su novio, y el peliazul lo miró un poco extrañado.
- ¿Estás bien, conejito?- le preguntó tomando su mano.
- Sí... es solo que me aburro un poco...- resopló el chico apretando el agarre de la mano de su novio y entrelazando sus dedos... hasta que una brillante idea se le pasó una idea- ... ¡Hey, maestro!
- ¿Qué pasa?- preguntó algo confundido, había cambiado de ánimo muy rápidamente, así que solo significaba que algo malo iba a pasar.
- ¡Vamos al laboratorio de Irene!- en ese momento a Bon le daban unas inmensas ganas de golpearse la frente ante la inocencia de su conejito.
- Bonnie, ¿te olvidas de lo que nos ha dicho Irene? ¡Tenemos terminantemente prohibido entrar en el laboratorio!- dijo el peliazul imitando la voz de su amiga castaña, haciendo reír al pelimorado.
- Venga, maestro~- dijo recostándose en las piernas del más alto boca arriba-. Ya sabes que Irene es muy exagerada~
- B-bueno...- el moreno de piel no sabía qué decir ante la postura de su conejito, y es que a veces Bonnie podía ser... demasiado insistente... y con esa carita de ángel le era muy difícil negarle las cosas que le pedía- ... Aún así no creo que debamos...
- ¡Bien!- el pelimorado se levantó de su sitio-. Iré yo mismo...
- ¡E-espera, conejito!- el peliazul lo trató de seguir a duras penas, pues el otro iba muy deprisa.
En poco tiempo ambos conejitos se encontraban delante de la puerta del laboratorio de la muchacha, pero esta vez, la puerta estaba bien cerrada. Bonnie pudo divisar aquel agujero de la cerradura en la puerta, por lo que se agachó despacio hacia él para luego ver a través de la puerta.
- ¿Qué ves?- le preguntó curioso el peliazul.
Bonnie no contestó, sólo sé limitó a seguir viendo por aquel agujero para ver si podía localizar a la castaña. ¡Bingo! Ahí estaba, con su típica bata blanca de laboratorio junto a otras gafas de seguridad encima de las que ya llevaba puestas, junto con lo que parecían ser unos cascos en sus orejas, debía estar escuchando música. No veía bien qué hacía, pero vio cómo sujetaba un par de recipientes de diferentes colores cada uno.
- Mmm... un poco de extracto de amatista...- echó un poco del liquido morado en otro recipiente más estrecho- ... un poco más de lapislázuli...- esparció unas gotitas del liquido azul por encima- ... un cabello de Bonnie...- echó el cabello a la mezcla- ... un cabello de Bon... y ahora...- tapó el recipiente y lo llevó a lo que era una placa caliente- ... metamos un poco de presión- subió la temperatura y el liquido del recipiente empezó a burbujear- ¡Perfecto!- se puso unos guantes de tela para no quemarse, lo llevó de vuelta a su mesa de trabajo y abrió el tubo, dejando escapar aquel gas que adquirió una forma parecida a la de un corazón, y antes de que se evaporase del todo, logró atrapar ese gas en una bola de cristal transparente, haciendo que la forma siguiera intacta-. Y como toque final...- la metió unos segundos en nitrógeno liquido y al sacarlo se veía perfectamente un corazón helado azul y morado en la bola transparente- ¡Genial! Seguro que a los chicos les encanta...
Bonnie se había quedado perplejo ante lo que acababa de ver... ¿Cuándo le habían quitado un cabello suyo? Se acarició un poco su pelo, y la sangre se le heló al ver a Irene aproximarse a la puerta.
- Buf, estoy sedienta, será mejor que vaya a por un poco de agua...
El pelimorado se apartó bruscamente de la puerta y tomó la muñeca de Bon, para así esconder a ambos bajo las escaleras que los habían llevado allí. Pudieron ver cómo Irene salía del laboratorio, quitándose el sudor de la frente con un brazo, cerrando la puerta con un código y subiendo las escaleras.
Ambos chicos volvieron a respirar una vez que escucharon la puerta del sótano cerrarse. Se acercaron sigilosamente a la puerta. No se abría.
- ¿Y ahora qué hacemos?- preguntó el peliazul.
- Mmm... creo haber escuchado tres pitidos de esta cosa- dijo Bonnie observando una caja con bastantes letras-. Creo que es el cerrojo que mantiene la puerta cerrada.
- ¿Has visto la contraseña?
- No... pero no creo que sea difícil hallarla...
15 fueron los intentos en los que el pelimorado trataba de abrir la puerta. Indignado, se rindió y se sentó en uno de los escalones de la escalera, tapando su cara con sus manos. Bon por su parte aún buscaba algo con tres letras que tuviera sentido. Vamos, conocía a Irene tanto como el de piel clara hacía. ¿Qué puede escapársele para que no supiera una contraseña tan simple? Entonces miró a su novio. Se veía un aura de decepción rodearlo por completo y no pudo no sentir pena por el pobre. Se acercó lentamente, para quedar sentado a su lado, lo rodeo con su brazo y el otro apoyó su cabeza en el hombro del contrario. No podía evitar admitir lo tierno que era su conejito, sobre todo cuando se ponía así de mimoso. Es cierto que tenía muchas ganas de explorar el laboratorio de su amiga, pero... seguía pensando que no estaría bien. Pero, ¡hey! Es su novio. ¿No es su deber satisfacer todas las necesidades del otro? Pues al parecer eso era lo que Joy le había explicado al peliazul mucho antes de siquiera confesarse por primera vez. La verdad es que aún era un principiante. Observó un poco más a su pareja. Tenía los ojos entrecerrados, y algunos cabellos caían por su frente. Sonrió por reflejo y le apartó sus mechones de la cara, para luego acariciar su mejilla y plantarle un beso en esta. Bonnie le sonrió de vuelta, agradeciéndole por tratar de hacerle sentir mejor. Recordaba sus momentos a solas en el parque... y justo su amiga de gafas los pillaba desprevenidos y aprovechaba a hacerles miles de fotos, las cuales estaban en la pared de su habitación, tal como habían observado antes.
Y entonces Bon cayó...
- Ya sé cuál es...- se levantó rápidamente de su asiento para acercarse a la dichosa cerradura electrónica.
- ¿Bon?- el pelimorado se veía confundido ante tal repentino cambio de su maestro.
- ¡Claro! ¿Cómo no me pude dar cuenta antes?- dijo riéndose de sí mismo por sus babosadas-. Tres letras... "B... X... B"- tecleó el código en la cerradura.
Una luz verde se encendió junto con una voz femenina que decía "Acceso permitido". Vaya que sí tenía buena tecnología esta chica. Ambos adolescentes se asomaron por la puerta ya abierta y se fijaron en el inmenso laboratorio que se encontraba tras esta.
- Wow... ¿es cosa mía... o Irene ha ampliado su laboratorio?- el pelimorado estaba perplejo y sin habla.
- No lo sé... pero creo que no deberíamos seguir... parece que tiene ya tiene bastante jaleo por aquí...-dijo refiriéndose a todos los papeles y proyectos sin terminar esparcidos por las mesas y algunos por el suelo extendidos- ... no es buena idea tocarle nada...
- ¡Vamos, maestro!- lo animó el de ojos rojos-. Ya hemos llegado hasta aquí, no podemos echarnos atrás, y menos si has sido tú quien ha abierto la puerta- le guiñó un ojo mientras le sacaba la lengua y entraba en aquella inmensa habitación, dejando a su novio sonrojado y estático, para después de unos momentos ser seguido por él.
Caminaban con cuidado, tratando de no pisar nada y dejar evidencias de que habían estado ahí. Bonnie veía todo con gran entusiasmo y curiosidad mientras que Bon se aseguraba de que no hiciera nada que pudiera sentenciar su muerte por la castaña. El pelimorado en eso divisó al final del laboratorio una cápsula que... se le hacía extrañamente conocida...
- Maestro...- pronunció el apodo del peliazul en un murmuro mientras agarraba con algo de inseguridad su manga para llamar su atención- ... mira...- y apuntó a la cápsula.
Al de piel morena ya le daba muy mala espina aquella cosa. Si era lo que creía que era, por su bien y por su vida era mejor ni verlo. Pero la curiosidad mataba por dentro al pelimorado, por lo que se acercó lentamente a la cápsula, soltando la manga del otro, quien trató de pararle tomándole la mano, pero no fue lo suficientemente rápido... y Bonnie ya había apretado aquel botón rojo y brillante. Tal como ocurrió al principio, un montón de humo salió de la cápsula... y ahí estaba el invento que les había hecho pasar por tanto... la pistola rejuvenecedora...
- ...- Bonnie tomó en sus manos aquel aparato, para luego mirar pícaramente a su novio- ¡... manos arriba, maestro! ¡Piu, piu, piu!- simuló que disparaba a su peliazul, cuando en realidad solo hacía los sonidos por su cuenta mientras seguía apuntando al otro.
- ¡Bonnie, para!- le decía el chico de ojos verdes, temiendo que le terminara disparando de verdad e hiciera un gran desastre.
- ¡Puf! Aguafiestas...- infló los mofletes molesto, bajando el "arma" del alcance de su maestro.
- ¡¿Qué hacéis vosotros aquí?!- se escuchó claramente la voz de la castaña, mu molesta al parecer, la cual se encontraba en frente de la puerta con el ceño fruncido.
Del susto, ambos se giraron a ver a la chica, pero también provocó que, de la impresión, Bonnie apretara accidentalmente el gatillo de la pistola, haciendo que un rayo verde saliera de esta. Rebotó contra las paredes, el suelo y el techo. Los tres trataban de que el rayo no les alcanzara, pero hubo un momento en el que el luminoso rayo iba de lleno contra la chica.
- ¡Irene!- gritaron ambos chicos, para alertar a su amiga.
Afortunadamente esta tenía buenos reflejos y logró esquivar el rayo y evitar que le diera de lleno... el problema fue... cuando rebotó y se dirigía a los chicos. No le dio tiempo a Irene a avisarlos, por lo que el rayo les dio a ambos, causando el mismo rayo cegador que pasó por primera vez. Hubo un momento en el que reinó el silencio... hasta que una vocecilla aguda se empezó a oír.
- ¡Bonnie! Te dije que tuvieras cuidado- le reprochó molesto un pequeño peliazul, el cual tosía con dificultad a causa del humo que se había formado.
- Lo siento, maestro...- otra voz más suave se escuchó seguidamente, la cual provenía de un pequeñito de pelo morado, quien se frotaba con cuidado su ojito izquierdo.
- Ay, no...- la castaña se llevó las manos a la cabeza, y no apartó la vista de ambos chiquillos- ... ¡No, no, no, no! ¡¡Otra vez no!!
- Ho-Holi, Irene...- dijo Bon con los nervios a flor de piel, mientras que Bonnie sólo la miraba con cara de confusión.
- A ver...- Irene se tapó la cara con sus manos- ... ¿qué parte... de "NO ENTRÉIS EN MI LABORATORIO"... no entendéis?
- Amm... ¿todo?- respondió Bonnie con voz inocente.
- ¡Pues compraros un diccionario! Es muy peligroso que vayáis vosotros solos por aquí. Puede pasaros algo muy malo. ¡Mirad lo que acaba de pasar!- los señaló con las manos y se cruzó de brazos.
- Lo sentimos...- dijeron ambos con la cabeza agachada, muy arrepentidos por haber desobedecido a su amiga.
Irene sabía perfectamente que esto podría pasar, por eso se aseguró de cerrar bien la puerta, aunque no se esperaba que la lograran abrir... tal vez había sido demasiado obvia... El caso es que ahora tenía a sus dos mejores amigos convertidos de nuevo en niños, de no más de 4 años, arrepentidos por su intrusión... pero, afortunadamente, con la conciencia intacta. Suspiró. No tenían caso esos dos, pero al menos no había pasado nada más grave. Y tampoco se fijaron en un proyecto realmente importante en el que estaba trabajando.
- Bueno... tranquilos, no os voy a hacer nada- se agachó hasta su altura-. Tan solo ha sido un accidente, pero, por favor, hacedme caso la próxima vez, ¿vale?
- Vale...- susurraron aún con miedo ambos chiquitos, levantando levemente la mirada, matando de ternura a la castaña en ese instante... ¡Dios, qué tiernos!
- B-Bueno... ¿me dejáis ver un momento la pistola?
- Sí, toma- le dijo el pelimorado extendiéndole el aparato con sus manitas.
La castaña observó la rueda que indicaba el tiempo del efecto y suspiró al ver que era poco tiempo... o al menos para ella lo era.
- Bien, el efecto no tardará mucho en desaparecer.
- ¡Genial! ¿Cuánto tiempo exactamente?- preguntó desconfiado el peliazul.
- Sólo serán 18 horas de nada- dijo con total naturalidad la joven científica.
- ¡¿QUÉ?! ¡¿18 HORAS?!- soltó muy alertado el de iris esmeraldas.
- Tampoco es para tanto... el récord sigue siendo de 1 mes...- se rió la castaña.
- Jeje, sí... la verdad es que eso no se me va a olvidar en muuuucho tiempo- sonrió sonrojado el pelimorado jugando con sus pequeños deditos al recordar cada segundo que pasó cerca de su querido peliazul.
- A-Aún así, ¿qué vamos a hacer estas 18 horas?- preguntó muy preocupado el de cabellos turquesas tratando de ponerse de pie-. Debería avisarle a mi madre de que hoy no podremos ir a dormir a casa, no quiero que le dé un algo al vernos de esta manera... ¿Nos podemos quedar esta noche contigo, Irene, porfa?- le dijo con ojitos suplicantes y brillantes que derretían cualquier corazón helado, haciendo sonrojar un poco a la de gafas... y en hacer un poco celosito a su conejito.
- C-Claro que os podéis quedar, chicos- dijo la castaña rascándose nerviosa la nuca al sentir la mirada asesina de Bonnie sobre ella.
- ¿De verdad? ¡Muchas gracias, Irene!- dijo el mayor, en altura, de los dos pequeños, tomando la manita del más bajo para ayudarlo a levantarlo del suelo, mientras este sólo se sonrojaba más... la mano del moreno era más suavecita y calentita... y eso le gustaba.
- Todo por los amigos, Bon, no hay nada que agradecer... y menos si sois mi OTP, jejeje...- rió bajito la chica, confundiendo a los chiquitines- ... Bueno, ahora lo que tengo que pensar es dónde vais a dormir... Había pensado en que vosotros durmierais en mi habitación y yo en la de mis padres, ya que en la de mi hermana está prohibido entrar...- pensó- ... pero estando vosotros en estas condiciones no puedo dejaros solos en una habitación encerrados... sería demasiado irresponsable por si os pasara algo...
- ¿Por qué no le pides ayuda a Golden?- le sugirió el de ojos rojizos sin soltar la mano de su parejita.
- ¿A la lámpara?- contestó un poco ida la de ojos avellana.
- Bueno, que yo recuerde tenía toda una habitación con cosas de bebé... podrías decirle que te trajera al menos la cuna para que durmamos contigo al lado pero con nuestro espacio...
- ¿Pero no será muy pequeña? Es decir, eso es para bebés, y no somos tan pequeños...- le dijo un poco avergonzado el peliazul, pues la idea de que durmiera en una cuna teniendo 16 años le daba vergüenza.
- Créeme, lo parece, pero en realidad es muy amplia desde dentro, e incluso Irene puede hacer que sea más grande con alguno de sus aparatos... además- lo abrazó un poco por el torso-, no me importaría dormir contigo en un espacio para nosotros solos...
- Bonnie... ¡¡Qué buena idea!! ¿Cómo no se me ocurrió antes? ¡Eres un genio!- se agachó hasta su altura, le tomó de las mejillas y le dio un pequeño besito en la frente, llenando de celos al conejito turquesa-. Voy a avisarle ahora mismo, muchas gracias- y se fue un momento a su habitación para coger su móvil y poder llamar a su amigo famoso.
Ambos se quedaron perplejos ante tal situación. Bon no podía quitar su expresión de puro enfado, mientras que Bonnie se llevaba una de sus manitas a su frente. Rió por lo bajo, haciendo rabiar más a su pareja.
- ¿De qué te ríes?- le preguntó indignado el de morena piel-. ¿Es que acaso te gustó su beso? ¡Ya si eso le mando a ella que te dé besos en lugar de hacerlo yo!- se soltó del agarre del pelimorado y se giró indignado, infló sus mejillas, rojas por el enojo, y se cruzó de brazos.
Una risita más sonora salió de los labios rosados del de piel pálida. Sabía hasta qué grado podían llegar los celos de su novio, y ahora había alcanzado casi la mitad del límite. No podía tomarle en serio estando de esa forma tan tierna y adorable. Calló sus risas en cuanto rodeó con sus pequeños bracitos la espalda del moreno, notando cómo este se tensaba rápidamente, y hundió la carita en la espalda del más alto, respirando su dulce aroma lentamente.
- Ay, maestro... y luego dices que la exagerada es Irene...- le dijo dulcemente el más pequeño, poniéndose de puntillas para lograr posar su barbilla en el hombro del más alto y poder verle a los ojos- ... Maestro, sabes que no tienes por qué ponerte así... Yo te amo a ti, e Irene es sólo nuestra amiga...
- Ya... pero eso no le da derecho a darte besos...- seguía enfurruñado el peliazul.
- Eh... ¿Disculpa? ¿Te recuerdo que cuando sólo éramos "amigos" tú también me dabas besos y no te reprochaba ni nada?- puso una mirada pícara el de pelo morado, había dado en el punto débil de su novio, y ahora se veía más nervioso.
- ¡E-Eso no cuenta!- se puso rojo el moreno de piel-. ¡E-Eran actos reflejos!
- Ajá... claro~...- volvió a soltar una risita, aferrándose más al cuerpo del menor en edad- ... De todas formas... prefiero los besos que tú me das... son más suaves y ricos...- le dijo muy dulce y tiernamente, abrazando por completo el torso del más alto, el cual parecía un tomate viviente.
- Chicos, hay un pequeño problema- suspiró Irene entrando de nuevo en el laboratorio-. Al parecer la lámpara no me contesta a los mensajes ni a mis llamadas, supongo que por cuestiones de trabajo, por lo que no va a poder venir con la cuna... así que tendremos que ir nosotros a buscarla.
- ¿Qué? ¡No pienso salir de esta manera a la calle!- se señaló Bon, girándose a ver a la chica a la cara.
- ¡Yo tampoco!- contestó igualmente Bonnie, no le apetecía ser el centro de atención de tantas personas, y menos si el peliazul se sentía también incómodo con ello.
- Lo siento, pero no hay otro modo...- suspiró la joven... cuando una idea se le vino a la mente- ... pero si vamos, os prometo que os compraré un helado a cada uno, ¿trato?
En eso los ojos de los pequeños se abrieron como platos al oír los nombres de sus vicios favoritos, claro, después de las patatas fritas y las gomitas de mora. Empezaron a asentir repetidas veces mientras miraban a la chica con ojos grandes y brillantes. Irene sólo pudo reír al notar el repentino cambio en los pequeños. Era realmente fácil convencerles.
- Jajaja, vale, vale, pero vamos ya que se nos hará tarde- dijo la chica saliendo del laboratorio mientras los chiquitines la seguían y salían igualmente.
Irene cerró la puerta de nuevo y subió rápidamente las escaleras, mientras que Bon y Bonnie trataban de subir los escalones sin caerse. La verdad es que era realmente difícil para ellos subir escalones tan grandes. La de gafas se dio cuenta de que tardaban mucho, así que, con algo de esfuerzo, logró cargar a ambos en sus brazos, pero estos se agarraron a sus hombros para no caerse de igual manera. Una vez todos estuvieron arriba, los dejó a ambos en el suelo, para poder ir a buscar sus cosas, entre otras, su móvil, mientras que uno de los pequeñitos corría entusiasmado hacia la puerta, pues ya quería recibir su premio.
- ¡Vamos, vamos! Ya quiero comer helado- decía muy contento Bonnie, mientras que Bon sólo se reía de él.
- Ay, conejito... tengas la edad que tengas siempre serás como un niño pequeño...- le dijo una vez estuvo a su lado.
- ¡No es mi culpa que el helado de pudin sea tan delicioso!- le reprochó sonrojado el más pequeño.
- Bueno, bueno, yo solo decía, no te enfades...- le abrazó de forma tierna el peliazul, y el otro le besó tímidamente la mejilla.
- Vale, chicos, ya nos podemos ir- dijo Irene llegando donde los pequeños, abrió la puerta y salieron todos, después de asegurarse de cerrar la puerta.
Bon y Bonnie iban agarrados de las manitas, balanceando levemente los brazos. El pelimorado jugaba a pisar sólo las baldosas del suelo, no pisaba las rayas, mientras se mantenía agarrado al peliazul, el cual procuraba que este no se cayera, mientras se sonrojaba y miraba a todos lados para asegurarse de no llamar la atención. Irene sólo rió ante el comportamiento de sus amigos. ¡Eran súper adorables! Solo no esperaba tener algún ataque de diabetes. En eso, notó una voz que la llamaba.
- ¡Irene!- se giró la mencionada para luego sonreír a su amiga que se encontraba corriendo hacia ella.
- ¡Paola!- saludó con la mano hacia la castaña, recibiéndola feliz mientras la otra sólo trataba de recuperar el aire.
- Ay... ¿cómo haces para ir tan rápido? ¡Pareces un velocirraptor!- le reprochó molesta inflando sus mofletes.
- Ya te he dicho muchas veces que es por mis piernas largas- le contestó cruzando sus brazos-. ¿Me has llamado solo para informarme de eso?
- ¡Qué va! Es solo que como te he visto aquí caminando sola he decidido hacerte compañía.
- Emm... técnicamente, no estoy sola- le dijo levantando un dedo a modo de explicación-. ¡Bon, Bonnie, esperad un momento!- les avisó a ambos pequeños que iban un poco más adelante.
- ¡Paola!- gritaron ambos entusiasmados y fueron a abrazar a su amiga, al menos, por las piernas.
-... ¿En serio, Irene?- le miró con mirada cansada-. ¿No te bastó con hacer que ambos se cuidaran mutuamente y ahora los conviertes de nuevo en niños pequeños para que tú los cuides? Qué bajo has caído...- negó con la cabeza mientras se cruzaba de brazos.
- ¿Eh? ¡Oye, que no ha sido idea mía!- le reprochó indignada la otra.
- No, no, no quiero tus excusas. Me esperaba más de ti, Irene- seguía echándole la culpa a la otra.
Ambos pequeñines se rieron ante la charla de besugos que mantenían sus dos amigas. Se separaron lentamente de las piernas de Paola, para luego volver a tomarse de las manitas y llamar a la de gafas para que se apurara.
- Irene...- le llamó el pelimorado- ... venga, tenemos que ir con Golden...- hizo un pequeño puchero, mirando de reojo el rostro sonrojado del moreno de piel.
- ¿Eh? ¡¿Vais a ver al sempai?!- preguntó entusiasmada la de largos cabellos cafés.
- Eh... ¿Sempai?- preguntó confundido el peliazul.
- Así es como Paola llama a la lámpara, es como una forma cariñosa, y japonesa, de llamar a la persona que te gusta- explicó sonriente la de gafas.
- ¡Oye, no tenían por qué saber que me gustaba!- reprochó sonrojada la de ojos azules.
- Paola... se nota demasiado que lo quieres secuestrar para llevártelo a tu sótano y dejarle vivir allí...- le miró con cara de "Te pillé..." que dejó a su amiga sin palabras, causando que los pequeños rieran libremente.
- D-Da igual, el caso es... ¿puedo acompañaros, please?- hizo carita de cachorro lastimado mientras juntaba ambas manos a modo de súplica, pues anhelaba con creces volver a ver al rubio.
- Está bien- le sonrió la de ojos avellana, consiguiendo que la otra diera saltitos de alegría.
Así pasaron el resto del camino. Bon y Bonnie seguían tomados de las manitas, balanceando sus brazos, mientras Irene y Paola charlaban más tranquilas, mientras la de gafas le explicaba lo que había pasado de verdad con los pequeños. Pasaron charlando bastante tiempo hasta que llegaron a una gran mansión con adornos dorados por doquier, con una valla negra y metálica rodeando todo el perímetro de la casa. Síp, sin duda aquí vivía la lámpara viviente... ejem, quiero decir, que aquí vive Golden. La castaña más alta llamó al timbre, esperando que el mayordomo del chico rico contestara, y así fue.
- Casa de los Golden, ¿en qué puedo ayudarle?- preguntó Jeffry a través del telefonillo, con su típico tono de voz serio y firme.
- Muy buenas, Jeffry. Somos los amigos de Golden: Paola, Bon, Bonnie y yo, Irene. ¿Por casualidad se encuentra en casa?- preguntó con confianza la castaña, pero sin dejar de lado sus modales.
- Ah, bienvenidos sean- respondió con un tono que se podía considerar... alegre, en cierto modo-. Sí, se encuentra en su despacho, ¿desean verlo?
- Sí, por favor.
En eso un pitido sonó del aparato y las puertas de la verja empezaron a abrirse, emitiendo un ruido bastante chillón, y asustó al pelimorado, que rápidamente se escondió detrás de su novio. Una vez abiertas las puertas, los cuatro chicos caminaban hacia la puerta principal dentro de la parcela de la mansión. Los chiquitines iban agarrados de las manitas, como seguridad, mientras las chicas iban delante. El mayordomo pelirrosa del rubio famoso abrió la puerta para que todos pudieran entrar.
- Sean bienvenidos en la mansión Golden- saludó el mayor a los jóvenes haciendo una pequeña reverencia-. El señorito Golden bajará enseguida.
Irene contuvo la risa ante aquel nombre, era demasiado gracioso, mientras que Paola se apuntaba aquel apodo para poder hacerle un poco de pillería al rubio. Bonnie observaba con detalle toda la casa. Sin duda no había cambiado nada desde hacía ya un año, le traía demasiados recuerdos. Recordó los días en los que Bon se preocupaba mucho por él y siempre lo cuidaba como si fuera lo más valioso del mundo, pues después de todo, el pelimorado era el mayor tesoro que tenía el peliazul, y era realmente feliz con ello. Tras unos segundos, lograron ver la silueta del de mirada grisácea bajando por las escaleras. Iba como siempre, con la mirada calmada, sus manos en los bolsillos y su pelo tan perfectamente engominado como siempre.
- Oh, hola chicos- sonrió sincero el chico, recibiendo a sus amigos-. ¿Qué os trae por aquí?
- Bueno- empezó la castaña colocándose bien las gafas-, técnicamente estamos aquí para pedirte un favor...- señaló al par de chiquillos- ... al parecer ha habido... un accidente con la pistola rejuvenecedora y Bon y Bonnie vuelven a ser niños de 4 años- suspiró-, así que nos preguntábamos si nos podrías prestar la cuna que usó Bonnie hace un tiempo para esta noche.
- ¿Segura? Yo creo que será muy pequeña para ellos dos... a menos que les guste dormir asfixiados por el contrario no creo que puedan dormir bien- rió con una gotita en la cabeza.
- Ehh, ¿te olvidas de que soy científica?- dijo la castaña señalándose a sí mismo con su pulgar-. Eso lo puedo arreglar fácilmente. Además, no creo que les moleste mucho...- sonrió internamente la chica al imaginarse a los pequeños durmiendo bien abrazaditos.
- Jaja, ya me imagino- rió el rubio-. Está bien, os la presto, sólo tengo que pedirles a los criados que la monten y os la podréis llevar.
- ¿Y cuánto vais a tardar?- preguntó ahora la otra castaña, la cual se había mantenido callada mientras admiraba un poco más a su crush.
- Bueno... no estoy seguro, podría tardar bastante...- se quedó pensativo unos momentos, tratando de calcular el tiempo.
- Pues si no, cuando la tengas me avisas y volvemos para recogerla- le sonrió la de gafas despreocupada.
- Bueno... yo puedo ayudar- se ofreció Paola-. Se me dan bien las construcciones y seguro que con mi ayuda la terminamos en poco tiempo.
- ¿De verdad? Muchas gracias- le agradeció el rubio, regalándole una deslumbrante sonrisa a la chica, sonrojándola en exceso, provocándole una ligera sonrisa boba.
- Pues... entonces nosotros nos vamos, jeje- rió nerviosa la castaña, no le desagradaban las escenas románticas, ni mucho menos, pero en ese momento de verdad necesitaban estar a solas-. ¡Bon, Bonnie, nos vamos ya!
- ¿Ya nos dan la cuna?- preguntó el pequeño peliazul.
- Aún no, tienen que montarla primero, ya luego vendremos por ella- les sonrió.
- Entonces, ¿ya podemos ir a por los helados?- pidió el pelimorado, mirando con ojitos brillantes a su pareja y luego a la chica, pidiendo que dijeran que sí.
- Jajaja, claro que sí, Bonnie- le revolvió el pelo-. Lo prometido es deuda, ¿no?
- ¡¡YEY!!- celebró el chiquillo, agarrando con algo de fuerza la mano del de pelo turquesa y arrastrándolo hacia la salida-. ¡Vamos, vamos, vamos!- decía muy entusiasmado.
- Jeje, bueno, Golden, Paola, nos vemos luego- se despidió la castaña, sin recibir respuesta de ninguno de los dos, pues ambos estaban demasiado ocupados mirándose a los ojos mutuamente.
Y tal como dijo la castaña, ahora los tres amigos iban en dirección a casa, cada uno comiéndose su helado. Bon tenía un cono de helado de vainilla y nata con sirope de fresa por encima y una cereza arriba, Bonnie comía su ansiado helado de pudin e Irene se tomaba un delicioso helado de mora con ciruela... una combinación bastante curiosa. Al parecer el pelimorado se había manchado un poco su mejilla con helado, lo típico, y Bon se dio cuenta de ello, por lo que dejó a un lado su helado para acercarse sutilmente a su pequeño conejito, mientras reía ligeramente.
- ¿Bon? ¿Qué ocurre?- preguntó con inocencia el pelimorado al ver cómo se acercaba su novio a él.
- Jeje, te has manchado un poco tu mejilla- le dijo para luego pasar su dedo pulgar sobre esta, quitándole los restos de helado, para luego besarla con dulzura-. Así mejor- le sonrió, y el otro soltó una ligera risilla.
- Gracias... Boh- le dijo muy tiernamente el más bajito, recordando cómo le llamaba antes cuando no podía vocalizar bien, pero ahora le parecía una forma nueva de poder llamar a su pareja.
- ¿E-eh?- le dijo muy sonrojado el peliazul, la forma en la que Bonnie le había llamado era demasiado tierna y no había podido evitar sonrojarse más de la cuenta.
- Jeje, me gusta llamarte así... creo que va a ser tu nuevo apodo- sonrió.
- Mmm... de cualquier forma que me llames me parecerá tan tierna como lo eres tú- le dijo muy sonriente, besándole la cabeza, cerca de su oreja, causando un bonito sonrojo en la carita del otro.
La castaña los observaba en silencio. Sonreía enternecida, pues tuvieran la edad que tuvieran, seguirían la pareja que más mercancía de diabetes le darían, o en otras palabras, seguirían siendo igual de tiernos.
Media hora más tarde ya se encontraban todos en casa. La castaña les dijo que seguiría haciendo su proyecto en el laboratorio y les volvió a recalcar la advertencia de que no entraran en él, a lo que los pequeños juraron que no iban a volver a entrar, por su bien. Pasaron la mayor parte del tiempo en el salón viendo tele, era una suerte que estuvieran echando dibujos animados, al menos mantenían al pelimorado entretenido... mirando al peliazul, ya que él era el que más disfrutaba con los dibujos animados. No era algo que podía hacer mucho por casa, ya que siempre estaba demasiado ocupado, por eso disfrutaba cada vez que podía verlos, y se sentía bien al demostrarse así frente a su novio. Le demostraba confianza y que podía saber más de él.
En poco tiempo el peliazul se encontraba con la cabeza sobre las piernas del pelimorado, mientra este le acariciaba suavemente sus cabellos. Le gustaban mucho sus suaves y cortitos cabellos, eran como unos hilos de seda suaves que le encantaban acariciar, le producía un cosquilleo en las yemas de los dedos al pequeño. Bon empezaba a quedarse dormido. Las pequeñas manitas de Bonnie sobre su cabeza hacían que todos sus pensamientos estuvieran en blanco. Sólo estaba concentrado en las pequeñas caricias que el pelimorado, eran bastante tranquilizadoras. Poco a poco fue cerrando sus ojitos, conciliando el sueño, y colocó su mano sobre la pierna de Bonnie, el cual se sonrojó ligeramente, pero sonrió al ver cómo su maestro disfrutaba de sus cariñitos y mimitos. Era realmente adorable. Acabó durmiéndose en su posición sentada con sus manitas enredadas con los cabellos turquesas del otro, el cual acabó abrazado a una de sus piernas.
15 minutos después la castaña subía las escaleras del sótano y se dirigió a la puerta, pero escuchó algo antes de abrirla. Se giró un momento hacia el sofá, y vio cómo los pequeñines dormían muy juntitos el uno al otro, notando cómo soltaban diminutos ronquidos. No evitó morderse el labio inferior para reprimir un gritillo de tanta kawaiiosidad que presenciaba, junto con una pequeña sonrisa de ternura. Apagó la televisión que seguía encendida, les hizo una foto rápida y se dirigió en silencio a la puerta, pues por nada del mundo iba a despertarlos, no había motivo para hacerlo.
- ¡Hola, Irene! Ya tengo la...- Paola estaba en la puerta con la cuna montada detrás de ella, tapada con una manta, pero la chica de gafas le tapó rápidamente la boca, haciendo una señal de que se callara.
- ¡Shh! ¡No hables tan alto!- le susurró tapando su boca con su dedo índice- Bon y Bonnie están dormidos en el sofá y no hay que despertarlos.
- ¿Qué? ¿Enserio? ¿Puedo verlos?- pidió la castaña susurrando.
Su amiga asintió y la llevó a ver a los pequeños. Seguían en la misma posición. A Paola casi le da un derrame nasal al verlos, pero Irene logró pararlo a tiempo. Decidieron dejarlos durmiendo más rato, mientras ellas colocaban la cuna en el cuarto de la chica. Subieron con cuidado por las escaleras, cada una a un extremo de la cuna para poder subirla más cómodamente. Unos cinco minutos después ya la habían colocado, y la verdad es que iba bastante bien y era lo suficientemente grande para ambos chiquillos, pero la castaña no se esperaba que esta estuviera llena. Paola le mostró que en casa de Golden también se habían dejado el pijama que llevó Bonnie en su momento y, casualmente, también estaba el pijama de Bon, pero eso fue por una larga charla que tuvo con la madre del peliazul tras encontrársela en el camino. Sólo diré que a Bon le espera una buena regañina. También estaba el conejito de peluche que le regaló Joy a Bonnie. Irene abrazó a su amiga, agradeciéndole por las molestias, y la otra simplemente se echaba rosas mientras reía con la castaña.
Pasaron el resto del tiempo charlando entre amigas. Se contaron las cosas que pasaban en las clases, qué planes había para el verano, qué tal iban con los chicos que les gustaban... lo típico que hacían las amigas. De un momento a otro, notaron cómo la puerta de la habitación se abría lentamente, dejando a la vista un pequeño peliazul que frotaba su ojito derecho mientras bostezaba cansado.
- Oh, Bon, ya despertaste...- sonrió la chica de gafas.
- Sí...- respondió con una sonrisita- ... pero ya es un poco tarde, así que pensé en ir a buscarte, pero como no te oía en el laboratorio, decidí venir aquí para ver si estabas... y aquí estoy...
- Jaja, ya veo- suspiró divertida la chica-. ¿Y Bonnie ya ha despertado?
- No, creo que tiene el sueño demasiado profundo- contestó sonrojado el peliazul-. Se veía muy lindo...
- Bueno- la castaña de ojos azules se levantó de su sitio-, creo que yo debería irme, ya es muy tarde- miró hacia la ventana y vio cómo el cielo se oscurecía lentamente.
- Oww, ¿de verdad?- hizo un puchero la de gafas.
- Sí, mis padres ya estarán esperándome en casa.
- Bueno...- Irene también se levantó de la cama- ... pos espera que te acompaño a la puerta.
- No hace falta... ya sabes que me gusta salir por las ventanas- abrió la ventana del cuarto y, de un salto, logró apoyarse sobre una rama del árbol al lado de la casa de la castaña, para luego descolgarse de este como una gimnasta profesional-. ¡Nos vemos pronto!
- Sí, hasta luego- se despidió normal la castaña de su amiga, para luego cerrar la ventana y dirigirse al pequeño-. Bueno, al menos ya tenemos la cuna, y es suficientemente grande para Bonnie y para ti.
Bon iba a decir algo, pero su estómago habló por él, aunque más bien gruñó, pues alguien tenía hambre. Irene no pudo evitar una sonora carcajada que salió de su garganta, mientras que el chiquillo peliazul se cruzó de brazos sonrojado a tope. La chica se agachó lo suficiente como para poder agarrar a Bon por debajo de los brazos para así poder elevarlo y cargarlo en sus brazos. Bajó lentamente las escaleras, sin hacer ruido por si Bonnie aún dormía. Dejó a Bon en el suelo y le dijo que iba a preparar algo de cena y que de paso despertara al pelimorado, para que empezara a despejarse. El morenito de piel le hizo caso y fue corriendo hacia el sofá, donde aún dormía plácidamente su lindo conejito. Se sentó con algo de difilcutad en este, y empezó a picar juguetonamente la mejilla del aún dormido.
- Co-ne-ji-to~- llamaba cariñoso el peliazul, alargando las vocales y picando al ritmo que pronunciaba el apodo de su novio-. Venga, despierta, que ya es tarde y luego no dormirás por la noche~.
- Mhh... Boh~- medio adormilado, el pelimorado se arrojó a los brazos de Bon, aún sin despertar del todo.
- Sí, sí, aquí estoy, amor...- le dijo correspondiendo su suave abrazo.
- Boh... aún tengo sueño~- se quejó frunciendo un poco el ceño y aferrándose más al torso del mayor en altura.
- Jaja, se nota- le acarició los cabellos-. Bueno, Irene dice que va a preparar algo para cenar... si quieres puedes dormir un poco más...
- Mmm... ¿Me dejas dormir contigo?- le preguntó aún sin levantar el rostro de su pecho, haciendo que el otro se sonrojara-. Es que... estás blandito... y calentito...- restregó un poco su cara por su torso, como queriendo encontrar un punto en el que sentirse cómodo.
El peliazul no dijo nada, se limitó a recostarse un poco en el sofá para que Bonnie al menos estuviera más cómodo. En menos de un minuto, Bonnie había vuelto a entrar a un profundo sueño, mientras el de ojos verdes le acariciaba lentamente sus delicados y largos cabellos. Aquella muestra de cariño se había convertido en una costumbre para ambos.
- Bon, en unos 20 minutos estará lista la cena- la chica entró al salón y vio cómo estaban los pequeños-. Jeje, me da que Bonnie no quiere despertar.
- Jeje, no... pero al menos no me molesta... sigue siendo muy lindo, y más si sigue así de dormidito...- el peliazul sonrió tiernamente y le besó la cabeza al más pequeño.
- Algún día me vais a dar demasiado azúcar los dos...- rió bajito la castaña y le revolvió el pelo a Bon- ... Bueno, en un rato os avisaré para cenar.
- Vale... muchas gracias, Irene.
- No es nada, para eso están los amigos- le guiñó un ojo y levantó su dedo pulgar hacia arriba, como muestra de complicidad.
El peliazul sonrió y volvió a mirar a Bonnie. Tenía una pequeña sonrisa en su carita, con un lindo sonrojo adornando sus mejillas, mientras oía en susurros como lo llamaba por su nuevo apodo. No pudo evitar sonrojarse él al pensar que el pelimorado estaría soñando con él y le besó de nuevo su cabecita, repetidas veces. Sin duda, lo amaba muchísimo.
El resto de la tarde pasó más tranquila, todos cenaron con calma, a veces riendo por tonterías y, como no, no podían faltar los momentos en los que alguno de los pequeños se manchaba la cara con la comida. Cabe mencionar que alguno de ellos lo hacía intencionadamente para obtener mimitos del otro, especialmente el pelimorado. Cuando terminaron, Irene recogió todo para así poder limpiarlo todo después, y llevó a los chiquitines a su cuarto, pues aún tenían sueñito ambos. Bon casi se duerme en los brazos de la chica, mientras que Bonnie ya había caído rendido ante el sueño. Al llegar a su cuarto, arropó a ambos peques en la cuna, les dio un beso en la frente a cada uno y apagó las luces, para así dejarles descansar mientras ella terminaba su ansiado proyecto, total, sólo eran las 21:00 pm.
(...)
2.00 am. Uno de los pequeños se había despertado hace poco. No podía conciliar el sueño, pues después de toda la siesta que se había tomado ahora le era imposible dormirse. Se quedó un buen rato mirando el techo de aquella habitación azulada. Casi no veía nada debido a la oscuridad, pues solo le iluminaba la poca luz que irradiaba la brillante luna llena de la noche. Empezó a pensar en todo lo que había pasado ese día. Wow, había sido un día un poquito agitador después del incidente de la pistola. La próxima vez le hacía más caso a su amiga de gafas por su seguridad. Pero... lo que de verdad le llamó la atención fue el cómo Bon lo trataba. Es decir, él sabía que Bon era muy cariñoso la mayor parte del tiempo y que podía llegar a ser también muy celoso, pero todo era por él. Debía admitir... que se sentía bien el hecho de ser querido por alguien que tiene un corazón tan grande como el de su maestro... y pensar que se lo había entregado... por ser como era... Toda su vida había aguantado miles de insultos, de cualquiera, tanto de conocidos como de desconocidos... pero nunca creyó que llegaría a ser amado por alguien tan genial como su Bon. No sabe que hizo para tenerlo con él, pero de ninguna manera podía quejarse de eso... pero seguía con la duda... ¿Por qué... él?
- Conejito, ¿estás bien?- el peliazul se despertó lentamente al notar como su novio empezaba a temblar ligeramente.
- M-Maestro...- se giró para verle a la cara- ... ¿P-Por qué me elegiste a mí...?
- ¿Eh? ¿De qué hablas, amor?- le preguntó desorientado, pues aún estaba un poco dormido.
- ¿P-Por qué me elegiste a mí... teniendo a tantas chicas guapas detrás de ti... y siendo yo... un rarito tonto...?- trataba de aguantar el llanto, más que nada porque sabía que a Bon no le gustaba que estuviera triste, y a él tampoco, y también para no despertar a Irene, la cual ya se había dormido hace unas 3 horas.
- Eh, eh, eh, tranquilo, no llores...- lo rodeó con sus pequeños brazos, para intentar calmarlo, mientras notaba que temblaba más- ... ¿A qué viene eso ahora? ¿Ha sido por alguna pesadilla que has tenido?- notó que negaba con la cabeza que mantenía pegada a su pecho.
- N-no es por eso... e-es que... es que...- trataba de hablar, pero su nudo en la garganta no le dejaba en lo más mínimo.
- Shh... tranquilo, no pasa nada, cálmate...- le acariciaba suavemente la espalda al pelimorado, intentando hacer que se sintiera un poquito mejor.
Estuvieron así abrazados unos 5 minutos, hasta que el pelimorado se separó lentamente del contrario, para así poder respirar intentando calmarse.
- ¿Ya estás mejor?- le acarició la mejilla al más pequeño, el cual asintió despacio-. Bien... ahora... ¿Puedes contarme qué ocurre?
- B-Bueno... es sólo... que he estado... pensando en por qué... decidiste estar... conmigo teniendo a tantas chicas bonitas babeando por ti... cuñado yo no soy más que un simple rarito que... no quiere nadie...
El peliazul estaba perplejo con la respuesta de su novio. ¿A qué venía aquel disparate? ¿No fueron suficientes todas las veces que le dijo que lo amaba hasta lo más profundo de su corazón? Tal vez no... pero podría ser solo que se siente inseguro. Soltó un pequeño suspiro, tomó las manos de su conejito y lo miró unos directamente a los ojos.
- Bonnie... quiero que me escuches muy atentamente... más que nada porque me voy a poner tan cursi que creo que no podré repetirlo de nuevo- hizo que el pelimorado riera levemente-. Bueno, ¿por dónde empezar? Ni yo lo sé... la verdad es que hasta a mí me pareció una sorpresa el pensar... que acabaría con alguien como tú...- el pelimorado se lo tomó a mal, por lo que bajó la cabeza- ... Con alguien tan hermoso... tan fuerte... tan cariñoso... tan dulce... tan... Bonnieto...- le sonrió a su novio- ... He de decir... que no creí que un babotas e idiota como yo... podría tener a un ángel tan precioso a mi lado... que me protege de mis tormentos... que me cuida con tanto amor y cariño... que me quiere tal y como soy y que me trate con tanta ternura... que me sea incapaz sentirme así con otras personas... La mayor parte de mi vida siempre creí que era hetero, ya que eso es... lo "normal" en esta sociedad... pero al conocerte, todo mi mundo dio un vuelco de 180 grados...- sonrió mientras se perdía en el rojo de los ojos del otro- ... jamás creí que llegaría a enamorarme de un hombre alguna vez... y menos de uno tan tierno y adorable como tú- sonrojó al más pequeño-, y no me arrepiento de nada... Nunca en mi vida he sido tan feliz, y no cambiaría ninguno de mis recuerdos y momentos contigo con nadie más... fuiste el único que me sacaba una sonrisa día tras día, el que me robaba horas y días de sueño... el chico por el que siempre quería ir a la escuela para sólo verle desde la lejanía... al principio me daba miedo hablar contigo, por Mangle y por miedo a que la gente me rechazara... pero cuando estoy a tu lado todo eso no me importa... solo me importas tú... Yo no te elegí, Bonnie... fue el destino el que quiso que estuviera contigo... y por primera vez estuve de acuerdo con la decisión del destino... No creo poder ser así de feliz con otra persona que no sea como tú, mas que nada porque no existe nadie como tú... me encanta todo, absolutamente TODO de ti, te amo desde la punta de los pies hasta la raíz de tus hermosos, sedosos y largos cabellos de lindo color morado y embriagante olor a moritas... Eres único y eso es lo que más amo de ti. No te afecta lo que dice la gente... siempre eres tú mismo y nunca te dejas llevar por tus prejuicios... Realmente eres increíble, conejito, y me alegro... poder ser el único que te hace sonreír por las mañanas, el único que puede darte todo el amor que necesitas y más del que necesitas... porque yo te amo como no tienes ni idea... y créeme que esto no cambiará jamás...
Bonnie estaba perplejo. Gotas gruesas y saladas caían a mares de sus ojos. El peliazul las limpiaba con sus dedos, mientras le sonreía ampliamente a su conejito. No tardó en ser abrazado por el más pequeño, quien se mordía en labio para no dejar que se escucharan sus sollozos. No creyó que Bon pudiera ser... tan poético y tan romántico, y le encantaba que fuera solamente así con él... se sentía querido... se sentía... vivo. No iba a dejar de amar a ese chico que robó su corazón y lo conquistó con tanto ímpetu, que jamás se rindió hasta que lo tuvo a su lado... Se sentía... feliz.
- Me alegra que ya estés mejor, mi conejito- le susurró al oído con ternura el peliazul, pero el de ojos rojos quería algo más.
- Sí... p-pero...
- ¿Qué ocurre?- le preguntó curioso.
- B-Boh... ¿p-puedes darme... un b-besito de buenas noches?- le pidió sonrojadito el más bajito, haciendo sonrojar al mayor.
Bon no lo pensó dos veces, y ya juntó sus labios con los del contrario, sin moverlos, simplemente haciendo un lindo choque entre estos y los de Bonnie. El pequeño no lo vio venir, y se sonrojó violentamente, sintiendo aquel toque tan tierno que su maestro le brindaba, causándole aquel cosquilleo que tanto le gustaba en el pecho.
Cerró los ojos junto a su peliazul, disfrutando de aquel inocente beso. No iban a forzarlo, estaban bien así, sin prisas, solo sentir al otro a través de sus labios. Se separaron lentamente y se sonrieron.
- Ese y todos los que tú quieras, conejito- le susurró feliz el peliazul, rozando su nariz con la del contrario, mientras este le sonreía ampliamente, aún con un lindo sonrojo adornando sus mejillas.
Se volvieron a tumbar sobre la almohada, para que luego se arroparan con la misma manta, se dieron un par de besitos cada uno en sus frentes y por fin pudieron dormir tranquilos, con una sonrisa cada uno.
Mientras... la castaña que estaba al lado intentaba mantener sus sollozos en silencio, tapándose la boca mientras lloraba.
- Dios... qué hermoso...- susurró escuchando de nuevo la grabación que había tomado con su móvil sobre el discurso del peliazul, podrían darle un premio al mejor novio de la historia.
(...)
A la mañana siguiente, los rayos del sol comenzaba a asomar por la ventana, alumbrando toda la habitación. Irene no estaba, pues ya se encontraba haciendo el desayuno para los peques, mientras estos aún dormían pacíficamente, abrazados entre ellos, mientras uno de ellos apretaba con algo de fuerza el pijama del otro.
La verdad es que era una de esas mañanas que eran para dormir y nada más... pero resulta que en una hora volverían a la normalidad...
- Chicos~- entró la castaña al cuarto donde estaban los chiquillos-. Ale, arriba, que ya en tarde- los movió un poco para despertarlos, pero de poco sirvió.
- Mmm... cinco minutitos más, ma'~- susurró el peliazul, con el pelimorado más acurrucado a su pecho.
- Vale, pero luego no me digáis que os ayude a salir de la cuna si os quedáis atrapados por no salir a tiempo- se giró y salió de la habitación.
(...)
- ¡¡IRENE!!- gritaron ambos chicos.
- ¡¿Qué?!- gritó desde abajo la chica, para luego entrar en el cuarto... y evitar reírse.
Bon y Bonnie estaban apretujados el uno al otro siendo aplastados por las dimensiones de la pequeña cuna, ya habían vuelto a tener sus cuerpos de 17 y 16 años respectivamente. Irene no lo pudo evitar y estalló en carcajadas al ver aquella escena, aun teniendo la mirada asesina de los chicos clavada en ella. Tardó un rato en calmarse, para luego hacer una foto y tratar de sacarlos de allí. Solo bastó media hora y muuuucha mantequilla.
(...)
-Chicos, quiero daros algo en lo que he estado trabajando estos últimos días- la castaña tenía las manos detrás de su espalda, con varios objetos en ellas, mientras los chicos la miraban curiosos.
- Ooh~, ¿de verdad? ¿Qué es?- preguntó con su usual tono de voz dulce el pelimorado, bastante emocionado por la sorpresa de su amiga.
- Tomad- les entregó un cuaderno bastante grande, resultaba ser un álbum de fotos.
Ambos jóvenes miraron aquel álbum, que decía "BxB is love, BxB is life" en tonos turquesas y violetas. Se miraron entre ellos y lo abrieron. Estaba lleno de fotografías de ellos, con un título en cada una de ellas, con una pequeña descripción sobre la foto y la fecha en que ocurrió. Sonrieron ampliamente los chicos y se lanzaron a abrazar a su amiga, agradeciendole por todo lo que había hecho por ellos. Y como no, también les entregó aquella misteriosa bola con el corazón bicolor en el interior. Ambos estaban muy agradecidos por ello, y como agradecimiento, le dejaron hacer todas las fotos de ellos besándose durante un minuto entero, a lo cual, la chica no dijo que no. Los chicos se besaron felices, la chica tuvo nueva mercancía feliz y todos quedaron contentos.
-------------------
Palabras: 10.427
¡Wow! Menudo récord de palabras, sin duda mereció la pena tanto esfuerzo.
Bueno, ¿os gustó el especial? Jeje, a mí me encantó, si me dejáis opinar.
Creo que nunca había escrito tanto para una sola parte, pero me siento bien, porque creo que es una buena forma de acabar este libro que tanto amor le he dedicado, todo para vosotros.
Y, ahora, la última pregunta... ¿Queréis un "Preguntas y respuestas"? Bueh, lo volveré a preguntar más tarde :3
Y por último, para acabar este especial... ¡¡Los fanarts!
Muchas gracias por tanto apoyo y amor. Os estoy eternamente agradecida.
¡Disfruten!
- Irene
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