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2

Extrañaba a mi familia y no podía dejar de llorar.

Estaba encerrada en mi departamento, hace casi una semana que no salía, pero al principio fue porque no tenía la necesidad de salir, hasta que... se declaró Estado de Emergencia.
No entendía del todo lo que había pasado afuera, pero había monstruos o zombies matando personas.

Éstos últimos dos días había visto por mi ventana que varios puntos de la cuidad estaban incendiados; llamas y humo que nadie apagaba. También podía ver a esas cosas caminar en las calles...

Había estado deprimida pensando en mi familia. Cuando pude hablar y estar con ellos, no lo hice y ahora que no puedo salir, que no puedo llamarles porque no hay línea... Ahora me sentía totalmente estúpida y patética. Me odiaba a mi misma más de lo que podía odiar a cualquier cosa o persona.

Estúpida, estúpida, estúpida.

«Solo pídemelo, vamos, sé qué quieres.»

Yo...

«Confía... Tú y yo somos iguales. Somos la misma persona.»

La nariz me comenzó a sangrar.

«Eres una mierda de persona. Una mierda de hermana y una mierda de hija.»

Mi llanto se intensificó.

«Pero puedes... Podemos remediarlo. Te ayudaré. Solo tienes que dejarme hacer.»

Mi cabeza dolía muchísimo, sentía que había una gran batalla dentro. No podía evitar quejarme del dolor en voz alta. Era insoportable.

«Vamos, deja de ser tan inepta, tan testaruda y egoísta. Puedes enmendarte. Solo dímelo, ¿Qué deseas?»

Yo... yo... yo deseo...

«Dame el control.»

El dolor se extendió por todo mi cuerpo, una sensación extraña se apoderó de mi mientras me estremecía y quise ver qué me estaba pasando, pero no podía abrir los ojos.

Rue entonces cuando Gumiho se acercó de un salto y comenzó a rasguñarme el brazo para llamar mi atención.

—¡Ay! —chillé adolorida, ella se subió sobre mi, comenzó a amasar mi pierna y ronronear—. No... ¡No! —me negué al darme cuenta de lo que casi hago.

Abrí los ojos. Retomé mi fuerza y no la dejé apoderarse de mi. Recuperé el total control sobre mi cuerpo y mente.

«¿¡Quieres dejar de sufrir!? ¡Está es la única forma! Deja de ser tan ignorante, ¡Idiota! Podrías ser feliz...»

Seré feliz cuando te calles, maldita.

Me levanté junto con mi gata y la acaricié.

Ya no estaba sola y debía pensar en positivo. No podía abandonar a nadie más; debía vivir con lo que hice, pero no repetir mis errores. Y por sobre todo, no podía dejar que «eso» se adueñara de mi. Ni siquiera sabía que pasaría si eso llegaba a suceder...

Ya estaba harta de llorar, y supongo que Gumiho igual estaba cansándose de mi lado depresivo. Aunque, bueno, tenía mis razones, perder a mi familia no es algo pequeño y ni hablar sobre la voz en mi cabeza y las alucinaciones...

Al principio de la semana, donde mi mayor problema eran las voces insoportables, fue cuando tuve pensamientos que nunca antes se me habían ocurrido. Las alucinaciones me estaban volviendo loca y solo se me ocurría una sola forma de detenerlas: muriendo. Y ahora, con la pérdida de toda mi familia, ese pensamiento ocupaba toda mi mente.

Gumiho restregó su cabecita en mi pecho. En éstos días había ganado su confianza, aunque no toda, y un poco de su cariño. Ya la había llevado a la veterinaria, era una pena que no recibiría el resto de sus desparacitaciones y vacunas, pues era imposible salir del edificio...

Pero por suerte nos teníamos la una a la otra para hacernos compañía y cuidarnos. Ella me ayudaba a darme cuenta de que no estaba sola, que yo podía salir adelante de eso. De verdad, no sé que hubiese sido de mi sin ella...

Además de que aún no tenía confirmado si mi padre y mi hermano habían muerto.

Tenía que salir de ahí. Tenía que recuperar mi cordura. Tenía que vivir.
Era hora de actuar.

Siendo una chica aficionada a los deportes de combate y puntería, con un hermano fanático de los videojuegos y artes marciales, una madre enfermera y un padre militar... Tenía que ponerme en acción. Algo podría lograr en aquella situación.

Lo normal para cualquier chica era que a los 15 años les regalaran una gran fiesta, un viaje a Disney o un auto. A mi me dieron armas y lecciones de disparos, igual que a mi hermano Kwan. Y no fue la única vez, ni las únicas clases de armas, puesto que también recibíamos como obsequios navajas, cuchillos e incluso katanas.

En mi casa siempre hubo armas -algo que extrañamente no molestaba, ni preocupaba a mis padres, supongo que porque estaban bien guardadas-, creo que se debían al alto rango de mi padre en la milicia. Nos trajimos todas a Corea del Sur cuando nos mudamos, lo cual no fue difícil considerando que mi madre es militar y puede transportar armas mientras vayan seguras.

Cuando tomé 2 de mis bolsos y maletas al huir de la casa de mi padre, no pensé que estaba trayendo conmigo algunas de esas armas. Todo estaba ya empacado y no había considerado que dentro tenían armas, pero así sucedió. Yo solo tomé las cosas en mitad de la noche y huí sin pensar en nada más.

Debería haber sido menos impulsiva.
Pero ya era tarde para eso. Me concentré en el presente.

Agarré una mochila grande, de esas que usan los militares o las personas que van a acampar y comencé a colocar dentro cosas que necesitaría si iba a irme del apartamento. Metí un botiquín de emergencia, una linterna con baterias extras, una brújula, dos botellas de agua que también eran purificadoras, un plato de lata con su tenedor, cuchara y cuchillo correspondientes, toallas sanitarias y tampones, pañuelos de papel, alimento balanceado para Gumiho, comida enlatada y fruta seca. Por último, guardé dos cambios de ropa interior, unas zapatillas deportivas, un short, un hoddie y dos camisetas. Y en un bolsillo con cierre puse casi todos los cargadores que tenía de la pistola que traje conmigo.

Luego me vestí completamente de negro, y esta vez sí que fue a propósito, porque tenía que pasar desapercibida frente a las bestias. Me coloqué mis botas más cómodas, unos leggins, una camiseta de mangas cortas, una chaqueta y unos guantes que tenían calaveras de metal sobre los nudillos, lo que me ayudaba bastante si llegaba el momento de tener un combate con mis puños.

En mi muslo coloqué una correa con funda para guardar mi arma Desert Eagle. En los bolsillos de la chaqueta guardé algunas cosas útiles y que necesitaba tener a mano como un puño de acero con puntas de metal en los nudillos y cuchillas saliendo de ambos lados, mi celular, un encendedor, los unicos dos cargadores de balas que no guardé en la mochila y dos navajas multiusos.

No sabía a dónde iba; sí solo buscaba un lugar seguro con comida, sí buscaba un refugio con más personas, un edificio de la milicia o a mi familia, así que había tratado de llevarme todo lo que me sirviera. Donde sea que fuera a parar, esperaba al menos llegar viva y menos «loca».

Miré la mesada y vi un aerosol contra los insectos... Pensé en que mezclado con un encendedor crearía una especie de lanzallamas, y como aún quedaba espacio en mi mochila decidí guardarlo, sería un arma perfecta.

Até mi cabello en una coleta alta y metí Gumiho en un bolso pequeño especializado para transportar animales, el cual compré en la veterinaria ya que llevarlo hasta allí en mis manos concluyó con mis brazos sangrando por los rasguños de miedo que ella me daba. Los gatos le temen a la calle y diversos ruidos fuertes.

Antes de irme, miré mi cama y vi mi ballesta.

A la mierda, me la llevo. Para algo debería servir.
Así que tenía una pistola, una ballesta, un puñal y dos navajas multiusos.

Salí de allí cerrando cuidadosamente la puerta detrás de mi. Miré hacia ambos lados del pasillo, todo se encontraba silencioso y vacío.
Me dirigí hacia los ascensores, pero allí quedé paralizada. Además de notar que ninguno estaba andando, ahí había un monstruo.

Y sí, sin duda era un monstruo. No un zombie como llegué a pensar.
Podía notar que antes fue una persona, pero ahora estaba deformado y solo llevaba puesto un pantalón roto. Su piel era oscura, como de un tono gris o azul, alto y muy delgado, se le notaban las costillas.

Me tensé cuando giró a verme, aunque al parecer realmente no me veía, pues alguien le había cortado la parte superior de la cabeza, por lo que no tenía ojos y también le faltaba una oreja. Se veía demoníaco.

—No... pue...

Me sobresalté al escucharlo hablar. El miedo me dominó y sin darme cuenta, bajé la ballesta. Mi dedo, que había estado sobre el gatillo de la ballesta (un maldito error de principiante, habría dicho mi padre de verme), accidentalmente ejercicio una ligera fuerza que fue suficiente para que el arma se disparara. La flecha dio cerca de mis pies.

Era una maldita idiota.

—No... no... pue... do... ve... er.

Una especie de brazo o tentáculo salió del pecho del monstruo y se clavó en donde había dado la flecha. El monstruo dio un paso hacia mi e instintivamente me tapé el rostro, como si eso me protegiera de alguna manera...

De repente comencé a escuchar quejidos y... ¿Electricidad? Empezó a oler a quemado.

Al descubrir mi rostro, vi que un chico estaba apuñalando al monstruo y, también, de alguna forma, lo electrocutaba. El monstruo cayó al suelo, pero no había muerto, a penas lo había logrado derribar momentáneamente.

—Corre... —soltó él, pero yo aún seguía paralizada—. ¡Corre! —Él rápidamente se acercó a mí, tomó mi mano y tiró de mí con toda su fuerza.

Cuando por fin fui capaz de reaccionar, comencé a correr a su lado, en vez de solo dejarme arrastrar. Justo cuando el monstruo se recuperó, nosotros estábamos por llegar a otro pasillo.
Otro brazo salió de su cuerpo, pero por suerte no nos dio a ninguno de los dos porque nos lanzamos hacia el siguiente pasillo, doblando a la derecha y cayendo en el suelo. De ese brazo o tentáculo, lo que fuera, salieron otros que comenzaron a clavarse en las paredes, en el suelo y el techo. Contuve la respiración cuando uno casi me rozó la cara.

Nos levantamos para ponernos en cuclillas y acercarnos a la pared, el muchacho parecía listo para volver a atacar al monstruo.

—¿Dón... de... es... tás?

Sacó una botella pequeña de vidrio de uno de sus bolsillos y la lanzó hacia el monstruo, supuse que fue para distraerlo. En cuanto su plan funcionó, se lanzó sobre él y clavó su cuchillo/lanza en su cerebro. Comenzó a darle corriente nuevamente hasta que cayó al suelo inconsciente.

—Ahora duérmete de una vez por todas.

Me acerqué a él.

—Deberíamos marcharnos antes de que despierte y pueda seguirnos... —hablé pensando en el buen oído que tenía el monstruo.

Él asintió y comenzó a caminar, yo lo seguí. Llegamos a las escaleras y cerramos la puerta detrás nuestro.
El chico se desplomó contra la puerta y se relajó hasta que llegó al suelo. Ahí me permití observarlo mejor y noté que era el muchacho que llegó a la residencia hace una semana, al que casi mata el guardia de seguridad con la podadora.

—Gracias —solté.

Él me miró a los ojos y negó, como diciendo que no pasaba nada. Luego bajó la cabeza y quedamos en silencio un tiempo hasta que vi que observaba mis armas.

—Vas bastante... cargada —dijo.
—Sí, bueno... Solo lo necesario. Pensé que las armas me ayudarían, pero ahora no sé si son suficientes.
—Supongo que de algo servirán...

Asentí.

—¿Sabes usarlas? —pregunté, estando dispuesta a darle una, pero él negó—. Sí quieres te puedo enseñar... Bueno, cuando estemos en un lugar seguro. ¿Tienes algún plan? —Cuando hablé, él me observó el rostro nuevamente—. ¿Un lugar seguro para ir? ¿Sabes donde hay comida? ¿U otros sobrevivientes?
—En el apartamento 1408, hay un hombre con bastantes raciones de comida, vengo de ahí. Voy a... ir a buscar a unos niños al 1210.
—¿Unos niños? —interrogué.
—Sí, su padre cayó del edificio por culpa de un monstruo y creo que quedaron solos.
—Oh... bueno, vamos —respondí.

Me miró sorprendido.

—No tienes que ir.
—Pero quiero... Supongo que lo mínimo que puedo hacer es ayudarte a poner a salvo a esos niños.
—Pero...
—Dos personas son mejor que una, ¿no? —Él quedó en silencio—. Prometo que no seré más un estorbo... Me congelé porque era la primera vez que veía una de esas cosas. No estaba preparada, pero juro que ahora sí.
—Está bien. Bajemos —aceptó.

Él se levantó y comenzó a bajar.

—¿El sensor de luz no anda? Está muy oscuro —comentó.

Yo hurgué en la mochila y saqué la linterna. Comencé a iluminar.

—Soy Park Myeong-Suk —me presenté ordenando mi nombre como solían hacerlo en Corea.
—Cha Hyun-Soo —contestó.

Seguimos nuestro camino hasta que de repente él se detuvo en un escalón y comenzó a susurrar.

—No fue mi culpa... Al principio... ¡Yo no era esa clase de persona!
—Hyun-Soo, ¿estás bien?

Él asintió levemente y siguió bajando, parecía haberse recuperado; yo lo seguí y para cuando llegamos al piso 12 empezamos a escuchar pasos pesados y crujidos.

—Espero que no sea otro... —susurré.

Él se asomó entreabriendo un poco la puerta y noté por la expresión de sobresalto y temor, que mis sospechas eran ciertas.

—Levan... tar... pe... sas...

Hyun-soo hizo una seña de que lo siguiera y abrió más la puerta para que saliéramos.

—Ahí es, pero con cuidado porque a penas se acaba de ir el monstruo. —Señaló el apartamento 1210.

Asentí. Al llegar al final del pasillo miramos a la izquierda y quedé boquiabierta al ver como el monstruo, una cosa gigante hecha de músculo puro, entraba a un departamento y arrastraba un cuerpo inconsciente y ensangrentado.

—Pro... teí... na...

Caminamos hasta el apartamento cuando el monstruo desapareció de nuestra vista y el castaño golpeó levemente la puerta.

—¡Ey, niños! Vinimos a rescatarlos —dijo en voz baja—. ¿Niños?

La puerta se abrió un poco justo cuando a mi me cayó en mi hombro una especie de líquido espeso y pegajoso de color verde. Miré al techo y vi una grieta que era de donde salía esa sustancia viscosa.
Asqueroso.

Hyun-Soo soltó un sonido de exclamación al mismo tiempo que escuché otra voz.

—¿Me... ves?

Al mirar, noté un monstruo frente a nosotros que parecía estar hecho de la sustancia que me había caído encima, a excepción de sus ojos.

Rápidamente esa cosa estiró su brazo y cubrió con el toda la cabeza del castaño. Comencé a sacar un cuchillo, pero levantó a Hyun en el aire y lo lanzó dentro de la habitación.

Traté de apuñalarlo, pero el metal filoso no le provocaba nada.
Dejó libre a mi compañero y él se levantó, viendo al igual que yo que los niños no estaban allí.

—¿Dónde están? —articuló molesto—. ¡¿Qué carajo... hiciste con ellos?!

Tan pronto Hyun-Soo quiso atacarlo con su arma, el monstruo desapareció a través de una grieta en la pared, dejándonos confundidos, pero aliviados.

La puerta de un armario se abrió dejando ver a los niños llorando asustados.

—Son... ¡son ustedes!

Comenzamos a charlar con ellos, diciéndoles que los ayudaríamos y preguntándoles por su madre. Todo bastante bien hasta que el niño, quien era el más pequeño de ambos hermanos, pidió que salváramos a su padre.

—Nadie puede sobrevivir a una caída de 12 pisos... —le respondió el castaño provocándole un fuerte llanto a los niños—. Su papá está muerto. Tienen que aceptarlo y seguir adelante.

Molesta, le golpeé el brazo y lo miré mal. Él me observó sin entender.

Tenía razón, pero no era forma de decirlo, menos aún a unos niños.

—Lo que trata de decir, pequeños, es que nosotros podremos cuidarlos como su padre hubiese querido, pero para eso tienen que venir con nosotros...
—Conozco a un hombre que tiene un montón de comida y armas para protegerlos. Ustedes tienen hambre, ¿no? —Ellos asintieron—. No quieren quedarse solos aquí, ¿verdad? —Volvieron a asentir.
—Entonces tenemos que salir. En el pasillo nos vamos a encontrar monstruos. Debemos saber si están listos. —Al no oír respuesta, Hyun-Soo preguntó otra cosa.
—¿Cuántos años tienen?
—Yo tengo 9 y me llamo Sook. Mi hermano se llama Yeong y tiene 6 —contestó la niña.
—La edad perfecta para luchar contra monstruos —dijimos el castaño y yo al unísono, luego nos miramos confundidos por ello.
—No sé preocupen, los protegeremos —siguió hablando él solo.

Luego procedimos a presentarnos, decirles qué haríamos y contarle un poco sobre los cuidados que teníamos que tener con los monstruos.

—Pro... teí... na... Mús... cu... lo... —hablaba el monstruo gigante desde dentro de un apartamento cuando nosotros íbamos saliendo con los pequeños.

Llegamos hasta las escaleras, primero pasaron los niños, luego Hyun-Soo me dejó ir a mí y por último entró él.

Un ruido detuvo mi paso, me giré hacia mi compañero para verificar que estuviera bien. Su nariz sangraba tanto como me había pasado a mí.

Comenzó a estremecerse, noté como sus ojos se oscurecían y la sangre de sus venas se volvía tan oscura que podían notarse todas a simple vista.

Igual que solía sucederme a mí...

N/A:

¡Holi! Espero les esté gustando la historia, si quieren sugerir algo, son bienvenidas ^^ Y les agradezco enormemente por leerme❤

Planeo que sean 10 capítulos y que terminen más o menos cada uno donde termina ese capítulo en la serie; a no ser que me parezcan muy largos, ¿A ustedes cómo les gustan? Este creo que este es como normal(?) de 3000 palabras, para mi largo sería +3000 y corto -2000.

Por cierto, sino me equivoco (ya que voy como por el episodio 45 del cómic, aún no lo termino), la serie terminó en ese final que ya conocemos, pero el cómic sigue con uno diferente, así que yo continuaré con lo que siga en el cómic.

Por ahora, creo que las actualizaciones serán continuas, cada 2 o 3 días tal vez. Cuando termine de leer los capítulos que hay disponibles del Webtoon (pues aún no subieron todos) y tenga que esperar actualizaciones, pues la verdad ustedes tendrán que esperar conmigo :(
Dudo mucho hacer un capítulo con un episodio, porque sería demasiado corto, seguro espero a que sean 2, 3 o 4, por lo que, sí, la espera en esos momentos será larga ya que suben un episodio por semana.

El lado bueno es que pienso subir otro fanfic más adelante sobre Eun-Hyuk. ¿Ustedes que opinan? ¿Les interesa? Esa estaría mas basada en la serie que en el cómic; no mezclaría los dos como hago con ésta.

Bueno, creo que por ahora no tengo nada más para decir. Espero hayan tenido una hermosa navidad y les deseo un próspero año nuevo❤

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